Simple, claro, eficaz… y falso

La hasta cierto punto sorprendente victoria de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos nos puede servir para explicar la también relativa sorpresa por la emergencia del Ciudadanos de Inés Arrimadas.

Efectivamente, algunos estudios posteriores sobre cómo «el impresentable» de Trump y su incidentada campaña había conseguido ganar a la «experimentada» Clinton, señalaron un hecho interesante. La experiencia de Clinton, tan bien recibida por los analistas de los medios de comunicación serios, era vista por una buena parte de la población con desconfianza debido a la complejidad -y la arrogancia, digámoslo todo- de su discurso: de tan complicado, parecía que mentía. En cambio, la demagogia de Trump y sus mentiras -que triplicaban las de los discursos de Clinton-, si bien eran mal recibidas por los medios de comunicación serios -porque las interpretaban literalmente-, en cambio eran bien entendidas por buena parte de la población que, poco preocupada por la exactitud de las afirmaciones, se sentía emocionalmente identificada con lo que Trump dejaba entender.

Pues bien: la lógica del discurso político de Arrimadas es muy parecida. En sentido estricto, miente mucho y recurre a un discurso extremadamente demagógico. Pero sus falsedades son simples, van directamente a golpear la emoción del destinatario -a favor y en contra- y, con independencia de su veracidad, es fácil entender qué significan.

Concretamente, Arrimadas nunca sale de un guión muy simple, de prácticamente sólo tres ideas. Una: los independentistas viven en la Luna, en un mundo artificioso, surrealista, esperpéntico. La metáfora recurrente es Matrix. Dos: los partidos independentistas mienten a sus propios votantes porque «saben» que Cataluña no será nunca una República independiente. El recurso es hacer creer que en privado reconocen lo que no dicen en público. Y tres: los políticos independentistas no gobiernan para todos los catalanes. Tanto da que C’s tenga el 25% de votos y los independentistas el 47,5%, casi el doble: la cuestión es que una parte de los catalanes lleguen a creer que son o serán maltratados. Se trata, pues, de poner en peligro la «realidad» de los independentistas, que los que lo son desconfíen de sus representantes, y de provocar un fuerte sentimiento de amenaza y agravio hacia los que no son.

En definitiva: un discurso simple, claro, eficaz… y más falso que un «duro sevillano».

Simple, clar, eficaç… i fals.