Thomas Bernhard, en la dirección opuesta

«Viento, aventar y verdad…

sobre la sombra del mundo…

… … … … …

los gritos de pájaros oscuros»

«no aporté una sola estrofa

para diversión de la provincia estúpida»

Vayan un par de cuestiones por delante y no se juzgue que son meras anécdotas, sino que apuntan a cuestiones significativas acerca del tono de las obras del escritor austriaco (no se es de donde se nace –Heerlen / Países Bajos- sino de donde se pace, aunque este caballero pacer, pacer lo que se dice pacer… poco y… poca paz; se ha de tener en cuenta que el escritor tenía la nacionalidad austríaca), uno de los últimos grandes autores europeos en palabras de Alfonso Sastre, y seguro que de muchos otros (en un par de ocasiones fue propuesto – por alemanes que no por austríacos como él mismo señalaba- para el Nobel de Literatura, si es que esto prueba algo); «antes que la rosa la espina / antes que la luz la sombra / antes que la vejez la muerte…».

Por una parte, en el momento de su muerte no pocos quedaron defraudados ya que murió debido a la enfermedad, cuando todo, o casi todo, dios pensaba que teniendo en cuenta el pesimismo y los resabios schopenhauerianos (la vida como un continuo péndulo entre el dolor y el aburrimiento) su vida iba a acabar con un suicidio, lo que no sucedió; significativa en este orden de cosas es la pregunta que le hizo unos de sus raros entrevistadores, André Müller, y que recogía un sentir bastante generalizado:«usted que daría todas las razones para suicidarse, ¿ por qué – en vez de describirlo- no se suicida?»; por otra, la rabia y la coherencia de Bernhard persistió hasta el final de sus días: la escritura de su Heldenplatz (Plaza de los Héroes)- publicada en 1998 por la hondarribitarra Hiru y presentada por Alfonso Sastrela realizó un año antes de su fallecimiento; la obra era un dardo potentísimo contra la hipocresía de su país ante el nazismo (venía a mantener que mientras en los sótanos se habrían las espitas de gas en el primer piso se interpretaba, con esmerada finura, a Mozart), y la persistencia de éste.

La obra presentaba los hechos cincuenta años más tarde del momento de la Anchclauss (Anexión), cuando el 15 de marzo de 1938, Hitler anunció tal hecho, ante los gritos de júbilo de los vieneses concentrados en la plaza que da título a la obra… una familia se reúne con motivo de uno de sus miembros que se ha suicidado tras los duros avatares que hubo de pasar debido a las restricciones y persecución de la bota parda… y la persistencia del clamor de las masas enfervorecidas, hace que la familia – y obviamente el autor de la obra- sean de la opinión que “en la Austria de hoy la situación es todavía mucho peor que hace cincuenta años”… Obviamente la cosa no sentó ni medio bien en el país con capital en Viena, y la relación de mosqueo fue recíproca ya que si la representación de la obra fue prohibida en los teatros del Austria, el autor en respuesta dejó decidido que sus obras, todas, no deberían representarse en su país («hago hincapié en que no quiero tener nada que ver con el Estado austríaco, y no sólo me abstengo de intromisiones, sino también de cualquier tipo de acercamiento de este Estado a mi trabajo o a mi persona. Esto tiene validez para el futuro, después de mi muerte. Toda mi herencia literaria, incluidas cartas y notas, no pueden ser publicadas en Austria»).

Ya anteriormente las chispas habían saltado a raíz de la publicación de su novela Tala (1984), en la que alguien denunció el libro por verse retratado (el libro fue retirado de las librerías ante tal denuncia, y en respuesta el autor hizo retirar todos sus libros del mercado austríaco), y mucho antes todavía, cuando fue procesado, en 1955, por haber denunciado la nulidad del teatro de Salzburgo; a pesar de todo ello, él hablaba siempre alto y claro, y si el poeta, otro, decía que aunque amarga la verdad quiero echarla de la boca, Bernhard dejaba en verso también dicho: «y aunque me lincharan en la plaza del pueblo, / me arrojaran a una fosa oscura/ y escupieran en mi calavera/ disputándose luego mi cola… acepta mis balbuceos…».

