Toni Comín: ERC empujó más que nadie para hacer la declaración de independencia y ahora debe ser consecuente’

Entrevista al diputado en el Parlamento de Cataluña, consejero de Sanidad en el exilio

Toni Comín (1971) es uno de los políticos exiliados. Ahora está en Lovaina, a veinte minutos de Bruselas. Consejero de Sanidad, actualmente diputado en el Parlamento de Cataluña por ERC, recibe a VilaWeb en la iglesia de Saint Jean Baptiste au Béguinage, en Bruselas. Esta iglesia, como los Comin, tiene una historia de fuerte compromiso social, y actualmente se puede ver la exposición ’55 urnas por la libertad’. Por eso en la puerta también encontramos al consejero de Cultura Lluís Puig y otros catalanes de paso por la ciudad. Comín tiene cosas que decir sobre la estrategia independentista, y en esta intensa entrevista explica por qué cree que es un error la estrategia de frenar, por qué no toca un nuevo tripartito y por qué centrar la estrategia a ensanchar la base se debe hacer científicamente y no como una excusa. Finalmente, habla de su relación con Oriol Junqueras. Asimismo, nos comenta que lee la biografía de Nelson Mandela ‘firmada por Mandela mismo, y cómo también me han dicho que hace Raül Romeva’.

 

– ¿Cómo ve el independentismo, hoy?

– En el independentismo de hoy, veo tres actitudes. Primera, la de la gente que en octubre decía que la DUI era demasiado arriesgada, que no nos la podíamos permitir, y teníamos que hacer elecciones porque no éramos suficiente gente para resistir el embate represivo del Estado si hacíamos la declaración. Ahora, medio año después, dicen lo mismo. No somos lo bastante y tenemos que ampliar la base. Esta no es mi posición, pero la encuentro políticamente coherente y legítima. Una segunda posición es la de los que, a pesar de ser conscientes de los riesgos políticos y personales que implicaba el mes de octubre, dijimos: ‘Vamos adelante. Hacemos la declaración de independencia. Asumimos el mandato del 1-O’. Y medio año después exigimos ser consecuentes con aquella declaración. Por una razón política y por una razón moral. Yo hoy me identifico con esta posición. Y finalmente tenemos la tercera posición, la de quienes empujaron como nadie a favor de la declaración el 25, 26 el 27 de octubre. Gente que decía ‘declaración, declaración, declaración’. Y al cabo de unos cuantos meses aparecen ahora con el relato de que no somos los suficies para hacer la independencia. Y eso me inquieta mucho. Creo que deberíamos pedirles una cierta reflexión. Si no somos suficientes para hacer la independencia en marzo, tampoco lo éramos el mes de octubre. ¿Por qué exigieron, pues, la declaración fuera como fuera y se negaron en redondo a hacer elecciones, si pensaban que no éramos bastante gente?

 

– Se coloca en la segunda postura. Habla de razón moral y razón política. ¿Lo puede explicar?

– La razón política es que los que defendimos la declaración ahora tenemos el deber político de defenderla sinceramente, en serio, de verdad, no de manera cosmética, sin subterfugios, por el Consejo de la República, y creérnoslo. Y por el proceso constituyente. Y por todo lo que pueda dar continuidad a la declaración. Con coherencia. Porque fue una decisión demasiado grande para desdecirse a los cuatro días.

 

– ¿Y la razón moral?

– La declaración causaba muchas víctimas. Hablo de madres, hijos y parejas. Hablo de sufrimiento humano. Por respeto a todo este sufrimiento, reclamo coherencia con una decisión que ya sabíamos que tendría estos costes. No podemos reírnos del sacrificio de algunas personas. Si hacer la declaración debía causado tanto sufrimiento -un sufrimiento evitable, pero que por coherencia con el mandato del primero de octubre decidimos de no evitarlos ahora no me parece éticamente aceptable de desentendernos de aquella decisión y defender recuperación de las instituciones autonómicas y nada más. Si el único objetivo era preservar las instituciones, entonces teníamos que haber hecho elecciones: así habría sido muy probable que no las hubiéramos perdidas, las instituciones, y sobre todo nos habríamos ahorrado todo el sufrimiento derivado de la represión posterior al 27-O.

