Nabarra por su independencia, seis glorias patrias (I)

Declaración unilateral de independencia de la República de Irlanda hecha por P. Pearse en 1916, EL GOBIERNO PROVISIONAL de la REPUBLICA IRLANDESA AL PUEBLO DE IRLANDA: irlandeses e irlandesas: En el nombre de Dios y de las generaciones pasadas de las cuales recibió su vieja tradición y nacionalidad, Irlanda, a través nuestro, convoca a sus hijos bajo su bandera y se rebela por su libertad (…).

Declaramos que el derecho del Pueblo irlandés a la posesión de Irlanda, al control sin condiciones de los destinos Irlandeses, es soberano e irrevocable. La larga usurpación de tal derecho por un Pueblo y gobierno extranjero, no ha extinguido tal derecho, que no puede ser nunca extinguido sino mediante la  destrucción del Pueblo Irlandés. En cada generación el Pueblo Irlandés ha reclamado su derecho a la libertad y a la soberanía nacional: seis veces durante los últimos trescientos años lo ha reclamado por las armas”. Irlanda fue invadida en el siglo XII, como la Nabarra Occidental y la Continental, y recuperó su libertad en 1921.

El reino o Estado de Nabarra fue creado por los baskones que sobrevivieron a la caída del Imperio Romano Occidental que tuvo lugar en el año 476 y a todas las invasiones bárbaras que llegaron tras su destrucción. Por tanto, por el Pueblo que resistió a los siglos de colonialismo y explotación romana manteniendo su cultura, idioma y legislación propia, institucionalizando ese poder en un Estado, llamado sobre el año 600 ducado de Baskonia y después reino de Pamplona o de Nabarra tras las Dos Batallas de Orreaga-Roncesvalles contra los francos: el 15 de agosto del año 778 –Askatasun Eguna– y en el año 824, donde fue aclamado como rey el baskón Eneko Aritza.

El reino baskón fue atacado y roído constantemente por sus enemigos entre los años 1054 de la Batalla de Atapuerca y 1620 del Edicto de Unión, «Utrinque roditur«, año éste en el que nació el último baskón o nabarro libre. Fueron 1144 años de libertad (476-1620) y 52 jefes de Estado: una docena de duques de Baskonia y 40 reyes y reinas de Pamplona-Nabarra. Desde entonces, los intentos de insurgencia para liberar nuestro Estado han sido numerosos, siendo los siguientes los más significativos, 6 veces en 400 años.

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” Marco Tulio Cicerón (s. I a.C.).

  • Los nabarros no somos franceses

El bearnés Enrique III de Nabarra (1572-1610) dejó escrito la separación de los Estados de Nabarra y Bearne del Estado francés del que fue coronado rey finalmente en 1594, esta separación quedó reflejada en documentos oficiales como el de 1607 (Parlamento de Paris A.N. Registre X1A-8646 Fº 43): “hemos ordenado que nuestro dominio antiguo tanto de nuestro reino de Nabarra, soberanía de Bearne (…) permaneciese desunido, distraído y separado de nuestra corona de Francia”.

El hijo de Enrique, el Bourbon Luis XIII, rey de Francia educado en su Corte por Richelieu, anexionó la corona soberana de los Estados de Nabarra, Bearne y Andorra a la francesa mediante el Edicto de Unión de 1620, impuesto después el Edicto militarmente el 15 de octubre de ese año con la toma de las Cortes Nabarras que se reunían en la iglesia de Donapaleu y los Estados Generales del Bearne del parlamento de Pau: “(…) por este Edicto, perpetuo e irrevocable, unimos e incorporamos dicha corona y país de Nabarra y nuestro país y soberanía de Bearne, Andorra y Donezan, y tierras que de ellos dependen (…)”.

En 1621, en el debate de los Estados de Bearne, se acordó por unanimidad declarar “traidores a la patria” a todos los que aceptaran el Edicto de Unión con Francia. Luis XIII renunció a ser “príncipe de Biana” – paso previo necesario para ser nombrado rey de Nabarra-, por lo que ni él ni sus descendientes fueron reconocidos por los representantes del Pueblo de los Estados de Nabarra y Bearne como su rey, por lo que se trató de una invasión contra los Tratados Internacionales y sin previa declaración de guerra, similar a la conquista del resto de territorios del reino baskón de Nabarra. Pese a ello, todos los reyes de Francia firmaban sin legitimidad alguna como “reyes de Francia y de Nabarra”.