Sirva lo dicho para dejar claro, desde el principio, por donde se mueve el quehacer del escritor, que, todo hay que decirlo, ya había dejado neta y claramente expuestas sus posturas con respecto a la educación recibida (el peso de la mojigatería del catolicismo y el prieta-las-filas del nacionalsocialismo) en sus minimalistas, cual expeditivas, entregas autobiográficas (véase muy en especial sus dos primera entrega: El origen y El sótano, y curiosamente la última que debería ser la primera: Un niño); «en el confesonario se os mete / bajo los testículos el virus / el salmo sagrado». En un verso de 1958 podía leerse: «Salvaje crece la flor de mi cólera»… en el futuro se mantuvo fiel a tal, y tan, rabioso espíritu, este tenaz cascarrabias.

Ya en sus comienzos, poéticos, se marcaba cierto tono de lo que iba a venir y así no resulta chocante que entre sus poetas preferidos estuviesen T.S. Eliot o George Trakl, entre otros (Ezra Pound, Jorge Guillén, Paul Eluard, César Vallejo, Rafael Alberti… y la Biblia a pesar de su ateísmo)… no renunció a tal talante negro (“negro es mi mensaje”, decía), mas sí renunció a la poesía, optando como única tabla de salvación, o al menos cierta tierra firme, por la prosa, la novela… mas siempre guiado por su hábito de «… contemplar cómo cava el topo… », y hurgar en las lindas fachadas que presentan los vendedores de humo, como el mejor de los mundos posibles.

En su vida y como fiel reflejo en su obra hay una serie de contantes que marcan el tono crítico propio del sujeto: la familia, o la falta de ella, como primer dispositivo en el proceso de estupidización de los humanos, la escuela como reforzamiento de lo anterior; la enfermedad fue una constante en su existencia lo que suponía repetidos ingresos hospitalarios con el consiguiente trato con médicos y pacientes, en situaciones realmente graves… Súmese a lo dicho su relación de odio hacia su país, Austria, por su apabullante hipocresía, al Estado – el monstruo más frío entre los monstruos fríos del que hablase Nietzsche-, etc., etc., etc.

Este ser desencantado, descreído, desesperado, se convirtió en un permanente lamentador de los males del mundo, en estos tiempos en que no se ven principios sólidos en los que apoyarse: ni Dios, ni Razón, ni promesas ideológicas, etc. Podría adoptarse como lema de su postura, que ya anunciaba en su segunda entrega de su autobiografía y que repetiría en su Extinción, la opción por la dirección opuesta o contraria, una persistencia en marchar contracorriente, en una tendencia a huir hacia los hombres; postura confirmada en su comportamiento de continuo pataleo.

«Corrección» (1975 / 1983)

«Un libro sólo existe también a partir de sus contradicciones. Si es unidireccional no vale nada, como tampoco si no es una excitación»

«Mis libros son una colección de millones de choques. Se trata de alinear no sólo frases sino choques recibidos. Un libro debe ser un choque, un choque que no puede verse por fuera»

«Omitir por completo todas las cosas que el mundo sabe. Sólo estorban, carecen de interés. Los procesos interiores, que nadie ve, son lo único interesante en la literatura en general. Todo lo exterior se conoce. Lo que nadie ve es lo que tiene sentido»

La novela es considerada como una de las más logradas y significativas en la obra del escritor austríaco, junto a sus Tala, Helada, Trastorno o Extinción. La prosa funciona en perfecta simbiosis con los vaivenes obsesivos de los protagonistas que se mueven por las lindes de lo maníaco-depresivo. Resulta así una música de/ para obsesivos. Cabe señalar cómo responden en medio de las constantes repeticiones, a veces retocadas, al espíritu corrector, que intenta hallar la expresión exacta, que se deja acompañar de un singular sentido del humor, un humor propio del área centroeuropea, al estilo de Kafka o Musil.

Un personaje que escribe o quiere escribir un texto basándose en las notas dejadas por un amigo suyo que se ha suicidado, Roithamer tras permanecer seis años casi encerrado en la buhardilla de un taxidermista. Höller, y su familia; su afán de perfección le empuja a corregir una y otra vez sin descanso hasta la aniquilación no sólo del texto sino de sí mismo.

Las notas de Roithamer derivan en torno al edificio que se proponía construir en medio de un bosque de Kobernaus, habiendo elegido para ello la buhardilla construida en la garganta del Aurach, extendiéndose además en reflexiones sobre Altesam la propiedad en la que se había criado, y a la que ha mostrado un incontenido desprecio.

