Salesianos, Los Caídos, dos temas a debate

En estas primeras semanas del recién estrenado 2017 se están produciendo en Iruñea dos importantes debates ciudadanos sobre dos edificios o grupos de edificios del II ensanche de la capital. La presencia del Monumento a los Caídos en la Cruzada de 1936, que cierra por el sur la avenida ̶ hoy más bien paseo o boulevard ̶  de Carlos III, es evidentemente controvertida. Una vez desalojados los restos de algunos de los responsables de aquella sangrienta “cruzada” de los lúgubres sótanos del monumento, se plantea desde el propio ayuntamiento un debate abierto a la sociedad sobre qué hacer con el edificio, dejarlo como está e intentar maquillar su oscuro pasado o demolerlo, lo que conllevaría, además, un llamativo cambio urbanístico y paisajístico. Importante ejercicio de higiene democrática de nuestro actual consistorio. Nada parecido al nulo valor que dio el comandado por Yolanda Barcina a las veinticinco mil firmas recogidas en contra de la demolición y vaciado del subsuelo de la Plaza del Castillo. Quienes apoyaron aquella catástrofe o la asumieron en silencio están poco habilitados para la participación en el actual debate de la plaza de la Libertad.

Por otro lado, el proyecto “Sol de Media Luna” ganador del concurso realizado al efecto, que pretende con su realización ocupar el gran solar ocupado hasta ahora por la congregación Salesiana en el ensanche pamplonés, con su Escuela Profesional e instalaciones adjuntas, es el origen del segundo gran debate social planteado. En este caso, debate no promovido por el ayuntamiento, que ni siquiera tiene la última palabra, pero que ha hecho pública su opinión, bastante contraria al que se pretende sea el destino final del solar.

No es el primer objetivo de este escrito el manifestar mi opinión, que por supuesto tengo, sobre el primero de los debates. Si lo haré sobre el segundo y para ello utilizaré algunas reflexiones que comparan ambas situaciones.

Empezaré por decir que en el caso de la manzana de Salesianos, parece que una mayoría de personas asume, y da por hecho, su demolición. Recientemente leo la opinión de un grupo de arquitectos sobre la propuesta de actuación en el solar resultante. Lógicamente los autores del proyecto ganador del concurso lo defienden a capa y espada tal como está, por eso lo hicieron así. Las cuestiones a debatir entre ellos y otros profesionales de la arquitectura son sobre todo urbanísticas, y en concreto la altura de los edificios, su impacto en el “sky line” ciudadano, la creación de espacio libre en el suelo al utilizar la altura como recurso para un mismo producto final, la continuidad con lo ya construido en todo el ensanche, la modernidad etc etc. También algún técnico municipal y la propia alcaldía han cuestionado la idoneidad del proyecto. Sin embargo, en este debate, echo en falta la utilización de conceptos como patrimonio, historia, antigüedad, estética, y especialmente reciclaje-rehabilitación-reutilización, tan utilizados en la controversia sobre el destino final del monumento de la Plaza de la Libertad. Reflexionemos un poco sobre ellos.

Evidentemente la razón histórica de la construcción del gigantesco panteón funerario para solo parte de los muertos en la trágica contienda, poco tiene que ver con la creación de una prestigiosa escuela de formación profesional que durante noventa años ha dado oficio y beneficio a miles de navarros. La repercusión de ambos procesos en nuestra memoria histórica es claramente diferente, no es de recibo la comparación. Pero tampoco debemos quitar valor y llegar a despreciar la importantísima labor social realizada por la entidad salesiana y su impacto en el desarrollo de nuestra comunidad y en nuestra historia reciente. En este caso, al menos generaremos un recuerdo de algo considerado como positivo para toda la sociedad, en el otro para muchos es el recuerdo de algo negativo. Independientemente de que, algunos necesiten recordar, otros se regocijen en ello y otros quieran olvidar para siempre, la memoria siempre quedará.

La Escuela Profesional de los Salesianos en Iruñea fue promovida, en la segunda década del siglo XX por el aribetarra Antonio Aróstegui. Había hecho una gran fortuna en Buenos Aires, trabajando duro junto a algunos otros indianos aezkoanos como Elizondo o Morea. Como ellos empleó parte de su riqueza en obras sociales, especialmente en su zona de origen. Aróstegui conoció en Argentina una de las primeras escuelas profesionales que la congregación fundada por el turinés Juan Bosco había creado en su capital y quedó enamorado de la misma. No dudo en dedicar hasta un millón de pesetas, de las de entonces, en la creación de un centro similar en Iruñea. Corría el año 1918 y aunque Antonio falleció ese mismo año, sus sucesores cumplieron el compromiso adquirido con los Salesianos de Pamplona. De esta forma en el año 1927 se construía el edificio principal de la escuela en el, entonces incipiente, segundo ensanche pamplonés y poco después comenzaba su dilatada labor docente. Es decir, este año cumplirá los noventa años de edad, casi veinticinco más que el controvertido monumento. Pero valorar la antigüedad es subjetivo.

