Mikel Ayestaran: ‘El Estado Islámico es el último hijo del trío de las Azores’

Entrevista a Mikel Ayestaran, periodista experto en el Levante y autor del libro ‘Las cenizas del califato’

Mikel Ayestaran (Beasain, 1975) dice que escribe ‘marcianadas’ sobre el Levante. Sin embargo, en la espalda carga como ‘freelance’ las coberturas de mil y un conflictos: Siria, Libia, Irak, Líbano, Afganistán… Ha visto la cara más cruda (y mediática) de la guerra: las batallas, las bombas, los muertos y la destrucción. Sin embargo, Ayestaran se ha especializado en el día siguiente. Cuando las armas callen, los ejércitos se retiren y los civiles deben hacer vida de las ruinas.

A raíz de la derrota militar del autodenominado Estado Islámico, publica ‘Las cenizas del califato’ (Ediciones Península), un recorrido por los antiguos dominios del grupo yihadista entre Siria e Irak. Ayestaran da voz a las víctimas de la tiranía y relata sus experiencias en ciudades como Palmira, Alepo, Mosul y Tikrit. El libro también es una radiografía de dos países donde la guerra ha convertido el futuro en poco más que polvo.

Nos encontramos con Ayestaran en un hotel céntrico de Barcelona. Llega veinte minutos tarde. Entre fotografía y fotografía, no para de pedir disculpas. Antes de empezar la entrevista, pide un té negro con leche.

 

– Llega de Gaza, su última cobertura. El ejército israelí ha matado recientemente decenas de palestinos cerca de la valla de la frontera. ¿Cuál es la situación?

– La gente se encuentra en un auténtico estado de shock. Nadie esperaba una respuesta como ésta de Israel. Habían avisado y advertido que lo harían, pero cuando lo ves es diferente. Las marchas de retorno debían terminar el 15 de mayo con la reivindicación de la Nakba, pero Hamás ha decidido continuar las protestas. Puntualmente, iremos teniendo movilizaciones cerca de la valla, pero no creo que sean con la misma frecuencia que antes. Al final, es una parte más del pulso entre Israel y Hamás.

 

– ¿Y los civiles?

– Están atrapados en medio de este pulso. Pero déjeme decir algo.

 

– Adelante.

– Hace más de una década que trabajo en Gaza y, excepto en escenarios de guerra, no había visto nunca a Médicos Sin Fronteras (MSF) y al Comité Internacional de la Cruz Roja haciendo llamadas de emergencia porque necesitan cirujanos. El sistema sanitario está a punto de colapsar por el volumen de heridos que ha causado Israel. Los francotiradores no disparan ráfagas arbitrarias, son tiradores de élite y tienen un objetivo muy claro: crear un auténtico ejército de amputados. Y esto significa operaciones, operaciones y más operaciones… Ahora más que nunca, la ayuda exterior es fundamental.

 

– La situación es desesperada y falta personal médico, pero no es inmune al conflicto. Cerca de la valla han matado médicos.

– No hay filtro. Han matado médicos, como bien dice, pero también periodistas, fotógrafos, menores de edad… No hay filtro. Y no es eso y nada más. Cuando trabajas allí, te gasean constantemente. Yo no me acerco a doscientos o trescientos metros de la valla, como hacen algunos chicos jóvenes. Yo estoy a un buen kilómetro y, sin embargo, te gasean. A ti, a las familias, a los abuelos… ¡Todo vale y no pasa nada!

 

– Hablemos ya del libro: ‘Las cenizas del califato’. La referencia a las cenizas, ¿es porque se puede renacer?

– Hemos puesto fin al califato como entidad política, pero el grupo, Estado Islámico, ISIS, Daeix, o como queráis llamarlo, continúa vivo. Además, en el entorno donde están más adaptados, la insurgencia, que la han aplicado de manera magistral del 2003 acá. Con esta táctica han llegado a poner contra las cuerdas el ejército estadounidense en Irak. Ahora los combates se focalizan en la frontera entre Siria e Irak. Veremos qué pasa, pero todavía son muy peligrosos. Ahora bien, con las cenizas, también he querido jugar con el concepto de la destrucción física de los lugares. Si en Gaza he mencionado la ayuda exterior, aquí hay un plan de choque para ayudarles inmediatamente a reconstruir, pero también a retirar ruinas y cadáveres. Si no, esto se convertirá en un campo abonado donde pescar mercenarios para la yihad. Piense que en Siria, la gente de Estado Islámico luchaba por un plato de arroz.

