Ocho claves para comprender la República Popular China (ARI)

Tema: El 1 de octubre de 2009 se celebra el 60 aniversario de la fundación de la República Popular China (RPC).

Resumen: El propósito de este ARI es exponer, de forma sintética, los aspectos clave que han configurado y que permiten comprender lo que ha significado la República Popular China. Hemos identificado ocho elementos clave para comprender la RPC:

  1. La existencia de dos etapas marcadamente diferenciadas en la evolución de la RPC: la maoísta (1949-1978) y la etapa de la reforma (1978-2009).
  2. La relación con el exterior, con una tendencia al aislamiento en la etapa maoísta y un proceso de apertura durante la etapa de la reforma.
  3. La figura de Mao Tse-tung, el fundador de la RPC y su líder durante sus tres primeras décadas.
  4. La figura de Deng Xiaoping, el líder y gran artífice de la era de la reforma.
  5. El peso de las tradiciones milenarias en la configuración y funcionamiento de la RPC.
  6. El liderazgo del Partido Comunista, como factor clave del gobierno y la evolución del país, un liderazgo que previsiblemente se mantendrá en el futuro.
  7. La gran transformación económica de China en los últimos 30 años, en lo que puede ser considerada como la mayor revolución económica de la Historia.
  8. El cambio político, que con frecuencia no es percibido de forma correcta desde el exterior, pero que es probable que a largo plazo lleve a China a una transición gradual a un régimen democrático.

Análisis: En la perspectiva histórica la emergencia de China se situará, con toda probabilidad, como de uno de los hechos más importantes, si no el más importante, del siglo XXI. Esta China que se ha consolidado como una gran potencia mundial, y un agente decisivo en los asuntos internacionales, lo ha hecho en el marco de una República Popular fundada oficialmente en 1949 bajo la dirección del Partido Comunista.

En una evolución que durante estas seis décadas ha sido ciertamente compleja, repleta de cambios y acontecimientos, hemos identificado ocho factores o claves esenciales que servirían para comprender el significado de la República Popular China.

(1) Dos etapas diferenciadas: del maoísmo a la era de la reforma
Las seis décadas de vida de la República Popular China (RPC) se pueden dividir en dos grandes etapas, profundamente distintas la una de la otra. No debe haber muchos casos en los que un país, manteniendo el mismo régimen, el mismo partido gobernante, ha llevado a cabo un cambio tan radical de orientación, y en tan corto período de tiempo, como el que realizó la RPC a fines de los años 70 del siglo XX.

Cada etapa está marcada de forma decisiva por el sello de la personalidad que ejerce el papel de gobernante supremo.

La primera etapa comprende los primeros 30 años de la RPC, hasta 1978. Es la que podemos llamar la “etapa maoísta”, dominada por la figura de Mao Tse-tung. En esta etapa las prioridades son “políticas”: la transición acelerada al comunismo, la lucha de clases, las campañas con las que Mao tensa a la sociedad y elimina a los que considera sus oponentes. Esta politización llega a sus máximas cotas en la última década de vida de Mao, con la Revolución Cultural.

En economía, y tras sentar las bases de una economía socialista en los primeros años 50, la prioridad de la etapa maoísta está en la industria pesada y en la colectivización de la agricultura a través de las comunas. En las relaciones exteriores, el comercio tiene un valor residual, y las inversiones extranjeras (y por supuesto las inversiones chinas en el exterior) son prácticamente inexistentes. En política internacional la evolución de China es hacia un progresivo aislamiento, por un lado, y crecientes conflictos, por otro. El régimen comunista se encuentra en una primera etapa con el rechazo de buena parte de la comunidad internacional. Con el tiempo termina chocando incluso con su principal aliado, la Unión Soviética. Las relaciones internacionales de China se deterioran de forma progresiva, y en la década de los 60 libra una guerra fronteriza con la India y tiene graves enfrentamientos militares con la URSS. El aislamiento, político y económico, llega a sus cotas máximas con el estallido de la Revolución Cultural.

