Tradiciones Vasconas

Consultando la pagina WEB de CINTRUENIGO, en el apartado referido a HISTORIA podemos leer en su párrafo 3º:

«A los moros les gustó nuestra ribera, y quedaron afincados hasta la reconquista hecha por Alfonso el Batallador en 1.119 y aún después. Cuatrocientos años de presencia sarracena, sucesores de otros siglos de influencia visigótica y romana, fueron más que suficientes para borrar anteriores tradiciones vasconas, legándonos un rico acerbo árabe en los sistemas de riego y en el lenguaje. Alfaril llamaban en Cintruénigo hasta hace un par de siglos al maestro albañil, y alamines siguen siendo los encargados del riego».

Desde nuestra experiencia de pueblo ocupado por un espacio de tiempo que se prolonga hasta nuestros días, no nos parece que cuatro siglos de ocupación, violenta y no deseada, sean capaces de acabar con los vestigios de una civilización. En ese caso no se hubieran empeñado en una reconquista. Y, tal y como se dice al principio del párrafo, lo hicieron. No lo hicieron con las ocupaciones romanas, que no pretendieron la eliminación de ninguna civilización, ni con las visigóticas que no llegaron a dominar con autoridad. Otra cosa sería que se hubiera producido una aniquilación total de la civilización primitiva a manos de una invasión posterior, cuestión ésta que no la consideramos inverosímil («El orgullo español, y luego lees en la prensa lo que los españoles hicieron en América del Sur. ¿De qué pasado puede estar nadie orgulloso?», dice ELIAS CANIETTI, en sus «Apuntes»), pero que pensamos que no llegó a producirse. ¿No es acaso prueba y certidumbre de ello el que haya algunas personas, tal y como se desprende de la lectura del párrafo que nos ocupa, que quieran renunciar a sus «antiguas tradiciones vasconas», a cambio del, por otra parte indiscutible, «rico acervo cultural árabe en los sistemas de riego y en el lenguaje»?.

Naturalmente, contamos con el testimonio de otras personas de Cintruénigo que manifiestan la persistencia de esas raíces y se sienten identificados con y en ellas, con lo que se hace innecesario recurrir a disciplinas de contenido científico y de diferentes campos, de las que, afortunadamente, disponemos en abundancia y contrastada calidad, para demostrar la falta de veracidad de lo puesto de manifiesto en el comunicado.

No tratamos de polemizar con quienes, si es su deseo, renuncien a su identidad y no quieran reconocerse como vascos. Lo que no nos parece bien es que sean poco rigurosos en sus afirmaciones. En todo caso, nos atrevemos a sugerirles que lean con atención las dos autorizadísimas opiniones con respecto a la identidad de dos admirables personalidades del pensamiento (y de la acción), tanto por el contenido de las mismas, como por lo que de actualidad tienen ambas, expresadas en dos libros excepcionales de reciente publicación:

En la página 22 de su libro «ENCUENTRO CON EL OTRO», editado en Octubre de 2007, R. KAPUSCINSKY nos dice: «Cuando alguien se ve arrancado,-voluntaria o involuntariamente- de su cultura, paga por ello un precio muy alto. Por eso resulta ten importante la posesión de una identidad propia y definida, y la firme convicción de que esa identidad tiene fuerza, valor y madurez. Sólo entonces puede el hombre encararse con otra cultura. En caso contrario, tenderá a ocultarse en su escondrijo, a aislarse, temeroso, de otras personas. Tanto más cuanto que el Otro no es sino un espejo en el que uno se contempla- y en el que es contemplado-, un espejo que lo desenmascara y lo desnuda, cosa que todo el mundo parece más bien evitar».

La otra personalidad es AMOS OZ, que en la página 37 de su libro «CONTRA EL FANATISMO», escribe: «Ningún hombre es una isla, dice JOHN DONNE. Me atrevo humildemente a añadir a esta maravillosa sentencia que ningún hombre ni ninguna mujer es una isla, pero que cada uno de nosotros es una península, con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano. Una mitad conectada a la familia, a los amigos, a la cultura, a la tradición, al país, al sexo, al lenguaje y a muchos otros vínculos. Y la otra mitad deseando que la dejen sola contemplando el océano Pienso que nos deberían dejar ser penínsulas»

No resultará, pues, muy recomendable, pensando en configurar una sociedad sana que transmitir a futuras generaciones, renunciar tan alegremente a lo que nos es consustancial.

Nota.- Por la proximidad entre Cintruénigo y Corella, Sr. Sanz: ¿A usted qué le parece?