Mata Hari, la espía olvidada

El agente secreto Mata Hari bailaba bien. Su nombre en la lengua de la isla de Java significa “luz de la mañana”, y esa claridad llegó a confundir a alemanes y franceses durante la Primera Guerra Mundial. Detrás del mito de espía y mujer pérfida y seductora se escondía la holandesa Margaretha Geertruida Zelle, una joven atrevida que dejó todo y se fue fascinada por lo que se llamaba Oriente. La familia se dedicaba al comercio de sombreros. El padre hizo inversiones en el mundo del petróleo. La madre, que tenía orígenes en la isla de Java, muere cuando ella tiene sólo quince años, y termina viviendo con unos parientes hasta que a los dieciocho años, y gracias a un anuncio, lee que un oficial del ejército holandés busca pareja. Lo deja todo y se casa con él. Era Rudolf John MacLeod. Marchan a las Indias Orientales, una tierra que atraía ya a la intrépida Margaretha Geertruida. El matrimonio no es feliz. Él es alcohólico y la maltrata. Tienen dos hijos, uno de los cuales muere con sólo dos años con la sospecha de que fue envenenado por un enemigo de su padre. Otras fuentes lo atribuyen a la sífilis. Cuando el matrimonio se separa, ella vuelve a Holanda, pero tuvo que renunciar a la custodia de la hija Louise Jeanne porque no podía mantenerla. Las cartas donde explica la desesperación de no poder estar con su hija se han conservado. Marcha a París y ofrece clases de piano y de alemán, pero el rendimiento económico llega más deprisa bailando en cabarets y haciendo de modelo y de artista. Las danzas orientales que había aprendido cautivan a los parisinos, y con el nombre artístico de Mata Hari comienza su carrera artística. Durante un tiempo se hacía llamar Lady McLeod, pero tiene más elegancia Mata Hari. Triunfa en la Ópera de París y en la Scala de Milán.

La Primera Guerra Mundial estalla mientras ella bailaba en Berlín. Y aquí es cuando inicia su fama de agente secreto. La leyenda cuenta que los alemanes la contrataron como espía, mientras que los franceses le ofrecieron ser agente doble e incluso se dice que los rusos intentaron contar con ella. Era conocida como espía H21. Mata Hari fue ejecutada cuando tenía 41 años, el 15 de octubre de 1917, acusada, sin pruebas concluyentes, de trabajar en los servicios de espionaje. Cumplió condena en la ciudad de Vincennes, en Francia. Antes de su fusilamiento envió besos a los soldados.

Su cuerpo, que tanto había sido admirado, no fue reclamado por nadie. Los restos desaparecieron en una fosa común en París. Actrices como Greta Garbo, Marlene Dietrich o Jeanne Moreau han interpretado a esta mujer, de la que se conserva muy poco: tarjetas, objetos de sus hijos cuando eran pequeños, un colgante. Se la conoce como inventora del ‘striptease’ y como cortesana de la Belle Epoque. Mata Hari se inventó que era hija del Ganges y por ello introducía elementos religiosos en las danzas. Era una mujer excesiva -le gustaba tomar baños con leche-, amante del lujo y con una fascinación confesada por los militares, aunque también le atraían otros perfiles, como políticos y diplomáticos. Vivía con la obsesión de agradar a los hombres.

Tenía inventiva, y no debía ser el icono de la ingenuidad. En realidad, Mata Hari ha pagado muy alto también el precio de ser una mujer internacional y cosmopolita, tal como dice la biógrafa Pat Shipman, como Juana de Arco pagó muy alto el precio de ser una mujer guerrera y mística. ‘Femme fatale’ por excelencia, Mata Hari es una mujer que terminó muy mal, como suele ocurrir con las mujeres exóticas, hiperbólicas y fascinantes.

Escritores varios han recreado su vida, centrándose en los aspectos más pintorescos: de la vida familiar conflictiva a verla vestida de odalisca, bailando para seducir. Mata Hari, si era una espía, que es dudoso, tenía acceso a informaciones privilegiadas. Si no lo era, sufrió y fue condenada por su proximidad a hombres que tenían informaciones privilegiadas. Su vida hoy, cien años después, se difumina como los álbumes de fotos que se conservan, junto con recortes de periódicos y pocas pertenencias más. Estos días los miles de jóvenes abatidos en la Gran Guerra nos han vuelto a nuestra niña, jóvenes que fueron fusilados inútilmente, como en todas las guerras. A ella se le acusa de haber causado la muerte de 20.000 de estos jóvenes soldados. Mata Hari, en este contexto de conmemoraciones del fin de la Primera Guerra Mundial, ha sido olvidada. Su centenario ha pasado desapercibido en medio de tanta, tanta guerra.

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