Ikea o la sostenibilidad de lo insostenible

La alfombra roja se va desenrollando para la futura llegada de Ikea a Pamplona, con la licencia de derribo ya en la mano y todas sus condiciones aceptadas, nuevos viales, accesos y terreno a precio de ganga, todo a costa de las arcas públicas, unos 7 millones de nada. Cuando las grandes trasnacionales ya han colonizado en la ciudad el espacio de la alimentación, de la ropa y el calzado, del deporte y el bricolaje, nos faltaba que reventaran el mercado del mueble y la decoración. Abramos las puertas al gigante del norte. La familia Kamprad, fundadores de Ikea, estarán ufanos cómodamente sentados en sus butacas Poang en Suiza, paraíso fiscal al que se trasladaron hace ya muchos años para no tener que pagar impuestos del ingente capital que acumulaban (su fundador Ingvar Kamprad era la 8º fortuna del mundo). A ver si van a tener que contribuir a sufragar los gastos de educación, sanidad u otros servicios públicos. Para eso estamos la ciudadanía de a pie que, por añadidura, acudiremos felices a consumir sus bellos y económicos productos. Pero claro, al igual que sucede con la ropa o la comida, lo barato tiene un precio que no es económico, sino que tiene que ver con la explotación de personas y recursos en países del lejano sur. Pero para acallar voces críticas o, quién sabe, tal vez por un altruismo esquizofrénico, tienen sus propios proyectos de cooperación que publicitan vistosamente en su revista y desarrollan a través de su Fundación. Este márketing con causa suele salir muy rentable, mejora notablemente la imagen de la empresa precisamente donde está el punto de mira de organizaciones de defensa de derechos humanos y medioambientales.

Podríamos presentar la antimemoria de responsabilidad social de Ikea en varios capítulos: evasión de impuestos, explotación laboral, contaminación medioambiental y perjuicio de la economía local. Comencemos: Ikea está controlada por Ingka Holding, la cual es dirigida a su vez por una fundación benéfica sin ánimo de lucro y, claro está, con una reducida carga fiscal. De ella se extienden como telas de araña otras corporaciones situadas en las Antillas Neerlandesas o en Linchestein, por ejemplo. Sigamos con algunos datos fiscales de sus finanzas: mientras en 2017 colaboraba con ONG internacionales aportando, según declaran 158,7 millones de € (un 0,44% de sus beneficios), el partido de los Verdes les denunciaba en la Eurocámara por la evasión de 1.000 millones de € en ingresos fiscales sólo en Europa.

En cuanto a la vulneración de los derechos de las personas trabajadoras, el activista pakistaní Ehsan Ullah Khan, presidente del Frente para la Liberación del Trabajo Forzado en Pakistán, realiza una activa campaña contra el gigante del mueble: No compren en empresas como Ikea, con el dinero que les entregan ellos compran 5 esclavos más en mi país. Ullah Khan vive exiliado en Suecia, tras varios intentos de asesinato y pasar por prisión, debido a su lucha por la liberación de niños esclavos. También el niño Iqbal Masih después de años esclavizado cosiendo alfombras que se vendían en Ikea, consiguió huir a los 10 años convirtiéndose en símbolo de la lucha contra la explotación infantil. Desgraciadamente murió asesinado a los 12 años por un grupo de sicarios, sin que llegara a esclarecerse el caso. Por desgracia enfrentarse al poder tiene un coste demasiado alto. Intermon Oxfam, desde Bélgica, ya denunció en su día a la multinacional, con el libro titulado Ikea, un modèle à démonter. En dicha obra se describe el trabajo forzado subcontratado por Ikea en India, Vietnam, Filipinas o Pakistán, con jornadas de 15 horas al día y el derecho de sindicación prohibido. O la dudosa procedencia de gran parte de la madera que utilizan, probablemente de Rusia y China. También Setem, desde su campaña Ropa Limpia, denuncia a la empresa por la falta de control en sus proveedores de textiles en Bangladesh. Cierto que Ikea tiene un código de conducta, el IWAY, el problema es que los supervisores son ellos mismos y empresas privadas a las que contratan, como Price Waterhouse.

Por otro lado, y volviendo a lo local, se anuncia la creación de 275 puestos de trabajo, agárrense comerciantes, porque ese será, como mínimo, el número de despidos y nuevas personas desempleadas que brotarán por arte de magia del maltratado pequeño y mediano comercio local: tiendas y almacenes de muebles, complementos de decoración, iluminación, diseño, electrodomésticos y muebles de cocina, de baño o textil. Estos nuevos empleos serán, en gran medida, temporales, con escasos indefinidos que no suelen completar ni media jornada de trabajo y que probablemente sólo servirán a jóvenes que compatibilicen estudios y trabajo y no se hayan emancipado todavía. Como denunciaba el sindicato LAB en Ikea Barakaldo: Existen tasas de eventualidad por encima del 30%, un 44% de la plantilla trabajando menos de 20 horas semanales con salarios por debajo de los 600 € y la empresa ha sido sancionada por impedir el acceso a asesores sindicales. Las asociaciones de comerciantes de Navarra han mostrado su preocupación ante los grupos parlamentarios, y con razón, se están dando las primeras paladas de su futura fosa. La movilidad y la atmósfera serán las otras grandes perjudicadas con la llegada del gigante del mueble. Nasuvinsa estima en unos 4 millones de desplazamientos al año con vehículos privados para llegar a esta nueva área comercial.

Se hablaba este mismo año desde el Gobierno foral de un plan de acción para acercarnos hacia esa Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU, cuyas metas son poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad e injusticia, y hacer frente al cambio climático, pues bien, parece que en algunos aspectos seguimos con las mismas inercias del pasado, echando leña a la locomotora mientras sacamos la mano por la ventanilla para disminuir la velocidad.

Por el momento, así están las cosas, sin que parezca que el ejecutivo foral se plantee dar marcha atrás. Esto es lo que nos viene, Ikea, la república independiente del capitalismo, más neoliberal, sin impuestos, sin escrúpulos pero, eso sí, con amplios beneficios en paraísos fiscales y mucho carisma, próximamente en nuestra sostenible ciudad.

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