No mienten: sin violencia, todo es posible

Sin violencia, todo es posible. Esto decían hace tiempo los cabecillas del régimen borbónico español. Y tenían razón. Su coherencia es admirable. Se dirigían a los vascos diciéndoles que no podían avanzar en el ejercicio democrático de la autodeterminación porque ETA mataba y utilizaba la violencia con fines políticos. Es cierto. ETA era una organización armada que optó por utilizar la lucha armada para tratar de conseguir lo que no estaba permitido cuando se creó, en 1959. En el contexto del franquismo, ETA optó por un camino que no quiso abandonar en la mal llamada transición; se debería hablar de maquillaje.

La violencia de ETA se oponía a una violencia de Estado que los aparatos mediáticos y judiciales del Estado español se ocupaban de proteger y amparar. La espiral de violencia manchaba de sangre las calles del País Vasco y, también, de España, Francia y los Países Catalanes. El alcance del conflicto adquiría dimensiones gigantescas al cabo de decenios de conflicto, muerte y represión. Sin violencia, todo es posible. Esto decían los portavoces de un Estado disfrazado de democrático. Y tenían razón. Y aún la tienen.

No seré yo quien haga ahora un juicio moral ni ético de los años de lucha armada. No me corresponde. No seré yo quien haga de juez de un conflicto que tiene muchas ramificaciones, pero que tiene una raíz clara: la imposición de un Estado sobre un pueblo. Hace ya siete años que no hay lucha armada de ETA. Pero ni el Estado español (ni el francés) han querido aceptar el nuevo escenario. La lucha armada (o la violencia, en sus palabras) era un magnífico pretexto para no avanzar nunca en nada. La democracia permanecía suspendida hasta que dejara de haber violencia, decían. Y tenían razón y aún la tienen.

En Cataluña no había lucha armada. No había violencia. Y en Cataluña no había una voluntad mayoritaria de ejercer la autodeterminación hasta hace unos años. Sin violencia, todo era posible. También en Cataluña. Y un buen día una mayoría parlamentaria decidió hacer lo que habían dicho que era posible. Y lo hizo sin violencia. Pero todo el mundo había sido avisado: sin violencia, todo es posible. Sin hacer caso del aviso, en Cataluña se quiso hacer lo que debía ser posible. Pero en el otoño de 2017 vieron que vivían equivocados. Nadie les había engañado. El error era que no habían entendido el mensaje: sin violencia, todo es posible.

En el País Vasco se abre un ciclo histórico nuevo. ETA cesó la actividad armada hace siete años y esta semana se disuelve. ETA, la lucha armada, desaparece de la ecuación vasca. Sin violencia, todo es posible. Y ahora querrían abrir un nuevo ciclo en el que la palabra y el voto gobernaran los horizontes colectivos. Ahora se disponen a hacer lo que les habían dicho que era posible. Pero deben saber que todo es posible sin violencia.

El movimiento independentista vasco actuará ahora exclusivamente por vías democráticas y sin violencia. Lo hará como lo ha hecho el movimiento independentista catalán. Seguirá también la huella del republicanismo irlandés y del independentismo corso. Y tantos otros movimientos de liberación que han cambiado de estrategia con el cambio de siglo. Sin violencia.

Pero ellos y nosotros debemos tener clara una cosa. Que todo es posible sin violencia. Y que aquellos cabecillas del régimen borbónico español no mentían. Si nosotros no ponemos la violencia, la ponen ellos. Así, el axioma que tanto hemos repetido en este artículo sigue siendo válido y cierto. Lo explica el juez Llarena en sus autos. Lo explican los portavoces del Gobierno en cada comparecencia. Lo refuerzan los relatos que tratan de infundir en la mente de los españoles los medios de comunicación. Para ellos, el origen de la violencia es esta voluntad sorprendente de querer hacer lo que debía ser posible en ausencia de violencia. Un pez que se muerde la cola.

‘Si no hay violencia, ya os la pondremos nosotros’, deben pensar. En Cataluña, toda la violencia ha venido de su parte. De la policía y de los esbirros que han atizado contra la población. La violencia son sus cárceles y son sus multas. La violencia es el año y medio de cárcel de los chicos de Altsasu y la dispersión de los presos. Porque, sin violencia, todo es posible. Es así. Sin la violencia del Estado español, ya hace muchos años que todo habría sido posible. Porque, no nos engañemos, todo comenzó con su violencia. Por derecho de conquista, pretenden que nada sea posible.

Sin embargo, ya lo decía Mandela: Siempre parece imposible hasta que se hace. Que lo tengan muy presente.

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