‘No puedo dejar de sentirme culpable de tu encarcelamiento’, carta de Salvador Cardús a Josep Rull

Carta de Salvador Cardús a Josep Rull, que está en la cárcel de Estremera desde el 23 de marzo·

Querido Josep:

¡Tantas hojas como escribo cada semana, y tanto como me cuesta escribirte una sola página a ti! Y eso, estoy seguro, es por la desigualdad tan brutal que hay entre tú y yo vistas las condiciones de la conversación que ahora, con desazón, empiezo con esta carta. ¡Tan fácil como nos ha sido siempre hablar cara a cara cuando nos encontrábamos por las calles de Terrassa o en actos públicos en todo el país! Hablo de esa facilidad de conversación que da la confianza en un interlocutor con quien sabes que hay un gran fondo de acuerdo común, y muy especialmente en el modo de amar al país y a su gente. En cambio, ahora yo escribo desde casa y me dirijo a ti que estás en la cárcel. Yo vivo en libertad -eso sí, como todo el mundo, sintiéndonos vigilados-, y tú te mantienes libre de espíritu pero estás enjaulado por la revancha de un Estado autoritario y represor. Yo te hablo con el corazón encogido, y tú no te puedes desahogar sin temer represalias.

Hay otra razón que también me inquieta a la hora de escribirte. Y es que no puedo dejar de sentirme culpable -si quieres, colectivamente culpable- de tu encarcelamiento. Estás, estás, por convicción propia, sí, pero empujados por una ola de gente que lo exigíamos, con una sonrisa en la cara -y una cierta inconsciencia- lealtad al país y a la voluntad democrática de la mayoría. Ahora salen todos los sabios que dicen que qué nos pensábamos, que éramos unos ingenuos, que ‘nadie había dicho que sería fácil’… Y, aún peor, aparecen estos cínicos que excusan su cobardía diciendo que ya estabais avisados. Como si no viniéramos de un régimen franquista que también nos tenía avisados, y no por ello se renunciaba a la lucha. Yo mismo, tal vez sin medir suficientemente las consecuencias, había escrito que hasta que alguien no estuviera dispuesto a ir a la cárcel, no lo lograríamos. Pero yo, que no debo ser demasiado sabio, a pesar de contar con todo tipo de resistencias, no preveía el encarcelamiento efectivo, largo y cruel, de gente tan honrada y tan pacífica como tú.

Sé que políticamente estás allí a donde te ha llevado la fidelidad a tu compromiso de siempre. Siempre has querido la independencia de Cataluña. Incluso desde antes de tu militancia en las Juventudes Nacionalistas de Cataluña, iniciada en 1986. Conociendo tu vocación de servicio al país, sé que nunca has dudado de que este país tenía que emanciparse de la relación colonial ‘de facto’ que nos ataba al Estado español. Y, terminado el autonomismo al que se había comprometido la generación que hizo la transición -por cierto, liquidado mucho antes de que se aplicara el 155-, sé que eres consciente de que tu generación era la que daría el paso definitivo. Como se solía decir hace unos años, que ‘saltaría el muro’. Yo, por edad, me he encontrado a caballo entre una cosa y la otra. Pero tú, quince años más joven, y con una larga lista de compromisos -en la JNC, a CDC, en el Ayuntamiento de Terrassa, en el Parlamento de Cataluña, en PDECat o como consejero-, estabas llamado a llegar hasta el final. ¡Y a fe de dios que has ido!

Sin embargo, la aceptación voluntaria -que yo encuentro heroica- del lugar a donde te ha llevado tu compromiso patriótico, en ningún caso puede ser un destino final ni, mucho menos, será un sacrificio inútil. El sacrificio que haces tú, y lo que hacen el resto de presos y exiliados políticos, acabará siendo la palanca que lo moverá todo, definitivamente y a favor de la libertad y la emancipación de este país. Ojalá se lo hubiera podido ahorrar, claro. Pero creo que estamos ante un gesto a la altura de la fuerza de la de los millones de ciudadanos comprometidos con la libertad de este país. Ahora que conocemos hasta dónde es capaz de llegar el adversario, sabemos que esta era una condición necesaria. Y, si no suficiente, sí con la resistencia y la conjura de los millones de catalanes que pensamos mover en la calle,

Sé que no te será un gran consuelo que sólo me parezca a mí, pero creo que en contra de lo que dicen los pesimistas de turno, todo esto será más corto de lo que podemos suponer ahora. Y ya me imagino cómo será el recibimiento el día que consigamos liberaros de sus cárceles. Porque si hemos resistido a pesar de tantos contratiempos, tantas amenazas, tanta desolación, tanto miedo, tantos desengaños, tanto dolor, ¿qué no hará este pueblo que tanto ama la paz y la libertad el día que seáis libres y os dejen en paz?

Querido Josep, desde que estáis en la cárcel y en el exilio, incluso cuando ahora llenemos las calles, las seguimos encontrando medio vacías. Os echamos mucho de menos. Es por eso que cada tarde, a las siete y media, en Terrassa, varios centenares de conciudadanos tuyos nos encontramos en el Raval de Montserrat para llenar este vacío -tuyo, y el del Lluís Puig-, que no estamos dispuestos a dejar que lo ocupe nadie que no seas tú con tu vuelta.

Hasta pronto,

Salvador Cardús i Ros

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