Nostalgias imperiales

La integración económica y política de Europa se produce durante la segunda mitad del siglo XX en el mismo momento en que algunos estados que participan en el proyecto comunitario están perdiendo sus imperios. De alguna manera, el proyecto europeo compartido es la alternativa de consolación para aquellas metrópolis que están viendo cómo sus colonias de Asia, de África o de Oceanía acceden a la plena independencia, fenómeno que en un primer momento afecta a Francia, Holanda o Bélgica, después al Reino Unido cuando en los años setenta se añade a la Comunidad Económica Europea, y finalmente a España y Portugal, que ingresan en los años ochenta en esta organización supranacional de integración después de haber perdido sus últimas posesiones en África una década antes.

Mi tesis es que el compromiso de estos viejos imperios con Europa se concluye, en parte, a cambio de asegurar la integridad del territorio metropolitano en el continente y, en consecuencia, de fomentar una interpretación restrictiva del derecho a la autodeterminación contra las naciones sin Estado que coexisten dentro de las fronteras europeas de unidades políticas como España, Francia o el Reino Unido. Seguramente uno de los momentos culminantes de esta estrategia se produce con la introducción, a iniciativa española, del respeto a la integridad territorial de los estados por parte de las instituciones de la Unión y en la inclusión de este principio de integridad territorial como elemento fundamental de la identidad constitucional de los estados miembros. La filosofía soterrada del derecho constitutivo de la Unión es, pues, que los estados nación de origen imperial consienten en ceder poder a las instituciones europeas siempre que los refuerce como estados y como naciones y que no se vean obligados a perder ningún elemento esencial además de su realidad nacional de los que ya han perdido de desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Huelga decir que el proceso catalán de creación de una república independiente abre en canal este intento de blindaje perpetrado por los imperios de la modernidad, primordialmente de España pero también de Francia, y en este último caso no sólo por la cuestión de la Cataluña norte sino por el despertar de los anhelos independentistas que el reto catalán ha provocado en naciones sin Estado que se extienden por el territorio metropolitano francés (como sucede notoriamente en el caso de Córcega). El terremoto de la emancipación nacional catalana cuestiona elementos fundamentales del orden político de la Europa occidental, y de ahí las gélidas respuestas de las instituciones de la Unión a la demanda catalana y las enormes contradicciones en que cae el proyecto europeo como ahora intentar castigar a estados de la Europa del este por violaciones del estado de derecho, de la división de poderes o de los derechos fundamentales que son mucho menores que las causadas por el aparato español en la represión del independentismo catalán. En Hungría, a pesar de toda la presión del régimen de Orban, y a diferencia de España, no hay diputados electos en prisión por causas políticas. En cambio, respecto a Hungría inician el procedimiento sancionador del artículo 7 del Tratado de Unión Europea por infracción de los principios y valores fundamentales de la Unión, y respecto a España no. Esto es así porque Cataluña representa la clave del arco que puede hacer tambalear todo el equilibrio de poderes en Europa, mientras que la amenaza húngara no tiene ni mucho menos este potencial.

Si el desproporcionado afán español para preservar la integridad territorial que satisfaga las nostalgias imperiales de sus élites es la principal causa de su ruina, algo similar se puede decir del Reino Unido y, en particular, de la desmesura inglesa que está representando el Brexit. Al salir de la Unión Europea el Reino Unido rompe con el pacto de defensa del territorio metropolitano a cambio de integración continental, por lo que empujados por la nostalgia de pensar que hay un futuro fuera de Europa en la recuperación del viejo espacio de la Commonwealth los británicos se exponen a la fragmentación de su territorio europeo con una Escocia o con una Irlanda del Norte que quieren seguir participando en el espacio económico de libertad, prosperidad y seguridad que Europa ofrece.

Estamos viviendo momentos de transformación decisiva en nuestro espacio político primordial, la Europa occidental, y Cataluña, para bien o para mal, es la vanguardia de los tiempos que han de venir.

EL PUNT-AVUI