‘Il padrone è vivo!’

Una de las piezas retóricas más socorridas de los comentaristas políticos es la frase de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: ‘Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi’. Esta frase cínica, pronunciada por Tancredi en ‘El gatopardo’, no tardará mucho en ser aplicada al ‘nuevo escenario’ propiciado por la caída de Rajoy. Lampedusa la formuló pensando más en la política italiana de la segunda mitad del siglo XX que en el Risorgimento. Por eso no es ningún capricho referirla a las alternancias políticas que han sostenido durante cuarenta años largos el régimen surgido del franquismo. Aquella frase ha hecho fortuna porque describe cuidadosamente el sentido de la Restauración de 1976 y explica que el turno pacífico que se instaló casi desde el principio salve la situación cada vez que el sistema de gobierno entra en crisis. La acritud y teatralidad de los gestos tienen, como los excesos temporales de los ‘garibaldini’, la virtud de desahogar las iras que de lo contrario pondrían en peligro la simbiosis de la élite con el Estado. Cuando le llegan las urgencias, el Estado muda de carcasa para salvarse.

Pero, puestos a citar en italiano, me parece más adecuada al momento actual una frase de ‘Novecento’, la gran película épica de Bernardo Bertolucci, estrenada precisamente el año en que España restauraba la monarquía. En este impresionante mural histórico, Bertolucci repasa la lucha de clases en Italia desde enero de 1901 hasta la caída de Mussolini en 1945. El día de la liberación, los agricultores quieren ajustar cuentas con el terrateniente Alfredo Berlinghieri, pero finalmente lo someten a juicio y ejecución simbólica. Entonces un partisano grita exultante: ‘Il padrone è morto!’ Pero el pueblo aún no ha tenido tiempo de saborear su empoderamiento, cuando ya llegan representantes del Comité de Liberación Nacional para recoger las armas. Los partisanos dudan, pero pronto se dejan convencer por Olmo, el mítico líder de la resistencia y el primero de deponer su fusil. Entonces, una vez que las han entregadas, Berlinghieri rompe su silencio para decir: ‘Il padrone è vivo’.

La referencia cultural no sólo añade una pincelada alegórica a la transición; nos permite también captar las consecuencias que tendrá para el independentismo haberse privado de sus mejores recursos de resistencia, a pesar de la ejecución simbólica de Mariano Rajoy.

Desde octubre de 2017 se ha procedido gradualmente y de manera planificada a desarmar a los dos millones y pico de partisanos de la república. La operación no era fácil y ha sido necesaria una campaña de persuasión muy intensa. La alternativa era: llevar la lucha hasta el paroxismo del Estado, empujándolo a la represión hasta el punto de no retorno democrático, o darle oxígeno, recuperando la ‘normalidad’ que reclaman los empresarios y muchos que nunca han confiado en la capacidad popular de materializar la ruptura expresada efectiva y no simbólicamente en las urnas. Porque una de dos: o el referéndum era vinculante o no lo era. Y si no lo era, ¿qué decir del espectáculo del parlamento el día 27?

Los partidos que aceptaron el chantaje del Estado se encontraron obligados a apretar a los votantes que por segunda vez les devolvieron un mandato inequívoco. La consigna ‘ni un solo encausado más’ sólo tenía una traducción política posible: acatamiento de la ley (española). Y así fue como la justa denuncia de la represión desplazó el objetivo de autodeterminación, y cómo la defensa de la legalidad (dentro del orden constitucional) de los presos y exiliados hizo olvidar la legitimidad de la reivindicación popular.

¿Qué persona decente, por parafrasear a Gabriel Rufián, no antepondría la libertad de los presos a la causa por la que están en prisión? ¿Quién que no sea un miserable les pediría aguantar todavía un tiempo el papel que les ha tocado de testigos de la injusticia? Pero este razonamiento toma todo otro sentido cuando se esgrime para debilitar al gobierno legítimo en el exilio. Y la bajeza de la maniobra se reconoce cuando desde un partido se declara solemnemente que nadie es imprescindible, en inequívoca referencia a la pieza literalmente imprescindible de la defensa de aquella república declarada con torpeza, pero al fin y al cabo declarada, el 27 de octubre.

