Quim Torra: ‘Cuando volvamos a tener un momento propicio, debemos estar dispuestos a ser tres mil en prisión’

Entrevista al diputado de Juntos por Cataluña que participa en la negociación con ERC y la CUP para desatascar la política catalana

El editor y abogado Quim Torra ha entrado en el Parlamento para hacer la independencia. Lo ha hecho en la lista de Carles Puigdemont, Juntos por Cataluña. Se muestra sorprendido por la falta de una estrategia unitaria que permita llegar a acuerdos claros y más rápidos teniendo en cuenta la situación de emergencia nacional. Y piensa cómo se puede desarrollar una legislatura incierta, con presos y exiliados y una estrategia del miedo que no cesa desde el Estado español.

Buscamos un lugar para sentarnos, un viernes con buen sol, al aire libre. Junto al edificio del parlamento, en el parque de la Ciutadella, hay un par de sillas y una mesa alrededor de un árbol. Es un monumento a Václav Havel, el líder de la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia y posterior presidente de la República. La placa que acompaña el monumento dice que está dedicado a la memoria de Havel y la causa de los derechos humanos y de la libertad en todo el mundo. Nos parece que es el lugar perfecto para hablar con Torra de todo esto que queremos hablar. Porque nos preocupa que ha quedado de la República proclamada y qué lecciones hemos sacado del otoño catalán. Empezamos hablando del movimiento que ha hecho Puigdemont y de la creación de este Consejo de la República en Bruselas.

 

-El desconcierto entre los independentistas es evidente. Esta decisión de Puigdemont, ¿abre un buen camino o es sólo una manera de esquivar el batacazo del Estado español?

-Debo confesar que, hace unas semanas, con el análisis de las fuerzas y debilidades que tiene el independentismo después de todo lo que ha pasado estos meses y el resultado electoral, me faltaba encontrar una salida que pudiera ser la salida de consenso de todo este bloque independentista republicano. Hace un par de semanas, el presidente quiso compartir con nosotros estas reflexiones y me pareció que encontraba ese punto preciso para hacer realidad esta República. Una República que él entiende que está declarada, ganada en un referéndum y que no quiere que sea una palabra vacía.

 

-¿Y cómo se concreta?

-Hace falta que hagamos acción política republicana que nos lleve a algún lugar. Pienso que con esta salida que propone el presidente ampliamos frentes republicanos, internacionalizamos el proceso por primera vez de manera seria, y la ciudadanía lo podrá sentir suyo, que es lo más importante. Lo acabaremos constatando en el día a día. Que ayer el candidato Jordi Sànchez expresara en un twit que el gobierno legítimo era el gobierno de Puigdemont y que desde el gobierno de la Generalitat se obedezcan republicanamente las directrices políticas que vengan de Bruselas, si somos capaces de articularlo bien, me parece que nos abre una oportunidad magnífica. Se crea el ‘Espacio Libre de Bruselas’ -añade aquí un guión-: y Ginebra. Desde el interior se hace política social y de progreso con actitudes y valores republicanos. Y sobre todo, la tercera pata, que es la ciudadanía. Si la ciudadanía deja de empujar, no resiste o no nos interpela a continuar adelante, todo esto no funcionará. Tenemos una ciudadanía empoderada, crítica y que nos exige mucho. Si alguien no ha fallado nunca y no parece que vaya a fallar es la ciudadanía. Por lo tanto, habrá que concentrarse en la relación entre Bruselas y Barcelona.

 

-La República se aleja físicamente. Y mientras tanto, el gobierno autonómico continuará chocando contra el muro del Estado español? ¿Qué viabilidad tiene?

-Los que hacemos política tenemos que hacer autocrítica, porque nos hemos entretenido mucho en el cómo lo haremos y en los nombres. Siempre olvidamos de hablar de la estrategia y de qué haremos. Aquí también responsabilizo a los periodistas, que nos deberían preguntar más qué queríamos hacer en esta legislatura. Hemos tratado de hacer este análisis. Y lo hemos resumido con una frase: debemos pasar de la restitución a la constitución. Es decir, si aceptamos que ha habido un 1-O y un 27-O, no podemos aceptar que con el retorno a la autonomía sea suficiente.

 

-Hay momentos en que parece que el objetivo sea éste.

