Sin tiempo para el cambio de tiempo

El sociólogo Manuel Castells dibujó el miércoles en Donostia un escenario político en el que nada volverá a ser como fue: la democracia liberal entendida como tal se ha terminado.

“Cantar a voz en grito ‘soy el novio de la muerte’ parece una barbaridad, pero es muy eficaz, porque lo sacan todos los informativos” “Si usted, que no nos representa, nos dice que Bruselas impide la representación, vamos a por Bruselas. Esto explica la rapidísima caída de legitimidad de las instituciones europeas” “La corrupción política pasa a ser la regla, no la excepción: todos los sistemas políticos están ligados a la corrupción” “Si no nos fiamos de aquellas personas en quienes depositamos nuestros votos y de aquellas instituciones en las que depositamos nuestro dinero, hay un problema objetivo” “La política mediática lleva a la propia personalización de la política, que lleva a la política del escándalo a través de escándalos verdaderos, medioverdaderos y los manipulados” “Hay una contrarreacción al movimiento de mujeres, de liberación, de respeto a la homosexualidad… una reacción del hombre blanco heterosexual: ‘Este es nuestro país, esta es nuestra identidad, vamos a ganar y restablecer la jerarquía natural” “¿Cómo evaluamos y calibramos los contenidos de las redes sociales? Las tecnologías no nos sirven. Después de un análisis automatizado, ¿qué? Porque ni siquiera con un análisis de contenido podemos saber quién hace qué, quién está detrás. Se ha perdido el control” “Generemos ideas, debatamos, veamos qué pasa y cómo nos ajustamos, porque es esto o el caos, y después del caos, el autoritarismo. La democracia liberal tal y como estaba construida ha terminado su recorrido histórico” “El problema, cómo somos capaces de vivir juntos, es tan serio que nos hace falta paciencia histórica. Necesidad de experimentar con formas de democracia”

Más de un asistente a la conferencia que el sociólogo Manuel Castells (Hellín, 1942) ofreció el miércoles en el Palacio Foral invitado por la Diputación y la Fundación Oreki salió espantado. La situación política y social nos lleva de cabeza al precipicio. “Es esto o el caos, y después del caos, el autoritarismo”, resumió Castells el final del sistema de democracia liberal de las últimas décadas. O viene algo nuevo y mejor, o caeremos al precipicio.

Incluso para caer al precipicio de la historia, hay que mantener la tranquilidad. Más cuando nada de lo intentado en la última década parece servir al 100%. Los movimientos sociales “no son la respuesta inmediata”, explicó Castells, necesitan su tiempo para madurar y ser alternativa política. Lo ejemplificó en el 15-M y en el proceso soberanista catalán, que tuvo un origen al margen de los partidos.

¿Y si cambiamos las normas electorales y de representación? “Se ha intentado, pero la consecuencia ha sido una desestabilización creciente, no unas nuevas formas institucionales”. Castells, que invitó a utilizar “formas que se articulen a esa tradición histórica para ver qué otro tipo de representación podemos establecer”, abrió una puerta: “La democracia local-regional participativa. Es la que más ha avanzado, pero tiene el problema de cómo pasar de la participación local a una superior”.

Hace falta, por lo tanto, tiempo cuando no hay tiempo. Líderes “antisistema” como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Nigel Farage alcanzan el poder o sus objetivos, como el brexit. “El problema de cómo ser capaces de vivir juntos es tan serio que nos hace falta paciencia histórica. Necesitamos experimentar con formas de democracia”. En palabras del profesor, “el valor de una deliberación lenta, amplia y pública es algo que debe implicar un camino hacia un pacto social posible por la regeneración de las ruinas de la democracia que tenemos, específico para cada sociedad”.

Una reconstrucción lenta y firme cuando parece que todo se cae. Todo arde en mitad de una “crisis multidimensional” que abarca el cambio climático, el patriarcado, la reacción violenta del machismo y el sexismo, la desigualdad histórica… “Sin instituciones es muy difícil gestionar estos problemas, y las instituciones solo son fuertes cuando viven en las mentes de los ciudadanos. Si los ciudadanos no piensan que son legítimas, tenemos lo más grave: la crisis de la gestión de la crisis”, expuso Castells una situación que definió como “estructural” porque se repite en países y contextos muy diferentes.

En la hora y cuarto de intervención (disponible en el canal de la Diputación, Orain Gipuzkoa, en YouTube), Castells planteó cuatro causas. La primera, la globalización. Los estados-nación han respondido creando los estado-red: “Los estados-nación en realidad ya no son el estado. Son los estados-red los que practican la gestión política, social y económica”.

La UE es el ejemplo “más acabado” de un estado-red, pero si los ciudadanos no confían en sus estados clásicos, “¿cómo fiarse de las negociaciones de los 27 estados de la UE sobre todo cuando los políticos solo miran por su salvación personal y siempre achacan a la UE los problemas que no pueden resolver?”. Así se desacredita el proyecto comunitario.

Segunda razón, la corrupción, que marca una era que ha traído, y aquí entroncó su tercer argumento, el funcionamiento propio de la política. “Se generaliza la práctica del escándalo político como principal práctica de lucha política. Como todo el mundo lo hace, cae la credibilidad política de todos. No es la destrucción de uno sino la del sistema”, explicó en una época en la que la política son sus políticos: “El mensaje más claro es alguien en el que se pueda proyectar una relación de confianza”. Un escándalo en torno a esa persona no solo mina a esa persona: también su proyecto.

