No hay que volver al Congreso español

Ahora que han expulsado del Congreso español a diputados catalanes por hablar en catalán sería un buen momento para no volver. ¿Qué mejor respuesta a la intransigencia lingüística, y a la ofensiva judicial, económica y política española contra Cataluña, que la decisión de los diputados catalanes de no volver a poner los pies en el Congreso de los Diputados, para constituirse en asamblea de parlamentarios catalanes? Es el momento de tomar decisiones valientes.

 

Hay precedentes memorables, como el del año 1918, cuando se retiraron los diputados catalanes del Congreso al rechazar el Estatuto de Autonomía (una decisión que impulsó un hombre de la liga, Francesc Cambó, que de independentista no tenía nada). La retirada de los diputados catalanes fue debido al desprecio con la que fue tratada la propuesta de Estatuto, que hizo llegar la Mancomunidad al gobierno español. Aquella actuación dejó patente que Cataluña no pensaba tolerar un desprecio tal.

 

Otro precedente fue la decisión de los diputados del Sinn Fein , cuando también en 1918, tras ganar las elecciones, se niegan a tomar posesión de los escaños en el Palacio de Westminster y se constituyen en asamblea de parlamentarios. El 21 de enero de 1919 proclamaron la independencia de Irlanda. Como se hizo en Cataluña en 1918, entonces por la autonomía, se podría volver a constituir la asamblea de parlamentarios catalanes, del Congreso, del Parlamento y con la participación de los alcaldes, ahora por la independencia. El objetivo debería ser claro y diáfano: promover inmediatamente el referéndum de independencia y la declaración unilateral.

 

Y hay que hacerlo ahora, lo más pronto posible. Porque el tiempo juega en contra del proceso de autodeterminación. Cada minuto que pasa es un minuto más que le damos al gobierno español para organizar su respuesta, para poder comprar actores económicos y políticos, imponernos sentencias contra la lengua catalana y, la más contundente, asfixiar hasta el límite de la quiebra las finanzas catalanas. Es su estrategia, la de ganar tiempo, para obligar al gobierno de la Generalitat a pedir de rodillas financiación a Montoro. Y, evidentemente, la prenda que exige el gobierno español es la de poner el freno de mano al proceso de independencia, para después enterrarlo bajo toneladas de hormigón.

 

Quieren vencer nuestra resistencia estrangulando la Generalitat con los vencimientos de deuda, y dejando sin cobrar a las farmacias catalanas, al tercer sector, a los ayuntamientos, a los hospitales catalanes y a los miles de empresas proveedoras de la Generalitat que acumulan impagos millonarios. Sólo actuando rápido, con una estrategia que combine soberanía fiscal y unilateralidad saldremos de ésta. Si desfallecemos, si desfallecemos sólo unos meses, podemos perder una oportunidad única.

 

Los gestos son importantes, pueden definir actitudes y carácter. Y más allá del carácter, acción y transformación. En Cataluña la secuencia debe ser ésta y debe desarrollarse rápidamente. De lo contrario, los gestos nos palían momentáneamente el alma herida, pero no la curan. Vamos allá pues, a transformar nuestra realidad, para que los gestos de resistencia dejen de ser necesarios, como mínimo frente al Estado español.

 

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