-Este no puede ser nuestro proyecto. Queremos acabar la legislatura con un proceso constituyente serio, con un proyecto de República catalana. Me parece que el objetivo de pasar de la restitución a la constitución catalana es razonable, dada la correlación de fuerzas actual dentro del conjunto independentista. Dado que los independentistas seguimos necesitando expresar que el 50% del país apoya la propuesta, esto nos sitúa en un escenario que dentro de cuatro años podemos volver a tener el balón en el punto de penalti. Si sabemos mover las tres vías de acción política -Bruselas, Barcelona, ciudadanía-, nos da un juego para esta legislatura que no es de retroceso sino muy ambicioso.

 

-El desconcierto de la gente -y la decepción- es por esta batalla de partidos que se ha escenificado desde las elecciones impuestas. Después de la dignidad ciudadana de octubre ha venido un espectáculo lamentable…

-Para alguien que apenas se estrena en la política institucional, aunque ya he tenido actividades parapolíticas, es una de las cosas que chocan. Efectivamente. Ante la situación de emergencia nacional que vive el país, ante los anhelos de libertad que tiene la ciudadanía, habiendo quedado el 27 de octubre con un sabor agridulce, y después del sufrimiento del exilio y la prisión, se pensaba que habría un frente de unidad que sería capaz de establecer acuerdos más rápido, de manera más contundente y más clara. Una vez estás dentro de la política en el parlamento, debo decir que ves que desgraciadamente estos tiempos son necesarios. Porque la política la hacen las personas. Y la hacen los partidos. Y los partidos necesitan sus ritmos, sus escenificaciones, poner sus acentos y marcar su territorio. Esto ocurre en cualquier país normal del mundo. pero, como nosotros vivimos en esta anormalidad permanente, nos gustaría que esto no pasara.

 

-¿Cuáles son los intereses cortos que condicionan un planteamiento unitario con sentido estratégico?

-No debemos menospreciar la situación de anormalidad política por los encarcelamientos y el exilio. Esto condiciona los movimientos políticos. Todos los partidos tienen gente en la cárcel o en el exilio y eso hay que tenerlo siempre presente. Luego, el hecho de que no se presentara una candidatura como la de Juntos por el Sí y que hubiera dos candidaturas diferentes -tres, con la CUP- hace que debates que habrían resuelto antes de las elecciones ahora se deben hacer a posteriori. Y esto también hace que las negociaciones vayan más lentas. Y tercero, que los ritmos de los partidos son diferentes. Los hay que logran consensos y decisiones de manera más rápida, y hay partidos con modelos más asamblearios que necesitan un proceso más lento de toma de decisiones. Y eso se debe respetar. Por ejemplo, la CUP tiene este sábado un consejo político decisivo. Cuando empezamos a negociar con la CUP hace una semana, nos decían que su decisión se tomaría el día 3 de marzo. Esto se debe respetar.

 

-La propuesta de Puigdemont de renunciar provisionalmente a la investidura y de dar paso a Jordi Sánchez no ha sido bien recibida por ERC. ¿Esto no estaba negociado?

-Tan solo puedo decir y recordar que las negociaciones parten de una premisa que es que la presidencia del parlamento sería de ERC y la presidencia de la Generalitat sería de Juntos por Cataluña en aplicación del resultado electoral. Me parece que este es un principio que siempre se debe tener claro. De todos modos, me parece que estas discusiones de los nombres hacen más nausea que estorbo. A mí me interesa la estrategia y el objetivo que nos proponemos todos juntos. Yo no me quiero entretener en estas discusiones de nombres.

 

-Los presos son rehenes políticos. ¿Cómo condiciona esta situación las decisiones que se toman?

-Mire, yo tengo una carta que recibí ayer de Jordi Cuixart que me pide que no los tengamos en cuenta. Pide que tiremos adelante y que hagamos política. Dice que son rehenes y que no debemos dejar que los utilicen. Que tiremos adelante. Y me parece que esta es la mejor respuesta que podemos tener.

 

-Hay un chantaje sobre los presos, pero también sobre los que viven señalados y amenazados con ir a la cárcel. Esto no lo debe facilitar nada…

-Todo esto es monstruoso. El punto de degeneración de los mínimos estándares de lo que habíamos considerado que era un bloque de derechos fundamentales que habíamos alcanzado da miedo. Hay diputados del Parlamento de Cataluña que han mutado a inquisidores, incluso pretendiendo prohibir que se puedan debatir enmiendas a textos. Vemos cosas que exigen sinceramente un análisis de conciencia democrático. Todo ello forma parte de esta estrategia de terror que impone el Estado español.

