Primarias: ¿el suicidio de la ANC?

¿Cómo es que Ada Colau es alcaldesa de Barcelona si sólo tiene 11 concejales de 41? Pues porque la ley electoral dice que, una vez celebradas las elecciones, si ninguna candidatura ha alcanzado la mayoría absoluta de concejales ni tampoco se puede formar una coalición de gobierno de diferentes grupos que llegue a esta mayoría absoluta, se adjudicará automáticamente la alcaldía a la que haya sido la lista más votada. Esto es lo que ocurrió en Barcelona en 2015. No había ningún pacto mínimamente coherente que sumara los 21 concejales de la mayoría absoluta (las fuerzas independentistas sumaban 18, el PP, el PSC y Ciudadanos, 12), y por tanto el alcaldía correspondía a Ada Colau por ley. Que finalmente tanto el PSC como ERC y la CUP votaran a su favor tuvo un valor político, claro, pero no práctico: Colau habría sido alcaldesa igualmente.

Esta peculiaridad de la ley en relación a los comicios municipales ha sido uno de los argumentos centrales del movimiento de las primarias que han impulsado personas particulares y pequeños partidos como Solidaritat y Demócratas, movimiento al que se ha sumado decididamente la ANC tras consultarlo con sus socios. La tesis sería: en determinados municipios, si todos los independentistas van juntos, puede que no se consigue la mayoría absoluta pero se garantiza que la lista más votada sea republicana, Y por tanto las posibilidades de alcanzar la alcaldía son mucho más altas. En la web de Primarias Cataluña se lee: «Es imprescindible la concentración de voto en una lista independentista/republicana para garantizar, como mínimo, ser la lista más votada». En otro apartado de la web, se dice lo mismo de una manera más contundente: «asegurar una lista única independentista que consiga la mayoría».

Seguro que muchas personas que participan de este movimiento lo hacen con este objetivo, pero también es cierto que destacados impulsores de las primarias utilizan en los actos y en las redes sociales un argumentario paralelo: las primarias no como una herramienta para alcanzar la unidad electoral de los independentistas en determinados municipios, sino como una estrategia contra los partidos o bien, directamente, como un primer paso para crear un cuarto espacio político independentista que compita electoralmente con los tres espacios actualmente existentes. De hecho, cada vez es más habitual oír decir a algunos impulsores de las primarias que las listas que salgan se presentarán como cuarta papeleta independentista, lo que, se mire como se mire, es una contradicción flagrante con la teoría de la agrupación del voto para garantizar alcaldías.

Si no fuera por la participación de la ANC en todo ello, lo cierto es que un servidor no tendría absolutamente nada que decir. La participación en política es libre, todo el mundo tiene derecho, y son los ciudadanos con su voto los únicos que pueden decir si en un Parlamento o en un consistorio debe haber 3 partidos o 30. Tampoco tengo demasiado que decir sobre el que se declaren unos objetivos y se tengan otros. Si lo hacen los partidos de siempre también lo pueden hacer algunos de los impulsores de las primarias, faltaría más. Y al final, insistimos, quien decide son los ciudadanos.

Que la ANC esté en el centro de este movimiento, sin embargo, sí que merece comentario, porque si acabara confirmando que las listas salidas de las primarias competirán electoralmente con las otras fuerzas independentistas, la ANC estaría pervirtiendo el voto de sus asociados en la consulta interna del julio, y al mismo tiempo cruzando lo que hasta ahora había sido una línea roja autoimpuesta. La clave del éxito de la ANC hasta ahora, lo que la ha convertido en la entidad organizadora de las movilizaciones más masivas y sostenidas en el tiempo de la historia contemporánea de Europa, ha sido su carácter transversal. Cada vez que la ANC nos ha convocado, todos nos hemos sentido convocados. Navegando por las aguas bravas de la rivalidad entre los partidos independentistas, la ANC ha conseguido casi siempre erigirse en una casa de todos y por tanto en una herramienta de presión muy efectiva en momentos clave. pero si entra en la competición electoral, se convertirá en un rival más dentro del cuadrilátero independentista . Y por lo tanto ya no será la ANC, será otra cosa.

Imagino que el Secretariado Nacional de la entidad es consciente de este riesgo y que, en todo caso, antes de tomar decisiones irreversibles volverá a consultar a los socios. Si la ANC que hemos conocido hasta ahora se ha de inmolar, al menos a mí me gustaría que fuera por una causa más estimulante que un puñado de concejales en una docena de ayuntamientos.

EL MÓN