Hemos ido a peor

Por mor de uno de esos vericuetos de la vida, ha caído en mis manos un ejemplar de la revista que lleva por nombre “Arte Español”, boletín de la “Sociedad de Amigos del Arte” con sede en la calle Recoletos de Madrid, presidida por el Barón de la Vega de Hoz, correspondiente al cuarto trimestre de 1920.

Abre ese número un artículo titulado “La Exposición de Arte Retrospectivo en Pamplona”, que lleva la ilustre firma de don Julio Altadill.

Julio Altadill, había nacido en Toledo en 1858. Su padre, militar del cuerpo de ingenieros, fue destinado a Pamplona al poco de nacer él. En la capital navarra comenzó sus estudios, para ingresar en 1875 en la Academia de Intendencia Militar de Madrid, pasando luego a Ávila, donde acabó sus estudios en 1877. Volvió a Pamplona con el empleo de llevar la contabilidad de las obras de construcción del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. De ahí pasó a ocupar la Secretaría de Intendencia de la Sexta Región Militar, con sede en Burgos, y dentro de ella la dirección de los parques de intendencia de Pamplona y Vitoria.

Al margen del desempeño de su oficio militar, su mayor dedicación fue la historia, particularmente la historia del Reino de Navarra. En 1902 fue nombrado miembro de la Academia de Historia de San Fernando y en 1919 vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra. Miembro de la Sociedad de Estudios Vascos/Eusko Ikaskuntza, se relacionó estrechamente con los intelectuales vasconavarros de su tiempo, especialmente con Arturo Campión.

Fue diseñador, en 1910, de la actual bandera oficial de Navarra, junto al citado Arturo Campión y a Hermilio de Oloriz.

Da una idea de su apego y compromiso con Navarra, el hecho de que, siendo su segundo apellido Torrenteras de Sancho, a menudo firmó como Julio Altadill Torrontegui.

Falleció en Pamplona el 4 de mayo de 1935.

Comenzaba Julio Altadill el citado artículo del boletín de la “Sociedad de Amigos del Arte”, expresando su deseo de que “Dios pague en buena moneda y con su infinita largueza al irreflexivo crítico que autoritaria y erróneamente lanzó urbi et orbi la gratuita afirmación de que la raza vasca carece de aptitud artística”. Transparente declaración de principios que, como veremos a continuación, confirmaba en su texto con rotundidad.

Se hace eco Altadill del “clamoreo-protesta de asombro e indignación que tan absurda especie promovió de cuantos en Vasconia prestamos atención a las Bellas Artes”. Citaba a continuación un artículo suyo, publicado en el periódico madrileño “El Sol”, en el que con el título de “Abolengo artístico de Navarra”, exponía “con pruebas irrebatibles el arraigo, la aptitud y la capacidad artísticas de la raza euskérica para el cultivo y práctica, comprensión y sensibilidad, enseñanza y admiración del Arte en todas sus variedades”.

La exposición de Arte Retrospectivo que motivaba el artículo, instalada en el claustro de la catedral, se organizó como acto complementario a la celebración del Segundo Congreso de Estudios Vascos, que tuvo lugar en Pamplona del 18 al 25 de julio de 1920. Con florido lenguaje expresaba Altadill que en la exposición “ha vaciado la raza vasca unas cuantas talegas de su oro fino, y testificado cuan grandes, cuan inconmensurables son la aptitud, la capacidad, la sensibilidad y el abolengo artístico entre nosotros”. Es preciso recordar, como lo hacía Altadill, que el rey de España, Alfonso XIII, era socio de la entonces recién fundada Sociedad de Estudios Vascos, habiendo asistido a su primer congreso, celebrado en Oinati, y a este segundo en Pamplona, “declarando -nos evoca Altadill- su patriótico fervor hacia esta obra de cultura, en la cual, absolutamente descontada toda entonación política, ciframos con el Rey los asociados las mayores esperanzas en pro del adelanto intelectual y material del país vasco”.

Reconocía después que “al elegir esta capital [Pamplona] para celebrar el segundo Congreso de Estudios Vascos, habíamos de ofrecer a nuestros hermanos de raza alguna elevada manifestación de los sentimientos del espíritu, y ninguna nos pareció tan adecuada como esta Exposición de Arte Retrospectivo, donde la más superficial observación comprobara la tendencia innata en Vasconia hacia lo bello y verdadero”.

Manifestaba que “no somos un pueblo divorciado del sentimiento artístico, del placer estético, del tributo permanente de admiración y gratitud hacia aquellas remotas generaciones creadoras de glorias y grandezas, nutridas en el heroísmo y en la fe; habíamos, en fin, de testificar que no se ha extinguido en nosotros el culto a nuestros antepasados, y que por filial amor al solar patrio, por propia dignificación, viven aquí con vida propia y con esplendor insuperado la Historia y el Arte”.

En el folleto explicativo de la exposición, se decía: “Es lógico, además, que al celebrarse en Pamplona, en la capital del antiguo reino pirenaico, esta fiesta del espíritu, que es un avance en el camino de nuestro mejoramiento regional, mostremos a todos, incluso a nosotros mismos, lo que no puede menos de imprimir carácter al Segundo Congreso de Estudios Vascos: la nota histórica; los mil recuerdos de las civilizaciones pretéritas que engendraron la actual y prepararon las que vendrán; las ejecutorías de la nobleza de la raza, que guarda en el viejo solar navarro la hermana mayor… “.

Concluía Julio Altadill su artículo con una denuncia hacia aquellos propietarios de obras de arte que las malvendían por simple codicia. “Con leyes y sin leyes -afirmaba-, Navarra debe cuadrarse en firme, erguir altivamente su cabeza y, cerrando los puños, jurar para siempre que han terminado las tolerancias y que a ningún precio consiente, por propio decoro, se venda lo que constituye la honra y la dignidad de la Patria”.

Todo esto lo afirmaba, hace casi un siglo, un militar español, que no veía contradicción entre el patriotismo español y el patriotismo navarro, indistinguible este último de la realidad de Vasconia. Sirva ello de reflexión a aquellos que, hoy en día, desde la ignorancia y la manipulación con intereses partidistas, intentan dividir a la sociedad navarra por el expeditivo método de inventar una identidad artificial, sumisa con los poderes que intentan arrumbar a Navarra y a los navarros en la ignorancia de sí mismos y en el odio a su propia esencia. Se trata de aquellos soi-disants navarros y españoles que, incomprensiblemente, ven incompatibles con su navarrismo las raíces vascónicas, algo que no sabemos si habría hecho reír o llorar a quienes tanto trabajaron por Navarra y por Vasconia en un pasado todavía reciente, próceres de los que ellos deberían tomar ejemplo.

Utrimque roditur.