 

-Explíquese.

-Se han inventado la fórmula perfecta: independentista es igual a culpable. ¿Culpable de qué? Es igual. Ya se lo inventarán. Pero, de entrada, eres culpable. De haber dicho una palabra, de haberte reunido con no sé quien, de haber hecho una llamada… Debemos combatir este estado de miedo. Debemos apelar a la libertad de pensamiento y la libertad de conciencia en este momento. Me parece gravísimo. Aquí sí pido que cualquier demócrata de este país alce la voz y se encare al monstruo. Esto no puede ser. Y menos allí donde se representa la voluntad popular que es el parlamento. ¡A ver si en el parlamento no podremos hablar de la República catalana! ¿Pero a dónde hemos llegado?

 

-Ayer se estrenó en el atril del hemiciclo. ¿Le sorprendió la crueldad y la dureza de las intervenciones del bloque del 155?

-Mucho. Mucho. Yo acabo de llegar, pero hay diputados que hace años que están. Y se conocen entre ellos. Han trabajado juntos con gente que ahora está en la cárcel o en el exilio. Este punto de nula humanidad, la ausencia de un punto de humanidad, me impresiona. Sinceramente, me impresiona. No tiene nada que ver con la discrepancia política. Es una cuestión de humanidad. Son gente que estaban sentados de lado, coincidían en el bar y bromeaban, se habían intercambiado sonrisas… Están en prisión y están en el exilio. Y a esta gente les da igual. A mí, sinceramente, todo esto me duele muchísimo. Están en cuestión unos valores humanos muy básicos.

 

-Si se resuelve esta cuestión de la investidura autonómica y queda clara la función del Consejo de la República, ¿la gente comenzará a visualizar los objetivos concretos para que la República no sea una idea en Bruselas y comience a ser una realidad en Cataluña?

-Sí. Justamente, con esta idea de tres actores políticos que nos permiten ampliar la acción republicana, si sabemos mover los engranajes, si estamos en comunicación permanente los tres actores, tenemos la fuerza de ampliar la base con objetivos concretos. Por ejemplo, llegar a la redacción de la propuesta de constitución de la República catalana. Y, por tanto, a un segundo referéndum para refrendarla. Este es un objetivo ambicioso y razonable al mismo tiempo, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas del independentismo. Hoy hay ritmos diferentes en el independentismo. Es así y no podemos negarlo. La redacción de la constitución es un objetivo que nos permite un gran debate de país hecho de manera seria. Compro la frase de Carles Riera: esto no son talleres de pegatinas. El proceso constituyente no puede ser un taller de pegatinas. Nos lo tenemos que tomar en serio. Con esta propuesta, volvemos a dibujar un posible gran momento.

 

-¿Hablamos de cuatro años de legislatura que se cerrarán con un referéndum sobre la constitución?

-En mi opinión, sí. Pero debemos pensar que es una legislatura con prisiones, exilios, procesos judiciales… Hemos de ser capaces de dar la respuesta adecuada a cada una de estas vejaciones. Supongo que la sociedad catalana es bastante madura para comprender que hay unos límites. Las últimas líneas rojas. Tenemos que estar en alerta porque nadie puede renunciar ni un milímetro a lo que votamos y proclamamos. Y todo tiene un límite.

 

-Puigdemont ha reconocido que el 10 de octubre se equivocaron al suspender la proclamación de la independencia. ¿Tenemos un problema para saber leer el mejor momento de hacer las cosas?

-De entrada, estoy de acuerdo con este reconocimiento de error del presidente. Yo también pensaba que el 10 de octubre era el momento óptimo. Después pensé que el 27 de octubre lo volvía a ser… Pero, de su pregunta, me parece más importante una reflexión sobre la incapacidad de saber exprimir estos momentos. Había un momento aún más óptimo y con más cosas a favor que fue el 14 de abril de 1931. La noche del 14 de abril del 31, un escuadrón del ejército se plantó en la plaza de Sant Jaume para presentar armas al presidente de la República catalana, Francesc Macià. Él tiene el país controlado, el gobierno civil, ha ocupado los centros neurálgicos del poder, ha enviado cartas a todos los alcaldes diciendo que controla la situación.

