La cuestión nacional de Circasia

Circasia es una región de la Rusia europea meridional que, situada en las laderas septentrionales del Cáucaso, está comprendida entre el Mar Negro (O), el Mar Caspio (E) y los ríos Terek y Kuban (N). Sus pobladores, que habitaron su tierra natal desde la antigüedad, formaron parte de muchos estados (romano, escita, sármata, turco) manteniendo un alto nivel de autonomía. Su ubicación a lo largo de la costa oriental del Mar Negro (con los puertos de Anapa , Sochi y Tuapse) hacía que estuvieran muy involucrados en el comercio, que establecieran múltiples y estrechos contactos con el mundo turco, con los tártaros de Crimea, con los Karachai, los Nogai y otros pueblos de la Gran migración turca en el Cáucaso. Asimismo fueron el germen de los esclavos “mamelucos” de Egipto, que finalmente derrocaron al monarca y establecieron su propio y único estado esclavo liderado por dictadores militares, conocido como el Sultanato Mameluco. Estos vínculos de proximidad geográfica les llevaron a su conversión al Islam, y a su gradual inclusión en la esfera de influencia otomana. Pero este tipo de relación llegó a su fin porque, situada geográficamente entre dos imperios ferozmente rivales (otomanos musulmanes y rusos cristianos), hicieron de Circasia su objeto de deseo y apropiación.

Fueron los rusos quienes iniciaron una invasión a gran escala. Durante 101 años, entre 1763 y 1864, los circasianos lucharon contra los ejércitos rusos desplegando tácticas de guerra de guerrillas que frustraron a los estrategas militares rusos. Los circasianos declararon la independencia en 1836 y su bandera nacional (12 estrellas con 3 flechas doradas cruzadas sobre fondo verde) fue adoptada como uno de los símbolos de su independencia. Al prolongarse la guerra, el ejército ruso desarrolló una nueva estrategia que consistía en atacar las aldeas, ocasionando matanzas, secuestros y destrucción de cultivos y ganado que dejaron a la población exánime y sin sustento para poder sobrevivir. Pero los circasianos seguían resistiendo. El general Milyutin defendió una solución final al problema de Rusia con los circasianos, solución que consideró una “necesidad pública”, y abogó por expulsarlos completamente de su tierra natal. Sus planes fueron aprobados por el zar Alejandro II y Milyutin fue titulado ministro de Guerra en 1861. Entre el 6 de marzo y el 21 de mayo de 1864, casi toda la población, unos 3 millones de personas (el 90% de los circasianos) fueron desterrados. La guerra y el exilio aniquilaron la casi totalidad de la nación. Los circasianos se convirtieron en uno de los primeros pueblos apátridas en la historia moderna, y ahora en todo el mundo conmemoran el 21 de mayo como el día de recuerdo de su trágico exilio. El hecho de ser musulmanes les motivó a iniciar un éxodo masivo (en el que murieron cientos de miles de personas) hacia el Imperio otomano, lo que explica que en la actualidad existan comunidades circasianas en la diáspora en Turquía, Siria, Jordania, Líbano o Israel. Solo el 10% de la población circasiana permaneció en su tierra natal en el Cáucaso a fines del siglo XIX.

Bajo el dominio ruso y soviético, se activó el asentamiento de cosacos y otros pueblos mayoritariamente eslavos en los territorios históricos circasianos, al mismo tiempo que se promovieron las divisiones étnicas y tribales entre los circasianos que quedaron, dando lugar a varios nombres diferentes que se utilizan para denominarlos (Adyghes, Cherkes, Kabardins, Shapsugs). No obstante, han sabido reaccionar y se hacen llamar con el nombre circasiano de “Adighe” en los censos rusos, con el fin de reflejar y revivir su nación e identidad. Asimismo, la mayoría de la diáspora tiende a denominarse “circasiana”.

La revolución comunista de 1917 dio a los caucasianos del norte la oportunidad de reclamar su independencia implantando la República del Cáucaso Norte que se separó de Rusia en 1917. Esto trajo como consecuencia el no reconocimiento y la declaración de guerra de los bolcheviques y del ejército blanco de Denikin. La República proclamó su independencia el 11 de mayo de 1918 e inmediatamente firmó una alianza con Turquía siendo formalmente reconocida por las potencias centrales (Alemania, Austria-Hungría y Turquía), y por Gran Bretaña, Georgia, Azerbaijan y la República de Kuban. Pero en 1919, la facción religiosa del movimiento independentista en Kabarda, Osetia, Chechenia y Daguestán declaró el Emirato del Cáucaso Norte como estado independiente posicionándose del lado de los bolcheviques quienes reconocieron su gobierno de facto y prometieron plena autonomía. En 1921 la República fue ocupada por el Ejército Rojo y el Gobierno hubo de abandonar el Cáucaso. Los bolcheviques incumplieron sus promesas y abolieron el Emirato poco después.

