Poder y represión

El poder incluye la represión. Los grandes revolucionarios del siglo XX mostraron esta verdad. “Queríamos liberar a los hombres y terminamos organizando una policía”

Freud se asombraba de los comunistas a los que trataba bien. Pero se decía: ¿hasta cuándo van a seguir matando los comunistas? ¿Qué van a hacer los comunistas cuando maten a todos sus opositores? La pulsión de muerte es infinita, no se detiene. De modo que los comunistas cuando terminen de matar a sus opositores empezarán a matar a los propios comunistas. Así fue como ocurrió.

Las teorías del Estado moderno tienen su inicio en una concepción pesimista de la existencia. Es después de todo simple. Si yo demuestro que los hombres son ingobernables y se matan entre ellos más se va a fortalecer la necesariedad del Estado como bestia conciliatoria. Todos se someten a la autoridad del Estado. Delegan en él su libertad. Reciben la paz, el orden.

Según se sabe el que diseñó el Estado moderno fue Thomas Hobbes. Su planteo era atractivo: homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre. La concepción que tiene Hobbes de la naturaleza humana es desalentadora. Poco esperaba de la bondad de los hombres. Lo dijimos:

El fundamento del Estado se encuentra en postular un ente superior que controle las pasiones.  La seguridad para todos solo la dará la fortaleza represiva del Estado. Como siempre, se impone la seguridad al costo de la libertad. Cuanto más seguros están los ciudadanos, menos libres son.

El origen de la represión está en la propiedad privada. Rousseau decía que el día que se creó la propiedad privada nació el Mal. Son siempre los propietarios los que piden seguridad. El Estado debe estar para asegurar el orden de los poseedores. Los no-poseedores sufren los rigores del Leviatán. El Leviatán se propone eliminar todo desajuste en la armonía de la sociedad civil. Leviatán es una bestia bíblica descripta en el apocalipsis. Es la figura que Hobbes elige para el Estado. Un monstruo que genera terror. Así, todo gobierno debe generar terror. Son tantas las fuerzas instintivas que viene a sofocar, que se requiere su máxima violencia para llevar a cabo la tarea

Sin embrago Hobbes puede hoy ser tomado como la mano blanda del Estado.

“La ambición y la codicia son pasiones que también se posesionan de un individuo de manera constante, y ejercen presión sobre él, siempre que la razón no está lista para resistirlas. Y, como consecuencia, en cuanto hay la menor esperanza de impunidad, sus efectos afloran.”(Capítulo 27. Hobbes, Leviatán). El amparo y la legalidad que el Estado debe tener por los que violan la ley es generoso.

Pero volvamos a la cuestión de la naturaleza humana. La guerra de todos contra todos es propia del hombre cuando no se lo sofoca fuertemente. Ahí el Estado trae el orden y la seguridad. Uno de los modos realmente ingeniosos de ejercer la represión es ejercerla de a poco. Se prefiere atemorizar antes y en todo caso castigar después. El Estado que se ha erigido en la Argentina actual ha dado zarpazos para exhibir que es capaz de propinar más que eso. Si no entienden con poco la represión se intensificará.

La capacidad represiva del Estado crece cuando no tiene controles ni resistencias. Tienen que existir contracaras del poder castigador. Algo así dijo Foucault cuando propuso el concepto de contraconducta. A la conducta del poder se le debe contestar con la contraconducta de la resistencia. Nada parecido asoma en la Argentina. No hay contrapoderes ni contraconductas. Sólo mínimos signos. Cuando el poder del Estado es mayor, más puede sofocar las resistencias. La ausencia de contraconductas tiene como correlato el agigantamiento del poder del Estado. Su vanidad, su orgullo y su violencia crecen. Inhiben las contraconductas con la sorpresa de la iniciativa política. Un grupo compacto y decidido puede causar estragos en las formaciones del llano. O desaparecen el miedo, la blandura y la cobardía (resultado inmediato del miedo) o el poder quedará en manos de pocos pero eficaces conductores de una sociedad asustada por el vértigo político del grupo gobernante. Si se mantiene esta situación hay pocas esperanzas de cambio. El Leviatán se afirma.

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