Landismo procesal

El día 12 de diciembre de 1946, España quedó aislada internacionalmente por efecto de la resolución 39 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En la propuesta, aprobada por mayoría absoluta en la Asamblea, se argumentaba que el régimen de Franco no habría sido posible sin la ayuda militar y diplomático de la Italia fascista y de la Alemania del Tercer Reich. Lo más interesante, sin embargo, era la idea -tácita, no explícita- de que España formaba parte de los perdedores de la Segunda Guerra Mundial. O dicho de otro modo: a pesar de la neutralidad nominal del régimen franquista durante el periodo 1939-1945, España tendría todos los inconvenientes de los perdedores (aislamiento, etc.) y ninguna de sus posteriores ventajas (Plan Marshall, etc.).

Al día siguiente, 13 de diciembre, el régimen organizó una gran manifestación en Madrid, en la que se acusaba al resto del mundo de ser un grupo de antiespañoles. En la prensa de la época, la reacción fue más melancólica que agresiva: las imprevisibles corrientes de la historia volvían a colocar a España en una situación subalterna, perdedora y triste, sin más consuelo que la revancha homicida a gran escala. Reaparecía el fantasma de 1898 y todo eso… En la edición del ABC de ese día, la cuestión se centraba en las relaciones con el régimen mexicano (a diferencia de Argentina o del Perú, México había votado a favor de la resolución 39).

El pasado viernes, 6 de abril, rememoré este episodio leyendo los extravagantes editoriales de ciertos diarios españoles, así como algún artículo de opinión en el que la situación se volvía a comparar con el imperio español en descomposición de 1898. “La decisión de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein es una catástrofe española. Un 98”, decía el periodista Arcadi Espada. Había cosas mucho más subidas de tono, pero. “Hay que plantearse si España debe seguir obedeciendo ordenes de la UE”, añadía en ‘Libertad Digital’ Javier Ortega, un abogado vinculado a la formación ultraderechista Vox. El landismo es un estado de ánimo relacionado con la incapacidad de asumir la modernidad, que siempre ha surgido de Europa. “La justicia europea da aire al golpismo”, titulaba el ABC. En los años setenta, este diario tenía una sección fija dedicada a los ovnis; al final, todo encaja. Había una desproporción entre el muy limitado alcance de la decisión de la justicia alemana, que simplemente considera que Carles Puigdemont no cometió un delito de rebelión, y la idea apocalíptica de un nuevo 98. Sin intención de sobreinterpretar nada, creo que detrás de esta gesticulación ridícula de ‘género chico’ lo que hay en realidad es mala conciencia, y también un punto de inquietud. El landismo como destino: ¡qué vergonzosa condición!

La estrategia de fabular violencia donde no había, con la intención de escenificar posteriormente un castigo ejemplar, ha quedado al descubierto. Y que conste que esto sólo es el principio del principio: es impensable que estos cuentos chinos los crea cualquier tribunal europeo independiente. Lo mismo ocurrirá con la lectura aberrante del artículo 510 del Código Penal, el que hace referencia a los delitos de odio. Ya expliqué en otro artículo que, en mi opinión, este clima de impunidad durará, como mucho, un par de años. Después, es casi seguro que habrá una cadena de juicios por prevaricación y, en relación a la -de momento- enterrada operación Cataluña, también de malversación, falsedad documental y amenazas. Muchísimo más delicada será la situación penal de ciertas personas cuando se aclare la oscura relación del imán de Ripoll con determinadas instancias policiales, porque aquí hablamos de 17 muertos. A Barrionuevo o Vera tampoco les tenía que pasar nada… pero les acabó pasando.

Hace unos días, España se sentía avalada por Europa, mientras que muchos catalanes percibían un ultraje por parte de la Unión. Hoy ocurre lo contrario. Pasado mañana, quizá sea lo contrario de lo contrario. En la confusa lógica procesista, todo ello resulta ininteligible. Estamos analizando la actualidad como si el proceso político que duró del 10 de julio de 2010 al 27 de octubre del 2017 aún existiera. Quienes creyeron que engañarían al mundo inventándose violencia ahora deberán buscar algún otro engaño, o tragarse con patatas la bola original. Es el momento perfecto para contemplar el gran espectáculo de un efímero castillo de naipes que cae. No es un contexto cualquiera, no, sino el inicio de un nuevo proceso que, esta vez, tiene todas las de ganar al llevar la judicialización landista hasta el límite.

ARA