Al tiempo que el narrador anónimo, que sabemos que estudio con el difunto y con el taxidermista, va hurgando en los papeles va enterándose de la desdichada infancia, guiada por el más estricto rigor, ante el que se había rebelado. Relación que muestra un abierto odio hacia su madre y un cariño hacia su hermana, para la que más tarde construirá el Cono mentado; los hermanos tampoco es que le caigan bien por su carácter sumiso y sus tendencias reproductoras de los valores familiares, y de clase, recibidos. Tales sentimientos son recíprocos, ya que él con su inconformismo es considerado por los demás como una oveja negra..

Parábola de la soledad y la incomprensión que se ha de soportar en la medida en que alguien se salga de la fila programada para él por la sociedad biempensante. El protagonista, Roithamer, sufre en su ser las decisiones adoptadas contracorriente, y trata de mantenerse dentro del camino que él mismo se va trazando, siempre de manera insatisfactoria, ya que su deseo de ser él mismo le conduce a continuos cambios de comportamiento, a correcciones que sin embargo en su repetición no conducen más que a un callejón sin salida, cuya única vía de escape resulta el suicido; apreciaciones rumiadas, y expuestas, sin tremendismo de ningún tipo, sino con una serenidad propia del más cabal estoicismo. Somos conducidos por los pagos de las tinieblas, mas con sosiego por los dos yoes que corresponden a las dos partes de la novela: el primer yo corresponde al narrador, siendo el segundo el de Roithamer.

El suicidio atraviesa las páginas de la novela, tanto en lo que hace al narrador anónimo que va intentar ordenar las notas de Roithmaler que se ve contagiado por el espíritu de éste; mentes ambas marcadas por la figura del maestro de la escuela que apareció ahorcado en el camino de la escuela, que es el camino de la vida y el de la muerte. No está de más señalar, por cierto, que un tío abuelo de Bernhard se suicidó, tras haber amenazado constantemente con hacerlo, suceso que dejó una honda huella en el joven Thomas.

A lo largo de la novela asoman algunos aspectos relacionados con las diferencias de clase social, así como los problemas que acucian a los hombres (y mujeres, claro) de hoy, debidos a la técnica, la deshumanización que ésta provoca, guiada por criterios de eficacia y ganancia… siempre eso sí, con la marca de la casa Bernhard: Austria, la familia, la educación y ciertos, casi la totalidad de, profesionales que quedan malparados.

Una lucidez, rozando los bordes de la locura, que hace pensar en la singularidad del filósofo Wittgenstein.

La sombra de Wittgenstein

Es habitual, desde la mima solapa del libro, ligar la novela con la vida del filósofo vienés. Sin embargo solamente en algunos aspectos pueden verse algunas salpicaduras de la vida del autor del Tractatus. No resulta improcedente, no obstante, indicar que si, como voy a señalar planea cierta sombra del filósofo nombrado, los resabios del texto resultan más cercanos a Schopenhauer o a ciertas tonalidades existencialistas, y referidas a la técnica, de Heidegger.

Antes de nada puede afirmarse que desde luego nada en la novela deja ver la visión filosófica del autor nombrado; cosa bastante habitual del novelista en sus abundantes referencias literarias o filosóficas, es nombrar pero no aclarar; él mismo, al igual que el protagonista de la novela, se vanagloriaba de la escasez selecta de su biblioteca, a la vez que subrayaba que más que lector era ojeador. En el caso que nos ocupa Bernhard declaraba haber leído el Tractatus logico-philosophicus, cosa que no hay por qué no dar por cierta, si bien nada deja constancia de tal lectura ni en esta ni en alguna otra novela en la que se nombra a Wittgenstein y su familia (muy en concreto en El sobrino de Wittgenstein) .

En el libro únicamente se nombra una vez al filósofo al repertoriar una lista de libros que se hallan en la buhardilla, y en algunas circunstancias atribuidas al protagonista es en donde pueden hallarse algunas coincidencias: un punto de locura en los intentos de pensar al límite, avanzando por los bordes del lenguaje (hasta crearse chichones contra las paredes del mismo, al igual que una mosca choca contra el cristal de la botella en su afán por salir de ella); la recepción de una suculenta herencia de la que se deshizo entre otras cosas construyendo una casa para una hermana; la ocupación profesional / profesoral en Cambridge.

