Para vivir mejor

Los conquistadores europeos no pudieron desarraigar la cultura aborigen pese a que destruyeron templos, dioses y otras expresiones culturales. Debido a ese fracaso, se planteó otra estrategia: la cristianización.

Juan Guines de Sepúlveda opinaba que los indios no fueron creados por Dios por vivir fuera de la «ley natural». Dicha ley establecía que lo perfecto dominaba a lo imperfecto, por lo que, la supuesta superioridad de los españoles daba derecho a dominar y conquistar al indígena forzando la evangelización, quedándose con toda la riqueza acumulada durante siglos y convirtiéndolos en mano de obra esclava en su propia tierra. Pero a aquello a lo que llamaron conquista tenía otro nombre: invasión. El llamado «descubrimiento» fue uno de los mayores genocidios, pillajes y saqueos de la historia a una de las más grandes culturas del mundo.

Los ibéricos buscaron una justificación moral y filosófica para la conquista en Aristóteles, que decía que la naturaleza hacía distintos los cuerpos del hombre libre y el del esclavo. Que algunos seres desde el momento de nacer, ya estaban destinados. Unos a mandar y otros a obedecer.

Los Pizarro y compañía parecían desconocer que los mayas, aztecas, e incas construyeron complejas obras de riego, aplicaron técnicas agrícolas y organizaron estados teocráticos. También inventaron un calendario de 365 días (en Europa se guiaba por el gregoriano, menos exacto que el maya) y un alfabeto. Pero quizás lo que más destacaba era que la ciudad de Teotihuacan en el año 500 d.C. era la ciudad mas grande del mundo con 200.000 habitantes.

Hasta la invasión, los aborígenes se aseguraban los alimentos y los bienes necesarios para vivir a través de relaciones de reciprocidad y redistribución. La primera consistía en la práctica de la solidaridad y ayuda mutua entre los miembros de la comunidad. Se ayudaban entre sí a cultivar y a cosechar, mientras que la redistribución consistía en el cobro de fuertes tributos en productos y en trabajo que eran contabilizados para determinar en qué zonas sobraban o faltaban alimentos para luego distribuirlos en las poblaciones más necesitadas. Esto confirmaba su espíritu comunitario. Entonces, ¿a qué fueron? ¿Qué era lo que pretendían enseñar? «Un pueblo que coloniza es un pueblo que pone las bases de su grandeza futura». Así es la mentalidad del conquistador. Así es su genética. Así es la herencia del autoritarismo. No lo olvidemos. Hace 500 años y hoy. La colonización es la sumisión del universo o de una gran parte de él a su lengua, a sus costumbres, a sus ideas y a sus leyes. Tanto desde el punto de vista material, ético e intelectual, el campo que se abre al capital y el dominio explotable que se ofrece a la actividad de sus ciudadanos, son infinitos, demoledores. «Sea cual fuere el punto de vista en que nos situemos, siempre nos encontraremos con una verdad incontestable: El pueblo que coloniza más, es el primer (único) pueblo; y si no lo es hoy, lo será mañana» (Leroy Beaulieu).

Con el engaño de desarrollar una administración moderna, un modelo de organización de economía política y mejora de condiciones sociales, el imperialismo se disfraza de globalización para no ser ni más ni menos que la extensión del dominio de un país sobre un territorio conquistado sin tener en cuenta su identidad lingüística, cultural, religiosa, pensamientos y virtudes. Sin embargo, la burocracia política, a través del monopolio de la información, insiste en hacernos creer que el nacionalismo de una potencia que utiliza su maquinaria bélica y su ideología despectiva para saquear a otra nación y hacerla dependiente, es equiparable al nacionalismo de la nación ocupada.

El imperialismo, fruto de su codicia, ansía hacerse con territorios que no posee ocupando dichos territorios mediante la intervención militar con la finalidad de someterlos ideológica y políticamente con un sentimiento de falso orgullo patriótico. Los modelos de autoconsumo e intercambio de los pueblos ocupados, son rápidamente transformados por otros modelos donde se impone por la fuerza una economía de mercado al servicio e interés de la ideología dominante. La producción de riqueza no distribuye la felicidad entre los individuos, sino ciudadanos «libres» que se devoran. Los logros sociales conseguidos en muchas décadas de lucha se han ido perdiendo bajo una nueva dictadura llamada economía neoliberal. Soledades particulares van agonizando entre prestaciones y subcontratas. Se impone la consigna de la rentabilidad y las intervenciones del Estado.

Durante años se ha ido gestando entre las fuerzas «progresistas» la idea que afirma que la liberación nacional y la liberación social deben de ser partes inseparables en las experiencias de transformación en los procesos de liberación de los pueblos ocupados. De las épocas del plomo por parte de algunos sectores de la población, se ha pasado a la época del plomo dialéctico. Con el agravante de que muchos de «nuestros» líderes «políticos» han ido adquiriendo ciertas habilidades cognitivas como por ejemplo, estrategias de resolución de conflictos, paciencia, alianzas, gestión pacifica para establecer acuerdos entre competencias intentando armonizar intereses en un marco de respeto. ¿Donde está mi fe?

Traspasar los límites de lo negociable significa vulnerar los valores y principios. Significa la castración ideológica y la autocondena. Hay una enorme diferencia entre lo que nos gustaria hacer y lo que nos conviene hacer. Tanto la dignidad personal como la de un pueblo que resiste, pasa inexorablemente por auto determinarse. Y ése es y será el único camino hacia la independencia. Para ello, habrá que desempeñar tareas intelectualmente más exigentes. Estrategias mejor encaminadas.

Centrémonos en recuperar el Estado de Nabarra para vivir todos mejor en un territorio de hombres y mujeres libres, miremos a países referentes donde su modelo de estado permite vivir sin tantas diferencias y con la dignidad que todo pueblo merece. En ésta búsqueda, hace impensable creer que las mismas ideologías que han justificado la dominación de nuestro pueblo, generación tras generación con semejante arrogancia y desprecio, colaboren en algún momento en un proceso de liberación cuyo destino es el de crear nuestro Estado propio. Sería como pensar que un tigre hambriento dejara de atacar a un individuo por el hecho de ser vegetariano. Algunos han olvidado que deslealtad también significa faltar a la palabra empeñada.