Martí Anglada: «La Unión Europea quiere parar la bola de nieve de la revancha española»

El ex corresponsal y ex delegado de la Generalitat en Francia y Suiza analiza la situación creada por la decisión de la justicia alemana y sostiene que en Europa ve que la crisis en Cataluña se «está pudriendo»

Considera que «declaraciones como las de Jiménez Losantos son incitación al odio y muestran en Alemania la realidad que sufre Cataluña»

Martí Anglada (Girona, 1949) es periodista. De Beirut a Washington, hay pocas capitales de zonas sensibles en las que no haya sido corresponsal. También lo fue en Londres, Bruselas y Berlín. Conoce la Unión Europea y fue delegado de la Generalitat en Francia y Suiza. Antes, había sido el primer delegado de TV3 en Madrid. Fue el primer analista en advertir que la detención del presidente Puigdemont podría evolucionar de manera diferente a como lo veían muchas antenas en Madrid. En esta entrevista a NacióDigital, explica cómo ve la situación política desde la mirada de quien ha seguido el curso del Elba.

 

– El mismo día de la detención del presidente Puigdemont en Alemania dijo que Alemania podía jugar un papel en el conflicto catalán. ¿Los jueces de Schleswig-Holstein le están dando la razón?

– Dije que creía que Alemania detuvo al presidente porque quería intervenir en el conflicto. Más concretamente, porque quería abrir un espacio de negociación. Con la premisa de que Alemania lo detuvo porque quiso. Más que los jueces, me ha dado la razón el gobierno alemán con las palabras de la ministra de Justicia.

 

– ¿Pero es que no hay separación de poderes en Alemania?

– Los jueces en Alemania son muy independientes. Pero yo dije que era tan evidente que no había delito de rebelión que los jueces harían lo que han hecho. Pero yo me refería al gobierno. La decisión de detenerlo venía de una orden judicial pero intervino el Ministerio del Interior. La ministra de Justicia dijo después que ya se esperaba la decisión judicial.

 

– ¿Qué interés puede tener Berlín en forzar una salida a la crisis?

– Existe la idea de que el conflicto está durando demasiado y que se está pudriendo. Pensemos en algo que es un hecho clave: en estos meses, Alemania ha estado sin gobierno. De las elecciones del 24 de septiembre al 14 de marzo, cuando se constituye el ejecutivo. Es importante la secuencia. La opinión pública vio el 1-O, quién daba porrazos y quién los recibía. Quedaba la memoria de los onces de septiembre, con un millón de personas en la calle y sin que se rompiera nada. Y luego está la detención del presidente Puigdemont acusado de rebelión. Se ha acusado al independentismo de vivir en una burbuja y alejado de la realidad. No niego que hubiera un efecto burbuja. Pero lo mismo se puede decir del Estado, la opinión pública y los partidos españoles, que han perdido el sentido de la justicia, el sentido del derecho y de la política.

– ¿En qué burbuja está el Estado?

– Se han creído que los catalanes estaban aislados y que todo el mundo en Europa apoyaba a España y le aplaudía. Confundieron gobiernos y opinión pública. Que los estados quieren preservar las fronteras territoriales es verdad, pero otra cosa son las simpatías de la opinión. Los gobiernos quieren garantizar las fronteras, pero también otras cosas. No quiere decir que estén de acuerdo con el 155. Hace mucho tiempo que la UE pide a Madrid que negocie. Recuerdo una rueda de prensa en París de enero de 2014, del ministro Laurent Fabius con García Margallo. Fabius, en público, a una pregunta, dijo que era necesaria una solución por vías políticas y, señalando el ministro español, le dice: y ustedes tienen los instrumentos para hacerlo. La Fundación Adenauer, de la CDU de Merkel, ya hace tiempo que lo decía. Es verdad que con el 155 les apoyaron a cambio de cosas que España les dio. No precisamente a Alemania.

 

– ¿Cómo qué?

– Esto está publicado. La batalla del 155 se pierde en Europa el mediodía del 19 de octubre, cuando hay una cumbre europea en Bruselas. Rajoy y Macron se encontraron antes. El diario Le Point lo explica: España había combatido la reforma que quería Francia del trabajo desplazado: la gente que proviene de otros países y va a trabajar a Francia pero con el sueldo de los países de origen. Era un compromiso de Macron el poner fin a esto porque contratistas y transportistas llevaban trabajadores de fuera a un sueldo más barato. España, junto con estados del este, impedía poner fin a esto. El 19 de octubre Rajoy decide votar con Francia y, a cambio de ello, apoyo al 155.

 

– ¿Cómo evalúa el papel de Francia?

– Francia defiende sus intereses. Está muy preocupada por el tema de Córcega. Pero yo no critico al señor Macron, critico al señor Rajoy. Macron hizo una promesa electoral y tuvo la oportunidad de cumplirla. Al día siguiente, la prensa francesa titulaba: «Primera gran victoria europea de Macron». Ahora, lo que yo digo es que Rajoy, para poder aplicar el 155, vendió los derechos de los trabajadores transportistas y de la construcción españoles. Esto fue así. Es la realidad, y la realidad merece respeto.

