La posverdad del Estado

80 años después del ataque genocida sobre Gernika, el Gobierno español sigue sin reprobarlo, sin pedir perdón y sin repararlo, instalado en la mentira con que Franco pretendió modelar la opinión pública.

Ochenta años después de que una tarde como la de hoy, 26 de abril, aviones alemanes e italianos realizaran en 1937 sobre Gernika el primer ataque aéreo contra población civil indefensa, el Estado español (sus sucesivos gobiernos) sigue sin mostrar una postura oficial de reprobación, petición de perdón y reparación por aquella masacre que causó cientos de muertos (más de trescientos o más de mil, según las fuentes). Ni siquiera a requerimiento directo de las instituciones democráticas, el último, del propio lehendakari Iñigo Urkullu. Sí lo hizo en 1998 a través del Bundestag, su parlamento -y del presidente Herzog-, Alemania, origen de aviones y pilotos, cuyo Estado actual surge de la derrota de aquél que los envió a luchar junto a Franco; pero no lo ha hecho el reino en que se transformó sin ruptura el franquismo a la muerte del dictador. Peor aún, el Estado español sigue instalado en la posverdad -eso que hoy se conoce como mentira que pretende modelar la opinión pública obviando los hechos- instaurada por Franco sobre Gernika. Tanto es así que, ayer mismo, el diario de mayor tirada del Estado, en su edición digital, pretendía aún en un artículo la existencia de un debate respecto a la responsabilidad de Franco en la orden que dio origen al ataque bajo el título “¿Ordenó Franco bombardear Gernika?”. Como si cupiese alguna duda de que el millón de kilos de bombas que, dice, fueron lanzados aquel mes sobre Bizkaia (Durango, Otxandio, Markina…) no respondiera a un plan premeditado y conjunto del Estado Mayor de los sublevados contra la República y de la alemana Legión Cóndor con el fin de amedrentar a la sociedad y acortar la guerra en el norte de la península los primeros y de probar sus nuevas armas los segundos. Un plan repetido luego en otros genocidios y que no difiere, por ejemplo, del que Rusia y el régimen de Al Asad llevan a cabo hoy en Siria. Y es esa posverdad en la que sigue cómodo el Estado, que no ha abjurado de su pasado franquista, que no ha renunciado a él, que rehúsa, como en el caso de Gernika, rechazar las múltiples dramáticas consecuencias que ese pasado tuvo, la que se confirma en los honores militares -con presencia política-, todavía hoy, a uno de los responsables de la sublevación militar que las produjo o en la permisividad con la apología del fascismo en los funerales a un ministro de la dictadura y la represión.