Manipulaciones españolas de la historia

Dicen que la historia la escriben los vencedores. Es una frase muy cierta, sobre todo cuando alude a los ‘vencedores’ que han aplastado pueblos, culturas y lenguas. En estos casos, el ‘vencedor’ tiene mucha prisa en borrar. ‘Afán borrador’, podríamos decir de esta obsesión. La obsesión borradora se fundamenta, por un lado, en la necesidad de esconder las barbaridades que el vencedor ha cometido con el fin de alcanzar su objetivo, y, por otro, en la prisa por reescribir el pasado y legitimar, así, su presencia -de tal modo como si fuera ancestral- sobre una tierra que sólo posee y expolia por derecho de conquista.

España, eufemismo de Castilla, sabe mucho de esto. Lo ha practicado continuamente a lo largo de su historia en todos los pueblos que ha aniquilado. Incluso ha pretendido hacernos creer que, antes de su llegada, la gente de aquellos pueblos, pobrecita, no tenía más lengua que la de la boca, por lo que habría sido Castilla quien gentilmente les habría concedido una «lengua de encuentro» para que pudieran evolucionar. Pero sería un error pensar que la manipulación española de la historia queda circunscrita a unos hechos sucedidos siglos atrás. La manía borradora, el afán manipulador, no se han parado nunca. Tampoco en el siglo XXI. La frase «nuestro interés es españolizar a los niños catalanes», pronunciada en 2012 por el ministro de Cultura de ese país, es un testimonio bastante diáfano. Aquel pobre hombre y su gobierno no se daban cuenta que con esta frase estaban reconociendo que los catalanes no somos ni hemos sido nunca españoles. De lo contrario, ¿qué necesidad habría, de españolizarnos? ¿A que a nadie se le ocurre españolizar a los españoles o germanizar a los alemanes? ¡cuán inclemente es el lenguaje!

Por eso yo quisiera prestar atención a un libro de Eugenia de Pagès i Bergés, catedrática de historia de enseñanza secundaria, titulado «No me lo enseñaron en la escuela» (Historia para adultos) (Editorial Milenio, 2017) en el que la autora reflexiona sobre un montón de hechos relacionados con Cataluña que han sufrido el efecto del cepillo manipulador español. «¿El franquismo fue un accidente histórico o entronca con un pasado que lo legitimó a los ojos de una gran cantidad de españoles?», se pregunta De Pagès. El libro, dividido en veinticuatro capítulos, habla, entre otras cosas, de la corte de Felipe IV: lujo, ostentación y miseria, de Felipe V, del franquismo blando, del concierto económico, del cuento de hadas de la Transición, de la ley mordaza, del nacionalismo español… Para que el lector husmee su contenido, le pongo aquí algunos fragmentos:

– [Sobre el hundimiento demográfico de las tierras de ultramar «justificado» por las enfermedades infecciosas europeas]: «¿Cómo es que las enfermedades indígenas no atacaron a los invasores europeos? O es que, como algunos autores sostienen, una alimentación de buena calidad y sobre todo muy equilibrada hacía que las enfermedades prácticamente no existieran entre los pueblos andinos. Poco probable. ¿O es que los virus eran racistas y no atacaban a los europeos? […] El caso es que la esclavitud, las masacres y las epidemias dejaron vacíos los reinos aztecas e incas».

– «En cuanto a la exmetròpoli, España, la consecuencia a largo plazo ha sido el arraigo de una mentalidad muy extendida entre la población española: el imperialismo como única manera de vivir. Es decir, chupar a otras poblaciones o territorios la necesaria riqueza o excedente, viendo esta manera de obtener recursos normalizada por completo».

– «Lugar: Casa de la Ciudad en Barcelona, el 16 de septiembre de 1714, cinco días después de que la capital catalana sucumbiera al asedio borbónico. José Patiño [mano derecha de Felipe V] convoca a los consejeros que quedaban, les lee el decreto que dictaba la disolución del ‘Consell de Cent’ (‘Consejo de Ciento’), institución con más de cinco siglos de historia, y entonces, buscando una humillación aún mayor, ordena a los consejeros que allí mismo se quiten las insignias y las entreguen junto con las llaves de la Casa de la Ciudad y con toda la documentación. Horas después se repetía la misma escena con los representantes de la Generalitat. De este modo, un solo hombre ponía fin al histórico sistema institucional catalán».

– «Felipe V aplicó métodos de exterminio y control propios de las dictaduras modernas. Así, el conde de Montemar llegó a teorizar las pautas de comportamiento de lo que hoy se llamarían asesinatos selectivos que luego llevarán a cabo personajes como Videla o Pinochet».

– «Es muy sorprendente, en cambio, que años más tarde, como explica el profesor Fontana, un cierto izquierdismo tendiera a confundir nacionalismo con burguesía, en momentos en que resultaba evidente que la burguesía -tanto la que había retornado con el ejército franquista el 1939 como la que hacía negocios sucios con Porcioles- no tenía nada que ver con un nacionalismo que defendían, por el contrario, las clases populares. «

– «Una muestra de esta concepción medieval de la ley («la ley es la del rey») es la transición del franquismo a la democracia que se hizo, como decía su mentor Torcuato Fernández Miranda, «de ley a ley por la ley», es decir, sin romper nunca la legalidad, por lo que la legalidad actual de España es una evolución del franquismo, a pesar de que los «Principios fundamentales del Movimiento», esencialmente antidemocráticos, eran «por su propia naturaleza permanentes e inalterables». Sí, todo muy legal, pero fraudulento».

El libro de Eugènia de Pagès contiene muchos datos y reflexiones interesantes que merecen ser leídos con atención. Hay, como he dicho, una manipulación de la historia que redibuja la identidad española con el fin de anular identidades ajenas, como la catalana, y de hinchar el pecho de los españoles haciéndoles creer que Cataluña ni es nación alguna ni ha sido nunca catalana, lo que explica la pervivencia de la hispanofobia en pleno siglo XXI y la virulencia con la que las instituciones del Estado español reaccionan contra el derecho inalienable de autodeterminación de Cataluña. Como decía Shakespeare, el pasado sólo es un prólogo.

RACÓ CATALÀ