Existen unas singularidades idiomáticas residuales, una serie de voces de origen euskaro, en el español que se habla en Navarra, Álava, Logroño, Aragón, Castilla… En definitiva, aquellos territorios en los que alguna vez la lengua vasca fue de uso habitual.
Zonas -llamemoslas “de transición”- donde la lengua, como tal, ha dejado de hablarse, pero pervive en mayor o menor grado en el léxico y la toponimia. Por encima de fronteras, de banderas, de ideologías, de divisiones territoriales y administrativas, hay un sustrato común que nos une.
Cuanto más débil es la presencia del euskara, esa identidad común se reduce de manera exponencial. Por poner un ejemplo de tantos, tomaremos la localidad de de Tafalla, vascoparlante hasta el siglo XIX.
- 1778: Aparece Tafalla como muga de la zona vasco hablante.
- 1795: El sacerdote Juan de Buruzain, natural de Azparren, se ocupaba en Tafalla de «dar catequesis a algunos niños en idioma vascongado». Entendemos que éstos niños serían los últimos vascoparlantes nativos, ya en el siglo XIX.
- 1863: Según el mapa de Luciano Bonaparte, el límite del euskara se encontraba 10 kilómetros al norte de Tafalla.
Leandro Olivier, integrante de “Eusko Ikaskuntza”, cofundador en 1925 de “Euskararen adiskideak”, y archivero del ayuntamiento de Pamplona, considera que el castellano comenzó a entrar por el Carrascal, ayudado por los forasteros que trabajaban en la línea del ferrocarril del Norte. Los raíles de esta línea Pamplona-Marcilla discurrieron por Pueyo, Tafalla, Olite y Caparroso. Las obras en Tafalla, alto de Ereta, se iniciaron en octubre de 1859, para, tras un largo y crudo invierno, llegar el tren en mayo de 1860 a la estación de Tafalla.
Según Olivier, el retroceso del vascuence se hizo incontenible con las guerras carlistas.
“La pérdida del vascuence en Tafalla fue total, hasta el punto de que la población de edad superior a 40 años es absolutamente hostil no ya a la lengua, sino a cuanto se relacione con lo vasco.”
Pese a todo, aún se mantuvieron voces euskaras en la toponimia, en el léxico agrario, pastoril, el social de juegos y espectáculos, la denominación de cualidades personales, el familiar, el del hogar relacionado con las comidas, el de la expresividad infantil y voces onomatopéyicas.
Con la desaparición de la lengua, se produce una sustitución, una muda de la identidad, llegando a la negación y el auto-odio: síntomas de un pueblo en descomposición. Esas expresiones, tan del gusto del Navarrismo, de una “Navarra Foral y Española” o “Nuestra Bandera, la que nos une”, son un claro ejemplo de ello.
Esperemos que la Lingua Navarrorum pase de ser algo anecdótico o residual a la lengua de uso vehicular. La lengua natural de todos.
“Lingua Navarrorum, nere txirrintxa, batzen gaituena”.
https://martinttipia.com/2017/05/31/lingua-navarrorum-lo-que-nos-une/