La suerte de Idlib está echada

Aunque se van publicando detalles de lo que puede ser la ­batalla final, tantas veces anunciada, de Idlib, último bastión y refugio de los grupos yihadistas y rebeldes sirios, el escenario militar sigue siendo muy confuso. Las últimas palabras del jefe de la diplomacia rusa, el infatigable Serguéi ­Lavrov, de que no va a llevarse a cabo todavía una amplia ofensiva siria y de que su Gobierno hará ­todo lo posible para proteger a la población de Idlib, expresa con claridad que continúan las ne­gociaciones para conciliar intereses divergentes con Turquía a fin de evitar una catástrofe como en Alepo. Un asalto a sangre y fuego provocaría, además, un pavoroso éxodo de centenares de miles de personas que tratarían de volcarse sobre Turquía y que volverían a ser una amenaza para las fronteras de Europa.

Mis interlocutores de Damasco, si bien dan por hecho que es ineluctable el ataque del ejército sirio apoyado por Rusia, difieren sobre cuándo se llevaría a cabo este anhelado y temido episodio bélico. “La guerra de Siria ya ha sido ganada –afirma Thierry Missan , escritor francés afincado desde hace décadas en esta capital– y no creo que sea tan importante el día de la batalla”. El ministro de Turismo, en sus palabras en la feria internacional de Damasco, reconocía que “todo el mundo está a la espera de la suerte de Idlib”.

Cuando en el mes de enero del 2017 concluyó la larga batalla de Alepo, iniciada cuatro años antes, uno de los asedios urbanos más largos de la historia contemporánea, presencié la salida de sus combatientes y familiares, que en autobuses pintados de verde, se encaminaron hacia el norte, hacia Idlib, su único refugio, cabe a la frontera turca.

¿Dónde podrían ahora dirigirse los guerrilleros de Tahrir al Sham y otros grupos radicales islámicos? ¿Qué camino les queda a los yihadistas chechenos, afganos y occidentales que empezaron a llegar a Siria en el 2012, se casaron y fundaron aquí su familia y que todos ahora rechazan?

El periodista de una agencia oficial siria especulaba sobre la posibilidad de “establecer puentes aéreos desde algún aeródromo turco con dirección a Yemen porque los saudíes no quieren renunciar a estos aguerridos combatientes y podrían utilizarlos allí en los campos de batalla”.

He escrito a menudo que la guerra de Siria es una guerra a puerta cerrada, una guerra de propaganda y desinformación donde el territorio sometido al tétrico Estado Islámico se convirtió en un agujero informativo impenetrable.

Como ha ocurrido en anteriores ocasiones, por ejemplo en Alepo, las aseveraciones sobre la utilización de armas químicas por el Gobierno de Damasco tienen lugar, una y otra vez, como si se tratase de un reflejo automático. En el contraataque gubernamental se acusa a los rebeldes de inminentes ataques químicos. Agencias de información sirias e iraníes difundieron noticias, vídeos rusos, que aseguran que el grupo Tahrir al Sham ha grabado cintas, mostrando a niños como víctimas de los gases a fin de acusar al régimen de Damasco de haber perpetrado un ataque con cloro contra la población de Idlib.

Aunque su suerte no está echada, en Damasco se habla cada vez más del futuro una vez concluya la guerra, y lo mismo hace la ONU, que ha reunido en Ginebra a una decena de naciones –el llamado Grupo de Contacto– a las que ha invitado a participar en la confección de una nueva Constitución que permita convocar unas elecciones libres.

En la feria de Damasco, reanudada el año pasado después de haber sido suspendida a causa del conflicto han participado 25 países entre los que descollaban los pabellones de Rusia e Irán, los grandes aliados de Siria.

El primer día, los responsables afirmaron haber vendido 350.000 entradas. Por su extensa superficie de modernos pabellones destinados al automóvil, a productos industriales, informáticos, al turismo, entre jardines y surtidores de agua, deambulaban los visitantes. En una rotonda flameaban banderas árabes, asiáticas, latinoamericanas y alguna que otra europea, además de la rusa, como la checa o la austriaca cuyos gobiernos mantienen sus embajadores en Damasco pese al boicot diplomático europeo.

El principal tema de esta feria ha sido la reconstrucción, porque la estrategia adoptada por los dirigentes sirios es emprender la obra –una empresa que no será fácil por las sanciones internacionales–, aunque la guerra no haya concluido y quede pendiente la suerte de Idlib.

LA VANGUARDIA