El chantaje ha consistido en sustituir la veleidad de la independencia por el levantamiento del artículo 155. De un objetivo histórico de máximos se ha pasado en muy poco tiempo a una ambición reaccionaria de mínimos. Anteayer Javier Pérez Royo declaraba a Rajoy y Puigdemont políticos quemados (*) y, guste o no, era una observación desapasionada. Pero, una vez se ha ejecutado el patrón en efigie y se ha enviado el chivo expiatorio al desierto de un exilio desautorizado, ¿cuál es la perspectiva inmediata? Para saberlo basta poner el oido. Los más reaccionarios ya celebran que el independentismo se ha topado con la realidad. Ahora se trata de volver a condicionar la política española, de exultar de nuevo con el pájaro en mano empezando desde muy abajo, como en el juego de la oca cuando has vuelto a la casilla de salida, de discutir terceras vías que no llevan a ninguna parte, propuestas de reforma de estatuto que nunca cambian nada, y de ampliar las bases, aquellas bases que no serán nunca suficientes para detener la violencia ni impedir el chantaje ni revocar cárceles, pero que justificarán todas las acomodaciones y todas las cobardías. La política no es, como dicen algunos, el arte de lo posible sino la rendija por donde mana circunstancialmente el poder. Y el poder es un brebaje tan embriagador que los adictos lo harían todo para recoger un chorrito.

Cataluña ha dejado atrás la revolución de las urnas y se ha adentrado en una época Biedermeier. La prensa reaccionaria ya hace tiempo que receta realismo. Y en este país realismo suele querer decir oportunismo. Algunos medios han insistido tanto en la necesidad de dotarnos de herramientas, que el país ha llegado a parecer un taller de reparaciones. La cuestión, sin embargo, es si la historia es un Mecano o bien el resultado imprevisible de procesos que maduran lentamente y un día estallan como un fruto. Pero los frutos pueden pudrirse si nadie es capaz de cosechar su sentido histórico.

Todos estos meses de minué parlamentario se ha antepuesto la recuperación de la autonomía a la construcción de la república. Es poner el arado delante de los bueyes. Si históricamente las repúblicas las suelen formar los pueblos que se independizan, es porque no puede haber ningún pacto social bajo tutela. Nadie, excepto la CUP, se ha preguntado si en estos momentos gobierno y república son compatibles. En todo caso, la simultaneidad entre la formación de gobierno y el reingreso del soberanismo en la política española implica la victoria definitiva del 155, en tanto que instaura uno de sus principales arquitectos y acepta oficialmente su legitimidad, al tiempo que desinfla la estrategia de erosionar al Estado y promueve la recuperación de su imagen. Y esto ocurre cuando la estrategia comenzaba a dar resultados, como lo demuestran el rechazo de varios países a satisfacer las órdenes de extradición, la incomodidad cada vez más visible de la Comisión Europea con la ‘democracia’ española, el eco internacional de la involución del Estado y la desesperación con que Alfonso Dastis anunció la compra de artículos favorables a España como quien ofrece recompensa en un pasquín de búsqueda y captura.

Sin ni siquiera el reconocimiento del carácter político de los presos, los partidos catalanes han practicado al Estado la respiración boca a boca. Cuando más podrido estaba, le han ayudado a revivir, aislando la corrupción en un único partido y ofreciéndole, aún más, pidiéndole que aproveche la oportunidad para regenerarse con cambios cosméticos homologables por los socios europeos, que no desean otra cosa. El 30 de mayo, el día que el presidente del gobierno español daba la orden de publicar los nombramientos del gobierno catalán en el Diario Oficial de la Generalitat, el Tagesschau de la primera cadena alemana ya hablaba de distensión, y el viernes volvía comentando el nuevo escenario de diálogo que se abre con el PSOE de Sánchez. Europa, la Europa que gobierna el continente y dicta las condiciones de existencia en este club de estados, respiraba aliviada. El conflicto por fin va bien encarrilado. Cataluña va camino de dejar de ser un problema, por el camino de dejar de ser.

