Excusas y no razones

Se acerca la hora de la verdad. No estoy hablando de heroicidades, sino que se acerca la hora en que cada catalán tendrá que decidir en su intimidad si está a favor de la independencia, si está en contra o si -de verdad- le da igual y ya le viene bien el resultado que salga. Desde la sentencia del Estatut (2010) han pasado siete años. Desde el primer once de septiembre masivo (2012) casi cinco. En este tiempo se ha dicho todo. Del derecho y del revés. Los argumentos están todos publicados. Ya no quedan razones para explicar, sólo quedan excusas para quien no las quiere atender.

Es más, en su fuero interno, creo que la mayoría de catalanes ya saben hoy qué votarían si mañana mismo se hiciera el referéndum. Cada uno tiene sus razones y es tan legítimo estar a favor de la independencia como en contra. Dudo mucho que queden indecisos y los que quedan me inclino a pensar que terminarán siendo mayoritariamente abstencionistas. Los que no parecen creíbles son una serie de argumentos de última hornada para manifestar dudas sobre la independencia e intentar barrerlas hacia el no. Parecen excusas de personas contrarias a la independencia (insisto, legítima) disfrazadas de razones.

Son aquellos que exigen una Cataluña inmaculada para apoyar su independencia, como si el país del que duda de separarse, España, fuera un ejemplo mundial en la materia. Hay mil muestras de ello. Por ejemplo: los que cuando estalla el caso 3% o cuando Montull amenaza con delatar a CDC dicen que no quieren formar parte de un nuevo Estado donde hay corruptos. Es decir, prefieren mantenerse en la España de Gürtel que en la Cataluña de Millet. No, mire, usted no quiere la independencia, y es muy respetable, pero no caiga en esta excusa que se parece más al autoengaño que a la reflexión. Es más: montar un Estado nuevo es la oportunidad perfecta para crear un sistema político también nuevo con todas las ventajas que eso supone a la hora de limpiar con el pasado y poner vacunas para el futuro.

En esto de las excusas, hay un ámbito que me tiene el corazón robado: el de la pureza ideológica. Se debe hacer un país nuevo pero, ojo, sin derecha extrema o sin izquierda extrema o si no, no me apunto. Queremos que Cataluña sea un país normal pero eso sí, sin el extremo ideológico al que le tengo manía y que, curiosamente, sí tienen todos los países del mundo empezando por España. Llevado al extremo: “No quiero una independencia con una derecha con posibilidades de gobernar… prefiero una España monárquica liderada por Rajoy y soportada por Ciudadanos”. Pues lamento decirles a todos que la Cataluña independiente tendrá fachas. Y okupas. Es más, también saldrá la versión catalana de ‘Hazteoir’ y los estudiantes también continuarán bloqueando campus con contenedores cruzados. Pero esto no tiene nada que ver con el poder político y económico del país. Dejen estar a Mark Serra y a Roger Palà: ¿Usted quiere un Estado con 15.000 millones de euros cada año y poder decidir en infraestructuras y políticas sociales, sí o no?

Ya que digo esto: otra fuente muy atractiva para excusas y no razones es el Twitter. Es un campo abonado para poner al mismo nivel los trolls que la de los representantes políticos elegidos democráticamente. Son los que se agarran al twit del tarado de turno para decir que no quieren pertenecer a un país donde sus ideas sean las imperantes, como si aquel twit dicho por un oráculo que nadie ha legitimado representara toda una mayoría parlamentaria. Como si su España no tuviera sus trolls. Son los que creen que un twit equivale a un voto. Volvamos: Usted no quiere la independencia, de acuerdo, pero no tiene razones, tiene excusas.

En lugar de debatir si es mejor votar sí o votar no, el debate ha sido sobre si se debe votar o no se debe votar. Y eso ha hecho evaporar el debate real, el de los pros y contras de pertenecer a España. Quizás una cosa es consecuencia de la otra, esconder el debate real para disimular que España, en global, no tiene un proyecto para Cataluña sino un freno. Un freno a su crecimiento económico, un freno a poder adoptar políticas sociales y claro, un freno a poder decidir si Cataluña quiere tener un proyecto propio. España se ha dedicado a negar sus déficits con Cataluña antes de repararlos. Y esto, por sí solo, es una de las principales razones para estar a favor de la independencia. Los hay que no tienen suficiente con esto y que, antes de la libertad de movimientos prefieren la dependencia hacia Madrid. La papeleta sólo pondrá sí o no, un referéndum no mide el grado de convencimiento con que lo haces. O a favor o en contra. E insisto: todo es ultra-legítimo. Pero que conste: se vota un Estado nuevo e independiente o depender del actual. Esto son razones. Y el resto son excusas.

EL MÓN