 

– ¿Y Alemania que quiere?

– Alemania quiere estabilidad en la zona euro. No tiene ningún problema de cohesión interna. En Berlín ven que la situación en Cataluña es un factor desestabilizador. Saben también que Cataluña es el gran pagador de impuestos en España, un 24%. Alemania quiere estabilidad y solucionar el problema. Tiene gente muy bien informada, como Francia. Una situación de revancha como la que hay ahora sabe que no llevará a ninguna parte. Todo el mundo sabe que este tipo de conflictos o se resuelven políticamente o se resuelven políticamente. Las últimas detenciones escenificaron más esta revancha. Alemania quiere detener la bola de nieve de la revancha de España. Que esto sea posible, ya lo veremos. El portavoz del PSOE, José Luis Ábalos, ha dicho hoy que el hecho de que haya personas en prisión no ayuda.

– ¿Se está agrietando el edificio de la intransigencia del Estado?

– No. Desde Alemania se está pinchando la burbuja del orgullo herido y el ánimo de revancha español. La burbuja independentista se pinchó el mes de octubre. No me refiero al hecho de la legitimidad de los objetivos. El de la independencia yo lo comparto absolutamente. Yo no soy de burbujas, pero creo que la declaración de independencia se tenía que haber hecho el 19 o 20. La alternativa de elecciones era muy válida, pero era para los días inmediatamente posteriores al día de la huelga, el 5 o el 6 de octubre. Después del 19 o 20, cuando la UE ya dio la luz verde a Rajoy para declarar el 155, sólo se podía hacer lo que se hizo.

 

– La opinión pública alemana no parecía, a priori, la más sensible a los argumentos soberanistas.

– No hay unanimidades en las sociedades. Pero hay opiniones suficientes para ver que Alemania quiere que la crisis se desescale. Hay una necesidad europea de poner fin a la bola de nieve represiva. Y en eso están todos los estados de la UE.

 

– ¿Se imagina a Madrid allanándose a la intervención de un mediador?

– Para Alemania, tener a Puigdemont les da un elemento de presión.

 

– Felipe González quitaba hierro a la decisión judicial alemana en la entrevista que le hicieron en ‘Salvados’…

– González también dijo que toda Europa estaba en contra nuestra. Sobre todo, «el vecino del norte». Es decir, Francia. Yo le hubiera preguntado: ¿en contra de qué? ¿De la fragmentación territorial? ¿Del 155? ¿De los encarcelamientos? Francia defiende la unidad territorial de los estados, claro. Pero ellos también quieren una resolución del conflicto.

 

– ¿Se imagina a Madrid allanándose a una mediación?

– Entrar en detalles de cómo puede ser una mediación puede ir en contra de hacerla posible. Para Madrid, una mediación significa la internacionalización del conflicto. Pero es que ya estamos en la internacionalización.

 

– ¿Cómo debería ser esta mediación?

– La clave está en llegar fuerte a la negociación y negociar bien. Y tener algunas simpatías.

 

– ¿Qué simpatías tiene Cataluña?

– Cuando Felipe González dice «sobre todo el vecino del norte», quiere decir que el resto no es tan hostil. Pero yo no citaría gobiernos. Hay opiniones públicas en Dinamarca, Finlandia, Bélgica… No estamos en territorio hostil. Ahora, tan osado sería decir que todos son amigos nuestros como decir que son enemigos.

 

– ¿Qué líneas rojas debería tener una mediación por parte catalana?

– Dijo el presidente Puigdemont que una negociación debería ser sin condiciones. Permita que le diga que no somos conscientes de lo acertado que estuvo el presidente Puigdemont tomando la decisión de irse al extranjero. Hay que tener claros los objetivos. El objetivo nuestro es la independencia. Para unos catalanes, el objetivo será el derecho a decidir. Otros no quieren ni lo uno ni lo otro. Pero hay una mayoría en el Parlamento muy clara. En esta negociación no se conseguirá la independencia. Yo marcaría dos líneas: el resultado ha de reconocer el carácter de nación de Cataluña, lo que conlleva el derecho de autodeterminación. Si no, es atrasar el reloj. La otra línea es que debe haber un garante internacional. Por eso es importante que intervenga Alemania o la UE. Es el notario. El árbitro de un acuerdo entre Cataluña y España no ha de ser en el futuro el Tribunal Constitucional, que está politizado.

 

– La reacción de un sector mediático español contra Alemania, ¿es un error, muestra de nerviosismo o la demostración de que cierta derecha española no tiene remedio?

