De entre las valoraciones de los resultados de las elecciones al Parlament de Catalunya del pasado domingo destaco dos: el artículo de Josep Lluís Carod-Rovira en Nació Digital el pasado 15, “Cuando no viene de Almansa”, apelando a la autocrítica sobre las causas endógenas del declive y desorientación de los partidos independentistas, y el análisis de los resultados que hace Francesc Abad en su blog “Días de furia”, dos días después de los comicios. Según sus datos de 2017 a 2024 el bloque independentista (Junts, ERC y CUP) ha mantenido un 60% del voto máximo que este bloque tuvo. Un 9% se ha trasvasado a Aliança Catalana y al PSC. Y un 27,6% acude a la abstención. Por partidos, Junts ha perdido un 28,8% de sus votantes, ERC un 54,36% y CUP un 34,51%.
El objetivo independentista ha sido el gran ausente de esos comicios, ninguno de los partidos que aparentemente son favorables a ella ha presentado programa creíble y viable alguno en esa dirección. Sólo Junts ponía en los carteles “Cataluña necesita la independencia”, pero sus propuestas daban por asumido el restablecimiento del orden autonómico. El factor Puigdemont se ha agotado como revulsivo para dar la vuelta al declive, sólo ha permitido aguantar el resultado, mientras que la izquierda independentista (ER y CUP) se hunde por la impostura de sus planteamientos, el sectarismo de sus actitudes y la mediocridad de los dirigentes abrazando las locuras del wokismo, el antisemitismo y el islamo-gauchismo.
Todos, Junts, ER y la CUP, han abandonado el conflicto Cataluña/España, vaciando de contenido la causa independentista supeditándola a la negociación con el PSOE en un diálogo sin otros contenidos que la eventual amnistía. Los tres partidos han buscado alianzas con el PSC/PSOE a diferentes niveles, ayudando a su normalización cuando realmente es el principal garante del orden español en Cataluña. El conjunto del independentismo culmina el retroceso posterior a Octubre de 2017 firmando miserablemente el acta final del proceso independentista iniciado en 2012. La lucha por la independencia puede no acabar aquí, pero por ahora no hay a corto plazo ningún proyecto de reconstrucción nacional creíble que se proponga la libertad y la prosperidad del país.
Sólo un replanteamiento estratégico total puede revitalizar la causa nacional catalana situando la independencia como prioridad sin exclusiones, es decir, asumiendo la transversalidad ideológica que un objetivo histórico como éste requiere. Para empezar, hay que reconocer a Aliança Catalana como un componente más del movimiento y dejar de estigmatizarla erróneamente con unos métodos que deberían hacerles caerse la cara de vergüenza a sus múltiples boicoteadores. Silvia Orriols ha superado el 12 de mayo el resultado que obtuvo en Ripoll en las municipales del año pasado, el treinta por ciento de los votantes, ¿son extremistas de derecha? ¿lo son también los que lo han hecho en las zonas rurales mayoritariamente catalanohablantes? Catalanidad, identidad y libertad van ligadas y haberlo descuidado es la causa profunda de la quiebra del “proceso” llevado a cabo por los partidos que han tenido la responsabilidad de dirigirlo.
Cerrar los ojos ante los cambios demográficos que están convirtiendo a los catalanes con conciencia nacional en una minoría y además prescindir de toda iniciativa orientada a la reconstrucción social del país a partir de la catalanidad es situar a Cataluña -y al conjunto de los Països Catalans- en el límite existencial. Dar la vuelta a la tendencia hacia la extinción que atizan los poderes español y francés requiere un planteamiento que abarque el conjunto de territorios de la comunidad nacional catalana, superando el regionalismo que ha impregnado las actuaciones de los actores del “proceso”.
El marasmo real de las condiciones de vida y trabajo de los ciudadanos de Cataluña, cualquiera que sea su identidad y conciencia nacional, es el elemento a partir del cual construir el discurso independentista contra la dominación política y el expolio económico susceptible de acreditar nuevamente la República catalana como alternativa creíble y viable. Por eso son necesarios nuevos actores políticos y cívicos, y personalidades intelectuales comprometidas con autoridad moral.
BLOG DE JAUME RENYER