Jordi Graupera y el reto de convertir Barcelona en una ciudad global

En marzo de 2018, el filósofo Jordi Graupera presentaba la iniciativa ‘Primarias Barcelona 2019’ con el objetivo de crear una lista unitaria independentista para las elecciones municipales. Las Primarias permitirían escoger los representantes públicos a partir del apoyo social que cada candidato recibiera, pero lo que Graupera propugna no es sólo un reto práctico sino también teórico, que se concreta en un cambio cultural en torno a cómo entendemos las ciudades y qué papel desarrolla la cultura.

En 1991, la socióloga y economista Saskia Sassen acuñó el término “ciudad global”. La americana defendía que las ciudades se debían convertir en puntos clave a nivel económico, hasta conseguir tejer una red de espacios urbanos conectados que hicieran más fáciles las transacciones financieras. A medida que han ido pasando los años, el concepto se ha ido consolidando y expandiendo, yendo más allá de la economía y convirtiendo el sector cultural en uno de sus factores determinantes.

En Barcelona, el filósofo Jordi Graupera ha abanderado de la idea de “ciudad global” y la ha convertido en la base de su discurso a la hora de hacer realidad el proyecto ‘Primarias 2019’. Aparte de crear una lista independentista elegida por la sociedad y ganar las elecciones municipales de Barcelona, Graupera quiere llevar a cabo un cambio de cultura política: “por primera vez en la historia, las ciudades dependen de su talento. A Barcelona le basta con activar las energías intelectuales y creativas que hay en la ciudad”, decía en una entrevista en El País (1).

Se trata de ver las primarias como un “factor de renovación de las maneras de hacer política”, según un twit de Ferran Mascarell, exconsejero de Cultura, dando apoyo público a la iniciativa. Mientras en Cataluña y en España dos nuevos gobiernos comienzan a entrar en acción, los votantes independentistas perciben una sensación de estancamiento y se preguntan qué vías quedan abiertas para llegar a la autodeterminación. Graupera marca un camino a seguir para los próximos años: convertir Barcelona en una ciudad de primer orden, representante de Cataluña en el mundo.

La propuesta tiene como punto débil que no quiere dedicar energía a convencer a nuevos independentistas -lo que se llama ampliar la base-, aunque lucha por ejercer la democracia hasta sus límites, da la palabra a la sociedad y obliga a los partidos a competir y colaborar. “O más democracia y más ciudades, o más autoritarismo y más estados”, sentenciaba el filósofo en la conferencia que pronunció en el Teatro Victoria en el mes de marzo. Graupera quiere entrar en la batalla global por el papel de las ciudades, poniendo Barcelona a la altura de Nueva York, Chicago, Sidney o Berlín.

Parag Khanna, experto en relaciones internacionales y autor de varios bestsellers, es uno de los teóricos que más ha explicado al mundo la importancia de tener un territorio urbano bien conectado. Este estadounidense nacido en la India recalca que las ciudades están teniendo y tendrán un rol importante en la evolución de las sociedades, en su mayoría por tres motivos: primero, porque el mundo es urbano; segundo, porque la mayoría del poder económico se concentra en ciudades, lo que las convierte en elementos esenciales a la hora de entender la economía mundial; y tercero, porque estas están conectándose entre ellas cada vez más, creando nuevas estructuras diplomáticas.

Cada cinco años, el Consejo de Inteligencia Nacional de Estados Unidos -que aconseja al director de la CIA- publica un estudio que investiga las implicaciones a largo plazo de las tendencias globales. En 2013 tituló el documento “Alternative Worlds” y desgranó algunos escenarios sobre cómo sería el mundo al cabo de una generación. Es decir, en el año 2030. Uno de sus apartados, y el más incierto, se titulaba nada menos que “Nonstate World”: un mundo sin estados.

En este artículo (2), el mismo Khanna reflexionaba sobre las líneas básicas de las propuestas de “Nonstate World”. El experto citaba el País Vasco y Cataluña como ejemplos de espacios que buscan la máxima autonomía fiscal y política respecto a un territorio mayor, en este caso España. Hay que especificar que Cataluña es un lugar donde se mezclan diferentes conflictos que, de entrada, si quiere independizarse de España no es por la voluntad de convertirse en un territorio del futuro -que también-, sino por cuestiones culturales y territoriales.

En cuanto a la tendencia de la ciudad global, en el territorio catalán se mezclan dos aspiraciones: primero, la de tener un Estado propio que entienda, defienda y muestre al mundo la identidad real del territorio; y segundo, la de transformar Barcelona en una ciudad a la altura de los estándares mundiales. Parag Khanna acaba el artículo citado diciendo que “más fragmentación y división, incluso nuevos estados soberanos, son un paso crucial de un proceso más largo que se encara a la construcción de una estabilidad transnacional”.

