¿Ponemos el contador a cero o nos repartimos las migajas?

Retrocedamos un poco. Porque últimamente damos por descontadas cosas que son una auténtica tontería. Hoy hay cuatro personas encerradas en prisiones españolas por haber defendido que un grupo de ciudadanos podía decidir qué quería hacer con su futuro poniendo unos papeles dentro unas urnas. Y todo ello, pacíficamente. A ver, ¿volvemos? Hay cuatro personas que no han cometido ningún delito y que no han alzado nunca la mano contra nadie que duermen noche tras noche encerrados en una celda porque quisieron que la gente de su país tomara una decisión sin hacer daño a nadie y de manera ordenada y democrática.

Lo repito (me repito) porque a veces asisto atónito a debates bastante sofisticados sobre todo esto que pasa hoy en nuestro país y a nuestra gente. Hay seis personas que han tenido que irse de su casa para no ser encerrados en las cárceles españolas por la misma razón que los cuatro que sí están. Hay cientos de ciudadanos encausados ​​en procesos judiciales por haber querido decidir su futuro libremente y por vías pacíficas y democráticas. Y estamos en el año 2018 después de Cristo (para ser precisos).

Hay dibujantes de viñetas de periódicos que son despedidos por haber defendido que la gente debe poder decidir su futuro. Hay intelectuales procesados ​​por haber escrito un mensaje en una red social criticando el autoritarismo español. Hay cantantes condenados a prisión por haber hablado del rey español de la misma manera que hablan revistas y periódicos de todo el mundo. Hay tres jóvenes vascos encarcelados desde hace casi un año y medio por una supuesta pelea con unos guardias civiles en un bar.

Hay agentes de la seguridad del Estado español que, después de haber sido condenados por torturas, son ahora los responsables de actuar contra la voluntad pacífica de gente que quiere votar. También hay un mecánico perseguido por la justicia por no haber querido reparar el automóvil de un policía después de la violencia contra el 1-O. Y también hay decenas y decenas de maestros que evitan hablar de cosas de actualidad a los niños porque hay padres organizados que amenazan con denunciarlos.

También hay una pancarta retirada de una fachada privada de Barcelona porque el chantaje y las amenazas políticas hacen efecto. Hablamos de la libertad de expresión, de manifestación, de prensa, de pensamiento… Hablamos de cuestiones muy básicas y fundamentales que hoy, marzo de 2018, son atacadas sin reparos en un Estado de la Unión Europea. Hablamos de una semilla del fascismo que la historia nos ha mostrado varias veces y que tenía la impresión de que habíamos decidido que no dejaríamos crecer nunca más.

Hay una voluntad nada disimulada de asfixia de un pueblo y de su capacidad de expresarse y de gobernarse. Hay una determinación nada disimulada de aniquilación de una manera de ser, de vivir, de entender, de hablar, de amar, de llorar y de cantar. Hay una decisión nada disimulada de despedazar una conciencia colectiva que hace muchos años que trata de sobrevivir y revivir. Me cuesta entender que, frente a este fascismo nada disimulado, los nuestros se peleen por repartirse las migajas que puedan quedar del destrozo. Y me cuesta entender que alguien no entienda que la única victoria posible sobre el fascismo es hacerlo retroceder y levantar un proyecto libre que el otoño dibujó.

Cuando se hicieron las elecciones, todo el mundo ya sabía cuál era la actitud y la actuación del Estado español. Entonces, cuando se configuraron las candidaturas y las listas, había diez personas en prisión y cinco en el exilio. Y si alguien quería defender la República, sabía con quién se las había de ver. ¿Podemos saber por qué se pidió el voto para la República si no había la determinación de hacer frente al monstruo? ¿Quieren decir que esto es honesto? Aceptar las imposiciones del Estado autoritario es invitarle a sentarse a la mesa a cenar.

No sé cómo quieren arreglar todo este despropósito. Quizás alguien tendrá una buena idea para salir del paso. No creo que me llegue a satisfacer. No era eso, compañeros. Vistas las limitaciones, pienso que la salida más honesta sería urnas y el contador a cero. Que sea la gente que se rompió la cara por unas urnas que decida cómo hace frente al fascismo. Pero ahora todo el mundo a cara descubierta. Y si hay alguien que tenga miedo de perder, que se lo haga mirar. De quien no tengo ninguna duda es de la buena gente que no ha fallado nunca todavía.

VILAWEB