VILAWEB

 

(*) Javier Pérez Royo: ‘La primera cosa que debe hacer Pedro Sánchez es soltar a los presos’

Josep Casulleras Nualart

Entrevista al jurista y catedrático en derecho constitucional de la Universidad de Sevilla

Pedro Sánchez debería dar la instrucción a la fiscalía que pidiera la salida en libertad de los presos políticos catalanes encerrados preventivamente. Y también debería hacer revisar las acusaciones para que se retirase la rebelión y la sedición. Así lo ve el jurista y catedrático en derecho constitucional de la Universidad de Sevilla Javier Pérez Royo, que explica en esta entrevista las oportunidades que se abren, a su juicio, con la caída de Mariano Rajoy. Opina que los hechos de esta semana en el congreso español evidencian que la España del bloque del 155 no es viable.

 

-¿Qué expectativas tiene ahora con Pedro Sánchez?

-Se abren muchas. Es la primera vez que se aprueba una moción de censura. En España hemos tenido una gran crisis desde el 2008, y tenemos, además, una crisis territorial enorme con Cataluña. Creo que ahora se configura algo nuevo, pero todavía no sé qué, porque no se ha estabilizado ni solidificado. Las mociones de censura anteriores no habían prosperado, y ésta, que parecía que era la que tenía menos posibilidades, ha funcionado.

 

-¿Por qué? ¿Es porque Rajoy ha sido víctima de la animadversión que ha ido sembrando?

-Por muchas cosas. La intuición de Sánchez ha sido que había la posibilidad de confluencia de dos posiciones en negativo. Había una mayoría que se podía construir en torno al no a Rajoy, y una mayoría del no a las elecciones inmediatas. Para conseguir que prosperase el no a Rajoy, que flotaba en el ambiente, había que dar garantías de que no habría elecciones inmediatas, porque sólo le interesaban a Rivera y Ciudadanos. Se trataba, pues, de crear un movimiento para rodear y aislar a Rajoy y al PP y que no necesitara los votos de Ciudadanos. Esta es la virtud de Sánchez a la hora de interpretar la moción de censura. Se trataba de garantizar que no hubiera elecciones enseguida, al tiempo apartar a Ciudadanos, colocándolos pegados al PP. Un partido que ha hecho de la regeneración uno de sus signos de identidad resulta que es el que ha votado no a la moción y, por tanto, sí a la continuidad de Rajoy.

 

-¿Esto puede tener consecuencias negativas para Ciudadanos?

-Claro. Le quedará para siempre. La imagen que ha quedado es que votó contra la moción de censura a Rajoy; que quería que continuara Rajoy, a pesar de hablar de regeneración. Y también han perdido la soberbia. Cuando reaccionas a la sentencia del caso Gürtel del día 24 diciendo que hasta el día 11, en un comité ejecutivo, no tomarás ninguna posición, pues se te adelantan, claro, y presentan una moción de censura. Y con aquella soberbia, dijeron que retiraran la moción, pero ya no tenían la posibilidad de exigir. Deberían haber pactado la fecha de las elecciones. Pero no querían que en ningún caso Pedro Sánchez fuera presidente, que se llegara a la fotografía de ayer, y eso les condicionó.

 

-Han aislado a Ciudadanos, pero los poderes fácticos del Estado todavía los defienden como la nueva derecha.