Construir una ciudad global sobre un país aún no identificado como tal convierte a Barcelona en un caso doblemente complicado y hace el reto aún mayor. En el siglo XXI, los ciudadanos también son globales: gracias a los avances tecnológicos, las personas tienen mucha facilidad para moverse por el mundo e incluso hacer vida fuera del país donde se han criado. Pero no estarán protegidas ni reconocidas si no vienen de territorios identitariamente definidos, culturalmente respetados y política y legislativamente cubiertos. Por eso algunos expertos se echaron las manos a la cabeza cuando se destapó el caso del máster falso de Cifuentes: es sólo un ejemplo de cómo las malas prácticas de un territorio pueden dañar la credibilidad de sus ciudadanos a la vista de organizaciones exteriores. En este caso, la universidad pública española queda cuestionada. Idealmente, el territorio de donde provienes debe poder escudarte cuando estás fuera.

Los expertos aseguran que en un mundo con menos delimitaciones territoriales, las ciudades globales conseguirán que sus ciudadanos piensen más allá de los límites nacionales e integren sus proyectos en los mercados regionales e internacionales de una forma rápida y directa. “Más que tener que pasar por la mediación de un gobierno central, este [el de las ciudades globales] es el camino más seguro para mejorar el acceso a los bienes y servicios básicos, reducir la pobreza, estimular el crecimiento y aumentar la calidad de vida”, cree Khanna. Además, en el estudio “Nonstate World” leemos que la tendencia ayuda a que individuos y grupos pequeños de gente puedan empoderarse y que aumente el poder de los actores no estatales.

Hay que ver cómo toda esta teorización sobre la ciudad global se aplica a Barcelona: las nuevas ideas están llegando a la capital, pero de momento no se traducen en mejores condiciones para sus habitantes. Estamos, como las otras grandes ciudades, en un momento de cambio. La editorial de la edición del mes de abril del 2018 de la revista ‘Barcelona Metrópolis’ (3) decía que “dentro del mercado de valores de las ciudades, Barcelona cotiza al alza y atrae población foránea de todos los estratos sociales […] Una alta cotización, sin embargo, no se traduce necesariamente en prosperidad”.

El ejemplo que se utiliza es el de la cotización inmobiliaria, que ha despuntado más que la capacidad adquisitiva de los barceloneses para hacer frente al alquiler o a la compra de vivienda. El mundo avanza a pasos agigantados, pero la sociedad se adapta a ello progresivamente. El editorial acababa mencionando algunas de las soluciones que también destacan los teóricos de la ciudad global: “El bienestar no se podrá medir únicamente en términos de renta, sino también de acuerdo con su retorno social, cultural y ecológico”.

 

El papel de la cultura en una ciudad global

El martes, 29 de mayo, Jordi Graupera reunió en la ‘Nau (Nave) Bostik’ a un centenar de representantes del mundo cultural barcelonés. Era el primero de los varios debates sectoriales que el filósofo tiene previsto llevar a cabo para discutir las necesidades de la ciudad, en el marco del proyecto ‘Primarias 2019’. Al acto también asistieron algunos representantes políticos, como el ya mencionado Ferran Mascarell, la nueva consejera de Cultura, Laura Borràs, y el diputado de Juntos por Cataluña, Francesc de Dalmases.

El solo hecho de que el acto tuviera lugar en la ‘Nave Bostik’, en el barrio de La Sagrera, es significativo. En 2012, el New York Times publicaba un artículo titulado “Follow the Drip of Paint” (4) -“Sigue las gotas de la pintura”- donde se explicaba que para asegurar el desarrollo de una ciudad, había que seguir a sus artistas. La tesis era que estos suelen vivir en barrios marginales pero asequibles, y que los acaban transformando positivamente hasta el punto de que hacen crecer su valor y terminan llamando la atención de las empresas.

Justamente esto es lo que ha pasado con la digitalización: las naciones están optando cada vez más por el sector cultural como estrategia para crear nuevas posibilidades en unos sectores sociales y económicos que se encuentran a la espera de a dónde les llevarán los avances tecnológicos. Lily Kong, profesora de la ‘Singapore Management University’, habla del término “ciudades culturales globales” e indica que las urbanizaciones que quieren tener este rol “reconocen que no pueden depender sólo de la economía”. Es decir, se valora el potencial de las artes como catalizadoras del desarrollo económico, como explica la revista especializada ‘The Protocity’ (5).

Por un lado, este planteamiento puede despertar críticas porque liga el arte con el progreso económico y tecnológico, y puede ser entendido como una perversión de la cultura. Pero no sería el primer período de la historia del arte en que éste ha sido implicado en su contexto socioeconómico. Sólo hay que ver las obras políticas que han surgido en momentos conflictivos, o su opuesto, el arte que ha querido alejarse de cualquier significación política precisamente como respuesta a la primera tendencia. En Barcelona, el mismo ‘Centro de Cultura Contemporánea’ (CCCB) estimula el conocimiento del futuro a través del arte. El sector cultural brinda la posibilidad de experimentar con proyectos a modo de prueba y error: las investigaciones artísticas pueden o abrir campos útiles o diversificarlos inútilmente, pero nunca cerrarlos. Y eso las convierte en un laboratorio importante.

Pero hay que encontrar un punto medio entre el buen estado que el arte puede aportar a las ciudades globales, y la pérdida de identidad de éstas. Uno de los casos que cita ‘The Protocity’ es el de Abu Dabi: los emires la están convirtiendo en una capital cultural puntera, pero todo funciona a golpe de talonario y no hay iniciativas creadas de abajo hacia arriba, ni tampoco proyectos que salgan de la base para cohesionar culturalmente la ciudad. Es un error en el que Barcelona no puede caer.

Otros factores que pueden contribuir a que una supuesta ciudad global no consiga serlo son, por ejemplo, una entrada tardía en la economía mundial contemporánea, unas instituciones débiles o un nacionalismo demasiado cerrado. Como algunas ciudades asiáticas ya saben -Beijing, Shanghai, Hong Kong, Taipei o Singapur-, las naciones avanzadas caminan hacia una economía basada en el conocimiento y orientada hacia los servicios. El capital humano es vital para las ciudades tecnológicas.

Para analizar cuál es la situación actual de los agentes culturales barceloneses, Jordi Graupera reunió en un debate a la editora Eugenia Broggi, a la dramaturga y poeta Estel Solé, a la artista Mireia c. Saladrigues, al músico y profesor Ramon Faura, al director de la ‘Nave Bostik’ Xavier Basiana, y a la poeta María Cabrera. Graupera les preguntó cómo se vive siendo un creador en la ciudad de Barcelona, pero las respuestas terminaron derivando hacia reflexiones globales sobre el hecho de ser artista. Sólo en algunos momentos determinados el tema volvió a la ciudad.

Broggi, por ejemplo, apuntó que los políticos están muy cerca del mundo cultural a nivel personal, pero que luego “no ayudan lo suficiente”. Por su parte, y participando desde el público, la editora Maria Bohigas puso ejemplos concretos sobre las dificultades para hacer que todos participen en el sistema cultural: “Barcelona no tiene un conservatorio en cada barrio, lo que favorecería el aprendizaje y el consumo cultural familiar”, decía, o “La ciudad es tan pequeña que es difícil criticar a alguien, y se termina haciendo una suma de tolerancias”.

Sin embargo, el debate, que quería ligar la cultura con el hecho de construir una ciudad global, tuvo como protagonista principal el choque entre dos posiciones: la de Ramon Faura, que decía que la cultura no era un bien de primer orden como lo podría ser un trozo de carne, y que por tanto era mejor abandonar el victimismo y entender que para la gente ésta no fuera relevante; y la de Mireia C. Saladrigues , que quería argumentar que la cultura no se puede comparar con un trozo de butifarra. En defensa de este argumento salió Enric Vila, periodista que defendió que el discurso cultural sirve para crear un imaginario sobre un país y que hay que darle un papel relevante.

Esta última es la visión sobre la que se sustenta la idea de una ciudad cultural global. Al debate en cuestión, sin embargo, le faltó la modernidad que precisamente se necesita. Ninguno de los ponentes representaba el mundo digital, la era ‘YouTube’ o la era ‘podcast’, que son canales relevantes para el siglo XXI y que una cultura catalana fuerte necesita estimular. La automatización, la robotización y el cambio climático no tuvieron lugar en este debate sectorial. “No nos sobra ningún neurona, necesitamos la vanguardia. Cuando Barcelona se hace fuerte, choca con el Estado y con los intereses privados”, indicaba Graupera en la primera conferencia del Teatro Victoria. Hay que tenerlo presente, y avanzar así hacia la transformación de Barcelona en una ciudad que pueda dialogar de tú a tú con cualquier otra gran urbe mundial. Con Primarias, o sin.

(1) https://elpais.com/ccaa/2018/05/24/catalunya/1527167956_148591.html

(2) https://www.nytimes.com/2013/10/13/opinion/sunday/the-end-of-the-nation-state.html

(3) http://lameva.barcelona.cat/bcnmetropolis/dossier/els-reptes-de-la-gentrificacio/

(4) https://www.nytimes.com/2012/03/18/realestate/follow-the-drips-of-paint.html?pagewanted=all&_r=0

(5) http://theprotocity.com/high-end-art-and-the-quest-for-global-city-status/

 

NÚVOL

https://www.nuvol.com/noticies/graupera-i-el-repte-de-convertir-barcelona-en-una-ciutat-global/?utm_source=Subscriptors+de+la+Newsletter+de+N%C3%BAvol&utm_campaign=61bef5bcef-EMAIL_CAMPAIGN_2018_05_22_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_b03a8deaed-61bef5bcef-238273909