La nueva etapa de la reforma, que se inicia en 1978, supone una ruptura radical en la orientación de la República Popular. El sello personal corresponde ahora a Deng Xiaoping, el nuevo gobernante supremo de China, que ha pasado a la Historia como el artífice e impulsor de la política de reforma.

Con la reforma la prioridad deja de estar en cuestiones políticas, y pasa a ser la economía, la modernización del país. El sistema económico socialista empieza a ser liberalizado y se encamina hacia pautas capitalistas (aunque con una fuerte intervención estatal). En la agricultura se suprimen las comunas. El aislamiento da paso a una decidida política de apertura al comercio, las inversiones y una amplia serie de intercambios con el exterior (desde el turismo al envío de estudiantes a otros países).

Las relaciones internacionales de China se vuelven menos conflictivas y más pacíficas. La República Popular adquiere un amplio reconocimiento internacional y busca un marco de relaciones estable con el resto del mundo, y en primer lugar sus vecinos, en aras de ese gran y central objetivo nacional que es la modernización y el crecimiento económico.

(2) Del aislamiento a la apertura al exterior
Probablemente, en la evolución de la RPC el elemento más trascendental de todos, para China y para el resto del mundo, es el desarrollo de su relación con el exterior. En este tema, por otro lado, se manifiesta de manera radical la dualidad entre las dos etapas que hemos mencionado en el punto anterior.

Tras la tendencia al aislamiento de la etapa maoísta, China inicia en la etapa de la reforma un proceso voluntario de integración en la comunidad internacional que rompe una tendencia al aislamiento que trasciende ampliamente la República Popular: con la reforma, China rompe una tendencia al aislamiento que existía desde hace siglos.

Efectivamente, hasta principios del siglo XIX China se mantuvo voluntariamente aislada. El país se abrió al exterior en el siglo XIX. Pero esta apertura fue forzada, impuesta por otras potencias mediante la fuerza de las armas. La historia del siglo XIX contiene una sucesión de cesiones y derrotas frente a las potencias occidentales y Japón. Poco a poco China fue perdiendo el control sobre partes de su territorio. Durante más de 100 años, pues, el contacto con el exterior fue una fuente de recelo y resentimiento.

El régimen comunista implantado en 1949 asumió desde su nacimiento un marcado componente nacionalista. La reunificación de China y la recuperación de la soberanía nacional –con las excepciones de Hong Kong, Macao y Taiwán– constituyeron el primer gran logro de la nueva China. Sin embargo, y como señalamos en el punto anterior, la tendencia al aislamiento vuelve a ser dominante en la etapa maoísta.

Con la política de reforma la máxima prioridad pasa a ser el crecimiento económico, y la actitud de China hacia el mundo exterior experimenta con ello un cambio radical. El país se abre al comercio y las inversiones. China se ha convertido en la actualidad en uno de los primeros exportadores e importadores del mundo, en uno de los primeros destinos de inversiones extranjeras y en los últimos años se ha convertido igualmente en un destacado inversor en el exterior.

En suma, la interrelación de China con el mundo exterior –probablemente el elemento más decisivo de la política de reforma, como hemos apuntado anteriormente– ha dado un salto espectacular en los últimos 30 años, rompiendo una tendencia al aislamiento que había marcado al país durante siglos.

(3) Mao, el fundador de la República Popular
Mao Tse-tung, fundador de la República Popular, el líder del Partido Comunista y del país durante varias décadas, es una figura clave para comprender la evolución de China en estas seis décadas, y también la China actual.

La figura de Mao no es única. Hubo a lo largo del tiempo varios Mao, diferentes e incluso contradictorios entre sí en su actuación política y en su pensamiento. Depende de cuál sea el Mao que consideremos, su herencia ha desaparecido o, en contra de lo que podría deducirse de la observación superficial de China, sigue estando presente de forma importante.