Las nombradas son las únicas cuestiones en las que puede atisbarse, grosso modo, los aires de familia con Wittgenstein. Cierto es que el filósofo fue profesor en la prestigiosa universidad británica: de filosofía y lógica. También es verdad que construyó una casa a una de sus hermanas, del mismo modo que la gran herencia recibida fue entregada a sus hermanos (quedaban cinco, con él incluido, de los ocho hermanos que eran, ya que tres de ellos se habían suicidado) ya que pensaba que el dinero envilece, y también regaló parte de dicha herencia a algunos poetas, al considerar que la mejora de la humanidad vendría facilitada por el arte: entre los beneficiados se hallaban Rainer Maria Rilke –a pesar de que no les gustaban mayormente sus poemas por su excesivo refinamiento- y George Trakl– a quien admiraba a pesar de confesar que no entendía sus poemas, pero que quedaba maravillado por el lenguaje de sus versos-; la entrega monetaria a este último fracasó ya que para cuando llegó al lugar, el poeta había fallecido por una sobredosis.

No pretendo penetrar en los entresijos de la existencia del filósofo, mas sí quisiera subrayar algunos aspectos que dan cuenta de la singularidad de este ser cuya vida daría, qué duda cabe, sobrada materia para una novela, al mismo tiempo que me parece de justicia aclarar algunos aspectos que en la novela aparecen y que, desde luego, nada tienen que ver con la vida y la parentela del filósofo: la familia Wittgenstein era la más grande empresa de acero de Austria –decir Wittgenstein era igual a decir Krupp en Alemania–; en el palacio familiar se respiraba cultura de vanguardia por todas las esquinas: Mahler o Brahms, Schöenberg eran visitas habituales, también pintores como Gustav Kilmt (quien por cierto retrató a una de las hermanas). El magnate del acero era el padre y la que introdujo el ambiente cultural y artístico fue la madre. Si el joven Ludwig, tras contar con preceptores en su propia casa, inició estudios de ingeniería (experimentando en el terreno aeroespacial: cometas, etc.) los abandonó al sentirse tentado por la lógica y las matemáticas, aconsejado por Gottfield Frege. Pasó ciertas temporadas aislado en una cabaña en Noruega. Siguió cursos de filosofía de Bertrand Russell. Se enroló con el ejército austríaco con motivo de la primera guerra mundial, resultando herido, hospitalizado y prisionero de los italianos; fue en tal situación en la que escribió una de las obras esenciales de la filosofía del siglo XX: el Tractatus. El título le fue sugerido por Moore, al que más tarde sustituiría en la cátedra al jubilarse éste. Tanto la traducción del libro al inglés, por Ogen, como la introducción escrita por Bertrand Russell no satisficieron al siempre insatisfecho autor. Nombrado profesor en Cambridge, sus clases se desarrollaban en su propia habitación en la que tenía acumulada sillas plegables para sus alumnos. De la noche a la mañana abandonó la docencia, para trasladarse a una cabaña en tierras irlandesas, allá el único contacto era alguna visita de algún amigo, y la que mantenía con los pescadores de la zona que le facilitaban la comida, dejándosela en la puerta de la cabaña… Habiendo cursado anteriormente estudios de magisterio se dedicó a la enseñanza de las matemáticas, creando un método para el aprendizaje de tal materia, y teniendo serios problemas con los padres de los alumnos debido a la brusquedad y dureza de sus métodos pedagógicos. Trabajó como jardinero en un convento, antes de volver a Cambridge a impartir sus cursos, cuyas notas debidas a aplicados alumnos servirían posteriormente para la publicación póstuma de las Investigaciones filosóficas.

Sin entrar en mayores profundidades, se puede afirmar sin dudar que lo que atraía a Thomas Bernhard de algunos miembros de la familia Wittgenstein – tanto al filósofo como a su sobrino Paul- era el desclasamiento voluntario: la opción de adoptar la dirección opuesta al que se esperaba de ellos.

[Quien quiera conocer con más detalle los avatares existenciales del filósofo puede recurrir a diversos libros; me conformaré con nombrar algunos de los más accesibles y clarificadores:

Bartley,III William Warren, Wittgenstein (Cátedra, 1982)

Baum, Wilhelm, Ludwig Wittgenstein (Alianza, 1988)

Malcom, Norma, LudwigWittgenstein. Esbozo biográfico de G.H.von Wright (Mondadori, 1990)

Monk, Ray, Ludwig Wittgenstein . El deber de un genio (Anagrama, 1994)

Von Wright, G.H., Retrato del joven Wittgenstein (Tecnos, 2004)

