Para entender las dificultades del momento

La alta y continua politización de la sociedad catalana ha obligado a todos a ir madurando, empezando por aquel antiguo independentismo residual del “ninguna agresión sin respuesta”. Quiero decir que el independentismo no sólo ha conseguido aglutinar a su favor a la mayor y más estable mayoría de la sociedad catalana -los dependentistas (federalistas, unionistas, autonomistas…) se repartirán todo el resto-, sino que en general ha aprendido a poner los pies en el suelo y eso le ha hecho más fuerte, más eficaz y, para el adversario, mucho más peligroso.

Ahora bien: todavía hay mucho camino por recorrer. A menudo todavía caemos en la tentación de simplificar y reducir la realidad a un cómodo blanco o negro, con valientes y cobardes, fieles y traidores, al estilo de como lo hace nuestro adversario. Pero si el independentismo quiere la victoria y llegar a ella sano y salvo, creo que debería profundizar aún más en la complejidad del combate, actitud que a la vez lo libraría de las inquietudes innecesarios y le permitiría concentrarse en las relevantes.

Así, y en primer lugar, creo que es necesario madurar la misma idea de unidad política si no queremos que su invocación se convierta más en un obstáculo que en un impulso. Mi impresión es que la unidad estratégica entre partidos es más fácil de conseguir que la unidad emocional entre líderes. Como en todas partes -en todos los campos de nuestra vida, y en todo el mundo-, los resentimientos, los celos y los malestares personales impiden empatías sentimentales fuertes. No hay que darle más vueltas. Este tipo de unidad es necesario descartarla. En cambio, deberíamos destacar la fuerza que supone disponer de una gran diversidad de perspectivas para un objetivo común. Y de paso, quizá valorando más la diversidad, nadie se sentiría tan tentado de querer ser el más auténtico de todos.

En segundo lugar, creo que necesitamos hacer un esfuerzo para dejar de inventarnos adversarios internos estúpidos. Las generalizaciones son peligrosas sobre todo si se emplean para darnos la razón. Afirmar que “el independentismo aún no ha reconocido los errores de hace un año”, o que los que no creen en la acción directa son unos “procesistas que, en el fondo, no quieren la independencia”, son falsedades que no hacen otra cosa que debilitar la confianza en la seguridad en la victoria final, una de las virtudes en que sí que habría que mantener la unidad.

En tercer lugar, hay un tipo de crítica especialmente injusta: acusar de debilidad o de traición a quienes ante un destino que no tiene caminos trillados y que está lleno de adversidades imprevistas. Es como si a un científico que inicia una investigación se le pidiera de entrada cuál será el resultado final de su exploración. Para alcanzar la independencia de Cataluña no hay hojas de ruta claras, ni estrategias seguras y definitivas, ni éxito asegurado. Tenemos líderes que exploran, no mesías que guían.

La cuarta consideración es tener presente que los principios que guían al independentismo son el principal motor que empuja, pero también lo que limita su acción. Querer seguir una vía pacífica y democrática legitima el combate, también internacionalmente, pero pone condiciones. ¿Sería más efectivo un pequeño ‘que explote’, si es necesario con juego sucio? Estoy seguro de que no.

Finalmente, me gusta esa expresión irónica para calificar las mentalidades simples: “No saben caminar y comer chicle a la vez”. Si la realidad es compleja, ¿no lo debe ser aún más la manera de encarar su transformación? ¿Es que no somos capaces de ver la fuerza estratégica que tiene apelar a un referéndum acordado y vinculante con el Estado español, a pesar de saber que es absolutamente imposible? ¿No es posible -y muy razonable- insistir en que “tenemos prisa, mucha prisa” y a la vez medir bien los pasos y no precipitarse, siguiendo el clásico “vísteme despacio que tengo prisa”? ¿Debe ser incompatible tener los pies en el suelo y al mismo tiempo dejar que el viento hinche las velas -no los globos- de un espíritu de libertad? Lo que digo: el independentismo sólo ganará si sabe caminar y comer chicle a la vez. No lo queramos simple.

LA REPÚBLICA

https://www.lrp.cat/opinio/article/1466953-per-entendre-les-dificultats-del-moment.html