Tras dos golpes, Honduras votó con los pies

Tijuana

Cientos de jóvenes neoyorquinos, muchos de ellos estudiantes de derecho, vienen camino a San Diego /Tijuana para asesorar a los miles de centroamericanos, la mayoría hondureña, que llegan cada día a la ciudad fronteriza en la épica caravana migrante.

Intentarán darles pistas respecto a sus posibilidades de lograr el asilo político. Vendrán más de San Francisco y Los Ángeles. Quizás algunos en Europa se animarán también. Es un trabajo muy necesario y si, como sostiene el Hope Border Institute, esta caravana migrante es “el momento Selma” para el derecho a migrar, tal vez esos jóvenes sean los trabajadores de derechos civiles del movimiento migrante.

Son necesarios porque la mayoría de los migrantes hondureños con los que yo he hablado en Ciudad de México y aquí en Tijuana, no tienen la más mínima idea de las estrictas condiciones que se exigen para que una persona sea considerada eligible para el status de refugiado. Y esto pese a que muchos de ellos sí cumplen con los requisitos.

“Yo voy a cruzar por el puente oficial y pedir un permiso de trabajo para estar al menos tres años”, dijo un veintañero de San Pedro Sula que había venido solo y esperaba en una larga cola para usar los baños en el refugio montado en un polideportivo en las afueras de Tijuana.

“Vamos a pedir trabajo en EE.UU. No hay empleo donde vivimos nosotros; la luz y la comida están subiendo; y ya hay ocho o nueve asesinatos a la semana “, dijo Jose Fune de 29 años procedente del sur de Honduras que llevaba una camiseta de Nirvana. Estaba alojado en el refugio de Ciudad de México, a punto de seguir hasta Tijuana.

Son comentarios de los que abundan en la cobertura mediática de la caravana y que provocarían un bostezo del asesor de solicitudes de asilo en San Diego. No vale que un refugiado huya del hambre o la violencia atroz. Tiene que demostrar que tiene “temor creíble” de persecución debido a su raza, religión, nacionalidad, o pertenencia a un grupo político o social.

Los centroamericanos que buscan asilo no están preparados para los duros interrogatorios a los que les van a someter las autoridades del control de la inmigración estadounidenses. Pero muchos de los hondureños tienen el perfil exacto de un refugiado con derecho a asilo político.

¿Por qué? Porque huyen de un país gobernado por un régimen sin legitimidad democrática que no les garantiza protección ante la violencia sistemática de grupos delincuentes que, en muchos casos, trabajan indirectamente para el estado . Así es el Honduras de Juan Orlando Hernández .

Pese a las mejores intenciones, los periodistas que , como yo, nos acoplamos al circo mediático que va a remolque de la caravana migrante en su imparable marcha hacia la frontera, no solemos llegar a la parte más importante de las entrevistas. Después de las necesarias preguntas sobre el dolor, el sufrimiento, el hambre y el indomable espíritu humano, ya no hay tiempo para más.

Sin embargo, he aquí unos ejemplos de lo que dicen los hondureños cuando se llega a la parte de la conversación en la que se habla de la política.

“Salimos porque no hay oportunidades en nuestro país”, dijo José Reyes 34 años, de San Pedro Sula que esperaban en una pequeña tienda en el refugio de Tijuana, con Erica Damari, de 42 años,. ¿Pero por qué no hay oportunidades? “Pues hubo un fraude en las elecciones (las presidenciales de noviembre del 2017). Los mismos (norte) americanos apoyaron el fraude; todo el país votó a la oposición porque no podíamos más de violencia, pobreza, subidas de precio de energía; pero Juan Orlando volvió a ganar con el fraude; no hay futuro para nosotros en Honduras” .

El fraude en las elecciones del 2017 -diversas organizaciones internacionales lo comprobaron- excluyó del poder a Salvador Nasralla, el candidato pro democracia que contaba con el apoyo del ex presidente Manuel “Mel” Zelaya. Zelaya , a su vez, fue víctima de un golpe en junio del 2009. Elegido democráticamente en el 2006, fue secuestrado a punta de pistola en la madrugada y, aun en su pijama, sacado del país por el ejército hondureño.

Aquel golpe fue la respuesta a la decisión de Zelaya a sumarse a las alianzas regionales entonces impulsadas por Hugo Chavez así como responder a los movimientos sociales en Honduras que exigían una asamblea constituyente para democratizar el podrido sistema político . “Zelaya nos ayudaba bastante; la energía estaba barata (por el apoyo venezolano); al campesino le daba tractores; pero hubo golpe y vendieron los tractores que nos había dado Hugo Chavez”, continuó Jose Reyes.

Zelaya fue transportado a Costa Rica por los militares golpistas pero posteriormente regresó y empezó a reconstruir una alternativa democrática pese a la brutal represión que se produjo en Honduras después de 2009 con un balance de cientos de opositores asesinados. Nasralla, el popular presentador de televisión deportiva, fue elegido candidato para las elecciones del año pasado y creó un amplio movimiento para echar a Orlando del poder cuando este forzó un cambio constitucional para poder presentarse a la reelección.