Su vida

Algunos retazos de su existencia pueden rastrearse en sus cinco volúmenes autobiográficos (El origen, El sótano, El aliento, El frío, Un niño), y en algún otro -como El sobrino de Wittgenstein–, aunque estos más bien dan cuenta –en un balanceo entre explicitación y censura– de los aspectos que más marcaron sus años de infancia y juventud, hasta la cercanía de los veinte años, y la conformación de su yo (relaciones familiares, sistemas escolares, primero el nazismo y luego el rigor católico, la enfermedad y los distintos encierros en diferentes instituciones educativas y sanitarias), con especial atención a su tabla de salvación –o de perdición- por medio de la escritura («para mí, lo más espantoso es escribir en prosa… Nada más complicado. Además, desde el instante en que me di cuenta, juré no escribir sino en prosa»), con el telón de fondo de los acontecimientos históricos de su país… «No había querido en absoluto volverme nada y naturalmente nunca volverme una profesión en persona, nunca he querido más que volverme yo mismo».

«Salvaje crece la flor de mi cólera

y todos ven cómo la espina atraviesa el cielo

y gotea la sangre de mi sol crece la flor de mi amargura

/… / estoy enfermo de esa flor

que se abre roja en mi cerebro sobre mi pena»

Thomas Bernhard (1931 – 1989)

1931: nace el 9 de febrero en Heerlen (Países Bajos). Su madre, Herta Bernhard, soltera, vivía en una institución de mujeres abandonadas (jóvenes pecadoras eran consideradas); el padre, Alois Zuckerstätter, nunca se responsabilizó de su paternidad. Su madre le dejó en manos de unos amigos que vivían en un barco amarrado en los canales de Amsterdam (la imaginación del escritor haría que lo que fueron unos pocos días se convirtieran en largos meses). A finales de año fue confiado a sus abuelos maternos que vivían en Viena. Un año más tarde su madre se trasladaría a Viena lo cual no impidió que el niño continuase bajo la custodia de sus abuelos.

1936: Habiéndose trasladado sus abuelos a Salzburgo, allá comenzó el pequeño los estudios elementales. Su madre continua viviendo en Viena y contrae matrimonio con Emil Fabjan, que nunca adoptará al muchacho sino que será siempre su tutor.

1938: Su madre y su tutor se habían mudado por motivos laborales a Traunstein (Alta Baviera); allá va a vivir con ellos Thomas. Nace su hermanastro, Peter Fabjan, y una hermanastra en Berlín, Hilda Zuckerstätter, de la que nunca tendrá noticias, ni conocimiento. Ese mismo año, tras treinta y cuatro años de convivencia contrajeron matrimonio sus abuelos; el abuelo, Johannes Freumbichler, que tanto supondrá en la formación del futuro escritor había sido galardonado, un año antes, con el gran premio del Estado austríaco por una novela suya.

1940: el mismo año en que nace una hermanastra, muere su padre biológico en oscuras circunstancias; todo da por pensar que suicidado.

1942: a finales del anterior o a principios de este año Bernhard es enviado por su madre a un reformatorio nacionalsocialista.

1944: Estudios en una escuela primaria de Salzburgo. Vive interno en un centro nacionalsocialista. Tras los bombardeos aliados vuelve con sus abuelos. Recibe lecciones de violín, dibujo, francés e inglés.

1945: De vuelta al mismo centro educativo de Salzburgo, ahora bajo la batuta católica. Comienza los estudios de bachillerato.

1946: La familia – la madre, su marido y sus dos hijos-, los abuelos maternos y un hermano de su madre, viven en una casa de dos habitaciones. Thomas recibe lecciones de canto.

1947: Da por concluidos los estudios de bachillerato y comienza a trabajar en un almacén de comestibles, en uno de los barrios más pobres de Salzburgo. Cursa estudios de dependiente de comercio a la vez que continua su formación musical .

1948: contrae una grave pleuresía, que le llevará al hospital de Salzburgo y más tarde a ingresar en una casa de salud.

1949: Fallece su querido abuelo; él, enfermo de tuberculosis, ingresa en el hospital y luego en un sanatorio. Empieza a escribir.

1950: Nuevo ingreso en el hospital y en el sanatorio. Conoce a Hedwig Stavianicek, treinta y siete años mayor que él, que se convertirá en su mecenas y en un ser con gran peso en su vida. Publica bajo seudónimo en una revista de Salzburgo. Estando ingresado, fallece su madre.