 

-Pero…

-En aquel momento, somos una República catalana proclamada y viva. Y tres días después nos encontramos con la Generalitat de Cataluña. Se puede preguntar, como hacía Jaume Miravitlles, si Macià traicionó. ¿Por qué no supimos aprovechar ese momento? Soy un ‘macianista’ convencido y le diré que tuvimos lo que nos supimos ganar. La sociedad catalana no fue capaz de ganarse otra cosa. Cuando me pregunto a mí mismo qué pasó el 10 de octubre o el 27, también me atribuyo parte de las culpas. Como ciudadano que quizás esperó demasiado de los políticos. Y tal era nuestra hora y no fuimos capaces de entenderlo. Quiero decir que no me gustaría dejar solo al presidente en este reconocimiento de culpa. Estamos en un momento en que cada ciudadano es esencial. La República dependerá de lo que hagamos cada uno de nosotros. El liderazgo político es decisivo, de acuerdo. Pero el liderazgo social es aún más importante.

 

-El 14 de abril del 31 no había ni mucho menos una sociedad tan movilizada como ahora a favor de la independencia.

-¡No! Además.

 

-Quizá el Estado español tampoco estaba en la dinámica actual…

-En la decisión de Macià -ésta es mi opinión-, pesa el hecho de que también llega a Madrid la República y venían del Pacto de San Sebastián, meses antes. Creo que pesó la voluntad de hacer posible que se saliera adelante, todos juntos, en un proyecto de fraternidad. ¿Qué habría pasado si en ese momento no se hubiese proclamado la República en Madrid? No lo sabemos. En cualquier caso, hoy queda claro que aquella ventana que se abrió en 1931 ahora no existe. Ya hemos constatado que no hay ninguna forma política con la que el Estado español quiera incluir un proyecto de soberanía para Cataluña.

 

-A comunes les molestó que recordara la historia. Dijeron que se debía centrar en el futuro…

-Claro. Hay gente que dice ‘estamos en el año 2018’. Sí, por supuesto que estamos en él. Pero venimos de donde venimos. Y hay que recordar de dónde venimos para hablar de dónde estamos y hacia dónde vamos. Yo le doy muchas vueltas al ejemplo este del 14 de abril del 31. Me parece que nos ayuda a sacar muchas conclusiones sobre qué no pasó este octubre. Después del 31 continuaron luchando. Nuestros padres continuaron luchando bajo el franquismo. Y nosotros continuaremos luchando. Tenemos un objetivo al que no pensamos renunciar. Ahora tenemos que volver a crear un momento.

 

-El 14 de abril salió de unas elecciones municipales. El año que viene habrá otras, y unas europeas…

-Habrá que aprovechar cualquier buen momento que se presente. Un independentista no debe renunciar nunca a aprovechar el momento para llegar a la independencia. Cada día es bueno para hacer la independencia. No hay días malos.

 

-Le une una amistad muy estrecha con Jordi Cuixart y Quim Forn…

-Ayer recibí cartas de ambos. Tienen una fortaleza y un coraje admirables.

 

-¿Había pensado que viviríamos una situación como la actual?

-Yo me había imaginado que si iban diez a la prisión, les tocaría sufrir, pero que si éramos tres mil a los que nos tocaba recibir, no habríamos entrado. Y ha pasado que han entrado diez. Esta es una lección también de octubre. Cuando volvamos a tener un momento propicio, debemos estar dispuestos a ser tres mil en prisión. Con todas las consecuencias. Esto es lo que he pensado toda la vida y lo sigo pensando. No me desdigo de lo que he pensado siempre.

 

-¿Tiene una conclusión clara de por qué no se ha ganado la independencia?

-No hemos ganado porque todavía no se ha acabado el partido. Habría sido diferente con un 55% de votos en las elecciones. En las del 27 de septiembre de 2015 y en las del 21 de diciembre pasado. Habría sido muy diferente. Sí que tenemos un referéndum que ganamos y una proclamación de la República, pero necesitamos volver a pasar por una exigencia de un referéndum para la independencia que supere ese 50%. Sinceramente, el independentismo debe ser consciente de que esto es importante a escala internacional. Cuando tengamos este 50% de los votos, entonces hay que ser consecuente. Hablé de eso en el libro ‘Los últimos 100 metros’. Este momento exige unos escenarios gandhianos. Todo el mundo hablaba de eso hace siete meses. Vivimos en el Estado español y esta es la manera que tendremos de conseguir la independencia.

VILAWEB

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