Tres provocaciones, para repensar cómo hacer efectiva la República

No he encontrado la cita exacta, pero diría que pertenece a una obra de Bertolt Brecht y que viene a decir, si no me falla demasiado el recuerdo, que una provocación es una manera de restablecer la realidad. Hoy, pues, les propongo tres provocaciones y lo hago, en parte, como respuesta a algunas reacciones a mi editorial de ayer. Hay quien se lo tomó como una especie de reconocimiento de un fracaso que yo ni hice ni veo por ninguna parte. Pero ya aprendí hace mucho tiempo que tú escribes y la gente lee lo que quiere. A ver si hoy me explico mejor…

Hablo de cómo hacer efectiva la República. Y al mismo tiempo de cómo salir del callejón sin salida evidente donde se han metido los partidos políticos, especialmente el PDECat o, en general, el entorno postconvergent y ERC. Expondré tres obsesiones que creo que se deberían discutir si se quiere, por ejemplo, que la sentencia del juicio deje paso a una segunda oportunidad.

 

  1. La obsesión por el gobierno

El 9 de septiembre de 2009 -pronto hará diez años, por tanto- Arenys de Munt hizo aquel referéndum histórico sobre la independencia, momento en que comenzó el proceso actual. Fue impulsado por el MAPA, un grupo local, vinculado a la CUP, con el apoyo de gente como Alfons López Tena, Uriel Bertran, Oriol Junqueras -entonces eurodiputado- y Elisenda Paluzie.

El día en que se hizo el referéndum, salvo ellos, pocos políticos con cargo fueron hasta la población del Maresme. ERC era favorable al mismo, pero Joan Puigcercós no fue muy bien recibido cuando se paseó por allí. CiU, en general, no lo veía bien, pero con voces discrepantes como las de Àngel Colom o la JNC. ICV tampoco creía que fuera una buena propuesta, pero la respetaba. Y los otros ya gastaban los tópicos que diez años después siguen repitiendo. Básicamente, el referéndum de Arenys de Munt fue una iniciativa surgida de la gente, como lo fue el fenómeno posterior de las consultas que llegaron a 549 municipios y donde votaron 800.000 personas. Un fenómeno que dio la vuelta al país, gracias al trabajo de 60.000 voluntarios organizados en comités locales. De allí nació en buena parte la Asamblea Nacional Catalana, dos años después. Al margen de lo que querían o proponían los gobiernos sucesivos.

Evidentemente, el hecho de que el gobierno -sobre todo a partir del 9-N- y los partidos políticos -sobre todo a partir del 27-S- decidieran que había llegado el momento de hacer efectiva la independencia fue muy determinante para poder llegar a proclamarla el 27 de octubre de 2017. Pero el paso inmediatamente previo, el referéndum del primero de octubre, se tuvo que organizar otra vez al margen del gobierno. La adquisición y el tráfico de las urnas fue una epopeya de la sociedad civil -si bien hay que reconocer que al menos uno de los partidos políticos independentistas tuvo un papel clave.

Esto son simplemente dos ejemplos que señalan cómo la sociedad ha sido capaz de dar pasos enormemente difíciles sin esperar a que el govern diera alguno o llegando allí a donde el govern no podía llegar. La primera provocación, pues, es sencilla: es necesario que sea el gobierno que decida cuándo y cómo se hace la independencia, ¿o la sociedad podría liderar el famoso ‘momentum’?

 

  1. La obsesión cartográfica

Podemos discutir hasta la eternidad por qué no se hizo bajar la bandera española en el Palau de la Generalitat el 27 de octubre de 2017 o podemos preguntarnos, en cambio, cómo es que en tantos otros lugares sí se hizo bajar y no sirvió de nada.

Las imágenes de este vídeo (*) son de Girona, aquella tarde. El edificio es la sede central de la Generalitat, de donde sí se descolgó la bandera de manera oficial. Como se hizo también en el ayuntamiento de la ciudad y otras instituciones. Al día siguiente el presidente Puigdemont se dirigió al país desde ese edificio donde ya no ondeaba la bandera española, bandera que sin embargo hoy vuelve a estar allí. ¿Por qué? No precisamente por la voluntad demostrada de la sociedad gerundense, incluyendo los servidores públicos.

No hablo de ningún hecho aislado. El 21 de diciembre pasado buena parte de las comarcas del entorno de Girona y de la Cataluña Central se despertaron bajo el control ciudadano, perfectamente organizado en muchas poblaciones de acuerdo con los ayuntamientos respectivos. La segunda provocación es, por tanto, esta: si en una porción del territorio se puede instaurar de forma inmediata la República, ¿no sería más efectivo en la situación actual convertir este espacio liberado ‘en un territorio provisional, a partir del cual el nuevo Estado pase a ser una realidad internacional indiscutible?

