Manuel Delgado: ‘El PSOE son los herederos históricos de la Falange’

Manuel Delgado (Barcelona, 1956) es antropólogo y profesor universitario en la Universidad de Barcelona. Fuertemente politizado y militante comunista hace décadas, Delgado ha sido una de las voces más lacerantes del proceso catalán. Siempre se ha definido como una persona no independentista que esta en proceso por las oportunidades de mejora social que podía ofrecer. Pero en esta entrevista, realizada en su barrio de Barcelona, ??es muy pesimista y muy crítico con la situación actual. De Torra a la CUP, pasando por Pedro Sánchez y los comunes, Manuel Delgado explica sus contundentes puntos de vista.

 

– ¿Qué valoración hace, del gobierno Sánchez?

– No me ha despertado ningún interés porque dudo mucho que implique variable alguna para cambiar nada. Es absolutamente insignificante. Excepto como coartada. Coartada porque unos y otros hacen creer que el problema es el PP. Todo consecuencia directa de la perfidia del PP y Rajoy. La coartada perfecta.

 

– ¡Debemos echar al PP!

– Exacto. Si el PP está fuera, se reabre la perspectiva de que es posible una reforma en España. Lo que sirve para que los comunes continúen confiando en este tipo de zanahoria colgada de un palo, ERC considere la viabilidad propuesta por Tardà de rehacer un tripartito, y el PDECat vuelva a ser lo que era, es decir, Convergencia. Coartada para que todo vuelva a ser como era antes de este paréntesis que algunos pensaron casi de ensueño. Ahora se culmina el proceso de desmovilización. Se ha de hacer política por arriba. Lo hacen unos y otros. Y esto ya se veía venir. Cuando hubo la declaración de independencia alguien decidió que la gente volviera a casa. Y ahora vemos las últimas consecuencias: plegar velas y conformarnos a vindicar el regreso de los secuestrados.

 

– Tesis Cebrián. Los encierran en la cárcel y dejarán de hablar de independencia y hablarán de los presos.

– Claro. Como el elemento central es la liberación de los rehenes ya tenemos por qué luchar. La perspectiva y el horizonte de la República Catalana acabará siendo como una especie de hito similar a la República Socialista de la izquierda tradicional. Siempre presente pero, por definición, horizonte inalcanzable. Y, por inalcanzable, justificación ideal para que nada se mueva.

 

– ¿Y cómo valora el gobierno de Torra?

– Alguien pensó que con su nombramiento algo cambiaba, y que con su declaración fundacional sería rupturista. Pero es clarísimo que esta perspectiva también se ha frustrado de una manera vergonzosa y vergonzante. Han ganado, oye. Y ya está. Somos un pueblo derrotado. Una vez más.

 

– ¿Para siempre?

– Podemos contar con lustros, siglos o milenios. Era entonces o nunca. ¿Tú crees que dentro de cinco años va a cambiar algo? Estarán todos acomodados. Por cierto, ¿Puigdemont está vivo o no? Prácticamente ha desaparecido. El nuevo gobierno Sánchez ha sido estratégico para que Puigdemont se desinflara. La retórica republicana estará vigente por imagen, pero en cambio hoy por hoy la dinámica para restablecer la expectativa de que lo tuvimos al alcance de la mano no se mantiene. No hay ambiente. No descarto, tampoco, que haya una sorpresa y se pueda restablecer la esperanza. Pero para mí no está claro que de una manera u otra puedan llevarnos a otro lugar que no sea el restablecimiento de la autonomía. Que básicamente es la meta que hemos conseguido. Y parece que estamos contentos, tú. Ahora sólo falta rescatar a los presos políticos. No veo que se haya planeado volver a contar conmigo, como peón. Como uno de esos que ocupamos las calles y pensamos que eran nuestras. Es clarísimo que no.

 

– Nadie sabe qué hacer.

– La clave estuvo siempre en la movilización. Lo que realmente daba fuerza, la materia prima, era la gente en la calle. Esto comenzó en la calle y tenía que terminar en la calle. Y alguien decidió que no era buena idea. Nunca sabremos qué pasó. Confiar en lo que alguien llamó las masas, la gente en la calle, y darles el protagonismo, era muy arriesgado. Tal vez no lo quisieron. No se atrevieron. No era miedo de los muertos. Era miedo de los vivos. Había vértigo en encontrarse que las calles no eran suyas, ni de los demás. Y de esta perspectiva, y visto desde el balcón de la Generalitat, tuvieron miedo.

 

– Pasamos al ámbito de la CUP. ¿Cómo los ve Manuel Delgado?

– La CUP ha acabado convirtiéndose en otro partido cualquiera. Y ya está. Hoy por hoy la CUP, con su discurso mucho más radical, ha decidido dedicarse a la política. Hacen política. La sensación que algunos tenemos, por razones históricas, es que volvemos a vivir la peor cosa que podía pasar: que llegasen los nuestros. Pasó en la transición, pasó con la euforia inicial de los comunes y los cambios en los municipios y pasa ahora.

 

– No estamos muy optimistas.

– Si quieres que sea optimista, págate tres whiskys. Dame un motivo para ser optimista. Algo que no sea el nuevo gobierno de Pedro Sánchez y que de una manera u otra me dé expectativa. ¡Y nos equivocamos tantísimo con el papel que puede hacer el PSOE! ¡Pero tanto! Aquí ha habido un malentendido histórico del que no acabamos de salir.