El Mao cuya herencia ha resistido menos el paso del tiempo es el más próximo cronológicamente, el de los últimos 20 años de su vida. Es la época en la que Mao asumió posturas de izquierdismo radical y lanzó campañas como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, que tuvieron efectos devastadores sobre China y la aislaron del exterior.

La herencia en China de este Mao izquierdista se ha ido difuminando poco a poco. Desde 1978, la reforma ha supuesto el abandono de consignas igualitaristas, se ha reducido enormemente el peso de las campañas políticas, se ha favorecido el consumo y el nivel de vida de la población. China se ha ido integrando crecientemente en la comunidad internacional.

Todos estos desarrollos son radicalmente opuestos a la política de radicalización izquierdista, implantación acelerada del comunismo y campañas continuas de movilización, que Mao propugnó desde 1957 hasta su muerte en 1976.

Sin embargo, la personalidad de Mao no se limita al Mao izquierdista de las últimas dos décadas de su vida. Existe otro Mao, cronológicamente anterior, cuya figura está estrechamente unida a la gran revolución china del siglo XX, la revolución que culminó en la implantación de la República Popular en 1949.

Mao Tse-tung fue, desde mediados de los años 30, el principal dirigente del Partido Comunista, el líder indiscutible, su primer intérprete ideológico y, por tanto, el responsable clave de la gran revolución que el Partido protagonizó.

El Partido Comunista estableció en 1949 una República Popular que tenía una serie de rasgos esenciales –unificación del país, independencia exterior y defensa de la soberanía nacional, dominio del poder por el Partido Comunista, etc.– que sí permanecen vigentes en la China actual.

Hay pues dos perspectivas para evaluar la herencia de Mao en la China de nuestros días. Una es la perspectiva del Mao radical e izquierdista, impulsor de una línea política que llevó a China, sobre todo a partir de 1957, a una serie de campañas que trajeron al país desorden, hambre, sufrimiento, muertes y persecuciones. Desde esta perspectiva, poco es lo que ha quedado de herencia de Mao.

La otra perspectiva es la del Mao que dirigió la gran revolución china del siglo XX. La herencia de este Mao no ha desaparecido, sino que forma parte de la configuración de la China de nuestros días y previsiblemente se mantendrá vigente durante un largo período de tiempo.

(4) Deng, el pragmático que reformó China
Si Mao fue el fundador de la República Popular China, la figura de Deng está asociada de forma determinante a la era de la reforma que se inició a fines de los años 70 del siglo pasado.

En la biografía de Deng Xiaoping hay dos rasgos cruciales para comprender su comportamiento: confucianismo-leninismo y pragmatismo.

Por un lado, Deng ha sido un genuino representante del llamado “confucianismo-leninismo”, es decir, un nacionalista chino que vio en el comunismo, y en especial en el leninismo, un instrumento útil para la regeneración de su patria.

El segundo gran rasgo de la biografía de Deng es su encuadramiento en la línea pragmática del Partido que, desde fines de los años 50, se enfrentó a la línea radical de Mao y sus seguidores. Desde los inicios de su militancia política, Deng se caracterizó por defender posturas que se podían calificar de realistas y moderadas. Cuando Mao comenzó a formular sus nuevas teorías izquierdistas a partir de 1956, Deng se alineó con los que defendían la prioridad del crecimiento económico y de la modernización. Cuando asumió el papel de gobernante supremo de China, éstos fueron sus objetivos prioritarios.

Desde 1978 Deng Xiaoping fue el hombre que dirigió los destinos de China, y su vida y su obra se confunden con la historia de la nueva etapa de reforma y apertura al exterior. En ésta, el principal punto oscuro es la crisis y matanza de Tiananmen de 1989, cuya responsabilidad ha quedado en gran medida adscrita a la figura de Deng.

Responsable de la matanza de Tiananmen y artífice de la gran revolución china de fines del siglo XX encarnada en la política de reforma: en torno a estos dos polos girará, sin duda, la valoración final que la Historia haga de la figura de Deng Xiaoping. En mi opinión, el tiempo hará que prevalezca la segunda valoración, la valoración del Deng que sacó a China de la pobreza y la situó en una senda de progreso y modernización.