-Sí, y mucho. Tendrá el apoyo de Aznar, y ha recibido el de Felipe González, de Alfonso Guerra… Incluso, la vieja guardia del PSOE mantiene una posición más próxima a Ciudadanos que a Pedro Sánchez. Pero creo que ahora se encontrarán con dificultades, ya veremos. Hasta ahora, para Rivera todo ha sido coser y cantar, y él contaba con que en este momento tendría una posición determinante en la salida. Y ha sido el único que no ha tenido ninguna posición determinante, que ha quedado fuera de juego y que ha hecho un discurso que ha acabado siendo lo que Pedro Sánchez quería que fuera.

 

-¿Qué quiere decir?

-Este discurso tan de extrema derecha que hizo, y con aquella amenaza a los independentistas, diciéndoles ‘aprovechen estos meses porque luego votaremos los españoles y ya escarmentarán’. Tremenda amenaza. Esto lo provocó Pedro Sánchez, cuando le incitaba preguntándole si votaría sí o no, o qué votaba, y el otro entró en la pelea.

 

-¿Pedro Sánchez hará un gesto con los presos políticos?

-Puede hacer que salgan en libertad pronto; yo creo que se puede conseguir. Es que basta con que el Ministerio Fiscal pida que salgan. El gobierno de Sánchez puede decir a la fiscalía que lo solicite al juez. Espero que lo haga, quizás no mañana ni pasado mañana. Pero espero que lo haga, e incluso creo que Gobierno debe examinar enseguida la revisión de la calificación de las conductas. Que esto no es ni rebelión ni sedición. Quizás incluso en el Tribunal Supremo agradecerían que se hiciera eso. Porque un delito de rebelión no tiene ningún sentido, y aún tienen pendiente el asunto de Alemania, el de Escocia…

 

-¿Lo harían, incluso, yendo contra los argumentos de Llarena en el auto de procesamiento?

-Sí. Porque no es auto firme.

 

-Pero sería una gran desautorización de Llarena.

-Claro. Pero es que el Ministerio Fiscal puede cambiar de criterio. Ahora, más bien habría que cambiar el Ministerio Fiscal, pero es más complicado, porque se elige para un período de cinco años… Pero sí que Sánchez se podría mover y decir que esto no puede ser, que es una barbaridad, que no se puede situar la cuestión de Cataluña en estos términos.

 

-Hace cuatro días, Pedro Sánchez decía que cambiaría el delito de rebelión del código penal para adaptarlo al independentismo.

-Sí, y espero que no lo haga. Dijo que lo quería vincular a una ruptura de la integridad territorial por parte de órganos constitucionales del Estado, como las comunidades autónomas. No creo que lo haga. Es una de las cosas que dijo que -me imagino- deberá corregir, así como el tono belicoso que usó contra Torra. Me imagino que esto irá desapareciendo.

 

-¿Hasta donde puede llegar Sánchez?

-Que desapareciera Rajoy era una condición necesaria para cualquier cosa; con Rajoy era imposible nada. Porque la trayectoria que tenía lo marcaba de tal manera que era imposible hacer nada. Para dar una solución a Cataluña también hace falta que desaparezca Puigdemont. Y no lo digo por equidistancia, que no hago a Puigdemont igual de responsable que Rajoy, ni mucho menos. Pero son dos personas que se han quemado en este proceso, y en esta nueva fase ellos ya no pueden ser protagonistas. Hay personas que en un momento dado caen en un lugar determinado, y ya no pueden salir; ya no hay capacidad de rectificación, porque están identificadas con un determinado discurso. Y el discurso compromete más, incluso, que los hechos. Y Puigdemont es Puigdemont. Yo no creo que se haya equivocado, y que el hecho de haberse ido de España le ha permitido defenderse y situar el tema y tomar oxígeno. Pero si cambian las circunstancias y entramos en un momento diferente, él ya no puede ser el interlocutor. Porque está demasiado condicionado. Él ya ha puesto al Estado español ante un espejo en el que no se quería mirar.

 

-¿Sánchez puede llegar a negociar un referéndum?