Estos hechos mueven a una reflexión con perspectiva histórica. 1- La época de la revolución comunista fue una coyuntura propicia que les ofreció la oportunidad de independizarse. Tanto la efímera República del Cáucaso Norte como el Emirato pudieron unir a la mayoría de la población bajo una misma bandera porque sus pueblos, cansados del gobierno zarista, anhelaban la creación de una república independiente en la que sus sueños de libertad podrían hacerse realidad. 2-A pesar de que tanto los rojos como los blancos estaban involucrados en una pelea mortal, ambas partes estaban unidas en su objetivo de destruir la independencia y la libertad del Cáucaso. Cuando el Ejército Rojo aplastó la resistencia blanca, la República del Cáucaso Norte fue violentamente destruida (hubiera ocurrido lo mismo si los blancos hubieran vencido). 3-Cada vez que los caucasianos del norte en la búsqueda de su libertad, se ponen del lado de alguna facción en detrimento de la unidad de acción, acaban escarmentados. Este paradigma de actuación se repetirá después del colapso de la URSS, cuando Yeltsin y su vicepresidente Rutskoy, enemigos acérrimos, se posicionaron conjuntamente contra la independencia de Chechenia. La historia se repite.

En el período estalinista las tierras circasianas se dividieron en varias pequeñas unidades administrativas de diferentes estados (repúblicas autónomas, oblast y krais). Fue en este período cuando se celebró por primera vez la así llamada “entrada voluntaria” o “voluntaria entrega” de Kabardino-Balkaria a Rusia como ejemplo de “amistad entre los pueblos” y de la “aspiración centenaria de los montañeses caucásicos de unirse a la Rusia progresista”. Celebraciones similares se establecieron en Osetia del Norte e incluso en la mismísima Chechenia (conquistada por Rusia en 1859 después de una lucha de 25 años bajo el mando del Imam Shamil), y que estaba en estado de rebelión constante hasta el establecimiento del poder soviético en la década de 1920. La “voluntaria entrega” de Kabardino-Balkaria a Rusia es una especie de “símbolo de fe” (en Rusia) para la élite política de la república, una especie de mantra que debe repetirse para demostrar su devoción al centro federal, recibiendo a cambio una parte del presupuesto federal ruso. Por lo tanto, cualquier idea que contradiga esta posición, aun basándose en hechos históricos, se considerará una amenaza personal para los que están en el poder.

Después de la desintegración de la Unión Soviética, las tierras habitadas por los circasianos formaron tres repúblicas (Kabardino-Balkaria, Adygeya y Karachaevo-Cherkesia), donde viven separados por grandes comunidades no-circasianas, principalmente rusas. Grupos más pequeños viven en Krasnodar Krai, Osetia del Norte y Stavropol Krai. Pero a pesar de esta división política, todos ellos consideran que forman parte de una sola nación. Fue en esta época, durante el período de liberalización del mandato de Yeltsin, cuando se proclamó en 1992 el Día del Recuerdo de las Víctimas Circasianas de la Guerra del Cáucaso, estableciendo el día 21 de Mayo como día de luto nacional. No hubo desacuerdos entre los líderes y activistas del movimiento nacional circasiano sobre este tema. El gobierno de Kabardino-Balkaria en 1992 emitió un decreto sobre el reconocimiento del genocidio del Cáucaso en la guerra ruso-caucásica, decreto que fue oficialmente sellado y firmado por las figuras políticas más importantes de las tres repúblicas del Cáucaso Norte: Adygea, Karachay-Cherkessia y Kabardino-Balkaria. Hoy en día, las autoridades de la región intentan no recordarlo.