1951: Al salir del sanatorio vive en Salzburgo y luego en Viena, en casa de la señora antes nombrada; vivienda que se convertirá en su domicilio habitual en sus estancias en Viena.

1952: Publica algún poema y por medio de un amigo de su abuelo trabaja como cronista de tribunales y crítico en una revista socialista de la ciudad en donde también publica algunos poemas. Viaja con su protectora a Venecia. El año siguiente irá con la misma compañía a Yugoslavia y publica su primer relato: Magdalena la loca.

1955: Habiendo dejado sus colaboraciones en la publicación antes nombrada, sigue con la actividad periodística en el periódico católico de Viena Die Furche. Inicia estudios de interpretación y dirección teatrales en el Mozarteum, estudios que culminará en 1957. Primer proceso por injurias a raíz de un artículo jugado insultante.

1956: Vive en Viena. Publica un cuento, El porquero, que rompe con su anterior estilo idílico y conformista. Viaja a Sicilia con Hedwig Stavianicek.

1957: Obtiene su diploma en el Mozarteum. Publica su primera volumen de poesía, Así en la tierra como en el infierno, y escribe su primer obra teatral, que será publicada en 1970. Viajes a Venecia, Yugoslavia y Alemania. El año siguiente publica otros dos libros de poesía: In hora mortis y Bajo el hierro de la luna.

1960: Estreno de una ópera y dos breves dramas surrealistas. Ese año escribe la mayoría de poemas de Ave Virgilio, único libro de poesía que reivindicará. Viaje a Londres y vuelta a Viena por París.

1961: Una obra poética con el título de Helada es rechazada por los editores; el título le servirá para su primera novela larga.

1962: Viaja a Polonia y Yugoslavia, y asiste a unas jornadas literarias en Luxemburgo. Escribe su primera novela, Helada, que le lanzará como novelista, y también algunos cuentos que verán más tarde la luz. Proyecta ir a Ghana para colaborar en la ayuda al desarrollo.

1963: Viajes a Polonia, Italia y Suiza. Publica Helada que es premiada con el Julius Campe de Hamburgo.

1964: Estancia en Hannover, y entra en contacto con Siegfried Unseld que se convertirá en su principal editor. Obtiene el Premio de literatura de la libre y hanseática ciudad de Bremen, por Helada.

1965: Muere su abuela. Se relaciona con un corredor de fincas a través de quien adquiere una casa en Alta Austria, que reconstruirá y reformará por sí mismo a lo largo de diez años: verdadera granja-fortaleza. Por medio del mismo amigo adquirirá dos casas más, y un piso, del gusto de Hedwig Stavianicek, que le servirá como refugio periódico. La escritura de relatos continua a buen ritmo.

1966: Estancia en casa de unos amigos en Bruselas, en donde concluye la escritura de Trastorno, que será publicada el año siguiente.

1967: Se somete en Viena a una grave operación de pulmón y pasa una temporada en un hospital. Se le concede el galardón del Círculo Cultural de la Federación de la Industria Alemana. Publica ese mismo año una recopilación de relatos, Prosa.

1968: Se le concede el “pequeño” premio del Estado austríaco, pronunciando un discurso de agradecimiento que origina un sonado escándalo. A partir de ahí se suspende la ceremonia de entrega de otro premio que se le había concedido. Más viajes a Berlín y Hamburgo.

1970: Publica la novela La Calera, por la que recibe el prestigioso premio Georg Büchner de la Academia Alemana de Lengua y Literatura. En un programa televisivo ofrece su primer testimonio autobiográfico: Tres días.

1972: Los premios se suceden, las representaciones y los viajes también. Abandona la Iglesia católica.

1975: Aparece su novela Corrección y su primera entrega autobiográfica, El origen. Diferentes representaciones y retiradas de cartel comienzan a producirse con frecuencia.

1976: Publicación de la segunda entrega autobiográfica: El sótano.

1978: Viaja a Yugoslavia. Ingreso en un hospital a causa de su sarcoidosis pulmonar. Tercer libro autobiográfico: El aliento. Comienza a pasar los inviernos en Italia, España y Portugal.

1979: El mismo año en que se representan varias de sus obras con notable éxito, abandona la Academia Alemana de Lengua y Literatura.

1981: cuarto libro autobiográfico: El frío. Rueda en Mallorca una larga entrevista para la televisión austríaca.