-Yo creo que esto no podrá ser. Ahora mismo no veo que en el PSOE haya una mayoría para una posición como ésta. Ahora el PSOE es muy sólidamente contrario a la propuesta de un referéndum.

 

-¿Por más que Podemos les pueda condicionar el congreso?

-Es que Podemos tampoco tiene claro eso. Pero ha tenido más margen de maniobra que el PSOE, que tiene una vieja guardia tremenda y comunidades como Andalucía que están radicalmente en contra y que pesan mucho en el partido. El referéndum ahora mismo no es una opción en el tiempo en el que es posible hacer predicciones.

 

-¿Qué quiere decir?

-Que las cosas también cambian, y ya lo vemos. Y lo que parece posible en un momento, después se vuelve posible. Pero yo ahora mismo no lo veo. En cambio, sí veo posible que se pueda apartar el poder judicial del problema. Aquí sí que se puede mover la cosa; que sea la política quien lo mueva, porque los jueces sobran. Con el objetivo de hacer una negociación política.

 

-Pedro Sánchez no lo tendrá fácil, por la hostilidad mediática, por la composición de las fuerzas que le han apoyado…

-Sí tendrá hostilidad mediática. Pero en el ámbito parlamentario, al menos en relación con Cataluña, yo creo que no. De hecho, algo bueno que ha tenido la moción de censura ha sido el levantamiento del cordón sanitario que había respecto del nacionalismo catalán y, en cierto modo, del nacionalismo vasco. Que son parlamentarios como los demás y que se ha de contar con ellos.

 

-Un cordón sanitario que Pedro Sánchez ayudó a trazar.

-Sí, había contribuido, con el 155. Pero la moción de censura ha puesto de manifiesto que la España del 155 no es gobernable. Si España se quiere gobernar con normalidad y con estabilidad, no puede ser con el 155. El nacionalismo catalán y el vasco deben formar parte de la constitución material de España en su conjunto. Y si se mutila esta constitución, esto condena a España a la ingobernabilidad. La moción de censura ha sido posible porque se ha levantado este cordón sanitario, porque los partidos nacionalistas han contado, como habían contado siempre.

 

-El día a día para Sánchez no parece que vaya a ser fácil, con una mayoría que depende de tantos partidos.

-Pero es que venimos de un gobierno anterior que ha hecho tantas barbaridades. No digo ahora, sino desde el 2011 con la mayoría absoluta. Hay muchas cosas que se pueden hacer y que pueden estar muy bien. Por ejemplo, la modificación de los artículos de la ley mordaza de la que habló Pedro Sánchez. O todas las multas que se han impuesto de acuerdo con esta ley. Son decisiones administrativas que se pueden anular con un decreto. Todas. Devolver el dinero a la gente que han multado por haber protestado contra el AVE a Murcia, por ejemplo. Hay más de sesenta mil multas! Hay mensajes que se pueden enviar con ello, como el respeto a la libertad de expresión, el derecho de reunión, el de manifestación.

 

-¿Se puede revertir la persecución policial y judicial que ha habido en este sentido?

-Sí. Y también se puede cambiar la manera de enfocar la política educativa… Hay muchas cosas que se pueden hacer y que ayudarían a cambiar el clima. Pero, antes que nada, hay que sacar a la gente de la prisión. Esta es la primera cosa que debe hacer Sánchez. A ver cómo lo hace, hablando con el ministerio fiscal: ‘A la calle, a la calle’. Y luego, el proceso se pone en marcha o se detiene, ya veremos. Una vez que estás en el gobierno, las cosas se pueden mover de otra manera. También tendremos que ver cuál es la situación económica, porque si la cosa en Italia estalla, nos puede complicar la vida a todos. La inestabilidad económica puede ser una amenaza. Pero mientras tanto, se pueden hacer gestos para decir a la gente que podemos convivir y respetar el pluralismo de la sociedad española.