 

– Y ahora cuénteme la tercera posición, por favor.

– Es lo que acabo de decir. La tercera posición sería la de quienes en octubre miraban a los que tenían dudas de hacer la declaración como si fueran presuntos traidores, aunque simplemente señalaban los riesgos de salir adelante. Y resulta que medio año después salen diciendo que ahora no somos suficientes. Pues miren, haberlo pensado antes. Son los que ahora dicen ‘necesitamos más años, necesitamos más tiempo, recuperemos el derecho de decidir, no tenemos fuerzas para la unilateralidad’, pero en cambio en octubre empujaron para hacer la declaración, fuera como fuera. Esta posición me cuesta entender, de verdad. Si creen que en octubre se equivocaron, si piensan que hacer la declaración tal como ellos querían fue un error, entonces la única opción políticamente responsable es reconocerlo y decirlo explícitamente. Abiertamente. Y asumir el error. Todo el mundo puede equivocarse, todo el mundo puede cambiar de opinión según cómo evolucionan los hechos. Cualquiera puede rectificar, faltaría más. Pero cuando una decisión tiene tantos costes, si los partidarios de aquella decisión después acaban llegando a la conclusión de que en realidad no era el momento, que en realidad necesitamos unos años de calma… entonces hay que hacerse responsable de las consecuencias de este error. Si la declaración fue un acierto, las consecuencias que tiene no son menos dramáticas, pero son necesarias y, por tanto, tienen un sentido. Pero si alguien cree que la declaración fue un error, entonces mejor no haberlo cometido y haber evitado los costes -personales, sociales y políticos-. Y cuando alguien se considera responsable de un sufrimiento innecesario, es normal esperar que actúe en consecuencia.

 

– Dentro de pocos días, ponencia de ERC. ¿Qué espera de ella?

– Me la quiero leer y estudiar a fondo para dar mi opinión. Lo que haré estos días. Intentaré expresar mi reflexión y hacer mis aportaciones con voluntad constructiva. Dar mi opinión.

 

– ¿Y cómo ve ERC?

– Tengo un diálogo permanente con ella. Aunque es muy difícil participar en la vida orgánica. Ha sido misión imposible, prácticamente. Me hubiera gustado estar más presente en el debate interno. Debemos ser respetuosos porque la situación hace que los liderazgos en ERC sean muy difíciles: el presidente en la cárcel y la secretaria general en el exilio. Esto lo hace todo muy complicado, sin duda. Observo, si acaso, que ha habido gente a la que ha costado entender el relato de ERC de estos últimos meses. No es tanto que a mí me guste o no me guste este relato, sino que me preocupa. Hay gente que no lo entiende. Sería normal que la gente independentista y de centro-izquierda estuviera perfectamente alineada con el discurso del partido que representa el independentismo de centro-izquierda. Y eso no pasa siempre. Simplemente constato un hecho. Probablemente tiene más que ver con determinadas declaraciones personales que con alguna posición oficial. Pero sí he encontrado gente inequívocamente independentista y de izquierdas bastante desorientada cuando escucha determinadas cosas. En la medida en que ERC empujó más que nadie para hacer la declaración de independencia, ahora creo que debe ser consecuente con aquella decisión. Creo que muchos queremos, y mucha gente dentro ERC también, que seamos consecuentes con aquella decisión. Por lo tanto, como decía antes: máximo compromiso con el Consejo de la República, máximo compromiso con el proceso constituyente, máximo compromiso con la restitución.

 

– ¿Cómo vería, ahora, un tripartito con los comunes y el PSC?

– Me parece que en este momento no toca. Ahora no toca. Ahora toca unidad republicana. Setenta diputados. Todo esto que hemos hecho hasta ahora es demasiado serio para dejarlo estar. Ahora, si los otros partidos de izquierdas asumen lo que ahora mismo podríamos considerar los dos postulados democráticos básicos, a saber: la anulación de causa penal contra los líderes políticos y sociales y el reconocimiento del derecho de autodeterminación, entonces nos podremos entender perfectamente con ellos. E ir juntos hasta muy lejos.

 

– Tenemos que ampliar la base. ¿Qué opina de esta expresión?