(5) El peso de la tradición: el confucianismo-leninismo
La revolución china fue más una revolución nacionalista que una revolución comunista. El objetivo fundamental de los comunistas chinos que tomaron el poder en 1949 no era tanto construir una sociedad comunista como reconstituir la soberanía nacional de China, recuperar la unidad y terminar con su debilidad y con las agresiones exteriores que ésta había posibilitado.

La RPC, desde 1949 hasta nuestros días, no se puede comprender bien si no se tiene en cuenta su fuerte vinculación con las tradiciones culturales y sociales de China, conformadas a lo largo de varios siglos de historia. Una visión superficial de la China Popular, de su carácter revolucionario, “comunista”, podría llevar a pensar que supuso una ruptura radical con la evolución anterior del país. No es así: por el contrario, el comunismo se fusionó en China con sus tradiciones milenarias.

El comunismo chino incorporó ingredientes tradicionales de la cultura china y, en concreto, de lo que constituye la médula de ésta desde hace muchos siglos: el confucianismo. Por otro lado, tomó del marxismo-leninismo fundamentalmente el segundo componente, el leninismo. El peso del marxismo, como ideología, como doctrina política, fue escaso.

El papel que han cumplido Mao y Deng ilustra otra de las características de la forma de gobierno confuciana, según la cual en la cima de la estructura de poder se halla un gobernante supremo, que ejerce con benevolencia y espíritu paternal la dirección de los grandes asuntos del país. El gobernante supremo es el centro del poder y está revestido de grandes atributos.

En una perspectiva confuciana, la victoria comunista de 1949 puede ser contemplada como el triunfo de una fuerza política que empezó desde unas bases muy limitadas, pero que poco a poco, gracias al ejemplo moral y al sacrificio de sus militantes, fue ganando el respeto y el apoyo del pueblo. El cargo de gobernante benévolo y supremo, que en la época imperial había sido ocupado por el emperador, y cuyo puesto había estado vacante durante los tiempos de crisis de la primera mitad del siglo XX, fue restablecido en la figura de Mao Tse-tung y, a partir de 1978, en la de Deng Xiaoping. Los cuadros del Partido Comunista asumieron la función rectora que antes había correspondido a los mandarines.

(6) El liderazgo del Partido Comunista
Como hemos señalado, el Partido Comunista ha sido la fuerza vertebradora y dirigente en la evolución de la RPC.

El papel de liderazgo social y moral ejercido por el Partido Comunista se ha erosionado sin duda con el paso del tiempo. La crisis de Tiananmen fue un duro golpe a su prestigio. El paso del tiempo ha afianzado la convicción de que se cometió un error en la forma de resolver esta crisis. La violencia utilizada fue probablemente innecesaria y el daño infligido a la imagen de China fue muy grave. La corrupción y el nepotismo han dañado también la imagen del Partido Comunista.

Sin embargo, a pesar de la erosión de su liderazgo, del deterioro originado por la corrupción y el nepotismo y del vacío ideológico, a pesar de todos estos factores resulta difícil imaginar un futuro de China en el que no tenga un papel determinante el Partido Comunista.

Pese a los errores cometidos en las cinco décadas largas durante las que ha gobernado, el Partido Comunista conserva activos de peso frente al pueblo chino.

La legitimidad del Partido Comunista se sustenta en dos factores, básicamente. Uno de ellos se puede calificar como “histórico”: el Partido Comunista devolvió a China la unidad nacional, le permitió superar una larga crisis que se arrastraba desde mediados del siglo XIX, transformó a China en una potencia temida y respetada en la comunidad internacional, terminando con un largo período de agresiones exteriores.

El segundo factor está ligado a la etapa de reforma que ha caracterizado a China en los últimos 30 años. Desde que se abordó la política de reforma, el Partido está liderando  un gran proceso de transformación económica que ha producido una mejora espectacular en las condiciones de vida de la población.

