Sin gobierno y con hachich

El pequeño lago artificial de Yamunne, remoto pueblo de la planicie de la Bekaa, esta rodeado de verdeantes campos de hachich, cuyas hojas mece el viento. Estas plantaciones se extienden hasta las circundantes colinas. Los habitantes de Yamunne no ocultan este cultivo que existe desde hace siglo y medio en el tiempo de los otomanos. Hace uno años soldados libaneses y sirios cuando todavía el ejercito de la vecina república estaba presente en El Líbano, quemaron, ante un grupo de corresponsales extranjeros de prensa, algunas plantaciones. En la década de los ochenta Siria se aprovecho de la explotación del canabis y de la fabricación del opio de la fronteriza Bekaa, que producía docenas de millones de dólares. Al concluir la guerra civil libanesa en 1990 y restablecerse la maltrecha autoridad estatal decayó su cultivo y el trafico de drogas hasta que poco después volvió a renacer, sobre todo por el incumplimiento de las promesas del Programa de Desarrollo de la ONU, del financiamiento de cultivos alternativos como patatas, melones, sandias, y no se distribuyeron a los campesinos los subsidios oficiales. Recuerdo plantaciones que antaño se extendían por casi toda la llanura, bordeando las carreteras. Los cultivadores se sentían orgullosos de su negocio. Construyeron un pequeño aeródromo para exportar directamente a Europa, a los EEUU. Los mas ricos vivían en ostentosas mansiones fortificadas y se desplazaban con limusinas y Rolls Royce. La explotación del hachich de la Bekaa ha florecido siempre al amparo de conflictos políticos como el que vuelve a padecer ahora esta frágil república que sigue sin gobierno desde el mes de mayo. Son frecuentes estas crisis tanto para elegir presidentes de la república como para constituir los consejos de ministros, que siempre necesitan el beneplácito de poderes extranjeros, especialmente Arabia saudí e Irán sobre sus suníes y chiíes infeudados. Durante una de estos habituales conflictos cuando el gobierno trato tímidamente de controlar su exportación, los poderosos zaims o barones de la droga, le hicieron una amenazadora advertencia ¨Pasaremos a sangre y fuego la llanura, declararemos la guerra cruenta, si vuestros agentes pisan nuestra tierra ¨. Ahora patrullas del ejercito , en una espectacular redada de otro poblado de cultivadores de hachich, Hamadie, dieron muerte a Ali Zeid Ismail, llamado el “Pablo Escobar libanés” y a un grupo de sus secuaces, en un intento de consolidar la seguridad en la región que según el poderoso diputado Jamil Sayed, exjefe de los servicios de inteligencia, ¨Es una bomba de relojería¨. En esta llanura se hacinan docenas de miles de refugiados sirios. La ejecución de Ali Zeid Ismail ha excitado a los lugareños que han echado en cara al Estado su muerte. Debido a las graves amenazas contra el mohafez o gobernador de la provincia, ministros del propio gobierno, le han aconsejado no acudir a su despacho oficial de Balbeck, famosa por sus ruinas romanas y también por su hachcich, muy preciado en todo el mundo. El Líbano después de Marruecos y Afganistán es un gran exportador de hachich con doscientas mil toneladas al año. En el mercado local un kilo de polvo de hachich cuesta alrededor de doscientos cincuenta dólares.

 

En la Bekaa hay novedad. El incombustible presidente del parlamento , el político chií Nabi Berri, aliado sempiterno del régimen de Damasco, cuya influencia aumenta en esta república a medida que se aplastan los últimos reductos rebeldes yihadistas, y se empieza a columbrar el posible final de la guerra de Siria, ha propuesto un proyecto de legalizar el cultivo del hachich destinado a fines terapéuticos. Esta iniciativa supondría plantar una nueva planta, cuando el hachich local que es muy resistente al frio, a las enfermedades e insectos, cuenta con un gran mercado internacional, despenalizar su cultivo, liberar a los agricultores de los traficantes de drogas. Habida cuenta que hay alrededor de treinta mil habitantes de la Bekaa buscados por la policía por sus practicas criminales, haría falta la adopción de una ley de amnistía para dejarlos a salvo. El canabis terapéutico y el hachich que crece en la Bekaa son plantas muy semejantes difíciles de distinguir Algunos cultivadores están percatados que el Estado no puede gestionar solo esta producción. Los libaneses se procuran el hachich a través de intermediarios, sobre todo en algunos barrios de la capital como los famosos suburbios o dahie de Beirut. Sus cárceles están rebosantes de traficantes de droga.

LA VANGUARDIA