 

– El califato ha sido un punto negro informativamente. Sólo hemos recibido propaganda. ¿Qué explican los civiles que viven en zonas liberadas de la tiranía de Estado Islámico?

– Las palabras que me han repetido en las entrevistas que he hecho son ‘terror’ y ‘miedo’. Nosotros hemos estado cuatro años informando sobre el Estado Islámico, pero no teníamos a nadie sobre el terreno. Nos ha pasado un poco como con los talibanes en Afganistán. Nadie estaba en su zona. Y para mí, informativamente, era muy frustrante. Hemos estado cuatro años informando con su propaganda y las informaciones de los servicios de inteligencia, que también son una forma de propaganda. Y ahora, por primera vez, tienes acceso a la gente que ha vivido y te hablan de un régimen de terror puro. Y alucinas. Llegas a pueblos como Dayr Hafer (norte de Siria) y aún tienen las jaulas en las plazas donde encarcelaban la gente. Y te cuentan todo tipo de historias y torturas. Algunas las hemos visto en vídeos, nosotros, pero ellos han vivido y han sufrido la barbarie.

 

– Sorprende la sinceridad y pesimismo de algunos de los testigos. No tienen ninguna duda de que el Estado Islámico acabará volviendo a casa.

– Hablemos de un juego de vacíos de poder. Cuando el Estado Islámico emerge, lo hace para llenar un vacío de poder. En Irak, más que en la afinidad de la gente por el grupo, el impulso es el odio que tiene la población suní hacia el gobierno de Bagdad. Y en Siria, se ha hecho fuerte en las zonas donde ha eliminado las otras facciones opositoras, incluida Al Qaeda. Pero todo empieza más atrás…

 

– En 2003, durante la invasión de Irak de Sadam Hussein.

– Exacto. El Estado Islámico es el último hijo del trío de las Azores. El califato es la última consecuencia de la decisión de invadir Irak. Y de 2003 a esta parte, ha ido cambiando de dirigentes y siglas. También ha mutado ideológicamente, pero una cosa es muy clara. Cada secuela que ha tenido siempre ha sido peor que la anterior. Y siempre han estado allí, con más fuerza o menos, pero no han desaparecido. Por eso creo que volverán y, de hecho, no tengo ningún dato que me invite a ser optimista.

 

– En este sentido, es preocupante como los políticos se han querido colgar enseguida la medalla de la derrota militar de Estado Islámico, sobre todo después de las caídas de Mosul y ar-Raqqà. Nadie presume de invertir en la reconstrucción los millones que se han gastado en armamento para a eliminar el califato. ¿Por qué?

– Las potencias regionales y mundiales han estado bombardeando el califato de manera sistemática en nombre de la guerra contra el terrorismo. Si invirtieran en rehabilitación una ínfima parte de lo que han gastado en armamento, hablaríamos de otra cosa. Pero volvemos a ser víctimas del mismo error y esto lo arrastramos desde la invasión de Afganistán en 2001. Después han venido Irak, Libia, etc. Se consigue la derrota militar de este tipo de grupos, pero aquí se acaba, no vamos más allá de las armas. El gran problema es el siguiente. ‘¡Hemos ganado!’ Muy bien. Pero ahora, ¿qué? No hay nada que celebrar. Los políticos y la OTAN se pueden colgar las medallas que quieran. No hay agua, no hay luz, no tienen techos ni paredes… La gente no tiene nada, ¿qué cojones tienen que celebrar?

 

– En el libro explica que en pleno auge expansivo de Estado Islámico, el ejército iraquí se retira de muchas ciudades suníes porque no las considera suyas. Abandona, además, todo el arsenal. ¿Cómo se entiende esto?

– En el verano de 2014 yo estaba en Bagdad. El Estado Islámico acababa de conquistar Mosul. Mirábamos un partido del mundial y, de repente, interrumpieron la transmisión. Todo el bar alucinaba, claro. ‘El califa ha proclamado el califato’, dijo una voz. Parecía una broma, la gente se preguntaba quién demonios era el califa. Desde el principio, Estado Islámico ha sido rodeado por el elemento de sorpresa y, por parte de Occidente, de un desconocimiento absoluto. Yo, el primero, lo admito. Sorpresa tras sorpresa. Hay muchas teorías de la conspiración sobre la creación de Estado Islámico, pero hay una respuesta de Efraim Inbar, asesor de Benjamín Netanyahu, que me parece definitiva. En el momento que un grupo como Estado Islámico llama diciendo que acepta voluntarios, se convierte en el grupo más infiltrable del mundo. Pienso que hasta cierto punto, ha sido un juguete en manos de las diferentes potencias y cada una ha hecho la guerra contra Estado Islámico como más le ha interesado. Podrían haberlo derrotado mucho antes.

