Espacios

El urbanismo siempre tiene relación con la política, en el sentido amplio de la palabra. La política viene de polis,de la correcta organización de la ciudad, y tiene que ver con la gestión del espacio y los equipamientos públicos. Actuar sobre el espacio público es actuar sobre lo que es común. Y el espacio público no es un vacío separado por una clara y definida línea de otro tipo de espacio, generalmente interior, que es privado. Las calidades que definen al espacio público son, por un lado, su habitabilidad y su posible apropiación por los habitantes; y por otro, los espacios de transición entre los adentros y los afueras. Enfatizaremos en este artículo estos espacios de transición entre los usos residenciales y los espacios públicos, fundamentales para una ciudad de calidad, segura, amigable con las personas y variada en sus usos.

En la complementariedad entre la vivienda y el espacio público radica la clave de la relación entre lo privado, lo doméstico, el derecho a la privacidad e intimidad, y lo público, la esfera de la relación, el trabajo y el intercambio, que debe ser igualmente accesible para todas y todos. En La condición humana (1958), Hannah Arendt considera que el desarrollo de la dignidad humana depende del equilibrio y la relación entre lo privado y lo público. Hoy podemos escribir que este equilibrio se rompe cuando, por ejemplo, lo público irrumpe de manera fascista en la libertad individual o cuando la vida privada, en el caso de los sin techo,no tiene otra salida que desplegarse en el ámbito de lo público.

Podríamos afirmar que hay una escala de actuación, en la mejora de la calidad de vida de las personas que viven en las ciudades, que sólo es posible desde la acción política pública. Esto es especialmente cierto cuando nos referimos a los servicios e infraestructuras, muchas veces invisibles, pero imprescindibles para nuestro bienestar y desarrollo. En esta categoría entra el espacio público y los equipamientos. Las viviendas pueden, de mejor o menor manera, ser resueltas por los propios habitantes; sin embargo, la ciudad nunca es el resultado de una acción individual ni personal como no lo son las transiciones entre privado y público. Es el proyecto urbano, con la definición de usos y tipologías, el que determina sus características.

Un ejemplo emblemático, del que hablamos en el anterior artículo, es el de Favela Bairro en Río de Janeiro, en el que se afrontaron las dos cuestiones a la vez: vivienda y espacio público. En este caso sólo se han hecho viviendas nuevas cuando se trataba de realojo, es decir, en áreas que están en zonas peligrosas, oen ejes estratégicos para mejorar las infraestructuras del barrio.

En las favelas, donde la gente ha sido capaz de autoconstruirse sus casas, lo que falta son equipamientos y el acondicionamiento del espacio público. Y esto es lo que ha de aportar la ciudad: lo que no pueden construir sus habitantes. Se trata de hacer ciudad donde no había, nombrando las calles, llegando con servicios y equipamientos públicos. Y en nuestro país encontramos problemas similares, especialmente en urbanizaciones que han dado lugar al suburbio disperso y en cuyo origen hay procesos de parcelación no regulados y, en algunos casos, viviendas autoconstruidas, y que hoy se encuentran con serios problemas de servicios de infraestructuras, equipamientos, transporte y el espacio público es inexistente, más allá de las calzadas para los coches. A esta problemática derivada de las décadas de los sesenta y setenta se suma el boom de los suburbios residenciales de baja densidad de las últimas dos décadas, a los que es casi imposible hacer llegar los servicios de calidad reclamables y en los que el espacio público se reduce a los conectores vehiculares llamados calles, aunque una calle sea algo mucho más complejo. ¿Cómo solucionaremos este problema en nuestro territorio?

Otra cuestión vital es cuando se hacen nuevos barrios: ¿cómo conseguir que funcione el espacio público? Porque el espacio público no se consigue sólo haciendo físicamente un vacío denominado calle o plaza. Para que funcionen han de reunir una serie de cualidades, siendo la principal la complejidad entendida como mezcla de funciones. Por ello el futuro de las ciudades está en la complejidad en vertical, tal como se consigue en el proyecto para el centro de Almere, en Holanda, que sigue el plan general de Rem Koolhaas (OMA). La solución para potenciar las relaciones y la vida urbana consiste en anudar y superponer torres y bloques sobre distintas capas funcionales y formales. Almere se plantea como un manifiesto de alternativas tipológicas de media altura, organizadas esencialmente en tres grandes niveles. Subsuelos complejos para infraestructuras, redes de transporte público, aparcamientos, carga y descarga, supermercados o entidades bancarias. Encima, niveles de calles peatonales, con paseos, tiendas, restaurantes, servicios y equipamientos públicos. Y sobre estos cuerpos de la base, torres, bloques y manzanas dedicadas a oficinas, hoteles y viviendas que pueden disfrutar de cubiertas verdes, depósitos de agua de lluvia y espacios comunitarios. Y entonces es cuando el espacio público se multiplica en plataformas, azoteas y pasarelas.