 

– ¿Cuál?

– Pensar que el nacionalismo español más desmedido, fanático, radical era el PP o Ciudadanos. No es verdad. El PSOE son los herederos históricos de la Falange, no digo del franquismo. Con nombres y apellidos. Francisco Vázquez, Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, José Bono. Cuando digo que son los herederos de Falange hablo de este nacionalismo entre comillas de izquierdas, que podía ser Falange, con un fuerte factor social, pero con el factor patriota por encima de cualquier otra cosa. Esto lo encarna mucho mejor Susana Díaz que Inés Arrimadas. No sé qué esperamos que pueda hacer el PSOE de diferente del PP y Ciudadanos. El PSOE tiene el patriotismo social que tenía la Falange. Está clarísimo que la perspectiva de un gobierno del PSOE no es en absoluto tranquilizadora.

 

– ¿Cómo ve Manuel Delgado el mundo de los comunes, ahora?

– Yo me he sentido muy cerca de Albano-Dante Fachin y Ángels Martínez. Yo, como ellos, no he sido nunca independentista. Creímos que había un horizonte, una oportunidad. Y lo intentábamos. Los comunes ahora son el PSC. En el ámbito municipal son el neomaragallismo. Y ya está.

 

– ¿Escribe cartas?

– El sábado hay un acto de Òmnium en la Vall d’Hebron. E iré porque quiero mucho a Jordi Cuixart. Él hizo que arraigara un proceso de cambio en Òmnium, que durante mucho tiempo para mí era una vergüenza. Cuando yo iba a actos de Òmnium mucha gente de mi entorno no entendían nada. Òmnium era la bestia negra, la burguesía catalana. Y este tipo hizo esa cosa tan magnífica: luchas compartidas. La vindicación de un pasado en el que la clase trabajadora catalana tenía un papel hegemónico. Y donde quedaba claro que las luchas no eran únicamente contra ellos. También había lucha de clases dentro. Donde el enemigo era catalán. Y demostraba algo importante: que nuestro pueblo tiene tradición de lucha. Contra quien lo merezca. Y que si algo debería caracterizar el catalán, con muchas comillas, sería justamente la lucha.

 

– ¿Qué opina de Torra ?

– Mal asunto. No lo podemos negar. Hay un catalanismo esencialista, culturalista que creía que la cultura catalana era no humana y creada por algún tipo de dios. O un hecho natural. Es la tradición de los comentarios de Jordi Pujol, Marta Ferrusola y Heribert Barrera. Esto ha existido. Esta idea de que el proceso nos ha vuelto buenos no es verdad. Este proceso ha incorporado gente que proveníamos y desembocábamos en una izquierda histórica, y que creía en la igualdad de los humanos. Y hemos tenido que compartir el espacio un tiempo con una gente que creía que nuestro pueblo era una obra divina, como decía Folch i Torres. Creen que Cataluña y la catalanidad es un hecho natural. Para la gente que veníamos de la izquierda Torra ha sido una auténtica mala pasada, porque con las discusiones internas nos encontrábamos contra un elemento que no podíamos rebatir. Inaceptable. Auténtica jugada que nos ha dejado con el culo en el aire. Ha habido escoramientos racistas en el catalanismo. De siempre. Y siguen existiendo. No hace falta decir nombres. Y te digo una cosa: algunos estábamos en esta historia justamente para vernos las caras con estos. Desde el punto de vista de la izquierda histórica era decir: ¿quieren la independencia? Pues venga, va. Hagámosla. Y entonces la izquierda independentista no tendrá otro remedio que ser izquierda, y a los otros, a los que ya teníamos vistos, los podremos desenmascarar.

 

– Ciudadanos. Un millón de votos en Cataluña.

– Por último se ha acabado imponiendo una distribución identitaria en la distribución de voto. Ciudadanos se ha llevado todo el voto patriótico español que se ha sentido amenazado. Esto de Tabàrnia sí es grave.

 

– ¿Por qué?

– Es un argumento peligroso. Implica la idea de que existe una bolsa de españolidad aislada en el seno de Cataluña que justificaría en algún momento una operación de rescate. Era repetir el esquema de los enclaves serbios en Croacia y Bosnia que justificaron la intervención del ejército yugoslavo. Tremendamente peligroso. Ciudadanos se ha acabado convirtiendo en la desembocadura de la extrema derecha nacionalista española. Ciudadanos no es que lo sea por sí, pero es el lugar donde se ha cobijado este odio. Y eso los hace inquietantes. Ciudadanos es un partido que nace del rencor. En Cataluña hay extrema derecha catalanista, y también españolista. A algunos le cuesta creerlo, porque tienen la visión de que esto no se corresponde con nuestro talante. Pues mira.

 

– Los CDR también están muy quietos ahora. Quizás haya miedo.

– El miedo no puede mantener una situación como ésta permanentemente. No lo puede sin la complicidad de aquellos que han decidido que para qué complicarnos la vida. Y fíjate qué bien que estábamos, ¿verdad? Se quiere agachar la cabeza, aceptar la reprimenda y conseguir que suelten los presos. Y ya está.

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