No hay pueblos tontos

“No hay pueblos tontos, hay pueblos sin dirección política”. La frase nos la dijo un dirigente político vasco a un grupo de jovencitos que le escuchábamos embelesados ​​en una cena en Barcelona, ​​hará unos 25 años de eso, y resuena y vuelve a resonar en mi oídos estos días. Ahora mismo el independentismo son dos millones de personas perdidas que deambulan sin rumbo, presas de un gran desasosiego y sin entender nada, a la espera de que alguien con suficiente autoridad moral y política vuelva a marcar un camino. Y ese alguien no aparece simplemente porque el movimiento está sin dirección política. Se hizo mucha broma con la imagen de una Soraya aparentemente piripi alardeando de haber «Descabezado al independentismo», pero la pura realidad es que sí, que está descabezado. Ni las entidades ni los partidos de un movimiento operativo pueden ser dirigidos desde la cárcel. Tampoco lo pueden ser por liderazgos provisionales, a la espera de no se sabe qué. Hay que reconocerlo: la represión ha dejado el independentismo (provisionalmente?) en un estado cercano al sonambulismo político.

Si el 21D no se hubiera logrado, por los pelos, la mayoría absoluta, la situación sería directamente catastrófica, pero las urnas (siempre las urnas) dieron un poco de aire en el último momento. El independentismo vivo de este aire y del recuerdo orgulloso del 1 de octubre, poco más. Y hay que ser conscientes de que un proceso de reorganización de las direcciones y de consolidación de nuevos liderazgos no es ni fácil ni rápido. La oscuridad aún durará, y el Estado la aprovechará para continuar golpeando. Que nadie espere distensión, ni siquiera misericordia.

Sin dirección política, pues, a corto plazo pasarán pocas cosas interesantes y estimulantes para los de abajo procedentes de los de arriba. El independentismo, si quiere mantener las constantes vitales, tendrá que volver a aprender a funcionar de abajo hacia arriba y en clave de resistencia. Cuando tienes la iniciativa política, las batallas las eliges y las propones tú, pero cuando no la tienes, no tienes más remedio que personarte en las batallas que te propone el adversario. Hay que ir, pues, con toda la fuerza a la batalla antirepresiva, y a la batalla por la inmersión, y a todas y cada una de las batallas que el Estado proponga. Habrá que encontrar la cohesión por abajo, asociándose, pisando la calle, abrazándose y apretando los dientes. Hay capacidad organizaba y gente de sobra para hacerlo. Pero que nadie se engañe: sin dirección política es imposible ganar. Es clave que partidos y entidades se reconstruyan por arriba, y que lo hagan diciéndose la verdad a ellos mismos y a la gente. La verdad puede hacer mucho daño, pero siempre, siempre, siempre ilumina el camino.

EL MON