Un libro turbador

Mikel_Sorauren

La obra que acaba de aparecer recientemente de MANUEL MARTORELL: RETORNO A LA LEALTAD, referida a la trayectoria seguida por el Movimiento carlista a partir del 18 de Julio del 36, me provoca un temblor ineludible, a mí, que crecí en el ambiente de quienes fueron protagonistas de los acontecimientos. El autor busca colocar en su sitio hechos, grupos y personas. Le mueve –al parecer- el interés en rectificar perspectivas tradicionales sobre todo este conjunto, que han sido muy negativas con respecto a los carlistas que intervinieron en la guerra.

La turbación a la que me refiero es resultado de la identificación que experimente con los protagonistas de los hechos hasta los 18 años, por circunstancias que no son del caso. Posteriormente me alejé completamente de tal perspectiva e invertí mis puntos de vista al respecto. Martorell  hace un esfuerzo por matizar las condiciones en las que se produjo la intervención carlista en el conflicto; la participación en el frente, represión en la retaguardia, implicaciones y desacuerdos con el régimen instalado por los militares y falangistas –fascistas españoles-. Creo que intenta reducir la intervención del Carlismo en la represión y resaltar su aportación altruista a la causa, mediante la presencia en el frente y el trabajo de ayuda en la retaguardia. No me atrevo a afirmar que tenga razón siempre, pero es innegable que el conjunto de aspectos debe someterse a revisión; al menos con la finalidad de situar las cosas en su sitio.

Pienso que puede ayudar a entender la trayectoria histórica del Carlismo tener en cuenta los rasgos históricos del movimiento, particularmente por lo que se refiere a los territorios navarros. Con demasiada frecuencia se liquida la cuestión calificándolo de simple movimiento reaccionario frente a los esfuerzos modernizadores que se hicieron en España desde los inicios de la Edad Contemporánea. Se suelen preguntar muchos ¿Cómo puede ser reivindicativo en sentido progresista un movimiento campesino que proclama la religión? Pienso que la pregunta debe formularse de manera diferente ¿Por qué proclama la religión un movimiento reivindicativo campesino y liberador?

Me parece que se suele tener una idea poco exacta de la realidad religiosa europea en los tiempos contemporáneos. El laicismo y desapego de la religión fue una tendencia que durante mucho tiempo únicamente ganó a las élites de pensamiento avanzado. La mayoría social siguió siendo profundamente religiosa y cristiana, aunque lentamente ganaron espacio los planteamientos que aceptaban relegar la religión al plano privado y desligarse de los esfuerzos eclesiásticos por seguir imponiendo sus criterios en todos los órdenes sociales. Será en los sectores campesinos en donde se mantendrá durante más tiempo la influencia clerical. Esto no era obstáculo para que en Euskal-Herria las reivindicaciones de los campesinos y otros sectores sociales fueran de orden material, aunque aparecieran en alguna medida como ideológicas y religiosas.

El Carlismo, en origen, no fue un movimiento homogéneo. Posteriormente se polarizó en el conjunto de elementos que rechazaron el Convenio de Bergara. A partir de aquí experimentó una homogeneización –vamos a decir las cosas de este modo- en el que confluyeron las reivindicaciones de los sectores populares que rechazaban las secuelas perniciosas de las denominadas reformas liberales –en realidad oligárquicas-. A esta base popular dio forma el sistema de pensamiento de  ciertas élites, agrupadas en torno a los presupuestos políticos de parte del conservadurismo español. Esta amalgama, que se traducía en unos planteamientos paternalistas e idealizados sobre la España tradicional, explica el mantenimiento de esta fuerza política, que no dejaba de presentar aspectos fuertemente contradictorios. De hecho al carlismo le ha caracterizado el abandono continuo de sus partidarios, cuando éstos entendían  que no eran compatibles reivindicaciones populares con planteamientos políticos conservadores, y es que no se debe olvidar que la base social carlista era básicamente campesina, el sector social sobre la que el clero ha mantenido su influencia durante más largo tiempo. La transformación social de la sociedad contemporánea explica mejor la desaparición del Carlismo que cualquier otro factor.

Volviendo al momento que nos interesa. La adhesión del Carlismo al alzamiento del 18 de Julio resultó en principio dubitativa. Los carlistas se enfrentaban a la Republica, pensando en la solución tradicional del movimiento. La instauración de una monarquía que se reclamaba tradicional, pero abierta a ciertas reivindicaciones populares. Es difícil pensar cómo se habría conseguido este propósito por parte de una fuerza conformada por sectores oligárquicos minoritarios y otros populares con visiones muy concretas de los problemas que les afectaban, en absoluto coincidentes.

A pesar de que los carlistas contribuyeron de una manera decisiva a que la rebelión militar se mantuviese y luego al triunfo de la misma, lo cierto es que quedaron pronto sometidos a los militares que terminarían por relegarlos en beneficio de otros planteamientos políticos. En alguna medida se puede afirmar que los dirigentes más caracterizados quedaron marginados por aquellos otros que representaban mejor los intereses de las oligarquías españolas, más proclives a la participación en un proyecto político conservador y autoritario. En cualquier caso, los dirigentes carismáticos no tuvieron la decisión de volver atrás, a pesar de que la masa carlista estuviera a su lado.