La realidad del mundo circasiano contemporáneo se ha formado, pues, en medio de grandes eventos geopolíticos, como el constante conflicto entre los imperios ruso y otomano en los siglos XVIII y XIX, la revolución bolchevique, la caída del Imperio Otomano, la Segunda Guerra Mundial y el conflicto del Oriente Medio, entre otros. A principios de la década de 1990, los circasianos tenían tres problemas geopolíticos principales por resolver. El primero era la unificación de su mundo con el desarrollo de estructuras estatales en los territorios históricos. La ruptura de la URSS y la formación de 3 repúblicas dentro de la Federación de Rusia (Kabardino-Balkaria, Adygeya y Karachaevo-Cherkesia), aceleraron enormemente el proceso de construcción del Estado circasiano. Cada república nombró su propio presidente, gobierno, parlamento, constitución, y el idioma circasiano se convirtió en idioma oficial en las 3 repúblicas. Las primeras constituciones de estas repúblicas incluso entraron en conflicto con la ley federal por cuanto se basaban en sus intereses etno-políticos. Así, en la república de Adygeya, la identidad nacional circasiana era tan predominante que el parlamento fue renombrado Khasa (a la antigua usanza circasiana), y la antigua bandera circasiana se convirtió en la oficial de la república. Además, se impulsaron medidas para la reunificación de los circasianos de acuerdo con los principios étnicos y lingüísticos al objeto de acercar a Kabardino-Balkaria, Adygeya y Karachevo-Cherkesia; en 1992, las repúblicas firmaron un Tratado de Amistad y Asociación, al que siguió como logro más significativo el que se sustanció en 1997 con el establecimiento del Consejo Interparlamentario de las 3 repúblicas. Por otra parte, la guerra georgiano-abjasia (1992-1993) supuso una reafirmación de la identidad nacional circasiana, ya que consideran que Abjasia forma parte de su mundo (el idioma abjasio pertenece a otra rama de las lenguas abjasio-circasianas). Por esta razón, los circasianos de Rusia respondieron enérgicamente a la guerra con protestas masivas, cortes de carreteras federales, comités de mujeres, periodistas y escritores, etc. Más de 1500 voluntarios del regimiento de Nalchik (capital de Kabardino-Balkaria) participaron en la guerra y, de hecho, capturaron el gobierno pro-georgiano en Sujumi el 27 de septiembre de 1993 levantando la bandera circasiana en la parte superior del edificio del gobierno. La diáspora circasiana también estuvo muy activa desde los primeros días de la guerra organizando reuniones, haciendo llamamientos a sus gobiernos (Turquía, Siria, Jordania…) y enviando ayuda humanitaria. Abjasia tiene su propio embajador en Nalchik. El mundo circasiano también siguió apoyando a Abjasia después de la guerra, y así todas sus delegaciones dispersas en el mundo se reunieron en Sujumi para celebrar el reconocimiento ruso de la independencia de Abjasia en agosto de 2008.

El segundo problema a resolver era la repatriación de los exilados en la diáspora (Turquía-3.000.000, Siria-80.000, Jordania-65.000, Israel-3.595, Estados Unidos-9.000, Alemania-40.000, Países Bajos-500) y que ​​no tuvieron la oportunidad de inmigrar al Cáucaso hasta principios de la década de 1990. En 1993, alrededor de 3.000 circasianos volvieron a Nalchik y 1.000 a Maykop. Pero las realidades postsoviéticas, la inestabilidad del Cáucaso después del comienzo de la guerra en Chechenia en 1994 y el complicado proceso de obtención de la residencia temporal y la ciudadanía rusa lo ralentizaron.

El tercer y fundamental problema reside en la falta de reconocimiento por parte del Kremlin de la existencia de genocidio contra el pueblo circasiano, porque su aceptación cambiaría el equilibrio étnico en el Cáucaso Norte, al permitir que muchos de los 5 millones de circasianos en la diáspora regresen a sus hogares, y además porque inevitablemente provocaría más preguntas sobre las políticas imperiales de Rusia en otros lugares. Así pues, Rusia se niega a reconocer la conquista y la limpieza étnica de los circasianos; desmiente que se tratara de un genocidio; rechaza que utilizara la fuerza militar, el hambre y la enfermedad al expulsar a la mayoría de la población circasiana (90%) de su tierra natal en el norte del Cáucaso en el XIX; y repite hasta la saciedad que está decidido a luchar contra las “falsificaciones de la historia”. Moscú considera solo “verdaderas” sus interpretaciones de la historia, las del resto son “falsas”. La historiografía rusa niega que se tratara de conquistas, sino más bien misiones “civilizadoras” y “beneficiosas” para las personas conquistadas porque fueron “rescatadas de su estado de barbarie”, y se refiere a las áreas conquistadas, machacona y reiteradamente, como “unidas voluntariamente a Rusia”.

