La apariencia y la realidad

Hasta el 27 de octubre de 2017 la apariencia en la actuación del gobierno y de la mayoría independentista presente en las instituciones catalanas consistía en construir unas “estructuras de Estado” que a partir de ese mismo día se revelaron en realidad débiles o inexistentes. El Senado aprobó las medidas al amparo del artículo 155 de la Constitución y el gobierno español consiguió aplicarlas con éxito de manera inmediata y sin oposición. En el ciclo que abre la constitución del nuevo gobierno de la Generalitat y la retirada del artículo 155 CE, al que se añade el cambio de gobierno en España con la asunción del socialista Pedro Sánchez a su presidencia, la dinámica ha ser la contraria: aparentar en el ámbito discursivo un proyecto de reforma del actual marco constitucional mientras en la realidad se consolidan los factores de poder para hacer efectiva la República.

En este sentido, la primera lección que hay que apuntar de la experiencia vivida es que el grueso de estos factores de poder no se podrá desarrollar por el gobierno Torra sin ser perseguido por el aparato del Estado. Por eso son básicos instrumentos como el Consejo de la República o de otros núcleos de actuación exteriores que, realizando un trabajo perfectamente legal en el marco de un ordenamiento jurídico extranjero o del derecho internacional tanto público como privado, hilvanen las estructuras necesarias para alcanzar el control del territorio y de la población del Principado, así como el reconocimiento de otros estados, en un nuevo momento decisivo susceptible de concretarse en un futuro próximo.

En mi opinión esta acción deberá complementarse teniendo presentes dos circunstancias relevantes que marcarán el debate político de los próximos meses. La primera es la debilidad del gobierno Sánchez, que el independentismo puede reconducir en varios sentidos favorables. Por un lado, la feroz oposición a Sánchez por parte de la derecha española que ya se está manifestando se podría traducir (y el independentismo debería trabajar para acompañarla) en un debilitamiento del aparato del Estado español. Si la lucha política que se puede desatar entre las diversas facciones penetrara en las estructuras administrativas, judiciales y de seguridad españolas la ventana de oportunidad del independentismo se abriría considerablemente porque la respuesta a un gesto unilateral no sería monolítica como a partir del 27 de octubre.

Por otra parte, sabemos que el gobierno Rajoy estaba dispuesto a recurrir a la violencia más extrema para impedir la efectividad de la República. ¿Lo está también Sánchez? ¿Contaría Sánchez con los mismos soportes de los resortes profundos del Estado, lo que ahora se conoce por el ‘deep state’, para hacer frente a una situación excepcional o más bien se volverían contra él si expresa una actitud más deferente hacia el independentismo? Todas estos son datos que hay que empezar a proyectar incluso en un escenario de aparente normalización como el que se podría abrir en las próximas semanas. (Una normalización, sin embargo, que no será completa hasta que no se resuelva el principal legado de la anterior violencia ejercida por el Estado: los presos y los exiliados).

La segunda de las circunstancias relevantes que pueden condicionar favorablemente la culminación del proceso es la consolidación definitiva social e institucional del independentismo. En este sentido, las elecciones europeas y municipales del 2019 pueden impulsar el gran salto que ya no deje dudas sobre el carácter claramente minoritario del unionismo. Pero para completar este cuadro de la mejor manera para los intereses del independentismo hay que poner ahora mismo los máximos esfuerzos en una tarea que en estos momentos se presenta muy ardua: lograr candidaturas unitarias del independentismo allí donde el unionismo es más fuerte, es decir, en Barcelona, ​​su área metropolitana, la ciudad de Tarragona y la línea de la costa y la ciudad de Lleida. Como lo insinúan todos los análisis electorales en estas áreas, el entendimiento entre las fuerzas independentistas al margen de sus programas socioeconómicos es esencial para alzarse con la victoria. Hay que tener presente que la responsabilidad de los diversos dirigentes en el ámbito local es máxima porque nos jugamos, ni más ni menos, que el proyecto hasta ahora vivido en la elucubración ante la intransigencia opresiva del Estado se convierta, finalmente, en una realidad democrática incontestable.

EL PUNT-AVUI