La emancipación por el miedo

Emancipar un Estado, consumar una secesión, no es una tarea sencilla. Lo estamos viendo últimamente en Cataluña, donde desde que se ha emprendido la llamada Transición Nacional no han dejado de emerger interrogantes y de surgir dificultades de todo tipo, desde las legales a las teóricas, desde las políticas a las ideológicas, desde la decisión de un modelo para emprender el proceso al encuentro de un futuro consenso sobre el tipo de Estado de que se quiere disponer…

Ya sabemos que el gobierno del PP todo se reduce a respetar la Constitución, es decir, que el derecho a decidir sería un derecho ilegal y el escenario de secesión quedaría descartado ya de inicio, a no ser que se dispusiera de la mayoría reglamentaria para cambiar la Constitución y, a partir de ahí, abrir la clave hacia otros escenarios. Esto -como es obvio- sólo puede hacerse de la mano de alguna de las dos grandes fuerzas políticas españolas-PP o PSOE-, las cuales han descartado ya de inicio cualquier planteamiento de la cuestión.

Lo más interesante, en mi opinión , es que cuando las leyes no responden a las ambiciones políticas o el orden de las voluntades, entonces todo el mundo se vuelve un poco filósofo, preguntándose el porqué de todo, ¿qué hay detrás de los entramados institucionales, cuál es el fundamento de la vida en común, qué necesidad hay de las instituciones y para qué sirve realmente la democracia.

Nunca como ahora se había escuchado tanto citarse de manera a menudo vergonzosa- a Hobbes (el miedo como fundamento del Estado), a  Rousseau (El contrato social, la necesidad de que cada generación haga su ley), a Voltaire (el derecho a la discrepancia), a Montesquieu (la diversidad de los pueblos, la diversidad de los regímenes), a Maquiavelo (la brutalidad del poder y la tendencia a la tiranía), etc., hasta a Renan (¿Qué es una nación?) o a Locke (¿Qué es soberanía?). En tiempos de planteamientos radicales vamos a las raíces, que es allí donde se cuecen las decisiones trascendentales.

Más allá de las dificultades legales y políticas hay un reto intelectual, omnipresente en las tertulias que pretenden aproximarse al tema y en las suposiciones de los articulistas (y académicos) que quieren decir la suya sobre esta problemática. Como siempre, hay manipuladores, “intelectuales” que disfrazan los viejos prejuicios con cuatro citas mal asimiladas o recortes al gusto del consumidor.

Por eso es de una pobreza mental gigantesca cerrar el debate como lo hacen muchos políticos y algunos articulistas: parapetándose tras la lectura literal de la Constitución. Si el debate o la negociación, o el encuentro entre presidentes, debe cerrarse simplemente con la cita de la Constitución, creo que no estamos pues en el terreno del debate sino en el del fetichismo o en el de un triste fanatismo de la literalidad.

Si vamos al terreno del debate, pues, y de las ideas, encontramos que a nivel internacional hay muchos pensadores que han dado vueltas a la cuestión de la secesión entre estados. Y si se hace el esfuerzo de leer algunos uno se da cuenta de que lo que digan las leyes tiene una importancia secundaria. Lo importante entonces es aclarar las causas que pueden fundamentar la secesión, y es aquí donde uno de los teóricos más importantes sobre esto, Allen Buchanan, las enumera: 1) la conquista militar de un territorio, 2) el genocidio de su población; 3) el incumplimiento de un acuerdo de autogobierno previo por parte del estado. Como dice el título de su obra, se trata de fundamentos ‘morales’, que van más allá de las leyes.

La ‘redistribución discriminatoria’ es una causa legítima para emprender una secesión, nos asegura Buchanan. Y esto, por supuesto, nos incumbe de lleno porque de esta discriminación somos expertos hasta el ahogamiento. Cualquier persona con un poco de sentido común puede llegar a las conclusiones de algunos de estos teóricos. Con un poco de filosofía -de buenas maneras- y con conocimientos de historia tendremos más argumentos que los que se limitan a repetir letanías sordas.

En el último número de la Revista VIA hay un artículo de Marc Sanjaume en el que se nos explica de manera muy comprensible cómo está el tema de la secesión de estados en la ciencia política. Tome el teórico que más le apetezca de entre los citados -normativo o empírico-: no hay ninguno que no dé amparo a la causa o a una justificación que tenga mucho peso en la secesión catalana.

Sanjaume nos presenta una aproximación teórica que me ha parecido muy curiosa. La formula el canadiense Stephane Dion , que tiene en cuenta dos variables -está pensando en el Quebec-: a) la confianza del grupo que se quiere emancipar, y b) el miedo al estado matriz en términos políticos, militares, culturales, económicos, etc. ¿Tenemos confianza en nosotros mismos como estado soberano? ¿Tenemos miedo de España en cuanto al futuro que se podría recorrer juntos? Dion prevé cuatro escenarios de futuro combinando las dos variables; lo adapto a nuestro caso:

1) Miedo a España y confianza en nuestro futuro: Secesión probable.

2) Miedo a España y poca confianza en nuestro futuro: Secesión improbable.

3) Poco miedo a España y confianza en nuestro futuro: secesión improbable.

4) Poco miedo a España y poca confianza en nuestro futuro: secesión imposible.

¿En qué escenario estamos? Sólo el miedo más la confianza hacen probable la secesión, según este teórico. Parece que tenemos confianza, parece (escenarios 1 y 3), ¿pero tenemos miedo? Si se tiene miedo, sin embargo siempre se tenderá a perder la confianza, ya que nos sentiremos débiles…, y si no tenemos miedo entonces el independentismo pierde empuje ya que se desinfla por incapacidad de movilización. ¿Secesión probable? Ustedes dirán.

 

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