 

– Le veo muy convencido.

– Sí. Estos grupos los alquilas, pero no los compras, y finalmente te acaban mordiendo la mano. Pienso que se ha escapado de las manos, pero en Occidente los hemos sobredimensionado mediáticamente. Creo que militarmente no eran tan fuertes.

 

– Entonces, ¿cómo hacen para conquistar medio Siria y medio Irak?

– Yo tengo la misma pregunta. ¿Cómo? ¿Cómo puede ser que una caravana de doscientos vehículos de Estado Islámico vaya de Mosul a Triki, por ejemplo? ¿Dónde están los aviones y los drones? Y en Siria, igual. ¿Cómo pueden entrar en Palmira, que está en medio del desierto? ¿Dónde están los rusos? ¿Y la inteligencia americana? Ahora bien, para bombardear ar-Raqqà, han ido casa por casa. Tenemos muchísimas preguntas que, hasta ahora, lamentablemente no tienen respuesta. Yo no soy nada ‘conspiranoico’, no me gusta, pero es inherente en Oriente Medio. Si la gente busca respuestas absolutas, en este libro no las encontrará, pero ofrezco algunas claves para tratar de interpretar mejor lo que pasa. Algunos dirán que Estado Islámico es hijo de Israel, otros, de EE.UU., de Irán o los países del Golfo… No nos ponemos de acuerdo con el nombre, tampoco lo hacemos con el origen.

 

– En relación con este desconocimiento , ¿qué sabemos de su dirigente, Abu Bakr al-Bahgdadi? ¿Está vivo o muerto? Porque este hombre tiene más vidas que un gato.

– Ha muerto quince veces o más. ¿Qué sabemos? Dicen que hemos liquidado el grupo, pero primero deberíamos liquidar al dirigente, y ahora mismo no sabemos nada de él. La última referencia que he leído es en un medio turco que decía que los americanos lo tenían en una prisión kurda. A saber. Como si los turcos no tuvieran intereses… No sabemos nada. Cuando ha muerto alguno de sus dirigentes, este grupo lo ha dicho inmediatamente y ha buscado un sustituto. Normalmente, los sustitutos son mucho peores que el original. Hasta ahora, sin embargo, no han confirmado ninguna de las informaciones sobre su muerte.

 

– Sabemos que pasó por Camp Bucca, Abu Ghraib…

– Sí, tenemos su ficha policial, hecha por la CIA. Es una persona vinculada a este grupo prácticamente desde su formación. Pero verlo, sólo lo hemos hecho una vez, cuando proclamó el califato desde la mezquita de al-Nuri de Mosul. Tres años más tarde, cuando la ciudad estaba a punto de caer, envió un mensaje de voz llamando a la resistencia. Le llaman el califa invisible, con razón.

 

– ¿Por qué hicieron volar un símbolo como la mezquita de al-Nuri antes de perder Mosul?

– Creo que buscaban dos cosas. Por un lado, el efecto mediático de acusar a Estados Unidos de haber destruido un símbolo histórico de los musulmanes. Pero, por otro, también por sectarismo. No querían ver las milicias chiíes entrando al templo proclamando la victoria.

 

– Por ideología, Estado Islámico tiene dos enemigos muy claros, Israel e Irán. ¿Cómo es que han salido prácticamente indemnes de sus acciones?

– Hace cuatro años que me hago la misma pregunta. En Irán hubo un ataque el pasado verano, pero es raro. Además, teniendo en cuenta que los iraníes están sobre el terreno y puede haber situaciones de conflicto directo con Estado Islámico. En el caso israelí, ellos tenían muy claro que el califato no era su objetivo. De hecho, Efraim Inbar explica en el libro que ya les parecía bien que el califato continuara y que los árabes se mataran entre ellos. ¿Por qué? Para tener controlados los elementos más radicales y para parar los pies a Irán. Cada uno defiende sus intereses. Por otra parte, hay que decir que los servicios de seguridad e inteligencia del Estado judío y la república islámica son muy potentes. Y eso, posiblemente, también ha evitado o frustrado ataques.

 

– En el libro también dice que los palestinos no son una amenaza en este sentido.

– El islam que practica la sociedad palestina no tiene nada que ver con la doctrina de Estado Islámico. Puede haber casos aislados, pero los palestinos no me parecen un pueblo que comulgue con las tesis del califa. Además, ellos ya tienen bastantes problemas con el empleo para hacerse cargo de las reivindicaciones de Estado Islámico.