Martorell presenta una descripción de estos aspectos que se refieren a la represión, participación militar, sometimiento político y desafección con respecto a la dictadura militar acaudillada por Franco. En la actualidad la cuestión de la represión representa el mayor interés. Insiste nuestro autor en que la mayoría del Carlismo no se identificó con la represión que fue desencadenada por Mola –principalmente- y desarrollada por falangistas y carlistas emboscados. Siempre resulta difícil la atribución de hechos de tal índole a propuestas previas de los implicados. No parece, en efecto, que para los carlistas la limpieza ideológica fuera primordial. De hecho los mayores esfuerzos se hicieron en el frente militar, de manera similar a lo que había tenido lugar tradicionalmente en el citado movimiento y la represión puede ser achacable al movimiento falangista, que sí tenía planteamientos en esta dirección, y a los militares. Mola lo expresaba de forma clara, cuando hablaba de provocar un golpe extremadamente violento que aniquilase a quienquiera que se opusiese e, incluso, a los dubitativos.

En cualquier caso resulta difícil exculpar a los carlistas en su totalidad. Hubo destacados elementos carlistas que actuaron contundentemente, porque esos fueran sus planes o porque se dejaron arrastrar a la vorágine. Martorell, quizás es condescendiente con algunos destacados carlistas de los que hay suficientes indicios para declararlos responsables. Es cierto, en todo caso, que este hecho no puede hacerse extensible al conjunto del movimiento y en menor medida a quienes fueron al frente. No pretendo realizar el panegírico de estos últimos. Su entusiasmo y sacrificio  puede parecer admirable, pero en ningún caso podrá ser apreciado como hecho positivo. Una vez más en la Historia de Navarra topamos con un altruismo mal dirigido y pernicioso para nuestra colectividad.

Quienes crecimos en los años del más duro franquismo recordamos a nuestros padres evocando lo que había sido su traumática experiencia de la guerra. La dureza del frente con el dolor de los muertos propios y lo inexplicable de los que se tenían por enemigos. Sin embargo, lo que más turbaba a quienes habían estado en el frente era las injustificables ejecuciones y represión que los emboscados en la retaguardia habían desencadenado sobre sus vecinos y conciudadanos. Cuando se enteraban, denunciaban a los cobardes emboscados que rehuían el frente y proclamaban que ellos mismos únicamente se habían movilizado en defensa de la religión. ¿Qué verdad es que este factor ha contribuido de manera tan nefasta en la historia de Navarra? No puedo menos de evocar la conquista de 1512 en la que los españoles atacaron en defensa de la religión católica, como lo dejaba meridianamente claro el duque de Alba, la persecución de nuestra cultura con acusaciones de brujería y el control de las conciencias que estableció la católica España en épocas posteriores, hasta hacer perder el sentido de la realidad a nuestros mayores… Como llegaban a decir algunos carlistas en tiempos de la República en referencia a los oligarcas, …han colgado el macuto del brazo del crucifijo, para que a la vez que defendemos el crucifijo, defendamos su macuto… Clarividente juicio, pero sin llegar a las adecuadas conclusiones.

La pesadumbre que causó la represión en los combatientes les arrebató cualquier ilusión sobre su participación en la guerra. Se comentaban las circunstancias de una manera sigilosa, como había sido sigilosa la represión, con alevosía y nocturnidad. Los hijos oíamos comentar a nuestros padres la arbitrariedad y dureza de los represores, que –no podía ser de otra manera- terminaba por afectar a los mismos familiares de tantos combatientes o a amigos y conocidos.

En otro orden de cosas el Carlismo fue sometido a los intereses de los militares. Como he señalado más arriba con el acuerdo de muchos dirigentes y la falta de decisión de otros. La mayoría tuvo esta percepción cuando vio a falangistas y una legión de arribistas de todo color subirse al carro del Movimiento Nacional de Franco. Su sacrificio y esfuerzo no se tradujo en ninguna mejora de su sistema de vida y tuvieron que trabajar –siempre en una situación de precariedad- para que todo el parasitismo español viviese a su costa, de la misma manera que sucedía a los vencidos militarmente. No es de extrañar por todo ello el rechazo que suscitó el régimen de Franco, basado en una manera de gobernar autoritaria y de formas de presentación ridículas, copiadas del Fascismo italiano y la tiranía nazi.

Quienes nos sentíamos navarros y requetés contemplábamos como contrarios a quienes considerábamos falangistas, que para nosotros –en nuestra simplicidad de adolescentes- lo era el conjunto de españoles. No olvidaré nunca mis discusiones y enfrentamientos con aquellos compañeros míos del seminario donde estudié y también profesores –falangistas ellos- que atacaban lo que nosotros denominábamos los Fueros. Allí comprendí que Navarra era una realidad diferente a España.

El libro de Martorell también recorre este espacio. La desafección de nuestros padres con respecto a la Dictadura fue un factor que a la larga nos ayudó a comprender que existían valores muy diferentes a los que se había pretendido imponernos. Es cierto que el acceso que tuvimos a otras perspectivas de la realidad diferentes a la suministrada por la educación del Nacional-catolicismo español constituyó el factor decisivo. El Carlismo histórico desapareció, no tanto por la persecución que sufrió de parte de la Dictadura de Franco, como porque se había pasado su tiempo, basado en la permanencia de unas estructuras socio-económicas tradicionales que terminaron por desaparecer con el desarrollo económico de los años 50 y 60 del pasado siglo. Las contradicciones existentes en unos planteamientos populares, pero que miraban a formas políticas del Pasado impedían su existencia. Hoy existen grupos carlistas de idearios totalmente contrapuestos. Algunos pretenden seguir manteniendo los objetivos de un partido conservador y de derechas y otro grupo reivindica el aspecto popular que tuvieron siempre sus bases, intentado éstos dar respuesta a problemas en la línea que defienden organizaciones políticas que consideran fuera de lugar las referencias históricas carlistas.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua