Jordi Graupera: ‘La falta de preparación después del 1-O era psicológica y no material’

Entrevista al filósofo, periodista y promotor de unas primarias abiertas del soberanismo para las municipales de Barcelona

 

Jordi Graupera se ha propuesto sacudir el panorama político barcelonés en las próximas elecciones municipales. Falta un año para los comicios y el soberanismo reflexiona sobre la fórmula para desbancar a Ada Colau, que gobierna con tan sólo 11 de los 41 concejales del consistorio. El sistema electoral prevé que, si no hay ninguna mayoría absoluta, pueda gobernar el ayuntamiento el partido más votado. Esta circunstancia favorece presentar una fórmula que pueda dar al soberanismo la primera posición dentro de un año. Y Graupera propone hacerlo con unas primarias abiertas para hacer una lista que reúna a las formaciones independentistas, excepto la CUP. En esta entrevista, hablamos de las razones de esta propuesta por Barcelona, ​​los caminos que ya se han explorado, la exclusión de la CUP, el combate global entre ciudades y estados y, evidentemente, la relación de todo esto con la política catalana, el referéndum del 1 de octubre y la gestión posterior de aquel resultado sobre la independencia.

 

-¿Ha tenido la respuesta que esperaba a la propuesta de primarias?

-La respuesta es mejor que la esperada. Teníamos expectativas sobre varios aspectos. La convocatoria del acto de presentación, la respuesta y el impacto de las cosas que se dijeron, la reacción de los partidos y el apoyo de la gente. Son cuatro elementos que queríamos saber cómo irían. Ya preveíamos que la gente de base nos daría más apoyo que los partidos. Es lógico que tengan una reticencia de entrada, porque la propuesta es de largo recorrido. Es una idea que costará hacer penetrar, como siempre ocurre en la política catalana y barcelonesa. Pero las inscripciones a la conferencia, la asistencia bestial de la gente, la reacción que tuvieron durante la conferencia, la reacción y el eco de los medios -con cuarenta o cincuenta periodistas acreditados-, las pequeñas aperturas que han hecho los partidos, y el apoyo explícito de firmas de mucha gente, todo ello funcionó bastante bien. Ahora ya tenemos cerca de 15.000 firmas. Es más que no esperábamos tres semanas después de haber abierto la propuesta. Estamos satisfechos. También tenemos 400 voluntarios que se han apuntado para ayudarnos a impulsar el proyecto.

 

-¿Quién impulsa este proyecto, más allá de Jordi Graupera?

-Hay particulares expertos en algún ámbito de interés de la ciudad. Ingenieros, economistas, politólogos, libreros, comerciantes, etc., que se han puesto en contacto con nosotros para poder participar en la concepción del proyecto. Tenemos una crisis de crecimiento. El grupo de gente que hemos montado esto es un grupo que tiene un interés claro por la vida pública pero que no se ve entrando en un partido político. Y este grupo se ha multiplicado y estamos en un proceso de formalizar todo esto. Haremos una asociación que tendrá el objetivo de incrementar la participación política en Cataluña. Haremos una recogida de fondos para poder financiar las campañas y todas las actividades necesarias para hacer que sea un tema central de la política catalana en los próximos meses.

 

-¿Quiénes son estas personas del núcleo impulsor? ¿Qué nombres hay?

-Todavía no haremos públicos los nombres. Pronto haremos una presentación pública, y entonces ya saldrán los nombres, que tienen en común que son personas sin una gran proyección pública. No son periodistas, políticos ni gente muy presente en los medios. Son gente que ha trabajado desde la base, activistas, académicos, gente que ha vivido fuera del país y que quiere volver y participar. Tenemos grupos de trabajo sobre diferentes ámbitos. Y queremos hacer un gran esfuerzo para desligar la propuesta concreta de primarias abiertas de mi candidatura concreta. Es importante que la cosa que funcione sean las primarias, más allá de mi opción como candidato. En la conferencia del otro día hice un gran esfuerzo para separar una cosa de la otra.

 

-¿Y todo esto quién lo paga por el momento?

-De momento, hemos tenido que pagar dos cosas. El evento del día 20 en el Teatro Victoria. El alquiler del teatro, por un lado, y la web, el diseño gráfico, etc., por otro. El alquiler del teatro lo he pagado yo de mi bolsillo. He pedido un crédito para poder pagarlo. No ha puesto dinero nadie más. El resto se ha hecho con trabajo voluntario. La imagen gráfica, el vídeo promocional, la web, la gestión de prensa, todo eso lo ha hecho un grupo de gente ‘pro bono’. Pero esto tiene un límite. El voluntarismo tiene un límite. Por ello articularemos la asociación y recogeremos dinero para pagar estas cosas. Y lo haremos de manera completamente transparente. Nadie pagará nada a escondidas.

 

-¿Ha hablado algo más de esto con los partidos? ¿Hay alguna exploración más allá de las valoraciones públicas?

-La reacción de resistencia de los partidos es la esperada. Hemos hecho una propuesta que pone en cuestión la autoridad que las direcciones de los partidos tienen sobre la confección de las listas y programas. Y proponemos trasladar esta autoridad a la gente con un proceso participativo que elija a las personas, pero también las ideas que se defenderán. Antes de la conferencia, expliqué la propuesta a los representantes de Demócratas, de Esquerra y del PDECat. Ya sabía que su reacción no era positiva, pero tampoco de cerrarse en banda. En ERC es donde son más herméticos.

 

-¿Por qué?

-Quizá son los que tienen menos incentivos de entrada, porque piensan que pueden ganar solos. Yo pienso que es un error. En las primarias del PDECat, Carles Agustí ha dado apoyo explícito a la propuesta, mientras que Neus Munté pide más concreción, pero se muestra también abierta a hablar. Los Demócratas harán una consulta a la militancia, pero la dirección parece que es favorable a la idea. Y también lo es Solidaritat, que tiene algunos representantes municipales en todo el país. Soy consciente de que esto que propongo no es tan sólo un mecanismo de selección de personal. Es una propuesta hecha a partir del análisis de que necesitamos un cambio de cultura política. Y por lo tanto, es un proceso difícil, largo y costoso. Debemos ser pacientes.

 

-No habla nunca de la CUP. ¿Por qué?

-Buena pregunta. Tampoco la llamé a la conferencia. Me puse en contacto con ellos en algún momento antes para explicárselo. Pero no encontramos el momento. Y no es ninguna excusa que dé ahora. Mi reflexión sobre la CUP es la siguiente. Yo no soy nadie para decir a la CUP que debe quedar al margen de lo que propongo. Son los que más explícitamente han dejado claro que no quieren estar en ello. Pero si la CUP decidiera participar, me parecería fantástico. Mi impresión es que la CUP tiene un capital político que se basa en su capacidad de decir que no.

 

-¿Decir no como capital político?

-Tienen una gran capacidad de resistencia cuando el carril central del soberanismo entra en procesos de toma de decisiones que dependen de agendas políticas particulares. Resisten y dicen que no. Y a veces aciertan y a veces, no. Pero en momentos muy importantes han sido decisivos porque han sido capaces de decir que no. Y a mí me gusta que se conserve este espacio. Pero es mi opinión personal. Insisto en que si deciden apuntarse, estaría muy bien. Y también es cierto que su posición ideológica anticapitalista les hace ocupar un espacio político radicalmente diferente de los otros partidos soberanistas dentro del marco de las instituciones liberales. Es necesario que su espacio se preserve y se exprese de una manera diferente.

 

-¿Ya le han ofrecido ocupar alguna posición destacada en las listas de un partido o de otro?

-A lo largo de mi trayectoria pública o periodística, varios partidos me han ofrecido varias cosas. Ir en una lista electoral, ocupar cargos orgánicos y acceder a cargos de gestión o gobierno. Siempre he dicho que no. Evidentemente, en el proceso de estas municipales de Barcelona también ha pasado. También me han ofrecido, antes y después de la conferencia, participar en una candidatura. Yo he dicho que no. No porque no esté dispuesto a ser parte de una lista que encabece alguien. Pero yo digo que esto nos lo tenemos que ganar todos en unas primarias. Cualquier posición en una lista. Y hay que ganárselo a partir de ideas que tengamos para la ciudad y no a partir de nuestra capacidad de impactar en una serie de titulares de prensa. No hago nada de esto para garantizarme un lugar en una lista.

 

-Si la propuesta no acaba siendo aceptada por los partidos, ¿presentará una candidatura igualmente?

-La respuesta es que no lo sé. Y he decidido que no saberlo es lo mejor que puedo hacer. Porque si decido que sí, tendré incentivos para hacer cosas diferentes de continuar proponiendo hasta el final hacer unas primarias. Que es lo que quiero hacer. Y si decido que no, los partidos pueden ignorar la propuesta. Pero lo más importante es que es una decisión que no puedo tomar solo. Si llegamos dentro de unos meses a un contexto en el que nuestra propuesta tiene apoyo de mucha gente, y los partidos independentistas continúan en la suya, entonces esta decisión deberá tomarse colectivamente, con la gente que se debería comprometer y la gente que ha participado en el movimiento para hacer posibles las primarias.

