Mark Twain contra el imperialismo

«Un norteamericano ama a su familia. Si le queda amor para otra persona, generalmente elige a Mark Twain»

                                                 (Thomas Alva Edison)

Decir el nombre del escritor del norte americano y relacionarlo con el río Mississipi, y sus jóvenes personajes, Tom Sawyer y Huckleberry Finn, todo es uno. No se quedó, no obstante, su obra limitada a esos célebres personajes y sus andanzas sino que han de añadirse algunas obras en las que el escritor ponía el dedo en distintas llagas y lo hacía con una afilada ironía (ahí están sus Un yanqui en la corte del rey Arturo o, El forastero misterioso o El hombre que corrompió a Hadleyburg; por ejemplo); más aún sus incursiones por los bordes, y no tanto, de la religión y algunos de sus personajes (Diario de Adán y Eva)o las relaciones de los humanos con dios, y las zancadillas puestas por Satán (Cartas desde la Tierra); pues bien, si en todas las obras a las que he aludido la risa, o al menos la sonrisa, están servida debido a su humor fino y certero, Samuel Langhorne Clemens nacido en Florida, que llegase a ser conocido bajo el seudónimo de Mark Twain (Dos brazas de profundidad, nombre tomado del grito de los pilotos fluviales del río nombrado) también abordó temas más serios y con mayor seriedad, sin que de ahí se pueda decir que el humor se ausentaba, mas como observador de lo que veía en su continuo peregrinar dejó ver su visión y sus denuncias con respecto al comportamiento de su país a lo largo y ancho del planeta. La editorial Icaria publica «Antiimperialismo. Patriotas y traidores» en donde se recogen sus opiniones con respecto a las tropelías colonialistas de los EEUU en su conversión en potencia mundial; «soy antiimperialista . Me opongo a que el águila clave sus garras en cualquier otra tierra». Si en la guerra civil se había inclinado inicialmente del lado de los confederados, no tardó en implicarse en el otro bando, adoptando posturas inequívocamente anti-racistas; en sus primeros escritos se pueden constatar todavía ciertas tendencias a adoptar las ideas dominantes de desprecio a los indios, etc. (posición que iría desapareciendo en sus posteriores obras en lo que hace a su consideración con respecto a los otros) El paso de posturas conservadoras a progresistas se produjo de manera rápida y rotunda, lo que se tradujo en 1900 cuando volviendo a su país, tras vivir años en el extranjero (diez años europeos), se afilió a la Liga Anti-imperialista, de la que llegó a ser vicepresidente . En el volumen del que hablo pueden verse siete ensayos que dejan ver a las claras su posición (Antiimperialismo, Hawái, Rusia, Sudáfrica y Australia, Guerra hispano-estadounidense / Filipinas, China y El Congo). Como puede verse por los nombres presentados, el repaso se abre en amplio abanico, y sus crónicas, algunas de ellas ejerciendo su función de periodista y otras entresacadas de algunas obras suyas, a lo que han de añadirse algunas cartas, entregan una panorámica significativa de su implicación del lado de los oprimidos y los sojuzgados; «La nueva bandera de los Estados Unidos debería ser con las rayas blancas pintadas de negro, y las estrellas sustituidas por un cráneo y dos huesos cruzados» .

A lo largo de la lectura puede verse el posicionamiento que señalo del mismo modo que puede verse su abierta oposición a los instrumentos que son utilizados para aplastar o silenciar las voces de otros: la invasión por medio de la ideología religiosa, como uno de las fuerzas movilizadas para imponer las buenas ideas de los invasores. Como señalaba líneas más arriba el sarcasmo empapa los artículo presentados, al utilizar en ocasiones unas tonalidades propias del consuelo justificador (no se preocupen ustedes que lo que hacemos en por el bien de los pobrecillos, estamos civilizándoles… «ha habido mentiras pero han sido por la buena causa», ha habido traiciones pero se han cometido para extraer lo bueno de la aparente maldad… «no os sintáis mal, todo ha estado bien») . La mirada se detiene en el maltrato habitual al que se ha sometido a los chinos y a otras etnias no-blancas y el observador crítico extiende el foco hacia otros lugares y países en los que el colonialismo ha impuesto su despiadada ley, el caso del enfrentamiento en la guerra por la independencia de Cuba o el caso filipino; la mirada también se dirige hacia atrás y se nos da a conocer la masacre llevada a cabo, en Sudáfrica, por las tropas británicas, en el siglo XVI, contra los Boers. El rey Leopoldo II de Bélgica no sale bien parado que digamos al haberse erigido en quien dio, a finales del XIX, la señal de salida para la caza del negro, disfrazando la empresa colonialista como un empeño civilizador, y ocultando los intereses económicos y comerciales que, sin lugar a dudas, eran los que impulsaban la empresa.

La época que le tocó vivir al escritor fue la que se dio tras la unificación política y económica, seguida de la revolución industrial y los enfrentamientos bélicos en Cuba, Filipinas y la anexión por el morro de diferentes países cercanos (Hawái, Puerto Rico…); y así convertido en un testigo de tales procesos veía en estos el choque que se producía entre el progreso técnico y científico y las cuestiones de índole espiritual, de justicia, etc., que quedaba relegadas, y señalaba las contradicciones entre el discurso emancipatorio que había acompañado a la guerra de independencia y de unificación en su país, con la política que se practicaba por otros lares.

Queda claro que el escritor no hablaba de oídas sino que plasmaba lo que veía desde primera fila, y de ello da pormenorizada cuenta con ejemplos y datos acerca de los enfrentamientos nombrados y el análisis de algunas leyes de exclusión y los consiguientes casos de racismo y xenofobia; poniendo al desnudo la verdad de unos actos que se ocultaban – y se ocultan- bajo « una cubierta exterior, alegre y bonita y atractiva, exhibiendo los modelos especiales de nuestra Civilización que conservamos para el Consumo Casero, mientras que dentro del fardo está lo Verdadero que compra el Cliente Sentado en la Oscuridad con su sangre y lágrimas y tierra y libertad» . Nadie, no obstante, debe buscar un programa en toda regla con respecto a las cuestiones abordadas, sino una denuncia valiente y en pos de la justicia, lo que hacía que no temiese enfrentarse con quien hiciera falta si el comportamiento de éste era injusto (misioneros cristianos, políticos, reyes…).

La ocasión resulta propicia para conocer el lado tal vez menos conocido, silenciado o no publicado, del autor estadounidense…un verdadero combatiente por la justicia y la libertad. Nos las vemos con un escritor dedicado a la «justicia, democracia absoluta y humanidad».

 

Mark Twain contra el imperialismo

KAOSENLARED