Pero la cuestión circasiana socava la versión “correcta” de la historia rusa. Los circasianos saben que Rusia conquistó sus territorios y destruyó su nación, son conscientes de su historia, y esta autoconciencia muestra los límites de la propaganda estatal rusa. El movimiento circasiano ha estado muy activo desde 1990, ha desarrollado una clara ideología y ha realizado esfuerzos significativos para lograr sus tres objetivos estratégicos. El genocidio ha sido reconocido por los parlamentos de Kabardino-Balkaria (1992), Adygea (1996), Abkhazia (1997) y Georgia (2011). Las reivindicaciones del reconocimiento del genocidio se intensificaron con los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Sochi (2014), casualmente el lugar exacto donde ocurrió uno de los peores episodios de la tragedia. Sochi fue la última capital de la Circasia independiente hasta 1864 y el lugar de las últimas batallas de la guerra, desde cuyo puerto la mayoría de los circasianos fueron deportados al Imperio Otomano. Para Rusia, el objetivo principal de la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi era dar carpetazo a todos los rastros de la guerra que dieron lugar al genocidio, y a la corroboración categórica de su negación histórica (hoy mismo acontecimientos deportivos similares ocurren con la celebración de las 3 primeras etapas del Giro de Italia en Israel que los instrumentaliza políticamente para ocultar y legitimar ante el mundo sus desmanes contra el pueblo palestino).

La repatriación de los circasianos comenzó en la década de 1990, pero se detuvo más tarde y aunque hoy permanezcan las restricciones, la agilización del sistema de visados (recientemente se estableció un acuerdo sin visado entre Rusia y Turquía) permite a muchos miembros de la diáspora circasiana visitar su patria. La particular situación de desamparo de la diáspora en Siria, que está sufriendo cruelmente los embates de la guerra, está provocando una intensificación de las manifestaciones de protesta que exigen un cambie de rumbo de Moscú que permita a los circasianos regresar a la tierra natal de sus antepasados.

Por último, también se ha abordado el problema de la división de las tierras circasianas con el objetivo de unir Kabarda, Adygea y Cherkessia en una República del Cáucaso dentro de la Federación Rusa (2008). Circasia debe ser reestablecida territorialmente en sus fronteras de 1763 en el momento del comienzo de la guerra ruso-caucásica, que incluiría todas las áreas circasianas despobladas por las autoridades imperiales rusas o divididas y perseguidas por los soviéticos. El pueblo circasiano, el más dividido en la Federación Rusa y el que tiene la diáspora más grande, constituye una nación que resistió la expansión imperial rusa durante más de un siglo, y que los rusos, luego los soviéticos, la dividieron en más de media docena de grupos étnicos para debilitarla y destruirla. Para que tenga una oportunidad de desarrollo en las difíciles condiciones actuales, debe unificarse en su patria histórica con un espacio político, económico y cultural común. El norte del Cáucaso está dividido entre el este y el oeste. La parte oriental, más religiosa y tradicional, que incluye a Daguestán, Chechenia e Ingushetia, encuentra un terreno común en esas tradiciones a la hora de organizar una confederación bajo una bandera religiosa. La parte occidental es la Cherkessia histórica, que fue destruida por Rusia en el curso de la guerra ruso-circasiana de 1763 a 1864. Hoy es multiétnica y los circasianos son una minoría, pero sus pueblos son más seculares y orientados hacia Occidente. Es completamente apropiado que vuelva a llamarse Circasia, un estado futuro para todos los pueblos que viven en él. Los túrquicos Karachays y Balkars son, de hecho, un pueblo único, que en la actualidad están divididos y podrán unificarse dentro de las fronteras de una Circasia restaurada. Lo mismo ocurrirá con los cosacos del Terek, Kuban y Don, quienes también podrán unificarse y convertirse en un solo pueblo independiente. Todos estos grupos tendrán derechos iguales a los de los circasianos y no serán tratados como minorías despreciadas.

Hasta hace bien poco, el movimiento circasiano post-soviético había sido impulsado y condicionado por el reconocimiento como genocidio por parte de Georgia de los trágicos acontecimientos de 1864, y por la celebración de los Juegos Olímpicos de 2014 en Sochi. Pero ahora, dos nuevos factores entran en acción que descolocan a Moscú en su intento de bloqueo y control. Por una parte, el creciente papel de los jóvenes en un movimiento nacional que históricamente estuvo dominado por sus mayores, jóvenes que eligen usar su propio idioma nacional con más frecuencia que aquellos y que se están alejando cada vez más de una identidad islámica a otra etnológica. Por la otra, la ira acumulada ante la negativa de Moscú a permitir que los circasianos en la Siria en guerra regresen a su tierra natal. Estos nuevos factores se están desarrollando precisamente en un momento en que aumentan las protestas en Rusia por el empeoramiento de la situación económica, todo lo cual está preparando un escenario propicio para que se pueda dar una colisión seria entre una nación recién despertada y un gobierno ruso cada vez más represivo.