– Si se refiere concretamente a las opiniones de Jiménez Losantos, es cierto que es un creador de opinión, pero confío en que exprese una minoría de la opinión pública española. Que un señor diga que «comenzarán a explotar cervecerías en Alemania» o hable de alemanes como rehenes es incitación al odio. Lo extraño es que aún esté en la calle el señor Losantos y que el fiscal no se haya movido. Esto desde Alemania supone ver la realidad que están sufriendo los catalanes. Luego está este lenguaje despectivo, como cuando se habla de un «tribunal regional». La Audiencia de un land es algo muy serio. Cuando se estudia Derecho, los juristas alemanes son referentes. No digo que en España no haya buenos juristas, que los hay muy buenos.

 

– Con este contexto, ¿cómo analiza las negociaciones entre los partidos soberanistas para formar gobierno?

– Hay como una dicotomía entre formar un Gobierno autonomista o luchar por la República. Yo no creo en esa dicotomía. ¿Por qué? Es evidente que debe haber un Gobierno de resistencia que ayude a ir hacia la República. Si fuéramos muy puritanos, tampoco se habrían tenido que presentar a las elecciones. Si van, después han de formar gobierno.

 

– Publicó hace cuatro años «La vía alemana», donde hace un itinerario por la cultura germánica, con muchas referencias al luteranismo. Este choque entre la justicia española y la alemana, ¿es también un conflicto cultural?

– El libro tiene forma de viaje por la cuenca del Elba, que es la cuenca del luteranismo. La Alemania del Rin es más católica. Schleswig-Holstein también es zona luterana. Sin la imprenta, que permitió la traducción de la Biblia, no hay Reforma luterana, pero sin el Elba no se hubiera extendido tan rápidamente. El luteranismo nace en la parte alta del Elba, en Sajonia, pero llega pronto a Hamburgo, y de ahí al Báltico y a los países escandinavos. Merkel es hija de un pastor luterano. El luteranismo tiene un componente compasivo, que ayuda a explicar la política de Merkel hacia los refugiados. Pensemos que en un año entraron en Alemania 1.100.000 inmigrantes, todos musulmanes.

 

– ¿Este componente compasivo puede haber incidido en la decisión de los jueces alemanes?

– No, eso no lo creo. Los juristas alemanes son muy buenos. Pero forman parte de la misma tradición jurídica fruto del derecho romano y la codificación napoleónica, diferente de la anglosajona. La Audiencia de Schleswig-Holstein y el Supremo español son de la misma familia jurídica. La clave está en si se tiene paja en el ojo o no. No es necesario ir al luteranismo.

 

– ¿Se atrevería a decir qué pasará con el delito de malversación?

– No. Sólo dije que tenía claro que rebelión no. El tema de malversación está abierto. Hay elementos a tener en cuenta, como el señor Rajoy y el señor Montoro asegurando el Congreso que no se ha gastado un euro para el referéndum. Dejemos que los jueces alemanes se lo miren.

– Entre 2014 y 2017, fue delegado de la Generalitat en Francia y Suiza. ¿París es la capital donde ha sido más difícil explicar la realidad catalana?

– En Francia es difícil. Ven los estados como entes uniformes. Del problema de la financiación no entienden nada porque ellos no lo tienen. Alemania esto lo entiende enseguida. En Francia sólo entienden Cataluña las personas que han entrado en contacto por vivencia personal. Es el caso de Benoît Hamon, uno de los dirigentes de la izquierda que ha reclamado una negociación. La familia de su mujer se instaló en la Cataluña Norte y tanto ella como su padre se convirtieron en defensores de la lengua catalana. En cambio, en el caso de Jean-Luc Mélenchon, que es muy jacobino, se pronunció en contra del gobierno español por empatía con Podemos.

 

– Está el caso de Manuel Valls.

– Sí, él escogió ser francés y se ha de esconder para que no lo tomen por catalán.

 

– En Suiza debe ser más fácil.

– En Suiza lo entienden muy bien en todos los ámbitos, la financiación a las lenguas. De hecho, España hubiera podido ser una gran Suiza. Pero cuando se mira en el espejo, se ve como Francia. Esto no quiere decir que te aplaudan, eh. Es un país muy democrático, con una tradición referendaria.

 

– Ha sido corresponsal en muchas capitales. También en Roma y el Vaticano. Imagino que es un buen lugar para aprender diplomacia.

– Estuve tres años en Italia, estuve en Oriente Medio, primero en Beirut y luego en Tel Aviv. Fui el primer corresponsal del Estado español en Israel, cuando aún no había relaciones diplomáticas. Después en Londres, fui el primer delegado de TV3 en Madrid, y de allí a Washington. También estuve en Bruselas y Berlín. Hombre, todos estos destinos me han servido. El Vaticano… Son lentos. No es una crítica. Un diplomático no vaticano mira las cosas pensando en el plazo de una legislatura. En la Santa Sede, en cambio, tienen unos pontificados que pueden sobrepasar fácilmente una legislatura, tienen una duración finita pero imprecisa. Y mientras los diplomáticos hablan del siglo XIX o del siglo XX, la diplomacia vaticana ha construido una mentalidad en base a milenios. Fíjese con el pleito sobre la designación de obispos en China, cómo dura. Y lo que durará.

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