 

-¿De qué experiencias bebe este modelo que propone? ¿Es una inspiración norteamericana?

-Bebe de Cataluña. He intentado explicarlo en mis artículos a partir del 1 de octubre. Hablo de este cambio de cultura política. Pienso que hay una ruptura entre las cosas que se hacen, se dicen y se piensan fuera del espacio político, y lo que se dice, se hace o se piensa dentro de las instituciones y partidos. Hay un proceso de voluntad de participación pública y disposición de talento al servicio de la sociedad que no tiene correspondencia por parte de los partidos. Nuestra tradición nos enseña que existe un tejido social muy acostumbrado a la participación.

 

-¿Una sociedad civil muy fuerte?

-El voluntariado, las consultas, la sociedad civil organizada en el ámbito social y cultural, los ateneos, las entidades de barrio, los sindicatos… Todo esto no es ninguna novedad. Forma parte de nuestra tradición. Ahora hay que tomar toda esta experiencia, esta disposición y toda la fuerza de la sociedad civil y llevarla a la política. Es cierto que mi trayectoria en Estados Unidos me ha enseñado muchas cosas. Y he visto de cerca el sistema de primarias de las elecciones, que funciona bastante bien. El procedimiento de elección mejora a la gente, mejora a los candidatos, por sí mismo. Obliga a la autoexigencia. Los candidatos se esculpen en la relación con la gente. Es una fórmula que vincula de manera inexcusable el político con su fuente de legitimidad, que es la gente.

 

-También tiene peligros…

-Exacto. Sin primarias, no habría Donald Trump. Hay que valorarlo. Pero sin primarias, tampoco habría habido Obama, Reagan o Kennedy. No habría políticos que las estructuras de partido no quisieran promover. Por ejemplo, los debates públicos que hicieron Barack Obama y Hillary Clinton en las primarias del 2008 refinaron las ideas de ambos. Es muy impresionante cómo ayuda este modelo a mejorar a los candidatos y sus ideas. Por otra parte, viví de cerca el movimiento ‘Occupy Wall Street’. Mucha gente de mi entorno universitario estaba completamente implicada en el mismo. Se generaron culturas periodísticas y culturas políticas nuevas. Fue muy interesante. Como también el movimiento Bernie Sanders. Lo pude ver de cerca. Pero hay muchas experiencias en el mundo que permiten aprender y que podemos estudiar e incorporar cuando las encontramos interesantes.

 

-¿La propuesta tiene también el objetivo de fijar horizontes concretos al independentismo en un momento de desorientación?

-No. La propuesta que hago para Barcelona nace de una preocupación de hace muchos años. He hablado poco estos años en la radio y la televisión porque es un tema que no se trata mucho. Hace tiempo que reflexiono. La cuestión urbana es mi cuestión como hijo de Barcelona. Me interesa mucho. En una entrevista anterior, Me preguntataron si preparaba mi paso a la política. Y es evidente que la política siempre ha formado parte de mi interés. También la política municipal. Y me parece que en Barcelona es donde está el agujero más grande de discurso. Casi siempre se reduce el debate de Barcelona sobre marcos pequeños. Por ejemplo, tranvía sí o tranvía no. O red ortogonal sí o no. Pocas veces nos atrevemos a hacer una reflexión mayor sobre qué significa Barcelona. Es una pregunta verdaderamente peligrosa. Hay una especie de amnesia colectiva sobre la ciudad y que puede ser en un futuro, teniendo en cuenta las fuerzas latentes de Barcelona.

 

-¿Nada que ver, por tanto, con el momento de la política soberanista catalana?

-Bueno, ya he dicho más de una vez que creo que ahora mismo la política en el parlamento está muerta. Pienso que el margen que tiene la política del país en el Parlamento y en la Generalitat es prácticamente nulo. Y esta situación es también extensible a parlamentos de muchos lugares de Europa. Mientras tanto, hay un renacimiento de las ciudades. Hay una sensualidad de la política municipal que vuelve a ser protagonista y que es la gran enemiga de las tendencias autoritarias que comienzan a imponerse en las cancillerías y las entidades supranacionales. Hay un movimiento de resistencia a las ciudades en defensa de la democracia. Porque el modelo urbano es la concreción material de los principios democráticos.