 

– Con el regreso de Estado Islámico a la clandestinidad, ¿se pueden intensificar los atentados en Occidente para conseguir eco mediático?

– La victoria militar ha conseguido dos cosas. Primero de todo, es un golpe moral. Los llamados ‘guerreros santos’ ya no luchan hasta la muerte desde la caída de Mosul. Ahora, cuando se rinden, se van del campo de batalla en autobús. Y segundo, han perdido el gran plató para grabar vídeos y difundir su propaganda en todo el mundo. Ya no tienen territorio ni ciudades. Esto es un golpe muy fuerte a su capacidad propagandística. Veremos cómo levantan la cabeza, pero el golpe ha sido muy duro. En cuanto a los ataques a Occidente, se debe entender que los yihadistas se han actualizado, y la amenaza es constante, pero desconozco qué estrategia tienen. Ahora no van a Argelia o Afganistán a campos de entrenamiento para aprender a hacer explosivos. Ahora es un tipo de Barcelona quien alquila una furgoneta y empieza a arrollar gente en la Rambla. Es una yihad de bajo coste, no es necesario que entrenes. Grabas un vídeo jurando lealtad a Estado Islámico y ya está. Esta gente no han estado nunca en Siria ni en Irak. La amenaza puede ser cualquiera y el objetivo también. Ya no se eligen lugares simbólicos o emblemáticos como las Torres Gemelas, ahora puede pasar en un supermercado, una tienda de cómics o un paseo.

 

– Hablemos un poco sobre el futuro. Irak tiene un parlamento extremadamente dividido, mucha corrupción, sectarismo, las milicias continúan armadas, etc. No es un panorama muy alentador.

– El dirigente de las milicias, de hecho, ha quedado segundo en las elecciones. Y Muqtada al Sadr, que ha sido el ganador, también dirige otra, la milicia de la paz. El país es una sombra de lo que fue. De Irak, me preocupa sobre todo -más allá de la corrupción, que es obscena- que las zonas suníes donde había Estado Islámico ahora mismo se rigen por las leyes tribales. No hay código civil. Hablando de un país que era laico, como Siria. Con todos los problemas que comportaban las dictaduras brutales de Sadam y Bashar, no faltaban cosas básicas. No había analfabetismo ni epidemias médicas. Irak, después de quince años de guerra, ha retrocedido un montón. Los que tienen familiares que han luchado con Estado Islámico no pueden volver a casa porque les cortan el cuello. Están condenados a vivir en un campo de desplazados. Esto no lo arreglan los jueces ni un ministro del Interior. Es un tema entre tribus.

 

– En Siria ya hace ocho años que hay combates y parece que poco a poco se van formando tres grandes bloques: el régimen, los kurdos y Turquía con su influencia en Afrin y Idlib. ¿Qué presenta el futuro?

– El concepto que teníamos hasta ahora de la guerra creo que se ha acabado y estamos en otra fase. Todos los que han participado en el conflicto quieren su parte del pastel. Hay tres grandes focos, aparte del régimen. Uno es Idlib y Afrin, que se han convertido en un protectorado turco. En el noreste, donde están los kurdos con el apoyo de EEUU. Y en el sur, en la provincia de Dera, está la influencia directa de Israel y Jordania. Hay que tener mucho cuidado. Cada ataque o bombardeo puede conllevar problemas con una potencia exterior. Por otra parte, hay que calibrar otra cosa, Irán no piensa irse de Siria.

 

– ¿No?

– No se irán. Y los israelíes lo saben. Estamos en una fase complicada y la guerra va para largo.

 

– A raíz de ello, Irán y Siria apoyan al régimen, pero los civiles sólo ven con buenos ojos a Moscú. ¿Por qué?

– Hay recelos, ciertamente. Siria era un país laico y las ideas de Irán les dan miedo. Además, tienen más vinculación con lo que representan Putin y Rusia. El país vivió muchos años mirando hacia la URSS. Y identifican Rusia como una auténtica potencia militar. Sin embargo, el gobierno sirio tiene una deuda eterna con Teherán. Sin su ayuda, Bashar ya no estaría en el poder. En fin, nadie da nada gratis. Irán ha puesto muertos y mucho dinero, lo quieren cobrar.

 

– ¿Cómo?

– No lo sabemos a ciencia cierta, pero quedándose en el país. Los iraníes no son como los rusos, que plantan la bandera y enseñan el ejército. Son los reyes de la guerra asimétrica. ¿Qué harán exactamente? No lo sé, pero estarán allí para garantizar la salida al Líbano y mantener el vínculo directo con Hizbolá. Y por otra parte, espíar a Israel.