– Ampliar la base no es ninguna llave mágica que abrirá la puerta de la independencia. No bastará ser más. Tenemos que estar dispuestos a hacer más. Y esto -como todo, de hecho- lo deberíamos pensar de la manera más científica posible. Y no partiendo del voluntarismo. Preguntémonos, por ejemplo, si se amplía la base con el cambio demográfico. Y a qué velocidad. Es algo que los que pensamos sobre la estrategia política tenemos que hacer con el apoyo de los científicos sociales: politólogos, sociólogos y demógrafos. Porque, probablemente, es verdad que entran en el censo más independentistas que unionistas. Y se van más unionistas que independentistas. La demografía amplía la base, sí. Pero debemos saber a qué velocidad. Y ahora mismo no sé si lo sabemos de manera lo bastante precisa.

 

– ¿Se amplía la base con políticas sociales?

– ¿Tenemos que hacer políticas sectoriales para ampliar la base? No. Las tenemos que hacer porque somos de izquierdas. O, dicho de otro modo, porque somos partidarios de la justicia social. Pero no está nada claro que las políticas sociales, ahora mismo, en Cataluña sirvan para ampliar la base. Una gran parte de la gente el 21-D votó de manera muy emocional. Y el relato de las políticas sociales apela más bien a la razón, no a la emoción. Esto lo explicó muy bien Lakoff. En conclusión, no creemos que el hecho de tener el gobierno y hacer políticas sociales -¿con qué presupuesto, por cierto? – nos permitirá ampliar la base de manera acelerada. No caigamos en un relato ingenuo que dice: ‘Gobernemos, hagamos políticas sociales; así, seguro que ampliamos la base, pasamos del 50%, y entonces sólo por el hecho de ser más del 50% conseguiremos la independencia’. Es un relato que no se sostiene.

 

– ¿Tiene alguna experiencia de eso que dice?

– Una de las primeras decisiones que tomé como consejero de Sanidad fue ampliar el hospital de Viladecans. Era de justicia. Era el único hospital con cuatro camas de toda Cataluña. ¿Este hospital hará que acabe ganando el independentismo en el Baix Llobregat Sur? Ojalá, pero el 21-D en Viladecans ganó Ciudadanos.

 

– ¿Ha podido hablar con Marta Rovira y Oriol Junqueras en estos meses?

– Con Oriol Junqueras por carta. Y con Marta Rovira hemos hablado de manera habitual desde que estoy en el exilio.

 

– ¿Con Oriol Junqueras, qué relación le ha quedado?

– Yo le quiero mucho. Para mí es un amigo. El día que lo metieron en la cárcel mi hija decía: ‘¡El padre del Lucas está en prisión, el padre del Lucas está en la cárcel!’ Impresionadísima. Mi carta a Oriol era una carta de amigo a amigo, no era una carta para hablar de política. No hay nada que desee más que verlo fuera y darle un abrazo. Y si políticamente ahora hay diferencias entre nosotros, que no se las sabría decir, no sería la primera vez que las hemos tenido. Justamente, cuando nos conocimos, él ya encabezaba ERC y si le interesó algo de mí es que soy una persona con una cierta autonomía de pensamiento. Yo no soy de obediencias ciegas. No lo he sido ni lo seré nunca. Y, por tanto, cuando estoy de acuerdo, estoy de acuerdo. Y si no, no. Yo doy siempre mi parecer. Siempre hemos tenido un diálogo franco y directo. Con máxima lealtad, claro. Lo cual quiere decir asumir las decisiones del colectivo que representas, aunque a veces no coincidan al 100% con las tuyas. Ahora, todo esto era mucho más fácil cuando ambos estábamos en plena y completa libertad. Con la cárcel y el exilio todo es mucho más complicado, claro. Y cuando el otro está en la cárcel las eventuales discrepancias hacen sufrir mucho más, esto también es verdad.

 

– Junqueras quiere ampliar la base antes que nada.

– Y yo también. Pero yo digo que para ampliar la base lo tenemos que enfocar de una manera científica. Justamente porque es tan importante, tenemos que afrontar este objetivo de manera científica.

 

– ¿Le parece bien la lista unitaria en Barcelona?

– Me parece muy estimulante que haya este debate ahora mismo, este debate que impulsa Ferran Mascarell, que impulsa Jordi Graupera. Pero permítanme una reflexión al margen del caso de Barcelona y de las municipales. Creo que, en cuanto al combate político contra un Estado tan autoritario como el español, los partidarios de la independencia ahora mismo necesitamos a toda costa unidad de acción. Estoy completamente seguro. Ahora voy a hacer una comparación muy extrema y forzada. Pero muy pedagógica. Francia e Inglaterra estuvieron doscientos años disputándose la hegemonía del continente. Pero el día en que tuvieron en frente un adversario como Hitler se convirtieron en aliados. Y durante la Segunda Guerra Mundial prácticamente unificaron sus estados mayores. Pues hombre, cuando tienes por delante un combate tan dramático como el nuestro, que a la postre es un combate no sólo por la República sino por la democracia y los derechos civiles, no tiene sentido gastar energías en una guerra soterrada con los que se supone que son tus aliados.

 

– ¿Y cómo ve a los comunes?

– Los comunes no asumen con toda la profundidad y coherencia que serían necesarias la herencia del PSUC. Es mi humilde opinión, sea dicho con todo el respeto. El PSUC fue el gran partido de la lucha por la democracia. Ahora que las brasas no del todo apagadas del fuego del franquismo se han vuelto a encender… hombre, yo creo que la denuncia de la regresión autoritaria por parte de los comunes debería ser mucho más contundente. Ahora mismo les diría esto: ‘¿No es verdad que ellos siempre han denunciado que no hay derecho a utilizar el eje nacional para tapar el eje social?’ Pues no hay derecho, aún menos, a utilizar el eje social para tapar el eje democrático. Y en el eje democrático también hay una línea que va de la derecha a la izquierda. En la derecha tenemos los que impulsan o justifican la represión: el PP, Cs y en buena medida el PSC. Y en la izquierda están todos los que sufren más directamente la represión: ERC, Juntos por Cataluña, la CUP, Òmnium, ANC… ¿Y los comunes donde están? ¿En el centro? ¿Ahora resulta que en este eje democrático se comportan como un partido de centro, no sea que se perdieran votos hacia el PSC o hacia Cs? ¿Es eso? Hombre, les exijo que estén en la izquierda y que digan claramente a los electores a los que se dirigen que para ellos ser unionista y españolista es por completo legítimo, pero tener tics políticos franquistas no lo es -y meter en la cárcel a alguien por su acción política pacífica es una herencia del franquismo.

 

– ¿Unilateralidad, o no?

– Lo he dicho siempre. La solución realmente estable en todo este largo conflicto -que hace más de cien años que dura- es un referéndum pactado. Pero al mismo tiempo este país no se puede estar quieto si el referéndum pactado no llega. Por lo tanto, nosotros seguiremos dispuestos al pacto, pero, si no podemos, también continuaremos avanzando para hacer efectivo el mandato del primero de octubre.

 

– El 27 de octubre los políticos independentistas tuvieron miedo de perder el control ante la gente. No tenían miedo de los muertos, sino de los vivos. Dicho por Manuel Delgado.

– De entrada, ya le decía que no sólo tenemos que ser más, sino que tenemos que hacer más. Digo que nosotros teníamos la percepción de que en aquel momento la correlación de fuerzas en el interior era desfavorable, y por tanto la ocupación de las calles no nos habría llevado al objetivo. Queremos ser libres, no mártires. Una movilización como ésta necesita condiciones materiales, técnicas y psicológicas y políticas que deben prepararse.

 

– Teníamos ‘operació Castell’ (*) en marcha.

– Eso no es resistir tres meses con cientos de miles de personas en la calle. Yo creo que la ‘operació Castell’ ante el ejército español no nos llevaba a un lugar muy diferente al lugar donde estamos ahora, políticamente hablando. Quizás nos habría llevado a un lugar políticamente peor, con todo el gobierno en prisión. El exilio es la manera de aguantar la declaración. Desde fuera. Porque desde dentro la correlación de fuerzas no nos permitía aguantarla. Si lo que queremos es un 3-O largo, un 3-O que dure semanas o meses, esto no se hace en un día.

 

– Hablemos del Consejo de la República. ¿Será un gobierno?

– El Consejo por la República debería ser, por decirlo metafóricamente, el nuevo estado mayor. En él deben estar todos. Partidos, sociedad civil, entidades. Por lo tanto, se ha de definir cuanto antes la estructura institucional. Y se han de concretar las misiones principales: la internacionalización, el impulso del proceso constituyente, la relación con el gobierno del interior, etc. En todo caso, no hablamos del gobierno de una república virtual, sin territorio, sino del instrumento que nos debe permitir acabar haciendo efectiva la República en el territorio de Cataluña, es decir, materializar el mandato del primero de octubre.

 

– Pasemos a Bélgica. ¿Cuál es su situación legal?

– Nosotros ahora mismo somos ciudadanos europeos libres en Bélgica. Ahora falta que llegue una tercera euroorden. Que estamos seguros de que la vamos a ganar. Esto aparte, el 4 de septiembre hay un juicio civil contra Llarena y ya veremos si Llarena se atreve a venir o no. Ahora, tanto si viene como si no, es probable que haya una sentencia. Y haremos más cosas que ya iremos contando. En el campo judicial había una primera fase que era defensiva: evitar la extradición. Y luego, pasar a la ofensiva. Y la demanda civil es la primera acción de esta fase, pero no es la última. No pararemos.

 

– … Y aquí lo dejo.

– ¡Y aquí lo dejo! Boye y yo, por decirlo así, ahora mismo somos como una pareja artística que no puede estar más cohesionada. Haber encontrado a Gonzalo Boye mediante Jaume Asens, que es la persona que me lo sugirió, fue un acierto y una suerte muy grande, porque hace una lectura política de la estrategia judicial. Poner la estrategia judicial al servicio del objetivo político es importante. Y no al revés. El entendimiento con Gonzalo es máximo. Hay un contacto permanente. Desde el principio del exilio, yo he estado muy centrado en la estrategia legal y judicial.

 

– ¿Qué podemos esperar del PSOE, usted que los conoce personalmente?

– Es una de las reflexiones que más he hecho estos meses: el PSOE falló en su gran misión histórica, que era democratizar el Estado español. El gran irresponsable de la historia reciente española es el felipismo, porque tenía la responsabilidad de construir una verdadera democracia y ahora es evidente que no lo hizo. Excepto Serra, que sí hizo los deberes con los militares, si lo desea. El PSOE modernizó la economía, abrió el país culturalmente, pero en la esfera del Estado y de la política no hizo los deberes en serio. Ni se desfranquistizó seriamente la cúpula judicial, ni el poder mediático español, ni la policía, ni cambió la cultura política de una sociedad, de la que una gran parte tenía y continúa teniendo una cultura política autoritaria. Si no, no pasaría esto que pasa. En buena parte de Europa alucinan. En Italia y Alemania la democracia vino gracias a un proceso sistemático de ruptura con la dictadura previa. En cambio, la teoría de la transición española decía que podías hacer una democracia por evolución casi natural de una dictadura. Y no. No. No es verdad. De los padres de la constitución alemana, de 1949, ¿cuántos procedían del partido nazi? ¡Ninguno! Cuando se lo preguntas a los alemanes se hacen cruces. Pues en España la mitad más uno venían del franquismo. La transición española es un fraude. Pensaba hasta ahora que era imperfecta. Ahora digo que en realidad no ha habido transición, porque no se han democratizado algunos elementos básicos del Estado, institucionales, culturales sin los cuales no se puede hablar de estado de derecho. Un país donde la gente piensa que para salvar la unidad se pueden vulnerar los derechos civiles o meter líderes políticos pacíficos en prisión, que ejercer el derecho de manifestación es un delito de rebelión, como tanta gente piensa, no es una democracia. El problema de fondo es de cultura política. Y que Albert Rivera, hasta hace cuatro días, subiera en las encuestas porque era el que pedía más caña contra los independentistas, es la máxima expresión de este problema. El segundo ejemplo sobre el PSOE es la sentencia del estatuto. La incapacidad del PSOE de Zapatero de evitar lo que Pérez Royo ha explicado mejor que nadie: un golpe de estado encubierto. La sentencia del estatuto: aquello sí fue un golpe de estado. Pero blanco, hecho desde el Tribunal Constitucional.

 

(*) https://www.ara.cat/dossier/Set-doctubre-hores-canviar-Catalunya_0_2005599556.html

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