Ferran Mascarell: “Es necesario que nos carguemos de mala leche política”

“Muchos pensamos que se ha hecho un golpe de estado desde las instituciones del Estado contra el mismo Estado de las autonomías”

“En Madrid hay más banderas españolas colgadas en la calle que banderas catalanas en todo Cataluña”

“Esta ingenuidad nuestra nos ha llevado a no valorar con suficiente fuerza las respuestas que podía dar el Estado”

Ferran Mascarell ha vuelto a Cataluña después de ejercer durante casi dos años el cargo de delegado de la Generalitat en Madrid. Su destino inmediato es la lista de Juntos por Cataluña.

Esta nueva estación política apoyando a la lista que encabeza Carles Puigdemont le obliga a aparcar su proyecto de repensar Barcelona y proponer una opción ganadora para la capital del país.

Ferran Mascarell es una de las víctimas de la aplicación del artículo 155. Ahora intentará combatirlo desde las filas de la candidatura de Juntos por Cataluña.

 

-El 26 de octubre usted tenía que ir al Senado para exponer la posición del gobierno sobre el artículo 155 y no le dejaron intervenir. ¿Qué iba a decir?

-Yo iba a anunciar algo que me parece que se ha materializado, y es que el 155 que se aplica es ilegal, inconstitucional. muchos pensamos que se ha dado un golpe de estado desde las instituciones del Estado contra el mismo estado de las autonomías. También quería explicar que habíamos llegado a este punto por la negativa del Estado a admitir procedimientos democráticos para resolver las diferencias políticas, y de hecho este es el problema de fondo: que el Estado es autoritario. E iba a explicar que, detrás de esto, el anhelo que había por parte de los catalanes no era una abstracción llamada “separarse de España”, sino una voluntad de crear un país más justo socialmente, más sólido democráticamente y con mayor capacidad de progreso. Y por eso no sólo había un golpe de estado, sino un golpe contra el sentido mismo de la democracia.

 

-El delegado en Madrid es una de las víctimas del 155…

-El mío es un caso claro de expulsión por censura política. dos días después, hubo un acto de reconocimiento y lo que se puso en relieve es que en aquella delegación había dialogado siempre, hasta el punto de que una de las cosas que más satisfacción me han dado es que la delegación es uno de los lugares donde más a fondo se discuten los problemas de España. Pues, paradójicamente, cuanto más fomentas el diálogo, la respuesta es expulsarte.

 

-Se ha respondido a la oferta de diálogo con el ‘A por ellos’. ¿Cómo se ha vivido desde Madrid?

-Yo me he pasado dos años dialogando. He visto periodistas, políticos, empresarios, mucho personal diplomático, académicos… Allí lo que voy a ver es un gran cambio. Al principio, todo el argumento era que había tres políticos catalanes que habían enloquecido y que habían hecho enloquecer a la sociedad catalana, y tu les decías que no, que hay una sociedad movilizada con deseo de justicia, democracia y progreso que considera que el Estado español le perjudica. Y yo lo creo: pienso que el Estado español es un mal Estado. Ahora, a estos tres elementos, han añadido TV3, los medios de comunicación y la escuela. Este es su paquete ideológico. Es el ‘A por ellos’ que tiene la unidad de España como símbolo supremo y, en el fondo, esto no es sino el traje ideológico de una cuestión que es la clave de todo ello: que hay una minoría, minoritaria y muy poderosa, que se ha apoderado del Estado y sus instituciones.

 

-¿Quién integra esta minoría?

-Es una minoría con una renta per cápita muy alta que se nutre, entre otras cosas, de las rentas que vienen de Cataluña y que no quiere que disminuyan. La integran la dirección de los partidos políticos (del PP, del PSOE y de Ciudadanos), una parte sustancial de los altos funcionarios del Estado, una parte de los funcionarios intermedios, una parte de la gente del Ibex, los principales dirigentes de los medios de comunicación de Madrid y el núcleo duro del empresariado vinculado a las privatizaciones históricas, así como muchos franquistas o familias franquistas que todavía andan por ahí. Este es el problema de España, esta minoría que se ha apoderado del Estado. Y, cuando tú les cuentas que el problema de España es su Estado, no les caes bien. Esta gente, junto al debate sobre la unidad, ha colocado el fortalecimiento y la exacerbación del nacionalismo español. En Madrid hay más banderas españolas colgadas en las ventanas que banderas catalanas en toda Cataluña.

 

-Pero cuando les dices que son nacionalistas españoles, entonces se ofenden.

-El nacionalismo radical y duro es el español, porque el nacionalismo nace esencialmente de los estados, no nace de las sociedades, y el Estado catalán no existe. Joan Fuster ya lo describió muy bien: el catalanismo es la ideología que ha inventado la sociedad catalana para hace frente al nacionalismo español.

 

-¿Es una actitud de resistencia?

-Efectivamente. El nacionalismo catalán es de supervivencia. es la respuesta a un nacionalismo profundamente agresivo, que es lo que utiliza esta élite para mantenerse en el poder, con Cataluña como chivo expiatorio. Esto lo he repetido cientos de veces en Madrid. Quizá por eso me echan.

 

-Al final no hay lista única…

-Yo era partidario de ella y firmé el manifiesto a favor de la candidatura unitaria, porque pienso que el Estado es y será muy duro estos años y el único lenguaje que entiende es el de la unidad política, el de la movilización, el de la mayoría social y el de la internacionalización del proceso. El lenguaje de la unidad es muy importante, porque Madrid sabe actuar unitariamente para defender sus intereses, y el 155 es la muestra más genuina. El tema de la mayoría es muy importante, y aquí es donde yo creo que hemos fallado un poco, ya que no hemos entendido qué se debía ensanchar, ensanchar y ensanchar.

 

-Se han subido muchos peldaños. En el último rellano, sin embargo, no se ha llegado. ¿Qué ha fallado?

-Tenemos por delante un Estado autoritario. Ante el Estado, nosotros somos una poco ingenuos. Creíamos que, con la razón, la movilización y una mínima unidad, el Estado aceptaría unas reglas del juego de la buena fe, de la buena práctica política. Y el Estado no admite la democracia como regla del juego. Esta ingenuidad nuestra nos ha llevado a no valorar con suficiente fuerza las respuestas que podía dar el Estado.

 

-¿Hay que cargarse de mala leche?

-Sí. De mala leche política, sí. Porque debemos saber que enfrente tenemos unos autoritarios que no quieren perder las rentas que tienen, ni el poder. Ante esto, no hay que distraerse, porque nosotros vamos de buena fe y la política española va a defender lo que tiene al precio que sea.

CATALÀ SEMPRE

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