También lo dice el Barómetro

La publicación de la primera ola de 2017 del Barómetro de Opinión Política del CEO ha sido noticia por las respuestas sobre el apoyo a la independencia en dos preguntas diferentes y con respuestas desiguales. Solemos olvidar que las encuestas de opinión son unos artefactos de una considerable complejidad, con grandes limitaciones técnicas. No voy a entrar ahora en cuestiones como la limitación de la muestra, los márgenes de error crecientes cuanto más segmentadas son las respuestas o el orden en que se hacen las preguntas (la del voto en el referéndum estaba situada al final de todo, después de un blog sobre identificación deportiva, corrupción y situación económica personal). Pero sí quisiera señalar algunas respuestas que indican el error de suponer que todo el mundo tiene una opinión informada de todo y que todo el mundo es capaz de entender la coherencia que presupone el cuestionario.

En primer lugar, la encuesta muestra una ciudadanía desinteresada, desinformada y desesperanzada de la política. La mitad de los catalanes dicen que tienen poco o nada de interés por la política, y cuatro de cada diez se consideran poco o nada informados. No es extraño, por tanto, que un veinte por ciento no sepa situar entre la derecha y la izquierda política a ICV o la CUP, una cifra que llega al 26 por ciento en el caso de CSQP y, atención, el 40 por ciento en el caso del PDECat. Y, por cierto, ¡casi cuatro de cada diez sitúan al PP a la extrema derecha! Tampoco sorprende que la mitad de los catalanes no sepan quienes son Xavier Domènech y Anna Gabriel, y que a dos tercios no les suene el nombre de Lluís Rabell. Y quizá por todo ello uno de cada tres catalanes cree que ningún partido político puede resolver los principales problemas del país, una cifra que, sumada a los que no saben qué partido podría hacerlo, hace una mitad de catalanes políticamente desencantados o desorientados.

En segundo lugar, en pocos casos la edad indica opiniones muy diferentes en nada, si no es que los jóvenes de 18 a 24 años aún se declaran más desinteresados y más desinformados que el conjunto de catalanes: hasta 10 y 20 puntos más, respectivamente. O que son bastante más los jóvenes que no saben situar los partidos entre derecha e izquierda. Unos incrementos que también se dan en las mujeres, pero no tan acentuadamente. Eso sí, estos jóvenes de 18 a 24 años, de los que tanto nos compadecemos, son el grupo que se siente más satisfecho con su vida actual (con una media de 7,38, en una escala de 0 a 10, el 84 por ciento se sitúan entre 6 y 10 de “satisfacción”). Curioso.

Y, finalmente, hablemos de independencia. 1) Conviene recordar que las opiniones fuera del contexto de estrés político con el que se vivirá el referéndum tienen un escaso valor predictivo. 2) La leve mayoría que no quiere un Estado independiente se concentra a partir de los 50 años. Por debajo de esta edad, la leve mayoría está a favor. 3) La discrepancia entre querer o no un Estado independiente y votar sí o no en un referéndum sólo puede sorprender si se presupone una ciudadanía implicada e informada. Pero ya hemos visto que no es así. Por eso puede ocurrir que los que no saben si quieren un Estado independiente casi el 20 por ciento digan que votarían sí en el referéndum; o que los que no lo quieren sólo un 44 por ciento votarían no. E incluso que los que sí lo quieren un 4 por ciento votarían no en el referéndum.

Sin embargo, si algo queda en evidencia pregunta tras pregunta es que quienes quieren un Estado independiente se consideran más informados y más interesados en la política; cuentan además con los partidos políticos para resolver los problemas del país; valoran mucho más positivamente la economía y la política catalana actuales y aún confían más que mejorará. Y están más satisfechos con su vida actual. He aquí una diferencia fundamental que, más allá de la cantidad, es la verdadera fuerza cualitativa del independentismo que habría que saber hacer valer.

ARA