Nasralla iba ganando en la noche electoral cuando, de repente, cayó el sistema de recuento. Cuando se resolvió el problema técnico, ganaba Orlando, estrecho aliado de Donald Trump , y un elemento clave del proyecto de la nueva Administración de militarizar y externalizar la estrategia de seguridad estadounidense desde la frontera del norte hasta las fronteras del sur (México/Guatemala y luego todas las de Centroamérica).

El primer golpe de estado contra Zelaya fue condenado al principio por la Administración Obama pero luego la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton decidió hacer la vista gorda. El segundo golpe fue facilitado directamente por la Administración Trump cuando la encargada de negocios estadounidense en Honduras, Heidi Fulton, compareció en Tegucigalpa en diciembre del 2017 con el presidente del Tribunal Supremo Electoral hondureño y anunció que las elecciones habían sido limpias. El presidente mexicano Enrique Peña Nieto ayudó el proceso de normalización del segundo golpe de estado hondureño al dar su apoyo a la reelección de Orlando.

Regresemos al refugio de Tijuana, -ya cerca de sus limites tras la constante llegada de migrantes- donde una joven mexicana está cantando corridos para entretener a un grupo de hondureños, hambrientos y cansados. “¿El régimen de Juan Orlando Hernández garantiza la protección para ciudadanos como vosotros ante la violencia?”, pregunté. “Pues no, mi padre fue asesinado hace tres meses por pandilleros porque no pagó el impuesto; , mi hermano y yo estamos bajo amenaza de muerte también; por eso estoy aquí”, respondió José.

¿Hay vínculos entre los violentos y el gobierno ? “Pues claro que si , los policías son igualitos que los Mara salvatrucha (la pandilla salvadoreña, creada en Los Angeles y conocida por su violencia)”, responde Erica Damari que viajaba con una amiga cuyo hijo había sido asesinado por un grupo de violentos. “Ahi no merece que uno se queje ; te miren como si no vales nada”, remató. “No puedes hacer una marcha pacífica de protesta, porque lo que hace el presidente es mandar a los mismos policías que tiran balas vivas; la gente humilde no sale a las calles a reclamar sus derechos por miedo”, dijo Jose Reyes

Estas respuestas deberían ser de mayor interés para el asesor de solicitudes de asilo en San Diego. A fin de cuentas, si tienes “miedo creíble” por tu vida debido a la presencia de un régimen dictatorial que no garantiza la protección de tu integridad física, cumples con bastantes requisitos.

(Si el funcionario de inmigración dudase del testimonio respecto a la violencia del estado podría llamar a la familia de Berta Cáceres, asesinada por su defensa del medioambiente , con la probable complicidad del gobierno de Orlando Hernández.)

Sigamos hablando. “Todo el mundo sabe que Juan Orlando es un dictador; por eso decimos “’¡Fuera JOH! Que se largue de nuestro país y así podremos regresar nosotros”, afirmó Rosa Amanda Matéu de 50 años residente de Ocotepeque que estaba alojada en el refugio de Ciudad de México.

“Quitaron a un buen presidente que era Mel Zelaya , el mejor presidente que ha tenido Honduras, ayudaba a las madres solteras, ayudaba a los pobres; por eso lo quitaron”, añadió su amiga, Karen Paz, madre soltera de 34 años que tenía una quemadura en el hombro que dijo era la obra de la Mara Salvatrucha. “Juan Orlando está a favor de las Mara ; los narcos le ayudan”.

Karen y Rosa Amanda – al menos hasta que hablamos- no parecían tener la intención de mencionar todo esto en su solicitud de asilo. “Le vamos a decir que solo queremos trabajar; si hace falta limpiamos pupú de perro, recogeremos basura, lavaremos trastes; da lo mismo; Dios nos ayudará”, dijo Karen.

Algunos migrantes tienen más consciencia de lo que son : exiliados políticos que al comprobar en dos ocasiones que su voto no vale nada, votaron con los pies. “Me he tenido que marchar de mi país por la persecución política”, dijo Jonathan Guerra de Nacaome en el sur de Honduras que viaja con su hija Ashley de 8 años. “Éramos dirigentes de uno de los partidos que apoyaban a Nasralla, de Libre (Partido de Libertad y Refundación, fundado por quienes se opusieron al golpe que derrocó a Zelaya); ahora nos amenazan”, explica. “Hubo fraude pero el pueblo no pudo levantarse en protesta debido a las amenazas ; ya nadie intenta salir a la calle porque te disparan y te matan; Orlando es un dictador” .

Esto ya es materia digna de ser estudiada hasta por los más escépticos en el garrito de la frontera en San Diego. Claro, el hecho de que Juan Orlando Hernández sea el aliado mas fiel de Donald Trump en Centro América no va a ayudar. Pero esto es California, el némesis de la América de Trump. Tal vez por eso la caravana decidió venir a Tijuana. Que vengan los jóvenes del nuevo movimiento de derechos civiles. Hay mucho trabajo por hacer.

LA VANGUARDIA