1982: Publicación de Un niño, Hormigón y El sobrino de Wittgenstein. Premio Prato por Trastorno.

1983: Premio Mondello. Varios estrenos teatrales. Viaja a Madrid y Andalucía.

1984: Se publica Tala, que es secuestrada por orden judicial ante la denuncia presentada por un compositor que se vio retratado en la obra. En respuesta Bernhard prohíbe la venta de sus obras en Austria. Fallece Hedwig Stavianicek.

1985: El denunciante retira su demanda y Bernhard levanta la prohibición de venta de sus obras. Se publica la última novela que escribió Maestros antiguos. Viaja a Lisboa, Oporto y Sintra.

1986: Varios estrenos teatrales en Viena y Salzburgo. Se publica Extinción, última de sus grandes novelas, que había escrito unos años antes. Nueva entrevista con Krista Fleishmann, grabada en Madrid, para la televisión austríaca .

1988: Se estrena en Viena Hedenplatz con un sonado escándalo. Serios problemas cardíacos, tras los que va a pasar una temporada a Torremolinos, con su hermana Suzanne Kuhn. Su salud empeora y ha de trasladarse precipitadamente a Austria, acompañado de su hermano, el doctor Peter Fabjan.

1989: Muere el 12 de febrero en su piso vienés. Es enterrado en día 16, en la misma tumba de Hedwig Stavianicek, siendo entonces cuando se da a conocer su muerte.

Casa de citas

Me permito exponer algunas ideas significativas expresadas por el escritor, mas teniendo en cuenta que su carácter disolvente hace bueno aquello que un crítico, Nicholas Meyerhofer, dijese con respecto al protagonista de la novela Corrección. «con frecuencia una afirmación es reemplazada por la opuesta, esta a su vez por otra, manteniéndose este proceso lingüístico de constante auto-corrección hasta que se produce la deseada autonomía del lenguaje y vaciamiento de sentido», hasta me atrevería a decir más: el escritor llega en algunas entrevistas a afirmar algo para líneas más adelante afirmar lo contrario, o casi… comenzaré precisamente por una declaración sobre las mujeres que parece mostrar una postura incendiaria a favor de ellas, absteniéndome de expresar las posturas contrarias que dejan asomar una aceptación de las ideas recibidas sobre la mitad del cielo femenina… y lo hago ateniéndome al uso que recomendaba Michel Foucault sobre su propia obra: suministrar una caja de herramientas de la que cada cual toma aquel utensilio que le conviene, ayudado además de por lo insoportable de muchas de sus afirmaciones, las de Bernhard, al respecto, por el riesgo que su transcripción supondría para posibles lectoras, y lectores, que se sentirían espantados [ tal vez haya que dar la razón a alguien que conocía bien al personaje, su traductor al castellano, Miguel Sáez que mantenía que tales afirmaciones eran bromas, propias de su particular sentido del humor].

«Habrá que multiplicar, sobredimensionada, a Rosa Luxemburgo, y entonces se podrá hacer algo quizá. Pero probablemente tampoco, porque, cuando se vuelven demasiado fuertes, los hombres las matan» (Conversaciones con Krista Fleischmann).

«No hay nada que elogiar, nada que condenar, nada que acusar, pero hay muchas cosas ridículas; todo es ridículo si se piensa en la muerte» (discurso, en 1968, al recibir un premio) .

«El que piensa disuelve, hace de todo una catástrofe, demuele, delinque, pues pensar es lógicamente la disolución consecuente de todos los conceptos… somos el miedo, el miedo del cuerpo y del espíritu y el miedo de la muerte como de lo que es creador (y es la historia, y el estado de espíritu de la historia) [… ] El problema es terminar con nuestro trabajo, y eso significa con la repugnancia interior y la estupidez exterior… eso significa pasar por encima de mí mismo y por encima de los cadáveres de las filosofías, por encima de toda la ciencia, por encima de toda la historia, por encima de todo… es una cuestión de constitución del espíritu y de concentración del espíritu y de aislación, de distancia… de monotonía… de utopía… de idiotez» (No terminar jamás con ello ni con nada).