Y qué decir de la estética. Si hay algo subjetivo es la estética, la belleza o la fealdad. Los cánones de belleza son completamente diferentes, no sólo a nivel individual, sino entre grupos sociales, y además variables en el tiempo. Yo tengo los míos y mi opinión sobre los dos lugares o edificios objetos de debate, que alguno podrá intuir, pero considero que poco pueden aportar a la decisión final.

Si me gustaría manifestarme sobre un último aspecto a reflexionar, la rehabilitación y reutilización de edificios o estructuras urbanas.

Para empezar desconozco, aunque tengo sospechas, los motivos por los que la escuela de Salesianos tiene que irse del centro de Iruñea a un lugar tan alejado como Sarriguren. Colegios, escuelas, institutos o facultades no solo forman parte de la vida de los centros urbanos sino que la potencian y enriquecen. Hace algunos años, se perdió una gran oportunidad para adecuar algunos céntricos e infrautilizados edificios para algunas facultades de la UPNA. Poco después se marcharon los Maristas, Teresianas, Magisterio, ahora Salesianos. ¿Por qué esta desbandada general? ¿Es, acaso, la enseñanza una actividad nociva o contaminante? ¿Por qué Salesianos no puede adecuar sus actuales instalaciones y continuar utilizándolas como tal? En la opinión del grupo de profesionales de la arquitectura y el urbanismo al que me he referido más arriba, no hay ni una sola referencia a la reutilización. Parece ser, como se suele decir de forma coloquial, que el día que se impartió esa disciplina en su facultad no fueron a clase. Sin embargo son tiempos de crisis, de penurias económicas, en donde se nos pide, aconseja o pretende obligar, a que reciclemos o reutilicemos hasta las más pequeñas cosas de nuestro uso cotidiano. Parece evidente, al menos está en entredicho, que la necesidad de construir nuevas viviendas en Iruñerria es escasa. Vemos barrios enteros de nueva creación semivacíos, Bustintxuri, Nuevo Artika, Erripagaina, Lezkairu y con más preocupación si cabe, un casco antiguo y un ensanche francamente despoblados y los barrios de San Juan e Iturrama con un futuro de ocupación bastante negro debido a la edad media de su población. El problema se agrava si lo que pretendemos es hacer construir viviendas de alto standing, probablemente cercanas al lujo. Algunos reclaman para la manzana de Salesianos viviendas de protección o dotaciones públicas, en concreto se habla de dotaciones deportivas y de un nuevo Civivox. En el conjunto de sus actuales instalaciones, tenemos frontones, pistas polideportivas, cafetería, salón de actos, salas de reuniones, hasta iglesia. ¿Sería de locos su rehabilitación y su reutilización como tales? El supuesto Civivox está hecho, las dotaciones deportivas también. En cuanto al edificio primigenio de la escuela ya he manifestado públicamente algunas posibilidades de reutilización. Independientemente de su valor histórico creo que cumple unos criterios de funcionalidad muy acordes para acoger alguna dotación pública, un espacio para grandes exposiciones o ferias o cubrir algunas necesidades imperiosas, por ejemplo acoger los miles de piezas del museo etnográfico o las muestras arqueológicas que puedan quedar tras los recientes atropellos a nuestro subsuelo y nuestra historia.

Evidentemente lo que subyace, y parece obligar, es la servidumbre de la operación inmobiliaria pactada entre el anterior gobierno de Navarra y la referida comunidad religiosa. Hace noventa años hicieron su escuela por una donación, hoy pretenden construir sus nuevas y modernas instalaciones también de forma gratuita. Si no me salen mal las cuentas, 53 millones de ganancia por el solar actual frente a 34 de gasto del nuevo proyecto, 3,7 de la parcela de Sarriguren y 8 de su urbanización. Sumen y resten. Y la única forma de pagar a Salesianos lo que pide para la venta o transmuta de su solar del ensanche es dedicarlo a la construcción de viviendas, viviendas que, como decíamos, necesariamente serán de alto standing y de altísimo precio. No me atrevo a manifestarme sobre si la congregación merece ese trato de favor como pago a la gran labor realizada durante tantos años, los merecimientos también son subjetivos. Pero estoy seguro que no serán los únicos ni, seguramente, los más beneficiados de la poco transparente operación inmobiliaria.