La trampa de fondo de TV3 y TVE

A raíz de la entrevista de Vicent Sanchis a Carles Puigdemont, TV3 ha vuelto a estar en el centro del debate. Albert Rivera propuso su intervención vía Senado y el PP (en plena pugna por el mismo tipo de electorado) se apresuró a reprocharle que ellos ya lo plantearon el mes de octubre y que no encontraron ni en Ciudadanos ni en PSOE el apoyo necesario para hacerlo. Este debate sobre TV3 provocó la correspondiente discusión sobre su pluralidad y en consecuencia la recurrente comparación con TVE. En el caso concreto de la entrevista a Puigdemont, los argumentos a favor y en contra eran sobre si el presidente en el exilio se merecía una hora larga de entrevista en un medio de comunicación público.

Que la audiencia de la entrevista fuera de casi un millón de espectadores con un 30% de ‘share’ (de cada 100 televisores encendidos a esa hora, 30 tenían puesta la entrevista) debería cortar cualquier polémica sobre la idoneidad de la espacio dedicado. Pero como ocurre con todo el debate sobre TV3 en general, incluso defender este dato de audiencia es caer en la trampa de fondo. Una trampa en la que, lo admito, he caído varias veces porque es muy sibilino. Y no sólo con TV3. Me explico:

Cuando se está en plena crítica a TV3 (favorable o contraria) se utilizan datos. Unos, que si es la más plural de Europa, que si se invita siempre a todo el mundo, los demás que si siempre hay mayoría de tertulianos independentistas, que si los TN dedican demasiado tiempo a informar del proceso, etc., etc. Entonces unos esgrimen datos del CAC que demuestran una equidad de presencia de las sensibilidades políticas. Los otros reprochan que en lugar de llevar una voz constitucionalista moderada a la mesa redonda hay un portavoz de VOX para así distorsionar el españolismo. Y es en este punto cuando el debate, por fuerza, se va a la comparación con TVE y su resistencia a invitar políticos o opinadores prosoberanistas. Nos estamos acercando al núcleo de la trampa. Porque cuando se llega a esta comparativa, suele haber un sentimiento generalizado que, efectivamente, TVE no lo está haciendo bien. Y entonces siempre se acaba escuchando la frase mágica: “Televisión Española TAMPOCO lo está haciendo bien”. Este ‘tampoco’ suele ir tras una crítica a TV3. Ya hemos llegado a la trampa.

Efectivamente, se puede hablar horas y horas de TV3 y TVE. De qué línea editorial debe tener una cadena pagada por todos los contribuyentes. De quién vigila para decir si una entrevista tiene interés informativo o no. De cómo se financia. De cómo se gestiona. Pero la trampa consiste en afrontar este debate en pie de igualdad cuando en realidad no lo es. Y no lo es porque sobre TV3 planea la sombra de la intervención y sobre TVE no. Lo que es sibilino es debatirlo con naturalidad y corrección intelectual cuando lo que se está haciendo es olvidar este enorme desequilibrio y que se resumiría así: si no gusta como TVE explica las cosas, se propone un cambio de dirección o incluso de modelo de televisión pública. Si no gusta TV3, se propone que la intervengan. O incluso que la cierren. Y en caso de intervención, cinismo ‘premium’: que la controlen los mismos que dirigen TVE (aunque dos minutos antes hubiera dicho que no lo hacían bien).

Y esta desproporción sirve de ejemplo de buena parte del resto del conflicto político: uno de los dos bandos tiene la capacidad de anular al otro por la fuerza. Cuando conviene se pretende hacer ver que hay una situación de bilateralidad (“todos lo han hecho mal”) y cuando conviene se recuerda justo lo contrario, que no se puede hablar de tú a tú porque un tú pertenece al otro tú. Y claro, no hay un debate político limpio si, en pleno clímax de discrepancia, una esquina de la mesa pone en prisión a la otra. Y por si fuera poco, también eliminar una de las pocas televisiones que lo explica.

EL MÓN