El proceso de paz que comenzó en diciembre del 2001 y que condujo hacia el acuerdo de alto el fuego de febrero del 2002 está atravesando por unos momentos muy difíciles. Los esfuerzos que los representantes cingaleses y tamiles han venido manifestando estos últimos años pueden saltar por los aires de no reconducirse la actual situación.
El proceso de paz está siendo cuestionado por diferentes actores, y ya hay quien habla incluso de crear un nuevo proceso “que surja de las cenizas del anterior”. Para los defensores de esta propuesta el escenario actual que se vive en la isla de Sri Lanka es lo más parecido a un estado de guerra, aunque todavía sin declarar oficialmente por las partes.
Otros analistas apuntan a que todavía no nos encontramos en esa fase, aunque reconocen que el impase y los fracasos en las recientes negociaciones bilaterales, a pesar de los esfuerzos de los mediadores noruegos, está llevando el proceso hacia una situación “de guerra no declarada” o cuando menos de una intensidad predeterminada por los principales actores, el gobierno cingalés y los tigres del LTTE. No obstante, y apuntando todavía un rayo de esperanza para recuperar los pilares de lo acordado, esas mismas fuentes sugieren que ninguna de las dos partes estaría hoy en día deseando, por diferentes motivos, involucrarse en una guerra a gran escala.
Tras el telón
Las ultimas semanas estamos recibiendo varias noticias sobre la importancia de los enfrentamientos, ataques y represalias que ambas partes parecen haber desarrollado, sin embargo se suele echar de menos una mayor profundidad a la hora de presentarnos esos acontecimientos. Lo cierto es que tras el telón de ese teatro de operaciones nos encontramos algunos datos muy interesantes para ubicar mejor el desarrollo actual del proceso de paz. Tres claves resaltan sobre las demás, en primer lugar está el apoyo del gobierno al coronel Karuna, un desertor del LTTE, que está siendo utilizado por las fuerzas contrarias al proceso que coexisten en diferentes estancias del estado cingalés para reventar el proceso. Mientras que se nos presenta esta deserción motivada por diferencias políticas con la dirección del LTTE, algunas fuentes de la isla señalan que la razón de fondo estaría motivada por una investigación del LTTE sobre los intereses empresariales de su familia en la región.
El ejército de Sri Lanka alega que no puede impedir las acciones violentas de ese grupo ni desarmarlo por encontrase en zonas controladas por el LTTE, sin embargo todos los observadores internacionales coinciden en señalar que eso no es más que una excusa, reforzada por la asistencia y apoyo de los militares a Karina, a través de dinero, logística y recursos sanitarios.
La segunda clave es la guerra sucia desencadenada por las fuerzas del gobierno de Colombo, en muchas ocasiones con la ayuda del grupo de Karuna o de otros grupos tamiles contrarios a la política del LTTE. La pasada semana, trece civiles tamiles (entre ellos varios niños) murieron en un ataque de paramilitares del ejército cingalés que contaron con el apoyo de miembros del EPDP (Partido Democrático del Pueblo Eelam).
Así, desde finales de febrero de este año más de 170 civiles tamiles han muerto a manos del ejército o de esos grupos paramilitares. Las fuentes tamiles han denunciado que estos ataques se han dirigido contra la población civil y contra niños, contra periodistas, representantes elegidos democráticamente, y se preguntan “si eso es respetar los derechos de la infancia, de la libertad de expresión o la democracia”.
Y finalmente, la tercera es la postura que defienden las fuerzas contrarias al proceso en el engranaje político y social de Sri Lanka. La división dentro de la elite política también tiene su incidencia en el proceso de paz, en forma de obstáculos para el buen desarrollo del mismo. Estos sectores todavía creen que es posible “una vía militar para resolver el conflicto”, y por ello apuestan por una escalada bélica en el enfrentamiento actual. Estas posturas están totalmente alejadas de la realidad, pues ese tipo de estrategia lleva al país a hacer frente a una situación que no puede soportar económica ni militarmente, además supondría la vuelta de la guerra al corazón mismo de la propia capital.
El proceso
En este contexto, el LTTE también está moviendo sus propias fichas. Para los representantes de esta organización, el acuerdo de paz recogía una serie de obligaciones para las dos partes, y denuncian el incumplimiento de lo acordado por parte del gobierno de Sri Lanka. El LTTE sigue defendiendo el derecho de conformar su propio estado, Tamil Eelam, así como a defender los recursos y fronteras terrestres y marítimas de este territorio. Por ello defiende la búsqueda de equilibrio con la otra parte en todos los frentes, incluido el militar, y ante la desconfianza que generan las actuaciones gubernamentales continúa reforzando su capacidad militar por si el ejército cingalés decide reiniciar las hostilidades a gran escala.
En este sentido, prevención y defensa, se entiende el desarrollo de la capacidad militar del LTTE, que contaría en estos momentos con una importante fuerza marítima, “los tigres del mar”, una incipiente fuerza aérea y un ejército terrestre con gran capacidad.
Ante esta coyuntura es importante entender que para resolver la situación y encarrilar de nuevo el proceso de paz por el carril adecuado es necesario que las condiciones que ambas partes realicen se hagan para asentar la confianza y la igualdad. Y el gobierno cingalés debe comprender que deberá realizar y conceder cosas que no sean de su agrado, pero que esa es la única vía para construir las bases sólidas del acuerdo.
La comunidad internacional, sobre todo los grandes poderes miran el conflicto en la clave de sus propios intereses. Tanto EEUU como China o la Unión Europea conceden una gran importancia geoestratégica a la isla, por lo que no desean un escenario inestable que complique sus propios planes para la región. Una de las responsabilidades de esa llamada comunidad internacional es hacer que el gobierno de Colombo respete los derechos de la población tamil, incluido el ejercicio de autodeterminación, ponga fin a los desmanes de los grupos paramilitares bajo su control y cese los ataques de represalia contra la población tamil.
Además es hora que la ayuda internacional prometida para la reconstrucción de la isla, y que debe ser gestionada por el gobierno cingalés y los tigres, llegue de una vez, al tiempo que medidas represivas, como la persecución de los representantes del LTTE en algunos países, deben ser cosas del pasado, pues lo que en estos momentos demanda el proceso de paz es la construcción de “fórmulas constructivas” que permitan de nuevo el acercamiento positivo de ambas partes.
La estabilidad que necesita este proceso para poder asentarse es vital. Tanto política como socialmente se deben buscar las medidas necesarias que encaminen nuevamente el acuerdo, y esa estabilidad tan necesaria debe estar asentada en una distribución justa de la economía y una garantía similar en el reaparto de la riqueza.
Todavía asistiremos a enfrentamientos armados, pues ambas partes buscan lograr todavía una mejor posición de cara a retomar las negociaciones, y no debemos olvidar tampoco la posición que mantienen dentro del status quo cingalés algunos grupos contrarios al proceso de paz, que no dudarán en incentivar y promover cualquier tipo de obstáculo al mismo.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)