Federico Krutwig en su libro “Vasconia” (1962), relata la legítima defensa de nabarros y bearneses de sus Estados: “El Edicto de 1620 fue rechazado y los nobles bearneses encabezados por el marqués de Force, se sublevaron, Juan Pablo de Lescun organizó partidas armadas para defender su soberanía, pero fue apresado por un ejército mandado por el Parlamento de Burdeos y ejecutado”.

“Pero la dificultades aparecen cuando se conquistan dominios en una región con lengua, costumbres y leyes diferentes, y hay que tener mucha suerte y mucha habilidad para conservarlos” Nicolás Maquiavelo “El Príncipe” (s. XVI).

La situación duró hasta la brutal represión contra la población baskona que siguió a la Revolución Francesa del año 1789, con cientos de muertos y masivas deportaciones de población civil. Durante la Revolución Francesa, los nabarros decidieron no participar en Versalles en los Estados Generales del reino de Francia por considerarse reino o Estado aparte, no reconociendo así el Edicto de Unión de 1620, alegaron su soberanía y por tanto su independencia. Para los nabarros los principios de la Revolución francesa, como eran la soberanía nacional y el derecho al voto, ya figuraban desde antiguo en sus Fueros, por lo que consideraban la Revolución Francesa como una “revolución extranjera” (Descree, A. Op. Cit., p 381, 383 y 386). En primera instancia no acudieron a la Estados Generales los representantes de Baja Navarra, Zuberoa, Bearne y Bretaña.

Sí se reunieron, sin embargo, las Asambleas de cada Estado y región mencionados, con el objeto de redactar los cuadernos de quejas y agravios, donde pidieron la recuperación en su integridad de sus antiguos Fueros o legislación propia y en el caso de Nabarra (reducida territorialmente a Baja Navarra): moneda distinta, restablecimiento de la chancillería, prohibición de ejercer ninguna función en Nabarra al intendente y a sus subdelegados regios, anulación del tratado de límites de 1785, reconocimiento del franco alodio etc. Es decir, exigían volver a la situación anterior al “Edicto de Unión” de total independencia o plena soberanía separados de Francia.

Los representantes de Nabarra se presentaron finalmente en París, pero no acudieron a la Asamblea Nacional cuando se constituyó ésta, pues estimaban que su presencia sería “un acto de adhesión a los derechos de la Asamblea Nacional, como una renuncia de Nabarra a su Constitución, a su independencia”. Todo Iparralde y el Bearne protestó por la supresión de los Fueros y encabezados por los hermanos Garat, exigieron la independencia, señalando que el reino de Nabarra se unió al francés por la mera coincidencia en la misma persona de ambas coronas, sin que ello supusiera la unión de ambos Estados y menos la creación de una nación común (como ya había ocurrido anteriormente en los siglo XIII), pidiendo, una vez más, la abolición del Edicto de Unión de 1620 de Luis XIII tal y como dejó escrito su padre Enrique III “el bearnés” o “el nabarro”. Francia desoyó a los nabarros, toda la Nabarra continental quedó asimilada en el Departamento de los Bajos Pirineos junto al Estado del Bearne (desde 1971 se llama Pirineos Atlánticos).

El 3 de marzo de 1794 fueron extraditados a la Landas por “infâmes” 4.000 habitantes de Ainhoa, Sara, Zuraide, Kanbo, Larresoro, Ezpeleta o Biriatu (pueblos o barrios de Lapurdi y Baja Navarra), mientras sus casas eran saqueadas; murieron 1.600, de los cuales 600 eran de Sara. Los nombres en euskara de las localidades fueron cambiados por otros en francés inventados para la ocasión en un claro genocidio: “El genocidio es un crimen cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso” (Resolución 96 I de la Asamblea General Las Naciones Unidas de 1946).

Las deportaciones a las Landas de 1794 fueron explicadas por el gobierno francés del siguiente modo: “Los habitantes de las comunas infames de Sare, Itxassou y Ascain serán secuestrados de sus domicilios y conducidos a una distancia de al menos 20 leguas de las frontera. Esta medida, obligada por la perversidad de monstruos indignos de ser franceses, no afectará a los ciudadanos que, en las comunas señaladas, hayan dado pruebas constantes y auténticas de civismo y amor por la patria (francesa)”.

El euskara quedó prohibido en cualquier acto público, al igual que su enseñanza en las escuelas en nombre de la Revolución y de la Ilustración: “Liberté, igualité y fraternité”, eslogan eufemístico que escondió el genocidio físico y ahogamiento institucional de los millones de “infames monstruos indignos de ser franceses”, compuestos por personas de todas las naciones aplastadas por el Estado francés. Los 90 libros escritos hasta ese momento en euskara en Iparralde fueron quemados, al igual que manuscritos de obras aún no publicadas. La persecución religiosa produjo a su vez una huida masiva de clérigos, sólo en Bizkaia fueron acogidos más de mil.

Las Cortes nabarras reunidas en la iglesia Saint-Palais de Donapaleu acordaron: “La nación francesa puede llegar a darse una constitución bastante prudente o juiciosa para que Nabarra piense un día renunciar a los suyo y unirse a Francia, pero mientras ese día llega, no hará el sacrificio de su propia Constitución que asegura su reposo y su libertad”. La resistencia natural a cambiar de Constitución, de nación y de Estado renunciando para ello a los propios, nos salió muy caro en víctimas humanas y dejó indefenso a nuestro Pueblo frente a los dirigentes franceses y sus proyectos totalitarios.

Fue el fin de los Fueros en la Nabarra Continental o la legislación del Estado de Nabarra basadas en el Derecho Pirenaico y en el Pueblo baskón con raíces prerromanas, infinitamente más democrático que todo lo que ha venido después.

  • La Declaración unilateral de independencia de 1794, volver a Nabarra

“El árbol de Gernika es el más antiguo, el primero, el padre de todos los árboles de la libertad» J.J. Rousseau (s. XVIII) ilustrado ginebrino.

Tras la Revolución Francesa, en 1794, las tropas francesas con unos 40.000 contingentes invadieron la Nabarra peninsular, Aragón y Catalunya, en represión al ataque español previo a Iparralde y al Rosellón catalán en manos francesas; España quiso evitar la entrada de las nuevas ideas en su suelo, para ello el Bourbon Carlos IV de España mandó cerrar fronteras, donde situó a su ejército con 18.000 soldados que tomaron pueblos de Baja Navarra como Aldude.

En Gipuzkoa, la ciudad de San Sebastián con su alcalde a la cabeza, pidió negociar con las tropas francesas en base a la potestad que para ello le otorgaban los Fueros. Estaban dispuestos entregar la ciudad a los invasores si estos prometían respetar los Fueros que los reyes Bourbones atacaban constantemente desde la corona española, petición a la que se unieron poco después las Juntas Generales de Gipuzkoa reunidas en Getaria -primera capital de Gipuzkoa bajo el reino nabarro-. Las Juntas reclamaron la soberanía de la provincia anterior a 1200, año de la invasión castellana de la Nabarra Occidental, así como el respecto a la religión católica y a los Fueros o legislación del reino baskón de Nabarra.

Gipuzkoa declaró después su adhesión a la República francesa: “El pueblo guipuzcoano es digno de asociarse a la brillante suerte de la República (francesa) y al acercarse vuestras falanges victoriosas proclamando de nuevo su independencia, que durante quinientos años supo defender contra insidiosas pretensiones de un astuto gobierno…Las bayonetas de los republicanos franceses sabrán ayudar los deseos de los republicanos guipuzcoanos para la independencia y defender su territorio de la invasión de nuestros enemigos comunes”. Los enemigos comunes eran los españoles, claro.

El donostiarra Antonio Mendizabal comenta al respecto: “Puede suponerse el escándalo sin límites que en el mundo hispano y de los madriles provocaron primero la claudicación sin guerra y segundo el paso de Gipuzkoa al Estado francés. Pero no solo esto, pues lo que se proyectaba era que Gipuzkoa fuera un Estado independiente o unido a Bizkaia, Alava y (Alta) Navarra y también la resurrección del viejo Reino con Zazpiak Bat (sic), como antes del 1200, decían.  Atribuían todo al Seminario de Bergara, a la fundación que hiciera Munibe, Narros y Altuna y que tuvo relación tan directa con el enciclopedismo francés de Voltaire, Diderot y sobre todo Rousseau con su deseo de venirse a Azkoitia”.

Finalmente se llegó a un acuerdo de paz entre los imperialistas españoles y franceses de la que quedamos excluidos los nabarros. La “Paz de Basilea” fue firmada en Madrid en 1795, en la misma, el primer ministro Godoy en nombre del Gobierno español, ofreció a la representación francesa los territorios de Gipuzkoa y Bizkaia a cambio de recuperar las tierras ocupadas por Francia en la isla caribeña de Santo Domingo (hoy Haití), por ser estas tierras nabarras menos interesantes y más conflictivas para la corona española.

El gobierno de París no aceptó el cambio que sí había aceptado la representación francesa en Basilea, es más, Francia volvió a masacrar a la población civil baskona con asesinatos masivos y deportaciones de la población de Iparralde por no querer colaborar con el ejército francés contra sus hermanos del sur, imponiendo Francia a los baskones el servicio militar en su ejército tras la supresión foral. Tras la Paz de Basilea, numerosos mandos gipuzkoanos fueron condenados a muerte por entregar San Sebastián y Gipuzkoa sin lucha, pese a que España había prometido no tomar represalias. Godoy pasará a ser apodado el “Príncipe de la Paz” por su negociación con Francia.

Los españoles se vengaron de los donostiarras el 31 de agosto de 1813, cuando el General Castaños mandó arrasar hasta sus cimientos la ciudad a sus aliados ingleses y portugueses según relataron después los donostiarras sobrevivientes, así como matar a los habitantes que aún estaban dentro y violar a las mujeres y niñas en un nuevo genocidio, tras quedar la ciudad militarmente ocupada por los franceses gracias a la ineptitud de Godoy (segundo Tratado de Fointanebleu de 1807) y de los reyes franceses de España, Carlos IV y Fernando VII, los cuales, regalaron toda España al emperador francés Napoleón I Bonaparte.

Los franceses tomaron toda España ante la huida o colaboracionismo de gran parte de su clase política y sólo en el territorio de Nabarra la población se lanzó al monte de forma organizada en partidas de milicianos. En Alta Navarra estaban comandadas las milicias por Espoz y Mina, con 10.000 guerrilleros de los 30.000 que había en toda España. También destacó el guerrillero ronkalés Gregorio Kurutxaga Urzainki, que llegó a tener 13.000 soldados franceses tras su captura pero que no consiguieron darle caza. Gaspar Jauregi, Artzai, natural de Urretxu (Gipuzkoa), era coronel a sus 20 años y mandaba sobre 3.000 hombres en Gipuzkoa; Tomás Antxia Longa hacía lo propio en Bizkaia (era natural de Mallabia). Eran los cabecillas de la resistencia vasca, actuaban en forma de guerrilla luchando a veces juntos. Estornés Lasa narra en su libro “Lo que NO nos enseñaron”: “Cuando Espoz y Mina recibió un ejemplar de la Constitución de Cádiz (1812), lo puso en una silla y lo fusiló”. Sin embargo, no parece que ninguno de ellos tratara de expulsar de Nabarra a los dos Estados imperialistas.

El trasfondo de estos hechos es el descontento de los baskones por el centralismo borbónico que entró a gobernar en España en 1700 con el Bourbon francés Philippe V (previa renuncia ante su abuelo Luis XIV a sus posibles aspiraciones a la corona de Nabarra) y el intento de creación de una nueva nación llamada “española” de base únicamente castellana. Philippe V de Anjou: “deseo de reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente todos por la leyes de Castilla” (Novísima Recopilación de España 3.3.1).

La nula identificación del Pueblo baskón con el proyecto de crear una nación española o francesa era y es manifiesta. Siempre se aludía al monarca común y nunca a España o a Francia, y menos a la nación española o francesa, las cuales eran aún un proyecto en el siglo XVIII. Corona “de las Españas” y de “Francia y Nabarra”, de las cuales no les importaba en absoluto separarse a los nabarros pese a las represalias que conllevaba por parte de los imperialistas.