«No debe haber nada entero, es necesario pulverizarlo. Lo que está logrado, lo que es bello, se vuelve cada vez más sospechoso. Hay que interrumpir el camino, si es posible, en un momento imprevisto… Soy un demoledor de historias, soy el demoledor de historias tipo. En mis escritos, si se esboza una anécdota o si solamente veo de lejos, detrás de una colina de prosa, aparecer el vago contorno de una historia, la derribo. Lo mismo las frases, tendría ganas de matar frases enteras desde que veo que podrían formarse.» (Tres días)

«… en el fondo todo es un engaño y un autoengaño, pero en realidad grandioso. Sin el engaño todo se derrumbaría y no habría nada… En el fondo solo escribo porque hay cosas desagradables. Si todo fuera agradable, probablemente no podría escribir nada en absoluto. Nadie escribiría. En un estado de ánimo agradable no se puede escribir nada, y además sería idiota escribir si todo fuera agradable, porque entonces habría que abandonarse a lo agradable… como el humor agradable sólo dura unas horas o poco tiempo, siempre se vuelve a escribir… Cuando se dice algo, es ya una exageración. Aunque sólo se diga: no quiero exagerar, eso es ya una exageración… »

«La Iglesia tiene que compensarme de muchas cosas, pero por desgracia no puede hacerlo porque es demasiado estúpida para ello. Tiene la vida de un hombre sobre su conciencia.»

«En Austria, casi todos, sin pensarlo mucho, hablan siempre de gasear. “ Éste se le cayó a Hitler de la parrilla” o “habría que gasearlos “»

«Donde hay poder, prospera también la corrupción, lógicamente … el gobierno no favorece el crecimiento sino que estrangula en fin de cuentas»

«Los políticos, sean negros o rojos, son siempre la misma chusma. Incultos, hábiles en los negocios, en realidad siempre espantosos, sólo trabajan en medio de la hipocresía, lo mismo que la Iglesia. Y cada aprendiz de político aprende ya de niño, en la misa dominical, cómo hacer para llegar al poder»

«El mundo es un espectáculo… una obra de teatro universal … »

«Un libro sólo existe también a partir de sus contradicciones. Si es unidireccional no vale nada, como tampoco si no es una excitación»

«[ la entrevistadora le comenta cómo en sus libros el lenguaje es cada vez más radical] Es un proceso natural: cuando se permanece en lo mismo, naturalmente se hace cada vez más fuerte y debe ser cada vez mejor y, si se escribe prosa, empieza a ser mejor a partir de los cuarenta, y probablemente hasta los setenta si se vive tanto; se vuelve cada vez mejor. Yo tengo sólo cincuenta y dos; si vivo aún dieciocho años, si es que los vivo, será a la fuerza cada vez mejor».

«… no hay nadie en el mundo que pueda destruirlo todo, ni nadie que quiera destruirlo todo, porque él mismo sería destruido, pero necesariamente, cuando se escribe algo, hay mucho de destrucción en ello»

«El mundo consiste en golpear. Si alguna vez, en algún sitio, no se golpea, uno se convierte en partículas de polvo y ya no está allí… Siempre me alegra cuando me golpean, porque entonces puedo devolver triplicados los golpes, y eso lo hace a uno fuerte. Si no, los músculos desaparecerían por completo… »

Libros meneados:

+ Thomas Bernhard, «Corrección» (Alianza, 1983)

+ Thomas Bernhard, «El origen» (Anagrama, 1984)

+ Thomas Bernhard, «El sótano . Un alejamiento» (Anagrama, 1984)

+ Thomas Bernhard, «El frío. Un aislamiento» (Anagrama, 1985)

+ Thomas Bernhard, «El aliento. Una decisión» (Anagrama, 1986)

+ Thomas Bernhard, «Un niño» (Anagrama, 1987)

+ Thomas Bernhard, «Ave Virgilio» (Península / Poesía, 1988)

+ Thomas Bernhard, El sobrino de Wittgenstein (Anagrama, 1988)

+ Thomas Bernhard, «Tinieblas» (Gedisa, 1987)

+ Kurt Hofmann, «Conversaciones con Thomas Bernhard» (Anagrama, 1991)

+ Thomas Bernhard, «Extinción. Un desmoronamiento» (Alfaguara, 1992)

+ Miguel Sáenz, «Thomas Bernhard. Una biografía» (Siruela, 1996)

+ Thomas Bernhard, «Heldenplatz (Plaza de los Héroes)» (Hiru, 1998)

+ Thomas Bernhard. Un encuentro. Conversaciones con Krista Fleischmann (Tusquets, 1998)

+ Thomas Bernhard, «In hora mortis. Bajo el hierro de la luna» (DVD Ediciones/ Poesía, 1998)

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