Veamos tres ejemplos de buena relación entre los límites de lo privado y lo público. Dos de los proyectos se sitúan en una antigua zona industrial en proceso de recalificación en Viena, Austria: el conjunto de la Frauen Werk Statd y la Compact City. En ambos, el gradiente de paso entre lo público y lo privado está muy desarrollado.

El conjunto Frauen Werk Stadt, (barrio de las mujeres trabajadoras), renombrado Margarete Shütte-Lihotzky Hof, fue promovido por la Oficina de la Mujer de Viena, se inició en 1992 con un concurso entre equipos exclusivamente de arquitectas, para proponer un desarrollo residencial basado en los requerimientos de la vida cotidiana y, específicamente, en las necesidades de las mujeres. El concurso lo ganó Franziska Ullmann, que hizo el desarrollo urbano y uno de los edificios. Para los otros se escogieron a Elsa Prochazka, Gisela Prodeka y Liselotte Peretti. El objetivo era convertir la experiencia de la mujer en la vida cotidiana en criterio de diseño, tanto en el proceso de planificación urbana como en la construcción de viviendas; aumentar su participación en la construcción de la ciudad y en los lugares de decisión política; y demostrar que los criterios de diseño para viviendas y espacio público, con visión de género, no sólo son un manifiesto teórico sino que se pueden llevar a la práctica y son beneficiosos para todo.

Su espacio público está pensado para los usuarios, con lugares de juegos y actividades para diferentes edades. Al conjunto de viviendas con zonas de trabajo se le suman los equipamientos de proximidad; una guardería, un dispensario médico, el centro de vecinos, una estación de policía y comercios. Algunos criterios de diseño son los recorridos abiertos a la vista de todo el conjunto, sobre todo en las entradas; las escaleras muy visibles y con buena iluminación; los espacios de almacenamiento accesibles en planta baja, para bicicletas y cochecitos de niños; las azoteas utilizables comunitariamente; y la creación de espacios de encuentro.

La manzana de la Compact City (1995-2001), situado enfrente del anterior proyecto del equipo Bus Architektur, encabezado por Laura Spinadel, es un valioso caso de superposición y mezcla de usos en una manzana plurifuncional, con viviendas, comercios, oficinas, un supermercado, restaurantes, aparcamientos y equipamientos como una guardería. Con un laborioso proceso de proyecto y gestión se ha conseguido realizar una manzana urbana, en la cual se superponen distintos usos configurando un sistema de espacios públicos, accesos, marquesinas y pasarelas. De esta manera, genera una diversidad y complejidad necesarias por su localización periférica alejada del centro de la ciudad, y evita la reproducción de barrios monofuncionales.

Ambos proyectos apuntan hacia un futuro hecho de la mezcla de funciones, la superposición, la relación vivienda y trabajo y las piezas urbanas variadas.

La ciudad de Groningen (Holanda) ha hecho de la renovación de antiguas áreas industriales su modelo de transformación. En este contexto se sitúa el proyecto de los Schots 1 y 2 (1998-2003), del estudio S333 Architecture+ Urbanism, dos manzanas residenciales y polifuncionales, muy relacionadas entre ellas. Una megaforma que sitúa las viviendas en los espacios semipúblicos, con una calle pública comercial en su eje, que va configurando cubiertas hechas con grava y césped sobre los aparcamientos y comercios, de forma que se produce una agradable y sutil transición entre lo público y lo privado.

En la relación entre lo privado y lo público es esencial la existencia de gradientes de privacidad, es decir, espacios de transición. De ello tenemos muy buenos ejemplos en Catalunya, desde la Casa Bloc en Barcelona, del Gatcpac (1934-1936), hasta el Walden 7 en Sant Just Desvern, del Taller de Arquitectura (1972-1977). La arquitectura moderna quiso introducir espacios intermedios, como en el grupo de viviendas para la cooperativa de agentes comerciales en la calle Santa Maria Micaela en Valencia (1958-1961), de Santiago Artal, en el que los edificios pantalla y el bloque bajo, que matiza la transición entre la calle corredor y los edificios modernos, delimitan un patio comunitario que da acceso a las viviendas y que recuerda las pequeñas plazas de Amsterdam, conceptualizadas por Jacoba Mulder y proyectadas por Aldo van Eyck en los años sesenta.

Por tanto, tan importantes como los metros cuadrados de la vivienda lo son los de espacio público, semipúblico y semiprivado que puede disfrutar cada habitante en aceras, paseos, plazas, jardines, pórticos, marquesinas, patios, pasarelas y cubiertas. La clave es que la puerta de la vivienda no dé directamente a un espacio transitado y ruidoso. Es decir, que dé a un tranquilo y vivo espacio público.

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua