Las trampas del ‘no somos mayoría’

El debate sobre si el independentismo es mayoría o no va subiendo de tono. En estos últimos días varias voces dentro del soberanismo han insistido, con más agresividad que hasta ahora, en negar que el independentismo sea mayoritario en el Principado, de lo que se infiere, lógicamente, que más vale no dar pasos inmediatos para hacer efectiva la república.

El debate es importante, pero me parece que es un punto tramposo, al menos como lo exponen algunos. Sobre todo porque la argumentación viene tras la decisión. Hay quien apunta ahora a esta tesis para justificar una decisión táctica: la de no hacer efectivo el mandato del primero de octubre y del 21 de diciembre. Y por eso exhibe algunos detalles que, con el máximo respeto, me gustaría exponer con la voluntad de favorecer el contraste.

 

Primero: El único hecho objetivo es que somos la mayoría parlamentaria, no se ha demostrado nada más.

En este debate la sinuosidad dialéctica más extraña consiste en convertir unas elecciones parlamentarias en un referéndum, y a la vez negar que lo sean.

Ha habido dos elecciones parlamentarias seguidas en las que el independentismo ha conseguido la mayoría absoluta de la cámara. Y es eso la mayoría, indiscutiblemente, que no se puede negar ni invocando el voto popular, pues las reglas de las elecciones autonómicas son muy claras. De hecho, es por lo que gobierna. Si no fuera mayoría, no gobernaría.

Además, se hizo un referéndum, el primero de octubre del año pasado, que si no se pudo desarrollar con normalidad no fue por culpa de la mayoría parlamentaria, sino de una parte de la minoría.

En este contexto yo entendería que el independentismo planteara un debate sobre la necesidad de un referéndum sin interferencias que sirva para confirmar el voto del primero de octubre. Pero no entiendo que, de un proceso electoral que no se ha podido hacer nunca, se infiera un resultado. En el parlamento, con las reglas de las elecciones parlamentarias, no somos minoría, sino la mayoría. Revalidada, además. Para poder discutir sobre cuántos votos tiene el ‘sí’ y cuántos el ‘no’ hay una solución muy sencilla: hacer un referéndum. Prohibirlo y a la vez especular sobre qué resultado tendría no es correcto.

 

Segundo: Y, en todo caso, ¿de qué mayoría hablaríamos?

Un segundo elemento curioso del debate -que rebaja mucho su rigor- es presentar estos dos puntos y pico de diferencia de las autonómicas respecto del 50% como un cambio definitivo. Como si el comportamiento de los diversos actores tuviera que cambiar de repente, superada esta barrera. Y no deja de ser curioso que, este argumento, lo utilicen algunos de los que acusan de ‘mágicos’ a los que no pensamos como ellos.

Un alcalde, por ejemplo, defendía ayer que con un 60% de votantes en favor de la independencia todo cambiaría, sin explicar por qué ahora con un 60% sería suficiente. Pero el caso es que el Estado español liquidó el estatuto de 2006, a pesar de haber sido aprobado por un 87,5% de los votos del Parlamento de Cataluña y un 73,9% de los votos en referéndum.

Más aún. Imaginemos que saliera un 60%. ¿Un 60% de qué? ¿Duda alguien de que entonces no dirían que debería ser sobre el censo y no sobre los votantes? O que debería votar todo el estado, o que haría falta un voto reforzado de dos tercios, o un 60% en todas las comarcas, o…

Es evidente que, en cualquier elección, un 60% es mejor que un 48%. Y un 70%, mejor que un 60%. Y que hay que aspirar a llegar a ello, incluso más arriba, claro que sí. Pero creo que, ahora mismo, proponer porcentajes que vayan más allá de la mayoría simple es una manera de alejar la concreción de la declaración de independencia, sin decirlo abiertamente.

 

Tercero: ¿Y el contexto?

No soy politólogo; por tanto, me guardaré mucho de discutir, por ejemplo, con el amigo Jordi Muñoz. Pero en periodismo es un axioma que no basta con explicar los hechos con exactitud, también hay que contar la verdad sobre los hechos, que es, básicamente, el contexto.

Pues bien, en este debate hay dos contextos muy destacados, sin los cuales hablar de cifras y nada más no es justo, especialmente si se hace desde el campo del soberanismo. Esto es una campaña de deslegitimación del independentismo, basada precisamente en repetir la misma afirmación que ahora algunos independentistas insisten en poner en el centro del debate. Otro es la falta de moralidad, así lo creo yo, de aceptar un argumento interesadamente desplegado por quien envió tropas a pegar a la población, y de ayudar, así, a imponer su marco mental a los golpeados.

El primer punto es obvio y, en parte, ya lo he explicado antes. Hay un marco mental que el españolismo quiere imponer para alterar la voluntad de las urnas -como ya lo hace-. ¿Se debe pasar por alto esto, y hablar como si el debate fuera simplemente técnico, académico, como si eso no tuviera nada que ver con ello?

El segundo punto me parece más importante aún. Los partidarios de la independencia hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para saber cuánta gente era contraria. Esto no lo puede discutir nadie. En cambio, los que nos niegan cualquier derecho con el argumento de que somos una minoría son, precisamente, los que enviaron la policía a pegarnos para que el primero de octubre no hubiera un resultado válido. ¿Con qué derecho, pues, los que utilizaron la violencia para que no se supiera cuántos partidarios tenía el ‘no’ o el ‘sí’ pueden ahora reclamarnos un resultado indiscutible, si son ellos quienes lo impidieron? ¿Si son ellos que impidieron por la fuerza el referéndum, y que impiden cualquier otro, como todos sabemos? ¿Cómo podemos ni siquiera aceptar que tengan alguna legitimidad para decir quienes son la minoría y quienes la mayoría? En estas condiciones, ¿es correcto presentar este debate dentro del soberanismo sin tener en cuenta todo esto, como si fuera un error nuestro ser ‘la minoría’?

Específicamente, y más allá de la opinión de tal o cual, la pregunta es ésta: ¿Es correcto, para los intereses tácticos de un momento puntual, desvirtuar el trabajo realizado estos últimos años? ¿No sería más leal y honrado que quien quiera defenderlo explicara que no ve posible conseguir la república, hoy por hoy? Si somos lo suficiente o no, es otro debate, cualitativo, no cuantitativo, que tiene más que ver con la capacidad de existir que con las cifras. Pero insistir, sin contexto, en que no somos mayoría, ¿no es una manera de esconderse detrás de la masa por no decir lo que se piensa, pero tratando de conseguir su efecto?

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