La ‘Nación’ de Isabel Coixet

Hace unos días, El Món se hacía eco de las declaraciones de Isabel Coixet en un programa de La Sexta en el que hablaba de Cataluña y decía cosas como esta: “Creo que los que no pertenecemos a una tribu nos debemos expresar. No necesito que me hagan comulgar con ninguna ideología, ni que me digan qué lazo debo llevar, ni qué bandera debo poner en mi balcón”. No son las primeras declaraciones que hace Isabel Coixet sobre este tema. El año pasado, junto a algunos de los nombres conocidos del nacionalismo español “de izquierdas”, como Juan Marsé, Mariscal, Javier Cercas, Rosa Montero, Javier Marías, Victoria Camps, Mónica Randall o Rosa Maria Sardà, ya firmó un manifiesto en el que, sin sonrojarse y haciendo suyo el discurso de la ultraderecha, aprobaba la represión española en Cataluña y tildaba el 1-O “de estafa antidemocrática”. Parece mentira el pánico que provocan las urnas en este grupo de personajes que afirma haber “luchado por las libertades”. Las “libertades” para amordazar y esposar a Cataluña. Esta Inés Arrimadas de la pantalla grande, además, no tiene escrúpulos en mentir para apaciguar su disonancia cognitiva haciendo creer que en Cataluña se conmina a la gente a colgar lazos amarillos y esteladas en el balcón. Como si quienes los colgamos no lo hiciéramos porque nos da la gana sin preocuparnos de lo que haga o deje de hacer el vecino.

Coixet, sin embargo, ha continuado desbarrando y paseando autoodio con frases como esta: “Me siento como en un supermercado donde fuera hay mucha niebla y muchos zombis”. Ella, por supuesto, sería la clienta normal del supermercado, y los independentistas serían los anormales. Peor aún: serían zombis que le acosan desde el exterior. Continúe así, señora Coixet. Ahora nos llama ‘zombis’ y nos considera anormales, tal vez pronto nos considerará ‘Untermenschen’ (subhumanos). Incluso, si habla con José Borrell, que tiene la misma ideología que usted, le explicará su fórmula para ‘desinfectarnos’.

Llegados aquí, puede que a algunas personas les resulte nuevo este ultranacionalismo español de carácter racista que exhibe Isabel Coixet y que llega a hacer paralelismos entre el proceso catalán y el dictador Kim Jong-un, líder sanguinario de Corea del Norte. Pero es un ultranacionalismo bastante anticuado que ya hace mucho tiempo que lo practica. Recordemos que hace veinte años, Coixet ya formaba parte de aquel artefacto catalanofóbico llamado Foro Babel, junto a Albert Boadella. A raíz de ello, precisamente, ya hablé en mi libro “Yo no soy español” en la conversación que mantuve con Lluís Gavaldà, y él, entre otras cosas, me dijo esto: “Son gente muy malintencionada, con un clarísimo trasfondo político, y sin la eximente de quienes viven fuera de Cataluña con ideas preconcebidas basadas en la desinformación. Los del Foro Babel viven aquí y no tienen excusa: buscan el lerrouxismo, el enfrentamiento, cosas que por suerte no arraigarán”.

Gavaldà tenía razón, no tienen excusa. Pero siguen odiando hasta el paroxismo la posibilidad de una Cataluña en las Naciones Unidas. La sola idea de una Cataluña libre los enloquece, hace que pierdan el tino, que vacíen el buche y que muestren quiénes son realmente. Tengo que decir que considero a Isabel Coixet una buena directora de cine, y algunas de sus películas, como ‘Cosas que no te dije’, ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ o ‘La librería’, me gustan bastante. Una cosa no quita la otra. Sin embargo, en el terreno ideológico estoy situado en las antípodas y observo la flagrante contradicción entre lo que dice y lo que hace, lo que demuestra no sólo una falta absoluta de reflexión, sino también el fraude que esconde detrás la sonrisa de señora ‘universalista’ y ‘ciudadana del mundo’ que luce en los ‘photocall’ de los festivales de cine.

Se le debe reconocer la coherencia, eso sí, en su desprecio sistemático por la lengua catalana. Uno de los rasgos definitorios del Foro Babel era dar a la lengua catalana un carácter meramente folclórico, apta para hablar con la abuela o para hacer algún dinerillo publicitando películas y productos para TV3 y Catalunya Ràdio, pero inconcebible para cosas más elevadas. Hasta aquí, pues, ninguna sorpresa. Si por algo se caracteriza el nacionalismo español es por imponer la ‘lengua superior’, que es la lengua ‘que entiende todo el mundo’. La contradicción es que a la hora de rodar películas, Isabel Coixet opta casi siempre por el inglés en vez del español. Curioso.

Otra contradicción de la señora Coixet es que se proclame enemiga de las injusticias y de la tortura, hasta el punto de hacer documentales sobre el tema, como “Viaje al corazón de la tortura” o “Hablando de Rose, prisionera de Hiséne Habré” y que, mira por donde, no haya dicho nada de las feroces torturas sufridas por independentistas catalanes en 1992 y que fueron denunciadas en el Tribunal Internacional de Derechos Humanos. Se da el caso, además, de que las torturas se enmarcaron en la llamada Operación Garzón, un juez que nunca -¡nunca!- hizo caso de las denuncias que le relataban no sólo los torturados sino los médicos forenses. Unos años después, en 2011, la señora Coixet dedicó un documental de apoyo al personaje titulado “Escuchando al juez Garzón”.

También es bastante contradictorio que alguien que se proclama enemigo de las “injusticias”, además de callar ante la violación de los derechos humanos que supone la violencia española del 1-O contra el pueblo catalán y el encarcelamiento y el exilio de los miembros de su gobierno y de otras personas inocentes, manifieste una aversión tan profunda hacia los lazos amarillos que justamente denuncian estas violaciones. Y es que, en este caso, el violador es la Nación de la señora Coixet; y si hay alguien en el planeta con licencia para violar los derechos humanos y cometer todo tipo de injusticias en nombre de un dios llamado ‘Sagrada Unidad’, este alguien es la Nación española. Esta es, pues, la ideología tribal de la señora que dice que no tiene tribu: la tribu de los que apalean, la tribu de los que encarcelan, la tribu de los que amenazan con cometer una masacre, la tribu de los que están dispuestos a todo para impedir la libertad de Cataluña, la tribu de los que sienten asco por los lazos amarillos porque denuncian una injusticia que les interpela directamente y que muestra su verdadero rostro, que es el de la hipocresía. La hipocresía de Isabel Coixet se hace patente en la frase del gran ensayista Samuel Johnson que aparece al comienzo de una de sus películas: “Una injusticia en un lugar es una injusticia en todas partes”.

EL MÓN