(7) La mayor revolución económica de la Historia
Como se indicaba al principio de este ARI, la reforma china ha provocado la mayor revolución económica de la Historia, en el sentido de que nunca hasta ahora un colectivo tan grande de población ha experimentado una progresión tan intensa de sus condiciones económicas y materiales de vida en un período de tiempo tan corto. China ha crecido a una tasa media anual cercana al 10% durante las tres décadas de reforma.

La perspectiva histórica mostrará, probablemente, que el fenómeno más importante del mundo de nuestros días es el ascenso de China. Gestionar ese ascenso y facilitar el acoplamiento de esta nueva China en el mundo es uno de los grandes retos de la comunidad internacional.

Este crecimiento se ha asentado se una serie de bases sólidas que previsiblemente seguirán estando presentes durante mucho tiempo, como: la abundancia de mano de obra; la alta tasa de ahorro; un modelo de crecimiento “abierto”, orientado hacia el exterior, hacia la integración en la economía internacional; la liberalización del sistema económico; el papel de Hong Kong como gran centro de intermediación entre China y el resto del mundo; y un marco institucional favorable al crecimiento económico y los negocios.

De hecho, las previsiones más generalizadas apuntan al mantenimiento de una elevada tasa de crecimiento de la economía china, que en un plazo de tiempo relativamente corto se convertirá en la primera economía del mundo en tamaño.

(8) El cambio político: la democracia gradual
Según un tipo de análisis muy extendido, China ha registrado una profunda transformación económica, pero el sistema político, basado en la dictadura del Partido Comunista, no se ha modificado. En las versiones más extremas de este análisis, la situación política de China es muy poco diferente a la que existía hace 20 ó 30 años.

Este tipo de análisis ignora el enorme cambio que se ha producido en China en el marco de libertades de la población. Los ciudadanos chinos disfrutan hoy en día de un grado de libertades personales incomparablemente mayor que el que tenían hace 20 ó 30 años. Pueden viajar, cambiar de residencia y de trabajo, de una forma que hubiera sido inimaginable antes de la era de la reforma.

La referencia a tener en cuenta para comprender la transición política de China no es la transición política en la Unión Soviética, sino cómo se ha producido la transición económica en China. La reforma económica, que se inició hace 30 años, ha sido gradual, paulatina y sin rupturas. No ha habido big bangs de la reforma (privatizaciones masivas o liberalizaciones bruscas de precios) como sí hubo en Europa del Este.

China fue liberalizando poco a poco su sistema económico. Se liberalizaron progresivamente los precios. Se permitió la propiedad privada en las empresas. Sin que se pueda identificar un momento en el que produce el cambio cualitativo, la economía china ha dejado de ser socialista para convertirse en una economía capitalista. China tiene todavía un fuerte intervencionismo estatal en la economía, de eso no hay duda, y las empresas estatales siguen desempeñando un papel clave. Pero no es una economía que se pueda considerar socialista: una parte mayoritaria de la producción se produce en condiciones de sector privado y se comercializa a precios libres, etc. Y la tendencia es hacia un creciente peso de los elementos privados en el sistema económico.

La libertad de expresión, la capacidad de crítica, también se ha ido expandiendo paulatinamente. Lo mismo que China fue avanzando en la reforma económica y un día se encontró con ya no era socialista sino capitalista, el marco de libertades, de crítica, de participación ciudadana irá avanzando y un día, quizá no muy lejano, China se encontrará con que, por fin, se puede considerar como una sociedad democrática.

Conclusión: El 1 de octubre de 2009 se celebra el 60 aniversario de la fundación de la República Popular China (RPC), con la que termina un largo período de inestabilidad y debilidad de China. En estas seis décadas China se ha transformado en una gran potencia mundial, protagonizando la que probablemente es la mayor transformación económica de la historia de la humanidad.

Enrique Fanjul
Antiguo consejero comercial de la Embajada española en Pekín, antiguo presidente del Comité Empresarial Hispano-Chino y autor de tres libros sobre China

Publicado por www.realinstitutoelcano.org argitaratua