 

-¿Una tendencia global?

-Es una tendencia de nuestro tiempo que en Cataluña se expresa por medio de su conflicto nacional. Barcelona es capital, en este sentido. Es capital en el sentido de que es muy importante y es un capital que tenemos y que debemos saber aprovechar y poner en funcionamiento para no quedar ahogados. Pero, respondiendo a la pregunta: independientemente de lo que hubiera pasado en octubre, habríamos hecho igual. La necesidad de Barcelona es independiente de la situación concreta de Cataluña, el 155, el referéndum y la república. Sí que es cierto que tal vez una parte del éxito que hemos tenido es porque hay una necesidad de proyecto concreto y claro.

 

-¿Tiene sentido extender esta propuesta a otras ciudades del país?

-Sí. De hecho, hay gente que se ha puesto en contacto con nosotros para pedirnos asesoramiento, ayuda o apoyo para hacer esto mismo en más ciudades. Y les hemos dicho que sí a todos. No haremos injerencia. Cuando hablamos de Barcelona como capital, no hablamos de una Barcelona centralista. No pretendemos reproducir el modelo español o francés en Cataluña. La propuesta que hacemos sólo funciona si es verdad. Sólo puede funcionar si hay un impulso democrático real surgido de la población que se lo cree y se compromete. Si es algo diseñado para una gente en una mesa de reuniones, entonces no funcionará y tendrá los mismos vicios que tiene nuestra política a derecha e izquierda. En las elecciones del año que viene existe el riesgo de que el voto unionista se agrupe alrededor de Ciudadanos y la ley electoral les regale alcaldías. Este problema también hay que tenerlo en cuenta.

 

-Hablando de Cataluña, ¿cree que se puede recuperar el hilo del 1 de octubre?

-Aquellos días de octubre dije -y aún lo pienso- que cuanto más días pasen, más difícil sería todo. También dije que cuanto más se degradara la situación después del 1-O más probable era que hubiera violencia. Violencia de verdad. Y esto todavía lo pienso. Entonces había un espacio de legitimidad, autoridad y fuerza que permitía presentar la discrepancia con el Estado desde una posición de fuerza y democráticamente rica. Desde ese momento hasta ahora, hemos visto un proceso de degradación. No sólo del autogobierno, que ya era prácticamente inexistente, sino de nuestra capacidad de reacción política.

 

-¿A donde nos lleva este proceso?

-Me parece que vamos a una situación de largo recorrido. En esta situación, era muy importante que los primeros pasos fueran los correctos. Tenían que darnos la clase de fuerza que, en el momento de la verdad que hiciéramos aparecer en el futuro, nos permitiera acertar las ideas y las decisiones. Se dice que la primera semana de octubre no estábamos preparados y se habla de estructuras, los Mossos, etc. Y lo cierto es que la falta de preparación era psicológica y no material. No se había imaginado qué se podía hacer y cómo se podía hacer.

 

-¿Y estos primeros pasos del largo camino no se dan?

-Diría que no. Y la idea de las primarias forma parte de ello. La voluntad es un cambio de cultura política. Si conseguimos abrir la rendija de las primarias abiertas, esto puede tener un impacto político de veinte años. Si esto permite que gente potente que no hace política ahora la pueda hacer y se pueda implicar sin tener que pasar por el aro de los partidos, y permite que la gente que está dentro se obligue a repensarselo, solo con esto ya sería un primer paso ganado. No digo que tengamos que esperar veinte años. Y tampoco digo que no los tengamos que esperar. Pero hay que pensar transformaciones que nos den fuerza para encarar un futuro momento de la verdad para Cataluña.

 

-¿Y qué queda, del 1 de octubre?

-El 1 de octubre es una fuente de principios democráticos y vertebración del país. Es la primera vez que el país demuestra una actitud diferente de su política tradicional. Actúa de manera clara, rotunda, contundente e, incluso, sensual con el cuerpo. Como sucede siempre en la política catalana, corremos el riesgo de folklorizar el 1 de octubre y de convertirlo en una especie de Mayo del 68. En su momento, el Mayo del 68 fue algo magnífico para la gente que participó en él, pero rápidamente se convirtió en un pretexto para romantizar algunas ideas y no aplicarlas nunca. Tenemos que ser muy cuidadosos y evitar la folklorización del 1 de octubre. Hemos de sacar las lecciones políticas necesarias sin sentirnos psicológicamente secuestrados por ese momento. Y a cada paso que damos, beber de los valores democráticos que ese día emergieron.

 

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