 

– ¿Y una salida al Mediterráneo?

– Están más interesados en tener un camino hacia Hizbolá.

 

– Rusia tiene algo muy tangible en Siria, la base naval de Tartus.

– Sí, pero Irán no es así. No hace este tipo de despliegues. Organizan milicias totalmente sectarias. Reclutan gente en Irak y Afganistán, reclutan milicianos chiítas. Y los distingues fácilmente porque llevan una bandera de Fátima. En el caso de los afganos, son hazares, una etnia de ascendencia mongola. Irán es un experto en paramilitarizar los conflictos.

 

– En el libro cita varias veces al corresponsal Robert Fisk. ¿Qué le parece su cobertura de la guerra siria?

– Es un hombre que ha trabajado toda la vida allí y tiene una visión muy clara de lo que ocurre en Siria. Él no tiene ninguna duda, como podemos tener los demás. Es una persona estrechamente vinculada con la presidencia de Siria y esto le da acceso a todo. Para mí, sigue siendo una referencia. Muchos piensan que después de lo que ha hecho en Siria, ha perdido mucha credibilidad, pero creo que este tipo de voces, aunque discrepan, las tienes que escuchar. Y tampoco me parece un mercenario del régimen. Yo tengo mucho respeto por su trabajo y toda su obra.

 

– Como periodista, ¿cómo es que decide de trabajar en zonas bajo control del régimen?

– He ido muchas veces a Damasco y conozco muy bien la ciudad. Al principio de la guerra de Irak, cuando necesitábamos descomprimirnos, viajábamos a Damasco. Tengo muchos contactos y amigos. Y cuando comenzó el conflicto, siempre me pareció que la historia era la capital y quien la controlaba era Bashar. Cuando se sublevaron Homs y Dera, yo no lo veía claro. Y cuando la guerra llegó a Damasco, sentí que había que ir. Pero básicamente trabajo en zonas del régimen por seguridad y porque es la parte de Siria que conozco mejor. Y, sinceramente, no me fiaba del lado opositor.

 

– En Libia, en cambio, sí que trabajó en el bando opositor.

– Sí, pero Siria no es Libia. A mí, Siria me daba miedo, mucho miedo. De todos modos, hasta 2012 podías trabajar en ambos lados. Una mañana cubría la parte del régimen y luego por la tarde informaba del lado opositor. Pero esto duró muy poco y el conflicto se radicalizó mucho. Además, hay que tener en cuenta que el régimen veta de manera perpetua a todos los periodistas que entran de manera ilegal en el país para cubrir las zonas que no controla.

 

– ¿Le reprochan la decisión de trabajar bajo los dominios del régimen?

– Por supuesto, desde el primer día. Es casi como si fuera información de fútbol. Bashar es el Madrid y la oposición el Barça… ¡Por favor! Para mí, la prioridad es la seguridad y, años después, creo que he acertado. La mayoría de los sirios viven bajo los dominios del régimen. Y hay que tener claro que trabajar en Damasco no te hace pro-Assad ni trabajar en Idlib no te convierte necesariamente en miembro de al-Qaida.

 

– Cuando vuelve a Jerusalén de una cobertura en Siria o Irak, ¿cómo se lo explica a sus hijos?

– Ellos me ven trabajar en casa, miran las fotografías y tienen muchísimas preguntas. No hay nada más difícil de responder que una pregunta de tu hija de nueve años. ¿Quienes son los buenos? ¿Quienes son los malos? ¿Te matarán? ¿Los niños ya van a la escuela? Hay que responder de inmediato e improvisando, pero sin mentir. Cuando vuelvo a casa siempre me preguntan cuando los llevaré a Irak y a Siria. Tienen muchas ganas y a mí me gustaría mostrárselos cuando termine la guerra. Con mi mujer habíamos ido muchas veces de vacaciones a Siria. Al final, sin embargo, quien acaba dando la tabarra a los niños soy yo. Me ayudan a descomprimir. Vamos al parque, compramos un helado… Y ya he desconectado del todo.

 

– ¿Le influyen en su trabajo?

– Evidentemente, en el momento en que eres padre todo te influye mucho más. Tienes un punto más de sensibilidad. Calculas mucho más cada paso que das. Y mira que yo soy muy segurola. Ahora me lo pienso dos veces antes de hacer ciertas cosas: ‘Mikel, ¿donde vas? Tienes que volver a casa, ¿eh? ‘ [Se ríe]

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