Y cuarta razón en esta gran crisis: las redes sociales. Los robots que las pueblan pueden ser identificados como tales; no sus intenciones. “¿Cómo evaluar el contenido?”, se preguntó Castells, que analizó la campaña presidencial brasileña y se topó con un fenómeno: “Los seguidores de Bolsonaro, más que atacar al candidato de Lula da Silva, crearon mensajes a favor de Fernando Haddad diciendo cosas horribles. Ni con análisis de contenido podemos saber quién hace qué. Se ha perdido el control”.

Internet, un espejo

“No me hagan decir que Internet es un peligro para la democracia, porque al contrario, ha permitido la libre expresión de los seres humanos, que no somos necesariamente angelitos. Internet es nuestro espejo”, concluyó sobre un escenario en el que Bolsonaro ha sido una respuesta.

Pionero fue Trump. “La primera variable estadísticamente significativa de su victoria fue el racismo: la gran mayoría de la población blanca votó a Trump, incluidas las mujeres”, explicó Castells antes de sumar la xenofobia -sobre todo, contra los mexicanos- y el apoyo de los “cristianos fundamentalistas, que representan el 30%-35% del electorado americano”, a quienes lanzó mensajes sobre la homosexualidad y el aborto.

El mismo año de la gran huelga feminista del 8 de marzo se consolida un fenómeno del que Trump es el pionero, explicó Castells: “Ha habido una reacción de los hombres blancos, que dicen, ¿y nosotros? La identidad Alfa, el hombre blanco sin complejos y claramente heterosexual, que dice ‘este es nuestro país, esta es nuestra identidad, vamos a ganar y restablecer la jerarquía natural de las cosas”.

Trump también simbolizó la brecha entre el mundo rural y el urbano, como ocurre en la protesta de los chalecos amarillos franceses o sucedió en regiones británicas que apoyaron el brexit: “¿Quiénes son los chalecos amarillos? Los mismos de siempre: las regiones desfavorecidas, las rurales y la gente que se siente golpeada por la globalización”.

“El 80% de los distritos predominantemente rurales en América y Reino Unido ha votado a la extrema derecha. La mayoría de la población de las grandes ciudades, a las elites tradicionales y progresistas”, enfrentó Castells, quien radiografió que “conforme las zonas rurales están siendo destruidas y absorbidas a través del crecimiento metropolitano, los locales -los rurales- y globales -los metropolitanos- se enfrentan. Está pasando en todos los países”.

Pasó con Vox en Almería. Pasa en Francia con los chalecos amarillos en un fenómeno al que Castells le dio largo origen: “La crisis de legitimidad se produjo antes de la elección de Macron”. “Fue elegido en segunda vuelta con el 17% de los votos de los ciudadanos franceses. Primero, porque el 50% no votó. Después, porque el otro 50% se fraccionó”, recordó Castells, quien criticó cómo “la clase política europea y los medios” hablaran de “victoria aplastante y de los dos tercios del Parlamento” cuando “solo votó la mitad de la población”.

“Con esa base no podía hacer las grandes reformas políticas que había prometido. Iba a resolver todos los problemas”, explicó el profesor, que avisó lo que sucede en estos casos: “Cuando hay cada vez una mayor base social que está indignada y no hay canales políticos de expresión, se manifiestan, porque esa gente no es la gente que quería votar a Le Pen”.

“El problema es que, por ausencia de fuerzas políticas nuevas capaces de articular esa indignación, en algún momento haya una relación con Le Pen”, avisó Castells de los tiempos que pueden llegar, con el ideólogo que llevó a Trump a la Casa Blanca en la tramoya de la escena: Steve Bannon. Ha registrado en Bruselas la fundación The Movement y “ha hecho una alianza estratégica con Le Pen, Salvini y con los grupos fundamentalistas de El Vaticano, la parte de la Curia vaticana que intenta liquidar al papa Francisco y liberarse de las acusaciones de pederastia que caen sobre ellos. De perdidos, al río”. También está relacionado con Vox.

“Al límite”

“La situación está al límite y la respuesta de Macron ha demostrado hasta qué punto es una gran estafa política”, volvió Castells a Francia, el ejemplo hoy más convulso de esta crisis: “¿Ante todo esto qué dice? Que aumenta el salario mínimo 100 euros al mes y que discutamos sobre La France. Esperaba estudiantes que le crearan problemas, pero que las clases populares se levantaran como se han levantado, no”.

“Es una crisis muy seria, pero me temo que las consecuencias últimas si van a unas elecciones para arreglarlo, sean que por fin la extrema derecha francesa consigue una ventaja sustancial”, cerró su respuesta Castells, que evocó a lo que empieza a suceder en la Andalucía del 2-D.

Estados Unidos, Brasil, Reino Unido, Italia, Alemania y Francia son, entre otros, países que anticipan los cambios. El final, en palabras de Manuel Castells, de la era de la democracia liberal. El comienzo de otra en la que, como los marineros a los que aludió el filósofo Otto Neurath, toca reconstruir el barco en alta mar usando las maderas viejas con las que fue construido.

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