Imaginemos que el 27 de octubre hubiera pasado esto y que un año después varias comarcas del Principado, no necesariamente agrupadas geográficamente, ya fuesen independientes y se hubiera aplicado la nueva forma de gobierno. Imaginemos que la República Catalana territorialmente provisional tuviera el control de la frontera con Cataluña Norte, con el Estado francés y el del trazado del AVE y la autopista. ¿Quién cree que la reacción de España, Francia y la Unión Europea a esta situación sería la displicencia actual? ¿Quién piensa que podrían permitirse el lujo de seguir haciendo ver que aquí no pasa nada?

Que nadie se alborote con la cartografía, que debatir una posibilidad como ésta no implica ninguna renuncia de nada. Yo quiero la independencia de Salses a Guardamar, pero entiendo que la independencia de Portbou a Alcanar puede ser un paso adelante monumental y no la veo como ninguna renuncia. Y es en este contexto que lo expongo. Como un paso provisional.

Y para explicarlo mejor podría servir, de hecho, un ejemplo español, en Alicante.

En 1939 la Segunda República española fortificó Elda y Petrer con la voluntad de resistir el ataque franquista en estos dos pueblos mientras estallaba la Segunda Guerra Mundial, convencidos de que los aliados, si esto ocurría, atacarían a Franco. Negrín y el Partido Comunista se instalaron, pero la maniobra fue abortada por la rebelión de una parte del ejército republicano. ¿Era una locura? No. Tenía todo el sentido del mundo: mantener una legalidad sobre el territorio entero basada en una realidad reducida que daba la legitimidad necesaria sobre todo para reclamar una intervención internacional. A los que quieran argumentar que el ejemplo fracasó, les recomiendo que analicen el caso de Taiwán, donde el invento, con todos los matices que habría que hacer, funciona.

 

  1. La obsesión por la legalidad

Las dos posibilidades de hacer las cosas de una manera diferente, tal como he explicado en los dos puntos anteriores, sólo se pueden aplicar si se acepta discutir también la obsesión por la legalidad. La obsesión de pasar de la legalidad a la legalidad.

Es evidente que en lo posible hay que hacer una transición suave y que hay que garantizar en todo momento la seguridad jurídica. Pero esto no quiere decir, y esta sería la tercera provocación, que la independencia sólo se pueda proclamar en el Parlamento autonómico ni que la República sólo pueda ser una sucesión ampliada de la autonomía. La independencia de Kossove o la de Estonia, por poner dos ejemplos muy diferentes, no se hizo por evolución de las instituciones propias y suficiente. El parlamento de Irlanda tiene su origen en un parlamento revolucionario, nacido de la nada y convocado por los rebeldes. Y, sin embargo, nadie ha discutido nunca su legalidad. Islandia sigue teniendo la constitución danesa que tenía cuando aún no era independiente. Y la fabricación legal que permitió la reunificación alemana, con la famosa manipulación del artículo 23 de la ley básica, es una muestra excelsa de creatividad jurídica muy difícil de superar. Todo esto lo aporto simplemente para poner ejemplos de grandes decisiones nacidas muy irregularmente, pero hoy plenamente consolidadas.

De hecho, ni la actual autonomía de Cataluña nació de la ley a la ley. Adolfo Suárez, y dicen que Juan Carlos mismo, se sacaron de la manga el retorno de Tarradellas como una manera de frenar a la izquierda y reconducir el proceso autonómico. ¿De acuerdo con qué legalidad? De acuerdo con la que se inventaron ellos. La constitución española no se había redactado y el marco legal vigente eran las leyes fundamentales del ‘Movimiento’ franquista, que el régimen equiparaba a una constitución. Pues bien, con aquella ‘constitución’ en la mano no es sólo que el regreso fuera ilegal sino que el retorno, formulado así, reconocía la legitimidad de una república, la que había hecho presidente a Tarradellas, que el ‘Movimiento’ había querido derrotar con una guerra. Simplemente, la legalidad se dibujó de arriba abajo y a conveniencia del momento. Los partidarios de la reforma dicen que se fue de la ley a la ley, a pesar de las enormes irregularidades cometidas en la redacción de la constitución de 1979. Pero con el retorno de Tarradellas y la reinstauración formal de la Generalitat todos pasaron por alto la legalidad. Muy contentos.

¿Y qué pasó? Pues pasó lo que pasa siempre cuando se toma una decisión como esta. Que el tiempo decanta el debate. La excepcionalidad se convierte en norma y, a partir de ahí, no lo discute nadie. No sé si es estirar demasiado los hilos, pero seguramente procedería la expresión ‘legalidad banal’: cuando algo es reconocido como legal ya no importa cómo ha llegado a serlo. Y esta es una lección, la tercera de hoy, que creo que deberíamos aprender todos juntos.

  1. Cabe decir también que nosotros estamos todos muy preocupados, pero que en España lo están más. Ayer, sin ir más lejos, se llevaron a Madrid un acto de la Escuela Judicial que siempre se había hecho en Barcelona para que su rey no tuviera que volver a pasar el trago de venir. Un rey, por cierto, que ya ha llevado fuera de Girona todos los compromisos que tenía. Quizás él lo ha entendido incluso mejor que nosotros.

(*) blob:https://www.dailymotion.com/0eb0ccf2-fcc2-463a-a62c-bbfe1958359d

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